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AL fin, Azorín se decide a marcharse de Madrid. ¿Dónde va? Geográficamente, Azorín sabe dónde encamina sus pasos; pero en cuanto a la orientación intelectual y ética, su desconcierto es mayor cada día. Azorín es casi un símbolo; sus perplejidades, sus ansias, sus desconsuelos bien pueden representar toda una generación sin voluntad, sin energía, indecisa, irresoluta, una generación que no tiene ni la audacia de la generación romántica, ni la fe de afirmar de la generación naturalista. Tal vez esta disgregación de ideales sea un bien; acaso para una síntesis futura —más o menos próxima sea preciso este feroz análisis de todo…—. Pero es lo cierto que entretanto lo que está por encima de todo —de la Belleza, de la Verdad y del Bien— lo esencial, que es la Vida, sufre una depresión enorme, una extraordinaria disminución… que es disminución de la Belleza, de la Verdad y del Bien, cuya armonía forma la Vida —la Vida plena.