[1] Las biografías más completas y adecuadas de Azorín son las de Luis S[ánchez] Granjel, Retrato de Azorín (Madrid, 1958), y de Ángel Cruz Rueda, Nuevo retrato literario de Azorín, incluida en el primer volumen de las Obras Completas (Madrid, 1947). Hecho con menos rigor, pero que ofrece datos y documentos interesantes, es el libro de Gómez de la Serna, Azorín (2.a ed. aumentada, Buenos Aires, 1942). José Alfonso contribuye con testimonios de la vida de Azorín en Monóvar en Azorín, íntimo (Madrid, 1950) y Azorín. En torno a su vida y a su obra (Barcelona, 1958). El libro de J. M. Valverde, Azorín (Barcelona, 1971) —libro que parte en lo que se refiere a Martínez Ruiz de esta introducción y otros estudios mencionados aquí—, es ahora el estudio más extenso y completo sobre la biografía intelectual del joven Azorín. También es curiosa la monografía de José Rico Verdú, Un Azorín desconocido (Alicante, 1973), en que se intenta un análisis psicológico de Azorín, basado en sus antecedentes y en documentos familiares ahora disponibles en la Casa-Museo de Azorín en Monóvar.<<
[2] Sobre el periodismo de Azorín consúltese la monografía de José Luis Torre Murillo, «Azorín, periodista», Gaceta de la Prensa Española, nov.-dic., 1957; y nuestro estudio, «Una bibliografía anotada del periodismo de José Martínez Ruiz (Azorín): 1894-1904», Revista de Literatura, XXVIII, 55-56, 1965, pp. 231-244.<<
[3] Véase Miguel Ortuño Palao, «Un seudónimo preazoriniano», Idealidad (Alicante), núm. 183, junio, 1973; y el libro mencionado de Rico Verdú.<<
[4] Cruz Rueda reproduce el «Palique» de Alas en su Semblanza de Azorín, (p. 19); la relación epistolar entre los dos críticos se documenta, en parte, por Gómez de la Serna, Op. cit.; y José M. Martínez Cachero estudia su amistad a fondo en «Clarín y Azorín (Una amistad y un fervor)», Archivum, III, 1953, pp. 159-176.<<
[5] Véase los artículos de R. Pérez de la Dehesa, «Un desconocido libro de Azorín: Pasión (cuentos y crónicas), 1897», Revista Hispánica Moderna, XXXIII, 1967, pp. 280-284; y «Azorín y Pi y Margall», Revista de Occidente, 78 (setiembre, 1969), pp. 353-362.<<
[6] Véase nuestro artículo «Galdós’Electra: A Detailed Study of its Historical Significance and the Polemic between Martínez Ruiz and Maeztu», Anales Galdosianos, Universidad de Pittsburgh, 1, 1966, pp. 131-141.<<
[7] Lo anterior sobre la ideología del joven Martínez Ruiz es un resumen de nuestro artículo, «José Martínez Ruiz (Sobre el anarquismo del futuro Azorín)», Revista de Occidente, 36, feb., 1966, pp. 157-174.<<
[8] Pilar de Madariaga estudia inteligentemente Diario de un enfermo en su tesis doctoral, Las novelas de Azorín, Estudio de sus temas y de técnica (Middlebury College, 1949); así también Martínez Cachero en el capítulo «Vísperas», de Las novelas de Azorín (Madrid, 1960), donde crea la expresión tan clave para una comprensión de Azorín: antinomia inteligencia-vida. Leon Livingstone considera Diario desde el punto de vista de técnica novelística en «The Esthetic of Repose in Azorín’s Diario de un enfermo», Symposium, XX, 1966, pp. 241-253.<<
[9] Manuel Durán, «La técnica de la novela y el 98», Revista Hispánica Moderna, XXIII, 1957, pp. 14-27; A. Zamora Vicente, «Una novela de 1902», Sur, 226, enero-feb. 1954, pp. 67-78; y Martínez Cachero, en el capítulo «Medio siglo de novela española», Op. cit.<<
[10] Véase el artículo clave de Leon Livingstone, «The Pursuit of Form in the Novels of Azorin», PMLA, LXXVII, marzo, 1962, pp. 116-133.<<
[11] Cf. Miguel Ortuño Palao, «Yecla y sus personajes en la obra de Azorín», Conferencias pronunciadas con motivo del homenaje nacional al maestro Azorín (Alicante, 1972). Muchos datos sobre Yecla que se manejan en esta edición se deben a la generosidad de nuestro amigo Ortuño Palao.<<
[12] Véase nuestro libro La crisis intelectual del 98 (Madrid, 1976).<<
[13] Cf. el prólogo a nuestra edición de Antonio Azorín (Barcelona, 1970).<<
[14] Sergio Beser ha estudiado muy cuidadosamente la estructura de los capítulos de La voluntad, su paralelismo y su relación con la temática de la novela en su artículo, «Notas sobre la estructura de La voluntad», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, XXXVI, julio-sept., 1960, pp. 169-181. Sus conclusiones confirman la fuerte voluntad de construcción de parte de Martínez Ruiz.<<
[15] Hans Jeschke, en La generación de 1898, fue el primero en estudiar científicamente el vocabulario y la sintaxis de Azorín (pp. 132 y ss.), y aprovechándome de algunas de sus conclusiones, intento aquí orientarlas hacia una mejor comprensión de La voluntad. Julio Casares, en su capítulo sobre Azorín en Crítica profana (1916), es más parcial y su comentario acusa un prejuicio en favor de los valores gramaticales y retóricos del siglo XIX.<<
[16] Esta insistencia en la anteposición del adjetivo de valor descriptivo o analítico no se da en la prosa de Galdós, Pereda, Valera, etc., y es curioso como Salvador Fernández, en su importante libro Gramática española (Madrid, 1950), la admite con más comprensión que los gramáticos clásicos (pp. 145-148). El estudio de Fernández se ha hecho a base de textos del siglo XX, y puesto que el fenómeno que describimos aquí es ya hasta cierto punto práctica general (si no con la misma intensidad) en la prosa castellana, las innovaciones de Martínez Ruiz y sus coetáneos asumen más importancia aún.<<
[17] Véase Jeshcke, p. 141. Esta característica también se apunta en los novelas de los Goncourt (G. Loesche, Die impressionistische Syntax der Goncourt, Núremberg, 1919).<<
[18] Todos los da tos mencionados en este prólogo sobre la construcción de la Iglesia Nueva de Yecla provienen de un estado de cuentas de la época, existente hoy día en la Casa Museo de Azorín en Monóvar. El interés por la estadística sociológica y económica, demostrado en estas primeras páginas, es característico de los primeros escritos del joven Martínez Ruiz.<<
[19] Templo ibero de estilo griego que, según los arqueólogos, perteneció al siglo V o IV a. de J. C. Dominó la ciudad de Elo, ciudad de la antigua España al NO de Yecla y probablemente una de las primeras colonias griegas en la península. Las excavaciones más importantes se emprendieron, durante la segunda mitad del siglo XIX, primero por los escolapios de Yecla y a partir de 1875 por una comisión del Museo Arqueológico. Aunque la mayoría de las estatuas conservadas están en el Museo Arqueológico Nacional, buen número de ellas ha quedado en las Escuelas Pías de Yecla. Su presencia allí le ha servido a Martínez Ruiz, como se verá más adelante, como materia y tema de esta novela.<<
[20] No existe esta palabra en castellano, y a pesar de la posibilidad de ser un galicismo equívoco (ombrageux = asustadizo y no umbroso o umbrío) la terminación sonora caracteriza el lenguaje de Martínez Ruiz en esta novela. Véase la Introducción.<<
[21] El colegio de los Escolapios a que asistió de niño Martínez Ruiz y que llega a ser de central importancia en esta novela, y aún más en Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). Las descripciones de Yecla —sus iglesias, sus edificios, sus calles, sus alrededores, etc.— incluidas en la novela se toman todas de la realidad.<<
[22] «patinoso», de pátina. Aunque no figura esta palabra en ningún diccionario español, es un neologismo del autor que vuelve a emplear muchas veces en la novela.<<
[23] Palabra anticuada: gabán, manto largo.<<
[24] Según el Diccionario de la Real Academia, el uso de «vira» como franja o borde es típico de la provincia de Murcia.<<
[25] San Mateo, VI.<<
[26] San Mateo, XVIII.<<
[27] San Lucas. X.<<
[28] Este cuadro de la conversación entre Puche y Justina apareció primero en La España Moderna (I-11-1902) bajo el título «Impresiones españolas».<<
[29] Al mencionar estos tres tomos del filósofo alemán, Martínez Ruiz aludiría sin duda a su obra fundamental, El mundo como voluntad r como representación, cuya traducción al castellano salió en la editorial de La España Moderna en 1898 o 1899. Tampoco cabe duda de que el concepto nietzscheano de «Schopenhauer como educador», tanto como otros muchos aspectos de la filosofía de Nietzsche, tiene su papel en el desarrollo del personaje Yuste y en la estructura —en fin, el significado— de toda la novela (véase la Introducción).<<
[30] El cuadro que describe aquí Martínez Ruiz es, hasta el último detalle, el llamado «Dama y niña» de la olvidada pintora flamenca, Ana Van Cronenburch (1552-¿ ?). Está en el Museo del Prado.<<
[31] Esta cadena de oro, desde luego rara para el tiempo, sería una evocación del retrato tan conocido y divulgado de Montaigne, un escritor que empezó a pesar mucho, en estos años, en la actitud vital de Martínez Ruiz. Hay varios pensadores, entre ellos el filósofo francés, a quienes el joven escrito r consideraba como maestros. En la novela, Yuste defiende un eclecticismo de ideas de Montaigne, Schopenhauer, Nietzsche, Pi y Margall y Clarín. Para una aclaración de este asunto, véase la obra de Anna Krause, Azorín, el pequeño filósofo, que figura en la bibliografía.<<
[32] El nombre de este protagonista de índole autobiográfica llega a ser en 1904, como es sabido, el seudónimo definitivo de José Martínez Ruiz. Se ha discutido mucho el origen del nombre, hablando casi siempre de su valor lingüístico: lo eufónico, el diminutivo, el posible anagrama, etc. Es indudable que el seudónimo tiene todas estas calidades mencionadas, pero el origen es más sencillo. Por lo visto se debe, como tantos logros de Azorín, más a una intuición feliz que a la imaginación: en primer lugar es un apellido bastante común en Yecla, y más que esto, existe la posibilidad de que fuera el nombre de un conocido del joven Martínez Ruiz. En el periódico España (21-XII-1904), podemos leer la siguiente esquela: «Yecla. 20. Ha fallecido D. Antonio Azorín, joven profesor de instrucción primaria de esta ciudad…» Miguel Ortuño Palao ha documentado también que durante los años que Martínez Ruiz estudiaba en el colegio de los Escolapios, vivía en Yecla un conocido maestro independiente ya mayor llamado Antonio Azorín Puche (1808-1887).<<
[33] «caquéxica» = caquéctica, consuntiva.<<
[34] El autor repite aquí, con unos pocos cambios, un párrafo de Diario de un enfermo (OC, I, p. 694). Aunque la idea es muy nietzscheana, viene sin duda de Marie-Jean Guyau, filósofo francés del siglo XIX muy leído por todos los intelectuales españoles de la época (véase Carlos Clavería, «Sobre el tema del tiempo en Azorín», p. 61).<<
[35] Una teoría de índole evolucionista, muy popular entre algunos hacia fines del siglo XIX, que sostenía que, por pérdida de energía física, el universo marchaba hacia el desorden y la destrucción.<<
[36] Muchas de las ideas expresadas en este capítulo provienen de la metafísica de Kant, base del pesimismo de Schopenhauer y luego del pensamiento ético de Nietzsche. Kant ataca la consagración de la Razón Absoluta porque juzga que el hombre sólo es capaz de experimentar el fenómeno por medio de sus sensaciones, nunca llegando a conocer la cosa-en-sí, o el noumena. Así es que el conocimiento es limitado por las tres categorías de espacio, tiempo y causalidad.<<
[37] «gime tenue, gime apacible, gime lloroso». Anáfora o repetición de palabras muy típica del estilo de Azorín. Su uso se irá intensificando en esta obra, sobre todo con respecto a los pronombres.<<
[38] La práctica constante de Martínez Ruiz en La voluntad de mencionar de pasada sólo nombres realmente conocidos por él nos lleva a creer que se trata de un eclesiástico de alguna importancia en Yecla. Sin embargo, nuestras investigaciones no han podido pasar más allá del nombre de un coetáneo del futuro Azorín, el padre Joanet Redon.<<
[39] Martínez Ruiz resume el siguiente párrafo del capítulo VII de la obra, Philosophie zoologique (1809), del gran transformista: «L’oiseau, que le besoin attire sur l’eau pour y trouver la proie qui le fait vivre, écarte les doigts de ses pieds lorsqu’il veut frapper l’eau et se mouvoir a la surface. La peau, qui unit ces doigts à leur base, contracte, par ces écartements des doigts sans cesse répétés, l’habitude de s’étendre; ainsi, avec le temps, les larges membranes qui unissent les doigts des canards, des oies, etc., se sont formées telles que nous les voyons.» Sin embargo, nuestro autor habrá tomado el ejemplo directamente de Schopenhauer, Sobre la Voluntad en la Naturaleza, obra cuya traducción publicó Unamuno en 1901.<<
[40] Las ideas expresadas por Yuste en este capítulo siguen al pie de la letra la ideología anárquico-comunista de Pedro Kropotkine y Sebastián Faure, dos pensadores que influyeron en el pensamiento social de Martínez Ruiz. Véase la Introducción.<<
[41] San Pascual Bailón (1540-1592), fraile lego de la orden de los Menores descalzos de San Francisco. Un pastor de humilde origen, llegó a Valencia en su pastoreo y allí entró en estado religioso. Luego vivió en el convento de los Franciscanos de Jumilla, en la comarca de Yecla, y ayudó a fundar la casa de los franciscanos descalzos en la ermita de la Magdalena en Yecla. Fue autor de muchos milagros, y es patrono de las asociaciones eucarísticas.<<
[42] El joven Martínez Ruiz está proyectando ya su participación en un momento histórico. El aludido artículo —que sigue en el texto de la novela— del imaginario periódico La Protesta apareció en El Correo Español (7-II-1902), firmado por José Martínez Ruiz. Lo dedicó nuestro periodista a Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, quienes con el futuro Azorín formaron el grupo de los «Tres» para criticar, varias veces en 1901 y 1902, las injusticias de la política y de la sociedad. La ocasión de este artículo fue el caso concreto de la prisión gubernativa del redactor jefe, Fernández de la Lomera, del diario Noticiero Malagueño por haber denunciado la existencia de casas de juego toleradas por el gobernador Cristino Martos hijo, conocido amparador del caciquismo local. Los «Tres» habían preparado una circular sobre el asunto y solicitaron la ayuda de Unamuno en una carta (todavía conservada en la casa rectoral de Salamanca), fechada el 24 de enero de 1902, y el gran escritor les contesta con una carta abierta que se publicó el 23 de febrero en la revista intervencionista Juventud (las dos cartas están reproducidas en Granjel, Panorama de la generación del 98, p. 226-227). Que sepamos, nada consiguieron con su campaña. En el artículo reproducido aquí, D. Antonio Honrado será Joaquín Costa; el ex-ministro y filósofo, Pi y Margall; y el orador y jefe de partido, Nicolás Salmerón. Baroja documenta las visitas a Pi y Margall y a Salmerón en Final del siglo XIX y principios del XX, OC, VII, pp. 758-759. No sabemos quién sería el sabio sociólogo.<<
[43] La Unión Nacional, que salió de la Asamblea de las Cámaras de Comercio en Valladolid (1900), dirigida por Santiago Alba y Basilio Paraíso. Se sumaron al nuevo partido, que fracasó totalmente, Costa y la Liga Nacional de Productores.<<
[44] Como director de la Sección de Ciencias Históricas del Ateneo, en 1901 Costa envió a casi todas las personalidades de la política y de la vida artística e intelectual una memoria, Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla, en la que pedía su opinión, escrita o en forma de conferencia en el Ateneo, sobre el asunto. Los informes fueron recogidos en tomo con el título, Oligarquía y caciquismo (Madrid, 1902).<<
[45] El retrato de la marquesa de Leganés, doña Policena Spinola, hija del vencedor de Breda, es uno de los más conocidos del flamenco Van Dyck (1599-1641); y se encuentra en el Prado como todos los óleos evocados en esta novela.<<
[46] Aunque figura como Villette en todas las ediciones, el error ha debido de surgir de una errata en la primera edición. El autor del dibujo aquí descrito es Adolphe Léon Willette (1857-1926), pintor y dibujante francés que llegó a ser muy conocido hacia fines del siglo XIX por su intensa colaboración en las revistas satíricas y sus numerosos carteles. Se dedicó tanto a la litografía de tendencia política como a dibujar escenas de Montmartre y a reproducir Pierrots y Colombinas que evocan los cuadros de Watteau.<<
[47] Nacido en Barcelona en el siglo XIV, muere en Toulouse en 1432. Montaigne hizo una traducción al francés (1569) de su Teología Natural. El largo ensayo, «Apologie de Raimond Sebond» (Essais, Libro 11, Cap. XII), aquí mencionado por Martínez Ruiz, expresa cierto escepticismo en cuanto a la superioridad del Hombre, por mérito de la Razón (filosofía, teología), en la Naturaleza. Según Montaigne, los animales y los insectos dominan más el ambiente en que viven.<<
[48] Yecla era villa hasta la restauración borbónica en 1875, cuando le fue concedido el título de «Muy noble, muy leal y fidelísima ciudad de Yecla».<<
[49] Martínez Ruiz cita de la primera relección de la importante obra, coleccionada por los discípulos del padre Francisco Vitoria, Relectiones theologicae (primera edición corregida por el P. Alonso Muñoz, 1565).<<
[50] «De la moderation», Essais, Libro I, Cap. XXX.<<
[51] Francisco Alvarado (1756-1814), dominico, fue conocido por el seudónimo de El Filósofo Rancio, bajo cuyo nombre escribió Cartas críticas (1824) y Cartas filosóficas de Aristóteles (1825).<<
[52] Fernando de Ceballos, religioso jerónimo del siglo XVIII y autor de Insanias o las demencias de los filósofos confundidos por la sabiduría de la. Cruz y La falsa filosofía, crimen del Estado.<<
[53] Rafael Vélez (1777-1850), prelado y apologista español, reaccionario a los movimientos liberalizantes de la filosofía del siglo XVIII.<<
[54] Este discurso de Yuste sobre la sociología, filosofía y meta física fue publicado antes por Martínez Ruiz como artículo, con el título de «Los juguetes» (Madrid Cómico, 5-V-1900); ahora se encuentra recopilado en Artículos olvidados de J. Martínez Ruiz, libro mencionado en la Bibliografía. El único cambio aquí es que el novelista lo pone en boca de Yuste. Se verá a través de la novela cómo el autor se aprovecha de su periodismo anterior y de otros documentos para desarrollar sus ideas.<<
[55] noumenos, véase la nota 25, Cap. 3.<<
[56] José Selgas y Carrasco (1822-1882), poeta, novelista y periodista. Conservador, fue redactor de algunas revistas satíricas (El Padre Cobos y La Gorda), y luego director de La España y cronista de El Diario de Barcelona.<<
[57] José de Castro y Serrano (1829-1896), publicista y periodista muy respetado en su tiempo. Fue redactor de La Época y autor de cuadros de costumbres caracterizados por un estilo de mucha calidad.<<
[58] Juan Álvarez de Lorenzana (1818-1883), periodista y político español que llegó a ocupar cargos administrativos mu y elevados. Fue director y constante colaborador de El Diario Español.<<
[59] Roberto Robert (1837-1873), periodista catalán que se destacó por sus artículos de costumbres. La publicación de algunos artículos le ocasionó la condena de dos años de prisión.<<
[60] Eduardo de Palacio (m. 1900), periodista y comediante. Conocido por sus chistes y popularismos, fue redactor de El Imparcial, El Resumen y Madrid Cómico.<<
[61] Juan de la Rosa González (1820-1886), autor de algunas obras para el teatro y crítico dramático y literario muy apreciado.<<
[62] Seudónimo de Ricardo J. Catarineu (1868-1915), poeta y periodista que llegó, con sus crónicas en La Correspondencia de España, a ser uno de los mejores críticos de teatro.<<
[63] José de Laserna (1855-1927), redactor de varios periódicos madrileños, entre ellos El Día, El Progreso y El Resumen; en 1915 le hicieron crítico dramático de El 1mparcial.<<
[64] Joaquín Arimón y Cruz (m. 1917), nacido en Puerto Rico, vino a España donde fue redactor de El Globo, y luego, desde 1885, de El Liberal. Se distinguió por sus artículos literarios.<<
[65] No es una cita exacta, pero Jovellanos no se encuentra sin palabras para elogiar el talento del gran pintor alemán (1728-1779), no tan olvidado como puede creer el futuro Azorín: «… y cuando quisiera tratar de aquellos cuya fama ha fijado ya la muerte, veo la sombra de un profesor gigante, que descuella entre los demás y los ofusca: la sombra de Mengs, del hijo de Apolo y Minerva, del pintor filósofo, del maestro, el bienhechor y el legislador de las artes». («Elogio de las Bellas Artes», discurso pronunciado en la Academia de San Fernando, el 14 de julio de 1781, BAE, XLVI, p. 350-361).<<
[66] «Necedad» fue una palabra predilecta de «Gracián en El Criticón. He aquí el pasaje a que seguramente alude Martínez Ruiz: “El que quedó muy corrido fue uno a quien le hallaron un libro de caballerías… Afeáronsele mucho y le constriñeron lo restituyese a los escuderos y boticarios; mas los autores de semejantes disparates, a locos estampados. Replicaron algunos que para pasar el tiempo se les diese facultad de leer las obras de algunos otros autores (Cervantes) que habían escrito contra estos primeros burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la Cordura que de ningún modo, porque era dar del lodo en el cieno, había sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor.» (Parte II, Crisi I.)<<
[67] Se celebraron elecciones a diputados a Cortes el 19 de mayo de 1901, y se abstuvo el 70 por 100 de los electores. El mismo Martínez Ruiz, desde las páginas de Arte Joven (15-IV-1901), había abogado por la abstención en las elecciones.<<
[68] Léo Taxil, seudónimo de Gabriel Antoine Jogand-Pages (1854-1907), francés educado con los jesuitas que se hizo francmasón. Autor de obras de carácter anticlerical, fue un tipo curioso que gozó mucha celebridad en su tiempo. Lo que cuenta Martínez Ruiz a continuación es verdadero: en 1885, después de la encíclica de León XIII, finge Taxil una conversión pública para burlarse de la Iglesia y hace propaganda estrambótica en favor del catolicismo. Luego, declara sus intenciones y vuelve a la literatura anticlerical.<<
[69] Véase «El triángulo Puche-Justina-Azorín» y «El pensamiento sociológico de Martínez Ruiz» en «La novela “La voluntad”»<<
[70] La Revista Blanca, quincenal, fue la publicación anarquista más importante de España. Se empezó a publicar en 1898, y su director, Federico Urales (Juan Montseny), contaba con los nombres más ilustres del movimiento ácrata. La carta de Tolstoi se publicó en el Almanaque de la Revista Blanca para 1902 (Madrid, 1901). Las palabras de Antonio Azorín (p. 118) muestran que Martínez Ruiz rechaza la pasividad tolstoiana, y así toma partido a favor de los militantes en una polémica que por aquellos años había entre los más destacados anarquistas. Véase el prólogo de Pérez de la Dehesa a su edición de La evolución de la filosofía en España, Barcelona, 1968.<<
[71] El significado es claro, pero es otra palabra inventada por el futuro Azorín. Viene del sustantivo sombrajo.<<
[72] Cohete de forma cónica y provisto de aletas que inventó Manuel Daza. Se cargaba de materias explosivas que producían gases venenosos (de aquí su nombre griego que significa fuego venenoso). Se trata del inventor Manuel Daza, cuyo toxpiro fue causa de muchos comentarios en los periódicos desde 1898. Daza (Alonso Quijano) había mudado su taller a Yecla, y en 1901 anunció pruebas definitivas de su invento.<<
[73] Aquí Martínez Ruiz cita de su propio artículo. «El inventor Daza», publicado en La Correspondencia de España (5-VIII-1901).<<
[74] No hemos podido identificar a este personaje. Pudiera ser (Santos) Lasso de la Vega, seudónimo de Rafael Calleja Gutiérrez, colaborador en algunos de los diarios alrededor de 1900, pero no tenemos documentación sobre su posible presencia en las pruebas de Daza.<<
[75] Yuste lee de la novela de Vicente Blasco Ibáñez, Entre naranjos (1901), OC, I, p. 580-581.<<
[76] Pío Baroja, La casa de Aizgorri (OC, I, p. 32), novela publicada en 1900. Este pasaje no nos parece el mejor ejemplo, ya que Baroja cae dos veces en el tranquillo de la comparación. Sin embargo, Martínez Ruiz practica con bastante rigor su teoría de evitar tal uso; difícilmente se encontrará en las páginas descriptivas de esta novela.<<
[77] Henri-Frédéric Amiel (1821-1881), escritor suizo, vidente y psicólogo inquieto. Fue autor de Journal intime, muy apreciado por Martínez Ruiz y sus coetáneos.<<
[78] El P. Carlos Lasalde (1841-1906), sabio arqueólogo y bibliófilo, fue profesor de Martínez Ruiz en el colegio de Yecla, donde como rector aumentó mucho los gabinetes de física y botánica. Luego pasó a Getafe, donde dirigió la Revista Calasancia 1888-1895).<<
[79] Recuerde el lector que algunas de las estatuas desenterradas en el Cerro de los Santos se encontraron, en efecto, en el colegio escolapio de Yecla (véase la nota 19 al Prólogo de la novela). Últimamente se han trasladado y hoy día se pueden ver en la Casa Municipal de Cultura de Yecla.<<
[80] Resulta que durante las primeras excavaciones del Cerro de los Santos había un relojero yeclano, Vicente Juan y Amat, que se dedicó a falsificar estatuas. Según las comprobaciones hechas más tarde se ha decidido que las de estilo egipcio son falsificaciones. Martínez Ruiz no lo hubiera sabido, pero quizá por eso le habrán parecido al autor como labradoras yeclanas.<<
[81] Tomás Campanella (1568-1639), célebre monje y filósofo italiano cuya vida se llenó de curiosas e interesantes andanzas. En la Ciudad del Sol, libro de Utopía e imitación de la República de Platón, pinta una sociedad a cuyo frente está un metafísico.<<
[82] El Criticón, Parte I, Crisi IV. Es un apólogo con cierta tradición; entre otros libros, se puede leer en Raimundo Lulio, Libre apellat Felix de les maravelles del mon y en El libro de los enxiemplos. Martínez Ruiz se aprovecha del mismo pasaje de El Criticón en uno de sus primeros artículos sobre Gracián («Gracián», Madrid Cómico, 29 IX 1900).<<
[83] Fray Diego Murillo (1555-1616), poeta y escritor franciscano, superior en el convento de Santa María de Zaragoza y autor de Instrucción para enseñar la virtud a los principiantes, y escala espiritual para la perfección evangélica.<<
[84] Fray Félix de Alamín, capuchino que bajo el seudónimo Padre José de Alfaro escribió obras religiosas: Espejo de verdadera y falsa confesión (1688), Falacias del demonio, y de los vicios que apartan del camino real del cielo (1714) y La felicidad o bienaventuranza natural y sobrenatural del hombre (1723).<<
[85] Antonio Arbiol y Díez (1651-1726), franciscano y autor de numerosas obras de religión y de moral. Sobresalen entre sus libros los tratados Desengaños místicos y La Religiosa instruida.<<
[86] Este estado místico de Justina, lo había desarrollado antes Martínez Ruiz, a través de los libros de Diego de Murillo y Arbiol, en el capítulo «El misticismo» de Los hidalgos (1900) (OC, I, p. 641-647).<<
[87] Louis Bourdaloue (1632-1704), famoso predicador jesuita. Fue autor de un libro de sermones caracterizados por un análisis penetrante de las costumbres y por la severidad de la moral.<<
[88] H. Ardieta, tipo curioso, pero olvidado, de la época. Fue autor de Conflicto entre la razón y el dogma, o memorias íntimas de un libre pensador (1894) y El excomulgado o las bodas de un presbítero (s. a.).<<
[89] José Ferrándiz y Ruiz (n. 1852), sacerdote y gran periodista que fue procesado canónicamente por artículos violentos contra el alto clero. Escribió en El Resumen con el seudónimo Un clérigo de esta corte.<<
[90] Fray Francisco Lárraga, autor de Promptuario de la Theologia Moral (1706), libro que pasó por múltiples ediciones a través de los siglos XVIII y XIX.<<
[91] Bernardo Sala (1810-1885), monje benedictino de Montserrat y autor de muchas obras eclesiásticas.<<
[92] Mateo Liberatore (1810-1892), jesuita italiano e intransigente tomista que dedicó su vida a un ideal de la formación del clero.<<
[93] Claudio Francisco Nonnotte (1711-1793), jesuita francés y gran orador. Dióle fama la polémica que entabló con Voltaire.<<
[94] Juan Troncoso (m. 1873), sacerdote español y autor de una obra de 12 tomos: Biblioteca completa de oratoria sagrada (1844-1848).<<
[95] San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), jesuita italiano que obtuvo la mitra de Palermo. Fue ascético cuya obra Theologia moralis se destaca entre infinitos otros títulos.<<
[96] Aunque es posible que sí, no hay constancia de que existiera un inventor Val (o de otro nombre). Por lo menos los periódicos del tiempo, que yo he podido ver, no comentan sus pruebas como las de Manuel Daza. Sin embargo, conviene señalar que el torpedo se sometía a toda clase de innovaciones a fines del siglo XIX, y que entre los inventos del protagonista de Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), de Baroja, figura «un torpedo dirigible desde la costa».<<
[97] No he podido ver el Testamento de Santa Clara —de dudosa autenticidad— que está publicado en los Annales Stadenses de la orden franciscana (año 1253, n.º 5). Tuvo importancia en la formulación de las reglas de las clarisas, y se tomó en consideración, como dice Martínez Ruiz, en las reformas de Sevilla en 1687.<<
[98] Querrá decir cochinillas; y ya que se repite varias veces en la novela —y en todas las ediciones que hemos visto—, no puede ser errata.<<
[99] Última sesión del Teatro Apolo, que duraba de 11’30 a 1 de la noche. Una de las funciones más animadas de la vida nocturna madrileña que congregó en aquel teatro a los aristócratas, burgueses, artistas y literatos para confraternizarse en el gusto de la canción frívola y el chiste procaz. Lo rememora Melchor Almagro San Martín en Biografía de 1900.<<
[100] Este capítulo y los otros que siguen sobre la vida monástica de Justina son fruto de las investigaciones que emprendió Martínez Ruiz en la biblioteca del Instituto de San Isidro, antigua biblioteca del Colegio Imperial de los jesuitas. Así se documentó, según nos dice (Madrid, Cap. XLIII), para esta parte de La voluntad. Guardó de entonces copiosos apuntes referentes a las monjas que vuelve emplear varias veces a través de su vida de escritor. Como orientación sobre las fuentes empleadas, estoy forzado a limitarme a lo que escribe en Madrid: «Dediqué yo en la biblioteca de San Isidro atención preferente a la vida de las religiosas. El libro del obispo de Coria, don García de Galarza, Libro sobre la clausura de las monjas (Salamanca, 1589), es bonito. Se relatan patéticamente en él reclamaciones de las monjas del obispado de Coria contra ciertas disposiciones del Concilio de Trento. Interesante también la obra de Antonio Diana, Coordinatus seu omnes resolutiones morales (Lugduni, 1667), en que se expresa, a la página 230, tratado I, resolución 337, que aun estando enfermas de muerte las monjas y con salir sanen, no pueden dejar el convento. “Non egredi monasterio propter aegritudinem. Etiam si certo sciretur eas aliter morituras.» La abadesa de las Huelgas, en Burgos, era una verdadera reina. Bajo su gobernación había varios pueblos. Las cistercienses de las Huelgas, de Valladolid, traían al cuello grandes collares de gruesas cuentas de azabache. Las hospitalarias de San Juan, en el Real Monasterio de Sijena, vestían toca blanca, túnica negra de larga cola y manto negro con blanca cruz de ocho puntos. En contraste con estas monjas opulentas, había otras, como las descalzas franciscanas de Sevilla, de las cuales se dice en la portada de sus Apuntamientos (1687) «que viven sin tener rentas, fiadas en la divina providencia que las sustenta». (OC, VI, p. 284).<<
[101] Joaquín Entrambasaguas, en su prólogo a una edición de La voluntad (Las mejores novelas contemporáneas, II, p. 628), dice que en el libro La Religiosa Mortificada, explicación del cuadro que la representa con sus inscripciones tomadas de la Sagrada Escritura (Madrid, 1799), hay una lámina análoga al cuadro aquí descrito. La lámina aquí descrita también se halla en un tomo que contiene una obra del mismo título, seguido del Manual del alma religiosa, todo compuesto por el P. Manuel de Espinosa (Barcelona, 1898).<<
[102] «tormentarios», según el Diccionario de la Real Academia, significa: «Perteneciente o relativo a la maquinaria de guerra destinada a expugnar o defender las obras de fortificación». Querrá decir Martínez Ruiz «atormentados».<<
[103] Las descripciones de El Pulpillo aquí y en las páginas 278-283 de esta edición corresponden a la realidad tal como se puede observar hoy. A unos doce kilómetros de Yecla se llega, en la misma carretera, primero a un conjunto de dos casas (con un pozo delante de la puerta de una) y una ermita. Y a unos cien metros más lejos está «la casa del Obispo». Arriba en la esquina de la casa, según se viene de Yecla, hay un reloj de sol que lleva una inscripción en que se menciona el nombre de don Cayetano Ibáñez, poseedor del vínculo, y la fecha 1804. Un nieto de don Cayetano, Antonio Ibáñez Galiano, párroco de Yecla, llegó a ser Obispo de Teruel y pasó a ser dueño de la casa aquí descrita. También se pueden ver todavía los balcones, el huerto, la balsa, la alameda, etc.<<
[104] Martínez Ruiz y Maeztu, entre muchos otros, ya habían es nito varios artículos en que se declaran, con palabras muy semejantes a las anteriores de Yuste, en contra del arte por el arte. Y en la revista Alma Española (3-I-1904) el futuro Azorín firma una importante crónica, «Arte y utilidad», cuyo propósito es movilizar el entusiasmo de los artistas para que dediquen sus talentos a contribuir a la creación de una nueva patria (Véase también la Introducción).<<
[105] Se refiere el autor a los carteles, generalmente impresos por una sola cara en una hoja en gran folio, en papel o sobre seda de colores, redactados en latín, en los cuales se hacía constar la tesis sostenida por el graduando. Normalmente este lo conservaba enmarcado en su gabinete de trabajo o despacho.<<
[106] La Cofradía del Rosario es conocida por Los Auroros; y la popular oración, que todavía se recuerda en Yecla, a que se refiere Martínez Ruiz es la siguiente:
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza,
a ti, Celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
te ofrezco desde este día
alma, vida y corazón.
Míranos con compasión:
no nos dejes, Madre mía.<<
[107] Véase la nota 100 al capítulo 21 de esta parte.<<
[108] No parece ser el adjetivo propio a la descripción; sin embargo, así lo escribe el joven Martínez Ruiz.<<
[109] «ripers», o rippert, nombre dado, por su inventor a un ómnibus arrastrado por caballerías: ha sido un invento feliz porque podía correr sobre los carriles de los tranvías o el empedrado de las calles.<<
[110] El tren sale de la estación de Atocha, cerca de la cual se encontraba el cementerio de la Sacramental de San Nicolás donde estaba enterrado Larra. Hoy reposa con otros literatos en un panteón de la Sociedad de Escritores y Artistas en la Sacramental de San Justo.<<
[111] Manuel Troyano (1843-1914), periodista de gran autoridad como articulista político, y de ponderado juicio liberal en España de su tiempo. Fue redactor de El Imparcial, y fundó y dirigió España, diario en que colaboró Azorín en 1904.<<
[112] Este capítulo trata de las impresiones de Martínez Ruiz durante un viaje a Toledo, que hizo con Pío Baroja en diciembre de 1900 (véase Madrid, cap. XXIV, de Azorín y Final del siglo XIX y principios del XX, cuarta parte, III, de Baroja). El viaje había de producir material para Diario de un enfermo (1901), una especie de pre-La voluntad, y para Camino de perfección de Don Pío. Es interesante comparar las estancias en Toledo de los dos protagonistas, Antonio Azorín y Fernando Ossorio, de las dos novelas, ambas publicadas en el mismo año. El gobernador a quien alude el autor en este capítulo es Julio Burell, famoso periodista político y amigo de Martínez Ruiz y Baroja. Baroja, en Camino de perfección, también comenta la costumbre del gobernador de levantarse tarde.<<
[113] El discurso aquí mencionado de Fernando de Castro (1814-1874), sacerdote krausista y rector de la Universidad de Madrid durante la Revolución de Septiembre, es su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, el día 7 de enero de 1866: Caracteres históricos de la Iglesia Española. Fue muy discutido por sus ideas progresistas.<<
[114] Ciriaco María Sancha (1833-1909), muy amigo de la Reina Regente, fue obispo de Madrid-Alcalá, arzobispo de Valencia (1892) y luego cardenal arzobispo de Toledo (1898). Enemigo de los liberales, dedicó muchas pastorales a combatirlos.<<
[115] Esta última frase fue suprimida en todas las ediciones de La voluntad a partir de la de Biblioteca Nueva (1940).<<
[116] Marinus van Reymerswaele (n. 1497), pintor holandés que se distinguió por la meticulosidad de los pormenores y cierto aspecto caricaturesco de muchos de los personajes. Martínez Ruiz alude al cuadro El cambista y su mujer que se conserva en el Museo del Prado.<<
[117] El episodio del ataúd ha debido ser un verdadero suceso que presenciaron Baroja y Martínez Ruiz en su viaje a Toledo. Se menciona primero por Baroja en un artículo «Domingo en Toledo» (Electra, 23-III-1901) y Martínez Ruiz lo elabora con los mismos detalles aquí descritos en Diario de un enfermo (OC, I, p. 714-715). La elaboración del episodio por Baroja en Camino de perfección (Cap. XXX) se parece demasiado a la de Martínez Ruiz para poder ser una simple cuestión de coincidencia. Es difícil saber con certeza si Baroja o Martínez Ruiz fue el primero en elaborarlo artísticamente, pero ya que Camino de perfección se publicaba en folletín en 1901 y Diario de un enfermo salió tarde en el mismo año, hay algo de evidencia para creerlo originalmente de Baroja y sencillamente aprovechado por nuestro autor.<<
[118] Ampliado algo —pero muy poco— aquí, este segmento de las meditaciones de Martínez Ruiz sobre el paisaje y el arte españoles apareció primero con el título «La tristeza española» en el único número de Mercurio (3-III-1901), un periódico que hicieron solos el futuro Azorín y Baroja sobre sus impresiones de Toledo.<<
[119] (Enrique) Olaizes Pío Baroja (véase también Diario de un enfermo); la novela Retiro espiritual es Camino de perfección; y el banquete se celebró el 25 de marzo de 1902 en el Parador de Barcelona, calle de San Miguel, 27. A él asistieron Silverio Lanza, Mariano de Cavia, Ortega Munilla, Galdós, José Martínez Ruiz, Ramiro de Maeztu, Manuel Bueno, Valle-Inclán, Cornuty y el maestro Vives, entre otros (véase Baroja, Final del siglo XIX y principios del XX, cuarta parte, V). La mención de este banquete, entre otras cosas (por ejemplo, las pruebas de Manuel Daza en agosto de 1901), nos ayuda a fijar las fechas de la composición de La voluntad desde el otoño de 1901 hasta mayo o junio de 1902. La primera reseña de la novela se publica en El Imparcial, el 21 de julio de 1902.<<
[120] Efectivamente, salió un artículo, sin firma, «Banquete a Pío Baroja», en El Liberal, el 26 de marzo de 1902, y entre la lista de los presentes no figura el nombre de Martínez Ruiz. No sabemos quién sería el «viejo amigo» que le ha menospreciado.<<
[121] Es Jakob Frohschammer (1821-1893), filósofo post-kantiano que admitió como principio único y funda mental de conocimiento la Phantasie. El propio universo se convierte, según Frohschammer, en un producto de la fantasía divina (Die Phantasie als Grundprinzip des Weltprozesses, 1877).<<
[122] Honoré Daumier (1808-1879), pintor y dibujante francés, comparado muy a menudo con Goya. Liberal en política, empleó la difusión de la litografía para criticar a los funcionarios y la burguesía franceses. Daumier fue muy poco dado al violento dinamismo en sus litografías, y la obra a que alude Martínez Ruiz, Voila le grrrand galop charivarique, es casi única en toda su producción.<<
[123] Guillaume Gavarni (1804-1866), otro dibujante francés mu y apreciado en su tiempo. Tuvieron mucho éxito sus litografías satíricas sobre la aristocracia. También empleó su arte como propaganda en la Revolución de 1848.<<
[124] Jean-Louis Forain (1852-1931), caricaturista francés comparado por muchos con Daumier. Satirizaba amargamente a la burguesía en sus obras, ‘Y como Daumier y Gavarni antes, tuvo influencia directa en la política de su país.<<
[125] Estas palabras son de las Obras de Nietzsche (XII, p. 122); sin embargo, es casi seguro que Martínez Ruiz las cita de Henri Lichtenberger, La philosophie de Nietzsche (París, 1898), p. 162, donde se encuentra la misma cita. El libro de Lichtenberger servía para todos los de 1898 como la fuente más importante de sus conocimientos nietzscheanos (véase Azorín, Madrid, Cap. XXV).<<
[126] John Toland (1670-1722), filósofo y polemista inglés cuya obra domina la historia del deísmo en Inglaterra. Un escéptico, su libro más importante es Tratado del librepensador.<<
[127] Max Stirner, seudónimo de Johann Caspar Schmidt (1806-1856), pensador ácrata y pre-nietzscheano, cuya obra El único y su propiedad (1843), muy leída en España a la vuelta del siglo, predica un egoísmo total de los instintos y la voluntad individuales.<<
[128] Según nuestras indagaciones, Comte nunca hizo una colección de las comedias españolas. Sin embargo, en la lista de lecturas recomendadas por él para la educación positivista, Bibliothèque Positiviste du XIXe Siècle, viene una edición, Théâtre espagnol, hecha por José Segundo Flórez.<<
[129] Jorge Lagarrigue (1854-1894), literato chileno que estudió Derecho y Medicina en París, donde vivió muchos años. Fue uno de los adeptos más entusiastas de las doctrinas positivistas, y autor de Le positivisme et la Vierge Marie, el libro que se comenta aquí.<<
[130] Pierre Laffite (1823-1903), discípulo de Comte, y, después de la muerte del maestro (1854), el apóstol del positivismo. En 1878 fundó la Revue occidentale, el órgano del positivismo, y en 1892 ocupa la primera Cátedra de la Historia de las Ciencias en el College de France.<<
[131] Martínez Ruiz estará pensando en José Segundo Flórez (véase la nota 107 arriba), nacido en 1789. Fraile exclaustrado, emigró en 1848 a Francia, donde llegó a ser uno de los discípulos más fieles de Comte. Baroja le admira en Final del siglo XIX y principios del XX (cuarta parte, X) y dedica un artículo a su vida (OC, V, p. 1213-1216).<<
[132] François-Pierre Guizot (1787-1874), importante historiador y político en el siglo XIX francés. Fue en una ocasión Ministro de Educación Pública.<<
[133] Pi y Margall, a quien el militante Martínez Ruiz consideraba como el padre del anarquismo español, siempre fue altamente respetado por él. La mayor parte de este capítulo se publicó como colaboración de prensa en Vida Nueva (24-XII-1899) con el título de «En casa de Pi y Margal!». Conviene recordar también que el gran pensador socio-político puso el prólogo al estudio de Martínez Ruiz, Sociología criminal (1899).<<
[134] El autor se refiere, sin duda alguna, a su colaboración en El País (desde diciembre de 1896 hasta febrero de 1897) bajo la dirección de Ricardo Fuente. Sus percances de cronista y la subsiguiente destitución se relatan en Charivari (OC, 1). El artículo mencionado debe de ser «Crónica» (22-I-1897), en el cual arremete contra el matrimonio como institución inmoral y aboga por el amor libre.<<
[135] Sabemos muy poco de la vida amorosa del joven Martínez Ruiz. Ángel Cruz Rueda, en su Semblanza, llama «imaginarios» a los amores entre Justina y Antonio Azorín; y en una entrevista con Víctor Arlanza, publicada en El Español (19-XII-1942), el maestro dice: “Y en cuanto a Justina tampoco existió nunca’. Sin embargo, Castillo Puche, en otra entrevista (El Español, semana del 14 al 20 de junio de 1953), le preguntó si realmente existió Justina y Azorín contestó: «Oí contar el caso». Claro que aquí Martínez Ruiz no puede estar pensando en el episodio, nada secreto, de esta novela, sino, tal vez, en su único amor —por cierto fugaz— documentado. Se trata de la Srta. Etelvina, hija del registrador de Monovar, quien revela las declaraciones del joven muchacho luego a José Alfonso, biógrafo de Azorín (véase Azorín, íntimo, p. 59-60, y Azorín, en torno a su vida y a su obra, p. 32-33). En «La primera carta de amor de Azorín y otras epístolas» (Ínsula, núm. 199, junio de 1963), Ricardo Gullón publica una carta a Etelvina, por lo visto, nunca contestada, que reza así:
Monóvar 6 julio, 89.
Señorita Etelvina: habiéndome tocado el corazón esa chispa de amor; no pudiendo retenerla por más tiempo dentro de mi corazón, me decido a comunicarle, haber (sic) si me hace el favor de contestarme afirmativamente.
Sin más espera S. S. S. Q. B. S. P.
José Martínez
[136] Novela de Enrique Pérez Escrich (1829-1897), autor que triunfó en las novelas «por entregas», a las que da intención moralizadora.<<
[137] Véase la nota 95, Cap. 4, Segunda Parte.<<
[138] Quintín Metsys (1465-1530), pintor de la escuela flamenca. ¿Estará pensando Martínez Ruiz más bien en el célebre Descendimiento de Roger Van Der Weyden (1400-1464)? Se encuentra en el Prado y salió reproducido, acompañado por un texto de Renan, en el número 12, el último, de la revista Juventud (27-III-1902). Encabezó una serie de artículos por Baroja, Martínez Ruiz y Unamuno en los cuales dan su interpretación —de orientación política— del drama de la Pasión.<<
[139] Recuerde el lector que Yock era el perro «filósofo» de Silvestre Paradox en Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), de Ba roja.<<
[140] Eduard Bernstein (1850-1932), escritor y político alemán que abrazó muy joven el socialismo. Dentro del socialismo es decidido adversario de Marx, figurando como jefe del grupo evolucionista. Aludiría Martínez Ruiz (Baroja) a los artículos de Bernstein en la revista Neue Zeit de Kautsky. Su único libro publicado en estos años es Die Voraussetzungen des Sozialismus und die Aufgaben der Sozialdemokratie (1899).<<
[141] Que este monólogo de Olaiz (Baroja) viene de algo su yo ya publicado no he podido confirmarlo con documentos. Sin embargo, es un conjunto de ideas —algunas expresadas con las mismas palabras— sostenidas por él en varios artículos aparecidos en Revista Nueva en 1899 y en Electra en 1901.<<
[142] La peregrinación a la tumba de Larra tuvo lugar el 13 de febrero de 1901, y los actos quedan descritos en una circular, Larra (1809-1837). Aniversario de 13 de febrero de 1901 (Madrid, Imprenta de Felipe Marqués). Consiste la hoja de una descripción del cementerio de San Nicolás y de la tumba de Larra, firmada por Pío Baroja; de un discurso por Martínez Ruiz, reproducido íntegro y sin cambios en este capítulo de La voluntad; de una nota biográfica; y de una lista de los concurrentes: Baroja, Martínez Ruiz, Ignacio Alberti, Camilo Bargiela, Ricardo Baroja, José Fluixá, Jesús Fluixá y Antonio Gil. El comentario biográfico sobre Larra que sigue en el capítulo se forma de citas de la «Nota Biográfica» (sin firma) de la hoja. Pero más extraordinaria todavía es cómo el futuro Azorín se aprovecha de la descripción de Baroja. Creo que conviene copiar a continuación el texto barojiano, nunca reproducido, según nuestras noticias, en un libro. Cito de la hoja circular que tengo:
LA TUMBA DE LARRA
El día trece por la tarde, aniversario de la muerte de Larra, fuimos algunos amigos a visitar su tumba al cementerio de San Nicolás.
El cementerio este se encuentra colocado a la derecha de un camino próximo a la estación del Mediodía. A su alrededor hay eras amarillentas, colinas áridas, yermas, en donde no brota ni una mata, ni una hierbecilla.
A los lados del camino del Camposanto se levantan casuchas roñosas, de piso bajo sólo, la mayoría sin ventanas, sin más luz ni más aire que el que entra por la puerta.
El día en que fuimos era espléndido, el cielo estaba azul, tranquilo, puro. Desde lejos a mitad de la carretera, por encima de los tejadillos del cementerio se veían las copas de los negros cipreses que se destacaban en el horizonte de un azul luminoso.
Llegamos al Camposanto; tiene este delante un jardín poblado de árboles secos y de verdes arrayanes y una verja de hierro que le circunda.
Llamamos, sonó una campana de triste tañido, y una mujer y una niña salieron a abrirnos la puerta. Enfrente de esta hay un pórtico como una ventana semicircular en medio, con los cristales rotos; a los lados se ven las campanas.
Por encima del tejado del pórtico, de una enorme chimenea de ladrillo salía una bocanada lento de humo negrísimo.
—¿Vienen ustedes a ver a alguno de la familia? —nos dijo la mujer.
—Sí —contestó uno de nosotros.
Entramos, cruzamos el jardín, después el pórtico, en donde un enorme perrazo quiso abalanzarse sobre nuestras piernas, y pasamos al primer patio.
Un silencio de muerte lo envuelve. Sólo de cuando en cuando se oye el cacareo lejano de algún gallo, o la trepidación de un tren que pasa.
Las paredes del patio, bajo los arcos, están atestadas de nichos, abandonados, polvorientos; cuelgan aquí corona de siemprevivas, de las que no queda más que su armazón; allí se ven cintajos podridos, en otra parte una fotografía iluminada, más lejos un ramo arrugado, seco, símbolo de vejez o de ironía. En los suelos crece la hierba, hermosa y fresca, sin preocuparse de que vive con los detritus de los muertos.
La mujer, acompañada de la niña, nos lleva frente al nicho que guarda las cenizas de Larra. Está en el cuarto tramo, su lápida es de mármol negro, junto a él en el suelo, se ve el nicho de Espronceda. Los dos amigos se descansan juntos, bien solos, bien olvidados. En el nicho de Larra cuelga una vieja corona; en el de Espronceda, nada. Nosotros dejamos algunas flores en el marco de sus nichos.
Martínez Ruiz lee unas cuartillas hablando de Larra. Un gran escritor y un gran rebelde, dice; y habla de la vida atormentada de aquel hombre, de su espíritu inquieto, lleno de anhelos, de dudas, de ironías; de sus ideas amplias, no sujetas a un dogma frío e implacable, sino libres, movidas a los impulsos de las impresiones del momento. Nos dice como desalentado y amargado por la frivolidad ambiente, sin esperanza en lo futuro, sin amor por la tradición, los desdenes de la mujer querida, colmaron su alma de amargura y le hicieron renunciar a la existencia.
Y concluye de leer y permanecemos todos en silencio. Se oye el silbido de un tren que parece un llamamiento de angustia y de desesperación.
—Pueden ustedes ver lo demás —nos dice la mujer—; y siguiéndola a ella y a la niña, bajamos escaleras y recorremos pasillos obscuros como catacumbas llenas de nichos, adornados con flores y coronas y cintas marchitas.
La muerte pesa sobre nosotros e instintivamente vamos buscando la salida de aquel lugar.
Ya de vuelta en el jardín, miramos hacia el pórtico y nos ponemos a leer un letrero confuso que hay en él. La mujer sonriendo, cogida de la mano de la niña nos dice, señalando el letrero:
Templo de la verdad es el que miras,
No desoigas la voz con que te advierte
Que todo es ilusión menos la muerte.—Eso es lo que pone ahí, adiós, señoritos.
Y la mujer saludó alegremente, después de recitar estos versos lúgubres.
Y salimos, y nos fuimos encaminando hacia Madrid. Iba apareciendo a la derecha el ancho tejado de la estación del Mediodía, enfrente la mole del Hospital General, amarillento, del color de la piel de un ictérico, a la izquierda el campo yermo, las eras amarillas, las colinas desnudas, con la enorme desolación de los alrededores madrileños… - Pío Baroja.<<
[143] Véase la nota 56, Cap. 9, Primera Parte.<<
[144] Federico Balart (1831-1905), poeta español. También fue crítico de arte y de literatura.<<
[145] Fotógrafo muy popular en la última mitad del siglo XIX, cuyos retratos llenaban las revistas ilustradas.<<
[146] Nicolás María Rivero (¿1814?-1878), orador y jurisconsulto español. Diputado y gobernador de Valladolid bajo Espartero, fue importante liberal, llegando a ser presidente de las Cortes Constituyentes de 1869-1870, y luego Ministro de la Gobernación.<<
[147] La Prusiana, una cantante popular de los «Bufos madrileños», una compañía de zarzuela fundada, en 1866, y dirigida por Francisco Arderius para representar obras francesas del género bufo. Luego las sustituyeron con obras españolas. Tenían su salón en el teatro-circo del Príncipe Alfonso, Madrid.<<
[148] Lorenzo Arrazola (1797-1873), moderado importante durante el segundo tercio del siglo XIX. Fue consejero real, procurador general, presidente del Tribunal Supremo, diputado a Cortes, senador del Reino, ministro de Gracia y Justicia siete veces, tres de Estado y presidente del Consejo de Ministros.<<
[149] Víctor Cousin (1792-1867), filósofo y político francés. Fue jefe de la escuela espiritualista ecléctica.<<
[150] Véase la nota 132, Cap. 6; de esta parte.<<
[151] Juan Pacheco y Rodrigo (1835-1917), marqués de Pacheco y grande de España. Pertenecía al cuerpo de Estado Mayor y desempeñó importantes cargos. Fue muy condecorado.<<
[152] Modesto Lafuente y Zamalloa (1806-1866), historiador y escritor satírico. Fundó y redactó la revista satírica Fray Gerundio, actuó en política. Es más conocido, sin embargo, por su Historia general de España (1850-1867), 29 tomos.<<
[153] José García Luna (1798-1865), actor, hijo de la célebre Rita Luna. Su genio se adecuaba a todos los teatros y todos los géneros. Se distinguió notablemente interpretando las comedias de Bretón de los Herreros y otras obras románticas.<<
[154] Uno de los dos hermanos: José María (1781-1847) y Ramón María (1786-1876), ambos políticos y jurisconsultos importantes hacia mediados del siglo XIX.<<
[155] Vicente de Manterola y Pérez (1833-1891), sacerdote, político y escritor español. Diputado carlista, sus discursos en las Cortes le dieron fama de gran orador, y fue quien provocó el famoso discurso de Castelar, en las Cortes Constituyentes de 1869, sobre la libertad de cultos.<<
[156] Probablemente Rosendo Dalmau (m. 1902), cantante español que interpretó con acierto todas las zarzuelas de la época. También escribió una: Un sol que nace y un sol que muere.<<
[157] Nuestras investigaciones para identificar al general Rosales no han dado resultado de ninguna clase.<<
[158] Pedro Madrazo y Kuntz (1816-1898), escritor español y académico de la Historia y de la Lengua. Fue destacado crítico de arte y arqueólogo.<<
[159] Antonio Juan de Vildósola (1830-1893), periodista y político español. Polemista de gran cultura, también escribió novelas.<<
[160] Véase la nota 41, Cap. 9, Primera Parte.<<
[161] Carlos Rubio y Collet (1832-1871), literato y político español. Periodista y poeta, entró en el partido progresista. Pasa como el prototipo del descuido, pues su suciedad dio lugar a numerosas anécdotas.<<
[162] Antonio María Segovia e Izquierdo (1808-1874), poeta y escritor español. Por 1833, se hizo periodista con el seudónimo de El Estudiante y defendió ideas conservadoras. También estrenó algunas obras de teatro.<<
[163] «yo lo aseguro». Conviene señalar el descuido de la intervención gratuita, de parte del novelista, en la narración.<<
[164] Antonio Claret y Ciará (1807-1870), prelado español canonizado en 1950. Primero fue arzobispo de Santiago de Cuba, y luego confesor de Isabel II y muy importante en la política. Con la Septembrina tuvo que emigrar con Isabel. Restaurador de El Escorial, fue blanco del anticlericalismo, acusado de relaciones non sanctas con la Reina y con sor Patrocinio.<<
[165] La descripción del arzobispo como símbolo de la voluptuosidad se suprimió definitivamente en todas las ediciones de La voluntad a partir de 1940. En todas las ediciones anteriores (todas agotadas), figura el pasaje; y a pesar de su posible falta de gusto, es una expresión del violento anticlericalismo característico del joven Martínez Ruiz y de toda su generación.<<
[166] Julián Romea y Yanguas (1813-1868), actor y literato español. Un gran representante de las tragedias, se distinguió por su arte de declamación natural. Su triunfo fue grande, y lograba siempre conmover al auditorio.<<
[167] Pueblo a 30 kilómetros de Murcia.<<
[168] Roque Barcia (1823-1885), revolucionario y director de El Demócrata Andaluz, fue excomulgado y obligado a emigrar a Portugal hasta 1868. En 1873 secundó el movimiento cantonal y se puso al frente de los sublevados de Cartagena. Durante la Restauración se retira de la política activa, pero escribe novelas y dramas en que combate la religión y la monarquía. Como dice Martínez Ruiz, fue autor de un Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana.<<
[169] Manuel Llano y Persi (1826-1903), autor de algunas obras de teatro, luego toma parte activa en los movimientos revolucionarios de aquella época (1854-1856). Encarcelado en 1866, la revolución septembrina le salva. Después de la Restauración fue presidente de la Junta directiva del partido republicano progresista, hasta la muerte de Ruiz Zorrilla (1899) cuando se retiró a la vida privada.<<
[170] Si es verdad que José Gómez Hermosilla censura, en su obra póstuma Juicio crítico de los principales poetas de la última Era (1840), a Jovellanos el uso de algunas palabras, su juicio general es que el poeta es uno de «los restauradores de la poesía castellana». Martínez Ruiz ataca a Hermosilla también en Anarquistas literarios, 1895 (OC, 1, p. 159-164) y en La evolución de la crítica, 1899 (OC, 1, p. 414).<<
[171] Eduardo Sanz Escartín (n. 1855), economista y sociólogo cuyos estudios sobre Nietzsche y los movimientos ácratas son muy importantes. Fue uno de los primeros en disertar seriamente sobre Nietzsche en Madrid (véase su conferencia en el Ateneo publicada con el título de Federico Nietzsche y el anarquismo intelectual, 1898). A pesar de lo que dice Martínez Ruiz aquí, tenía buena reputación internacional, y varias obras suyas, entre ellas El individuo y reforma social (1896), fueron traducidas al francés.<<
[172] Bibliothèque de Philosophie Contemporaine, la serie publicada en París por Félix Alcan que divulgó las obras de Nietzsche, Schopenhauer, Nordau, Spencer, Tarde, Fouillée, etc. Este comentario del autor representa un cambio de orientación intelectual porque sus conocimientos —y los de toda su generación— de las nuevas ideas sociológicas y filosóficas se deben en gran parte a la lectura de los libros publicados por Alcan.<<
[173] Ciudad algunos kilómetros al sur de Yecla. Muy cerca está el convento de la Abuela Santa Ana, muy venerada en la comarca. Este convento, que tiene hospedería, tenía importantes conexiones con Yecla. Allí, por ejemplo, el cura Pascual Puche Martínez (posible contrafigura del Puche de esta novela) fue durante muchos años padre confesor.<<
[174] David Strauss (1808-1874), teólogo alemán y autor de una Nueva Vida de Jesús, traducida al castellano por el excomulgado José Ferrándiz (véase la nota 70, Cap. XVIII, Primera Parte) y publicada en la editorial Sempere de Valencia, en que considera la historia del evangelio como un mito.<<
[175] Ernest Renan (1823-1892), historiador y exégeta francés muy discutido que fue también autor de la Vie de Jésus, obra que influyó algo en la formación anarquista de Martínez Ruiz.<<
[176] Catalina Emmerich (1774-1824), religiosa extática nacida en Alemania. En 1789 el Señor le había, en una visión, impuesto una corona de espinas, que le causaba dolores de cabeza, de la cual manaba con frecuencia sangre. En 1812 le salían visibles las heridas de la Pasión. El famoso poeta y escritor Clemente Brentano escribía lo que ella le decía sobre la vida de Jesucristo: La dolorosa pasión de Nuestro Señor Jesucristo según las meditaciones de Ana Catalina Emmerich (1833).<<
[177] Diego García de Paredes (1466-1530), célebre capitán español. Luchó con Gonzalo Fernández de Córdoba y luego pasó a la guardia de Alejandro VI. Tomó parte en la campaña emprendida por el rey Fernando para disputar a Luis XII de Francia el reino de Nápoles. El famoso desafío a que se refiere Martínez Ruiz tuvo lugar en 1503 entre once españoles y otros tantos caballeros franceses. El episodio, que se relata en Crónicas del Gran Capitán, duró cinco horas sin que hubiera vencido ninguno de los bandos<<
[178] Ninon de Lenclos (1620-1705), francesa célebre por su genio y belleza. Su salón fue frecuentado por los personajes más destacados de su época.<<
[179] Giuseppe D’Aguanno (1862-¿?), jurisconsulto italiano de alguna importancia en el Derecho civil. Pedro Dorado Montero tradujo, para La España Moderna, sus obras La re forma integral de la legislación civil (189?) y La génesis y la evolución del derecho civil (1893).<<
[180] Miguel Ramos Carrión (1848-1915), autor dramático español cuyas comedias hicieron las delicias de tres generaciones. También escribió sainetes y zarzuelas con Vital Aza.<<
[181] Andrés Piquer (1711-1772), médico y filósofo, llamado por muchos «el Hipócrates español». Conoció bien las nuevas doctrinas extranjeras y su obra filosófica, Lógica moderna (1747), se caracteriza por cierto eclecticismo.<<
[182] El físico alemán a quien alude el autor sería Ludwig Boltzmann (1844-1906), en realidad un austríaco. Fue el que introdujo la noción de la probabilidad en la entropía (una teoría originalmente termodinámica), así sugiriendo la pérdida de energía. Sus memorias y ensayos se publicaban constantemente en muchas revistas del tiempo.<<
[183] Véase la nota 35, Cap. 3 de la Primera Parte.<<
[184] Antonio Ibáñez (1829-1890), párroco de Yecla que llega en 1880 a ser Obispo de Teruel. Era gran propietario.<<
[185] Véase la nota 103, cap. 24 de la Primera Parte.<<
[186] Martínez Ruiz se referiría a su muy discutida interpretación, publicada en el artículo «Ciencia y Fe» (Madrid Cómico, 9-II-1901), de la obra anticlerical de Galdós, Electra.<<
[187] Véase el Cap. 6 de la parte anterior. Como se sabe, la crisis agrícola de España en la última década del siglo XIX llegó a proporciones graves. Por ser el cultivo del trigo muy agotador y por la falta del uso de abonos químicos para remediar la situación, los campos españoles rindieron muy poco. Además, la recuperación de Francia de la filoxera (1882-1892) y la invasión de la misma en España hacia 1890 redujeron considerablemente el cultivo del viñedo. Sobre este aspecto se puede consultar J. Vicéns Vives, Historia de España y América (V, p. 233-242).<<
[188] El famoso «pendón de las Navas», reliquia de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), conservado en las Huelgas de Burgos (donde yace Alfonso VIII), y sacado cada 16 de julio en celebración de la victoria de los españoles contra los almohades.<<
[189] Estando improductivos los viñedos franceses por la filoxera, España pudo firmar un tratado por diez años (1882-1892) que permitía la libre exportación del vino a Francia; y así gozó de un dominio total del mercado europeo (véase la nota 164 al capítulo anterior).<<
[190] Nótese que el autor está resumiendo, desde un punto de vista sociológico, la vida y el ambiente del Antonio Azorín de la primera parte de la novela. Este joven cura que protege al herrero es Ortuño (Cap. 18, Primera Parte).<<
[191] Episodio narrado en el Cap. 13 de la Primera Parte.<<
[192] José María Manresa Sánchez, autor de muchos manuales de Derecho y de Historia legal de España, desde la dominación goda hasta nuestros días (Madrid, 1841-1845).<<
[193] Martínez Ruiz no alude a Quintus Mucius Scevola (140-82 a. C.), autor de la primera exposición sistemática del Derecho Civil. Se refiere a Pedro Apalategui y Ocejo y Ricardo Oyuelos Pérez que, bajo este seudónimo colectivo, ocultan su colaboración en los comentarios al Código civil y otras obras jurídicas.<<
[194] Eusebio Freixa y Rabassó (1824-1894), revolucionario que fue secretario de algunos Ayuntamientos de España. En 1873 desempeñó el cargo de gobernador civil de Alicante. Publicó unas 80 obras de legislación administrativa, algunas de las cuales alcanzaron más de 20 ediciones.<<