XXXVI

«AZORÍN ES UN HOMBRE RARO»

Cuando la dueña de la casa me ha dicho: «Deje usted el sombrero», yo he sentido una impresión tremenda. ¿Dónde lo dejó? ¿Cómo lo dejó? Yo estoy sentado en una butaca, violentamente, en el borde: tengo el bastón entre las piernas, y sobre las rodillas el sombrero. ¿Cómo lo dejo? ¿Dónde? En las paredes de la sala veo cuadros con flores que ha pintado la hija de la casa; en el techo están figuradas unas nubes azules, y entre ellas revolotean cuatro o seis golondrinas. Yo me muevo un poco en la butaca y contesto a una observación de la señora diciendo que, efectivamente, «este año hace mucho calor». Luego, durante una breve pausa, examino los muebles. Y ahora sí que experimento una emoción terrible: estos muebles nuevos, llamativos, puestos simétricamente (o, lo que es mas enorme, en una disimetría estudiada): estos muebles de los bazares y de las tiendas frívolas, yo no quisiera tener que echarles encima el peso de mi crítica. ¿Qué voy a decir de estas abrumadoras sillitas dobles, de respaldo invertido, pintadas de blanco perla y que no pueden faltar en las casas elegantes? ¿Qué voy a pensar de los jarrones que hay sobre la consola y de las figuritas de porcelana? El señor de la casa rompe el breve silencio y me pregunta qué me parece de la última crisis: yo me agarro a sus palabras como un náufrago para salir de este conflicto interior que me atosiga: pero veo que no sé qué opinión dar sobre la última crisis.

Entonces se hace otro largo silencio: repaso mientras tanto el puño de mi bastón… Al fin, la señora dice una frivolidad, y yo contesto con otro monosílabo.

¿Para qué haré yo visitas? No. no: yo tengo muy presentes estas sensaciones de muchacho, y por este motivo no he querido nunca hacer visitas: a mí no se me ocurre nada en estas salas en que hay golondrinas pintadas en el techo, ni sé qué contestarles a estos señores. Por eso, ellos, cuando les dicen que yo tengo mucho talento —cosa que yo no creo—, asienten discretamente; pero mueven la cabeza y añaden:

—Sí, sí: pero Azorín es un hombre raro.