VEINTITRÉS

Ahora que el poema había terminado y el poeta había desaparecido también, porque en verdad parecía ir en pos de algo más grande que su persona, Titus reparó en una extraña situación, una especie de flujo, de agitación; una ondulación… y entonces, de pronto, empezó a manifestarse una de esas mareas humanas que a veces se producen en fiestas demasiado concurridas. Y no se puede hacer nada. Porque tienen su propio ritmo.

Lo primero que percibía el invitado o invitada es que perdía el equilibrio. Había codazos, bebidas que se derramaban. Conforme la presión aumentaba, se iniciaba una especie de delicada desbandada. Se oían disculpas por todas partes. Quienes estaban junto a alguna pared se veían gravemente aplastados, mientras que los que estaban más hacia el centro se apoyaban unos en otros en ángulos íntimos. Todos daban pasos diminutos, absurdos, mientras la multitud empezaba a encresparse sin motivo, incontroladamente, dando vueltas por la sala. Estabas hablando con una persona y de pronto ya no la veías, porque las corrientes submarinas y las contracorrientes se cobraban su precio.

Y sin embargo, seguían llegando invitados. Cruzaban la entrada, quedaban atrapados por la atmósfera perfumada, ondeando como fantasmas y, flotando por un momento en las espirales del aire, eran arrastrados al lento pero invencible torbellino.

Titus, que no había sabido prever lo que sucedería, pudo ahora apreciar en retrospectiva las acciones de una pareja de viejos libertinos a quienes había visto unos minutos antes sentados junto a la mesa de los aperitivos.

Como personas versadas en los fenómenos propios del grupo, habían dejado sus vasos y, echándose en los brazos de la corriente, se habían entregado a aquel flujo y ahora se les podía ver conversando en un ángulo increíble mientras giraban por la sala sin tocar el suelo con los pies.

Cuando empezó a recuperarse un cierto equilibrio, ya era casi medianoche, y hubo un tirarse general de los puños, arreglarse la ropa, pasarse los dedos por cofias y tupés, un escrutinio de bocas y cejas y una sensación general de alivio.