CIENTO DIECIOCHO

Qué hermosas aquellas extrañas máquinas, cada una de un color diferente, cada una con una forma distinta. Pero todas tenían algo en común: eran veloces.

Aunque a Juno, el Ancla y Titus les parecía que llevaban siglos dando tumbos, no habrían pasado más de ocho o diez minutos cuando la vieron: una criatura de color amarillo limón con la forma de pez.

Justo al montar en ella, oyeron el sonido de la multitud furiosa, cada vez más próxima. Y estaba realmente cerca porque, en el mismo momento en que el aparato se elevaba, apareció la vanguardia solitaria de la multitud abandonada.

Pero ¿y Trampamorro? ¿Qué pasaba con aquel vasto colapso? ¿Con aquella estructura? Allí quedó, tendido muy quieto bajo el sol. ¿Y qué hay de la inclinación de su cabeza en una muerte absoluta? ¿Qué podían hacer? Nada.

El aparato se elevó por los aires y conforme ascendían, vieron cómo su figura se encogía. Primero parecía un pájaro, luego un insecto sobre la tierra brillante y después ya no estaba. ¿No estaba? ¿Lo habían abandonado? ¿Lo habían perdido para siempre? Perdido, allá abajo, como si estuviera bajo el agua; Trampamorro… por siempre más en silencio; con un brazo extendido.

Durante un buen rato, mientras el aeroplano se elevaba y se desplazaba en dirección sur, no hablaron entre ellos; cada uno estaba abstraído, sumido en su propia soledad.

Tal vez el Ancla, cuyos dedos se movían mecánicamente sobre los mandos, estaba menos alejado de la realidad que Titus y Juno, porque tenía que estar atento al vuelo; pero ni siquiera él estaba bien, y en su rostro había una sombra que Juno no le había visto antes.

De vez en cuando pasaban veloces por la estratosfera y, mientras el mundo se desvelaba ante ellos, valle a valle, cordillera a cordillera, océano a océano, ciudad a ciudad, parecía que la tierra vagaba por su cráneo… un cosmos en hueso. Un universo iluminado por cien luces, poblado de formas y sombras, surcado de interminables hilos de circunstancia… acción y suceso. Todo futilidad; puro desorden; sin fin ni principio.