En una reunión del ejecutivo a la que asistieron nueve almas, incluida Gueparda —si es que se la podía considerar un alma—, y en la que había representantes de las diferentes clases sociales, se acordó que todos quedarían en suspenso respecto al lugar donde se iba a celebrar la fiesta; sólo estos nueve escogidos estarían medianamente iluminados.
Sólo estos nueve fueron sobornados. Sólo estos nueve tenían cierta idea de lo que se estaba haciendo en los talleres, los cobertizos y las casas particulares.
Pero había rencor entre ellos. Es cierto que, comparados con el vulgo eran unos privilegiados; pero comparados con Gueparda estaban a oscuras, y sólo tenían migajas de información, aunque sabían que, entre aquel caos misceláneo, en la mente de la chica se estaba fraguando una especie de invención mastodóntica.