Capítulo 20

Toca ahorrar y gastar con la cabeza

En este capítulo…

La importancia de llevar las cuentas en casa

Los peligros del consumo y el valor del ahorro

Algunos consejos para gastar con la cabeza

Qué hacer con los ahorros, si los tienes

Esa fama de gurú de la economía que voy arrastrando de un tiempo a esta parte hace que en muchas de las conferencias que doy por toda la geografía española la gente me pida recetas para salir de la crisis. Lo cierto es que me ponen en un compromiso porque lo único cierto es que no hay recetas mágicas fuera de trabajar y trabajar y seguir trabajando, que es algo que de mágico, coincidirás conmigo, tiene bien poco.

Una de las preguntas más frecuentes se refiere a qué hacer con el dinero en un panorama desalentador de recortes en el sueldo, congelación de pensiones, prolongación de la vida laboral, entidades financieras que no sueltan ni un euro, suspensiones de pagos, huelgas, ocurrencias delirantes de los políticos y mangoneos rayando lo delictivo de los banqueros. Por un lado, las autoridades nos lanzan el mensaje de que hay que consumir porque ahí está la solución, mientras que el sentido común nos dice que no va por ahí.

De ahí esa pregunta y de ahí también que te plantees no ya qué hacer con el dinero, sino qué hacer para vivir y llegar a fin de mes. La hipoteca, el coche y la alimentación no son baratos, y la luz sube y así todo. En fin, a todo eso intentaré dar respuesta en este capítulo.

Si quieres un buen consejo, acude al libro Finanzas personales para Dummies, de Eric Tyson. Seguro que ahí encuentras informaciones muy válidas y concretas para sacarle el mejor rendimiento posible a tu economía, que para algo él es un especialista en estos temas. Pero si lo que quieres es saber qué es lo que yo pienso, sigue leyendo. Vamos a ello.

El consejo de la abuela

Un día, hablando sobre estos temas con mi amigo de San Quirico, él me contestó que de lo que se trataba era no tanto de apretarse el cinturón, que también, sino de gastar con la cabeza. Cuando le pedí que me concretara eso, me saltó con una generalidad básica: «Gastar con la cabeza es lo que mi abuela llamaba gastar con la cabeza».

De hecho, tampoco hacen falta muchas definiciones y ni siquiera en este caso la Real Academia Española podría venir en nuestra ayuda. Tanto da, porque la respuesta es de puro sentido común. Ahora bien, ¿cómo ese principio tan obvio se concreta en algo palpable y real? Pues teniendo en cuenta dos cosas básicas:

punteo.png Saber cuánto se ingresa fijo al mes. Lo que se puede desglosar en varias partidas:

punteo.png Saber cuántos gastos fijos hay al mes. Cuando mi familia tenía la sastrería La Confianza, en Zaragoza, a mi padre le preocupaba saber cuánto le costaba el solo hecho de levantar la persiana. Vamos, cuántos gastos fijos tenía. En otras palabras: cuánto se había gastado antes de que entrase el primer cliente del día.

Los doce bloques de mis amigos

Hasta aquí, todo lo que te he explicado es de puro sentido común; pero a lo mejor está bien, en este punto, hablar del sistema que emplea otro matrimonio amigo nuestro. La mujer es una grandísima administradora y un día me explicó que tiene los gastos fijos agrupados en doce bloques, que creo que son un modelo de sentido común y de sabiduría. Son los siguientes:

punteo.png Bloque I: Casa

punteo.png Bloque II: Manutención

punteo.png Bloque III: Colegios y universidades

punteo.png Bloque IV: Médicos

punteo.png Bloque V: Gastos particulares

punteo.png Bloque VI: Tarjetas de crédito

punteo.png Bloque VII: Transporte

punteo.png Bloque VIII: Donativos

punteo.png Bloque IX: Regalos

punteo.png Bloque X: Diversiones y actividades

punteo.png Bloque XI: Varios

punteo.png Bloque XII: Declaración de Renta

Mis amigos hacen cada mes este presupuesto para el mes siguiente y luego comparan lo que ha sucedido con lo que presupuestaron.

Los ingresos son los que son

Un presupuesto de estos puede ser maravilloso, pero se topa siempre con un obstáculo bastante duro: que los ingresos, por lo general, se resisten a aumentar. Son los que son y no se mueven ni a tiros. A veces, si se mueven, no lo hacen en la buena dirección —a más—, sino en la mala —a menos—.

Ahí no tengo que poner ejemplos de ningún amigo. Mi propio caso sirve, pues la casa cada vez estaba más llena de niños, con mucha hambre y muchos gastos (colegios, médicos, ropa, zapatos) y los ingresos no aumentaban en la misma proporción. Por lo que mi mujer y yo teníamos que hacer cuentas cada semana y ver qué partida de gastos reducíamos o incluso sacrificábamos.

¿Los donativos son un gasto necesario?

La idea de los bloques de mis amigos me encanta. Una de las cosas que más me gusta es que haya una partida destinada a donativos, el bloque VIII, una partida que ellos y yo consideramos intocable, por muy mal que vayan las cosas. Iremos menos a cenar con la mujer o al cine o al teatro, pero eso no lo tocaremos porque resulta que vivimos en sociedad y que la sociedad tiene unas necesidades. Algunas debe resolverlas el Estado y para eso pagamos impuestos. Es el caso de los asuntos relacionados con la Defensa, las relaciones con otros países o la seguridad. Pero hay otros que no puede ni debe asumir.

Por eso, debemos dar dinero a personas y organizaciones que hacen cosas buenas por la sociedad y que le ahorran al Estado muchos millones de euros sacrificándose por los demás. Sostener las actividades de esas personas y organizaciones es deber nuestro, no del Estado. Ahí es donde entran los donativos, un gasto que los hijos tienen que conocer y en el que deben colaborar. Han de saber dónde va ese dinero e incluso es bueno llevarlos un día a la organización a la que damos dinero para que durante un rato vean a las personas que están atendidas allí.

Por lo tanto, la cuenta de donativos es la más importante de todas. ¿Cuánto hay que dar? La respuesta es muy simple: se hacen los cálculos de lo que tienes, de tus ingresos y necesidades, y en función de ello decides la cantidad. Entonces la pones en un sobre y, antes de cerrarlo, te preguntas: «¿Me molesta dar esta cantidad? ¿Me escuece un poco?». Si te escuece, cierra el sobre. Si no te escuece, añade 1 euro, 2 euros, 3, 4, hasta que digas: «Sí, empieza a escocerme». Un euro más y cierra el sobre. Es un ejemplo, claro. Para algunos serán 1, 2, 3 euros, para otros 100 y para otros 1000, 2000 o 3000 euros, y para otros, 5, 10 o 20 céntimos de euro, porque lo que he dicho sirve para todos.

Yo soy de los que piensan que la situación normal de las familias normales es que resulta difícil cuadrar lo de la izquierda —ingresos— con lo de la derecha —gastos—. Aunque por otro lado estoy convencido de que es muy bueno vivir así, porque los padres aprenden a gastar con la cabeza, los hijos se dan cuenta de que se puede vivir así y pasárselo bien, y los que los rodean, a los que a veces se les ha ido la olla del consumo desenfrenado, empiezan a dudar de si esto de la olla es lo más sano, porque ven que tú vives bien —a tu nivel— y ellos viven mal —a su nivel—, nivel que oficialmente es más alto que el tuyo, pero sus sudores y sus noches sin dormir les cuesta.

En definitiva, que lo de la austeridad es gastar con la cabeza y gastar con la cabeza es vivir normalmente.

A consumir, que esto se hunde

Hace bastantes años di una charla sobre austeridad en una universidad. Intenté hablar de principios generales y luego bajé un poco a la casuística. Quedó bien. La gente se reía, tomaba notas y yo salí satisfecho.

Pero como nunca llueve a gusto de todos, se me acercó uno de los asistentes y me dijo que, con aquel planteamiento mío, lo que hacía era animar a la gente a no gastar y que eso produciría una contracción del consumo. Añadió que lo importante era la demanda interna y que, con mis recetas, el país se iría al garete.

No le hice mucho caso, porque la verdad es que a mí me cuesta bastante pasar de lo particular a lo general. Pienso que es bueno vivir de modo austero y enseñar a los hijos a vivir así, y nunca se me había ocurrido que de esa manera me estaba cargando el país.

Pero parece que así es, y el propio gobierno nos anima a que salgamos a consumir, a que gastemos el poco dinero que tenemos, con la amenaza velada de que si no lo hacemos así, esto se hundirá. ¿Todavía más?, está uno tentado de preguntar.

Es más importante ser que tener

¡Y a mí que me da que eso del consumo no es bueno para el país!

Esa es una de las ventajas que tiene no saber nada de economía, que te fijas más en lo micro y menos en lo macro, porque no sabes qué es lo micro y qué es lo macro para las personas. Me cuesta mucho pensar que lo que es bueno para las personas sea malo para el país formado por esas personas.

Se ve que hay que encontrar el punto medio. Porque oigo muchas veces que es más importante ser que tener y, además, me parece que es verdad. Oigo también que no es obligatorio tener siempre todo de todo y que, de vez en cuando, hasta es bueno para la persona no tener de todo.

Eso es bueno porque sin tener de todo no se vive mal del todo y hasta nos sobran unos euros para poder ir por la calle felices, comiéndonos un helado en primavera (es barato) sin tener que preocuparnos constantemente de cambiar el MP3 por otro MP en el que quepan tropecientas mil canciones, tantas que nos moriremos de viejos sin haber podido oírlas todas.

A mí me parece que, en parte, esto de la crisis, al final, va a ser bueno para las personas. Porque si a una persona le enseñamos a preocuparse menos de ella y más de los demás, igual hasta mejoramos.

No quiero ser un ser «gastante»

Yo lo tengo claro. Quiero ser una persona y no un ser «gastante» (perdón por el neologismo), cuya única obsesión es tener y tener, y gastar y gastar. Y que no me digan que la culpa la tiene el ambiente consumista, porque el ambiente lo crea alguien; ese alguien tiene un nombre muy concreto: nosotros.

Aunque nos animen a tirar el dinero, no tenemos por qué hacerlo, puesto que ya somos mayorcitos; eso implica que tenemos que discurrir y cuando alguien nos ofrezca algo que nos haga felices para el resto de nuestros días por una módica cuota mensual, debemos asegurarnos de que es verdad lo de la felicidad eterna, porque, como no sea eterna, nos han engañado.

O sea que a consumir, no; a gastar con la cabeza, sí, que no es lo mismo. Yo prefiero formar parte de un país lleno de gente responsable que de una sociedad lanzada a la vorágine que, cuando las cosas vienen mal dadas, llora y gimotea.

Lo de «la ciudad alegre y confiada» es muy viejo y ya no se lleva. La ciudad y los ciudadanos deben ser alegres, porque cuando las cosas se hacen bien, uno está alegre, y debe ser confiada, pero en el esfuerzo propio y en el de los demás.

En fin, que hemos pasado una época en la que pensábamos que esto del consumo era bueno. A mí me parece que no lo es, sino que, por el contrario, es bueno, muy bueno, el ahorro, ya que con ese ahorro, se pueden hacer cosas útiles para mí, para España y para el mundo. Dicho de otra manera, es mejor invertir que consumir, porque invertir es edificar sobre una base sólida, mientras que consumir es edificar sobre arenas movedizas.

Además, es la manera de endeudarse. Dicen que la deuda total de España (pública más privada) es el 173% del producto interior bruto. Si eso es verdad, necesitamos 1,73 veces el sueldo de un año (que eso es el PIB) para pagar la deuda. Una familia que tiene una deuda equivalente a 1,73 veces lo que gana en un año lo pasa mal. Tiene que endeudarse más y si le prestan, le cobran más intereses. Luego no puede ni pagar esos intereses. Entonces, emite bonos y ofrece un interés más alto. Al final, no puede pagar nada, ni intereses ni principal.

El euro de goma

Gastar con la cabeza es importante, muy importante, pero no lo es menos cambiar de moneda. No, no se trata de volver a la humilde y querida peseta, no creáis que en esto me dejo llevar por la nostalgia sin más. De lo que se trata más bien es de pasar del euro gastable al euro de goma.

¿Cuál es la diferencia? Pues que el euro gastable, como su propio nombre indica, sirve para gastar. «Para consumir», dicen los expertos. Y de ahí deducen que cuantos más euros en la calle, más consumo.

En el aspecto exterior, el euro de goma tiene el mismo aspecto que el gastable, pero por dentro es distinto. ¿En qué sentido? Pues que mientras la idea fundamental del euro gastable es que euro que entra, euro que sale, la del euro de goma es que euro que entra, euro que hay que estirar y estirar y estirar.

Mi familia, que como familia muy numerosa es un poco pobre, ha hecho de esta necesidad todo un arte. Mirad, si no, los siguientes ejemplos.

Cena para tres meses

Un día, llega a casa mi nuera, la esposa del último hijo que nos quedaba soltero. Llega feliz. Me explica que ha ido a la carnicería del pueblo de al lado y ha comprado:

punteo.png Una longaniza larga

punteo.png Un redondo de jamón y queso con salsa

punteo.png Dos bandejas de dieciséis croquetas cada una

punteo.png Diez hamburguesas de pollo

punteo.png Diez hamburguesas naturales (no sé de qué son, porque a mí el pollo ya me parece muy natural)

punteo.png Diez libritos de jamón y queso rebozados

punteo.png Etcétera, que no quiero aburriros con toda la lista de la compra

Lo importante es lo que me dice mi nuera: que todo eso le ha costado 174,15 euros y que ella y su marido, que comen fuera de casa, tienen ahora para cenar durante tres meses. Divido 174,15 euros por noventa días —tres meses— y me sale que esta pareja puede cenar carne durante noventa días seguidos por 1,94 euros, o sea, 0,97 euros por cabeza.

Pantalones de odalisca

Aparece una hija mía con unos pantalones de odalisca turca muy majos para ir por San Quirico. En el Gran Teatro del Liceo no quedarían bien, pero aquí, sí. Le digo que está guapísima y me dice que le han costado 5 euros en las rebajas de un mercadillo. Yo no sabía que los mercadillos hacen rebajas, pero las hacen. Como me lo demuestra otra hija.

Frutas y verduras de ocasión

Pues bien, llega otra hija mía con su marido y el coche lleno de cosas ricas. Han ido al mercadillo de los sábados de otro pueblo cercano, a última hora y corriendo, porque los del puesto de frutas y verduras estaban recogiendo para marcharse. Han preguntado si aún llegaban a tiempo y les han contestado: «¡Claro, y además ahora estamos facilones!».

El resultado de la «facilonería» ha sido:

punteo.png 2 kilos de melocotones

punteo.png 1 kilo de peras

punteo.png 2 kilos de tomates

punteo.png Dos melones

punteo.png Un cajón de cebollas y otros de tomates, calabacines, pimientos y albaricoques

punteo.png Tres paquetes de endibias

punteo.png Cuatro paquetes de lechuga preparada

punteo.png Y algunas cosas más

Precio total: 50,60 euros.

Se puede ahorrar

Gracias al euro de goma se puede ahorrar. Con ello te quiero decir que hay que buscar las oportunidades, hacer que ese dinero escaso que ahora circula por ahí rinda más, podamos sacarle más provecho, estirándolo y estirándolo todo lo que se pueda.

En el caso de mi familia, con esa filosofía tenemos para comer durante una temporada y presumir de pantalones guapos. Yo mismo, gracias a esto, he aprendido a comprar, porque antes era de los que cogía lo primero que encontraba, que siempre era lo más caro, y luego decía eso de «¡Cómo están los precios!».

Extraigo consecuencias

Hace un tiempo, justo cuando esto de la crisis se veía que no era un simple episodio de «desaceleración transitoria» como algunos políticos querían hacernos creer, un amigo mío, empresario por más señas, me dijo: «Leopoldo, no pasa nada. Sólo que nos hemos vuelto más pobres».

De esa frase, lo que más me gustó fue lo de «no pasa nada». Porque no pasa nada si soy un poco más pobre que ayer y lo reconozco. En vez de intentar vivir como ayer, de lo que se trata en un caso así es de aceptar que la cosa ha cambiado. O sea:

punteo.png Voy más al mercadillo que a donde me gustaría más ir a comprar.

punteo.png Utilizo más la tarjeta de débito que la de crédito.

punteo.png Llego a un acuerdo con el carnicero de mi barrio para que me suministre comida para tres meses porque tengo un congelador que compré a plazos y casi he acabado de pagar y que me ayuda mucho en esto.

punteo.png Acepto todo tipo de regalos que me haga la familia, los amigos… Cosas como el vestidito para la nena o el armario que el vecino ha decidido tirar a la basura o la cuna que un amigo ya no usa, pero puede ir de perlas para uno de mis nietos porque está totalmente nueva.

Todo eso es gastar con la cabeza. Eso sí, dos aclaraciones:

punteo.png Lo de la tarjeta de débito y de crédito lo he puesto porque a la de crédito ya le hemos sacado las suficientes chispas y es mejor dejarla descansar durante una temporada larga. Con la de débito gastas lo que tienes, mientras que con la de crédito gastas lo que crees que vas a tener, aunque la experiencia te dice que muchas veces falla la previsión.

punteo.png Alguien puede pensar que me contradigo cuando hablo del congelador comprado a plazos. No me contradigo, porque el gastar con la cabeza tiene dos partes: gastar y con la cabeza. Ese congelador ayuda a ahorrar a partir del día siguiente en que lo instalan, que es cuando lo lleno de comida. Si los gastos son para adornos y cenefas para el congelador para que rabie la vecina, mal gastado. Porque dentro de poco ella se habrá olvidado de esas memeces y nosotros seguiremos acordándonos de ellas hasta el día en que paguemos el último plazo.

Qué hacer con los ahorros

Si gastas con euros de goma en lugar de con euros gastables, llegará un momento en que te des cuenta de que has conseguido ahorrar. De hecho, en algunos gráficos que muestran la evolución del ahorro en España, comparada con Francia, Alemania e Italia, se aprecia que hemos ido de un extremo al otro del péndulo: de no ahorrar nada a ahorrar mucho. A mí eso me gusta.

Estamos, pues, en un momento en que se dice que la gente ahorra. Algo nos queda, poco, pero algo. Ese poco vas guardándolo hasta que un día te planteas qué hacer con esos eurillos. Sales a la calle y ves anuncios de los bancos y cajas de ahorro que ofrecen rentabilidades altas y que, además, venden pisos y al mismo tiempo los financian. Lo que pasa es que, después de lo que ha pasado, estás un poco escaldado con todo lo que se refiere a entidades financieras y te parece que no son trigo limpio.

A la vez, en otros sitios lees que lo mejor es comprar oro o llevarse el dinero a Suiza en un maletín, aunque este último recurso ahora parece un poco pasado de moda, un poco rústico. Las Islas Caimán tienen más tirón que los del reloj de cuco porque de estos últimos tampoco te puedes fiar mucho, que últimamente se chivan a la autoridad competente. Eso por no hablar de la buena multa que te cae si te pillan en la frontera con el dichoso maletín.

Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Invertir? Es curioso pero, a pesar de la gravedad del momento, hay personas que todavía se plantean invertir. Personas que a lo mejor no tienen cultura económica, pero que me hacen preguntas del tipo: «¿Cree usted que subirá el Euríbor?». ¡Para que luego digan que somos un país de ignorantes! La gente va aprendiendo cosas, entre ellas una fundamental como es relacionar lo que lee en los periódicos con lo que le puede pasar a una persona de manera individual. Yo creo que eso es un avance serio en la madurez de la gente.

El colchón no es una buena idea

Si le preguntas a mi mujer dónde meter el dinero, te responderá sin dudarlo un solo instante que debajo del colchón. No es la única que piensa así, pues en una ocasión vi un anuncio de una empresa que ofrecía colchones con caja de caudales incluida. No sé cómo era el artilugio, pero dormir encima de una caja de caudales creo que no debe de ser muy cómodo.

Pues bien, la verdad es que en esto difiero del sentido común de mi mujer; sobre todo porque debajo del colchón el dinero no produce nada y, además, si te descuidas, pueden robártelo.

Yo creo que invertir es importante, porque de ese modo engrasamos esa maquinaria financiera que tan importante es para que todo funcione (si quieres refrescar la memoria sobre lo que yo llamo la teoría del engrase, puedes acudir al capítulo 8). He aquí algunas recetas, ideales para aquellos que no sabemos nada de economía pero que poco a poco vamos teniendo un poco de olfato:

punteo.png Si te dicen que es para un fondo vehicular estructurado garantizado por obligaciones convertibles ligadas a la cotización de las acciones de un banco islandés, hay que contestar: ¡NO!

punteo.png Si te ofrecen participar en un fondo de renta variable y, para convencerte, te dicen que la selección de los valores donde invertirá ese fondo se hará siguiendo el método de Pratt y Litterman, y luego añaden que ese método fue diseñado por Pratt y Litterman, como no podía ser menos, y que lo diseñaron para actualizar el método de Markowitz, súbete a una silla, abre la ventana y grita a los de la caja de ahorros de San Quirico, que fueron los que me lo ofrecieron hace poco: ¡NO!

punteo.png Si te hablan de derivados, put y call, de hacer apuestas bajistas, repite el grito: ¡NO!

punteo.png Si te hablan de cualquier cosa que no entiendas a la primera, de nuevo: ¡NO!

punteo.png Si te ofrecen unos rendimientos maravillosos en una sociedad piramidal, grita ¡NO!, porque hay muchos personajes que se dedican a esto que son auténticos chorizos.

punteo.png Si te convencen de algo, vete a casa y si no sabes repetírselo de memoria a tu mujer o a tu marido sin leer ningún papel; si luego llamáis a la abuela y no sabéis explicárselo sin leer ningún papel; si la abuela no sabe explicárselo de memoria a un nieto de catorce años, NO, NO y NO invirtáis en eso, porque las posibilidades de pegaros un castañazo son tan grandes, que esos productos deberían llamarse CS, «castañazo seguro».

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Lo incomprensible debería estar penado

Hace un tiempo leí una noticia que me alegró profundamente. Parece ser que un juzgado mercantil de Barcelona admitió a trámite una demanda presentada por alguien a quien le habían vendido un producto financiero de esos que no sabes muy bien qué son. El juzgado dijo que la admitía porque en el contrato existían «cláusulas oscuras de imposible interpretación» y que el contrato estaba redactado con un «vocabulario complejo» que vulneraba «las reglas de la hermenéutica contractual».

Eso de la «imposible interpretación» me entusiasmó. Lo de «hermenéutica», en cambio, no lo entendí, pero luego me enteré de que se trataba del «arte de interpretar textos, especialmente textos sagrados». Se ve claramente que si para entender lo que compras tienes que recurrir a la interpretación de textos sagrados es que quieren meterte un gol por toda la escuadra.

Dicho lo cual, queda claro que la primera condición sine qua non, es decir, obligatoria, es entender perfectamente dónde vas a colocar las pocas perras que tienes ahorradas.

Entender aquí quiere decir que debes saber cuántos euros limpios, limpios, de los de gastar, van a darte cada mes; porque lo otro no es para gastar, sino para presumir de que te dan un no sé cuántos de TAE, lo cual quiere decir que no te llega ni para un café, que, por cierto, no se paga con el TAE, sino con euros contantes y sonantes.

Por lo tanto, si pones el dinero en una imposición a plazo fijo, que te digan exactamente lo que puedes gastarte con los amigotes, no cosas extrañas. Porque luego te dicen que la culpa es tuya por no haber leído bien lo que ponía el documento de catorce páginas que te hicieron firmar.

Igualmente, es necesario que sepas algo de ese sitio en el que has metido el dinero. Yo tengo cuatro perras en bolsa, pero puestas en acciones de empresas a cuyos ejecutivos conozco y de quienes me fío. Cuando digo que los conozco no quiero decir que salga de copas con ellos y que, cuando lleven un par de tragos de más, me den información privilegiada. No. A muchos ni los conozco personalmente. Pero sé de sus andanzas y sé que son personas honradas. Lo mismo que sé de las andanzas de otros que con frecuencia, con mucha frecuencia, no lo son.

Una alternativa de inversión: los fondos éticos

No quisiera acabar el tema de la inversión sin antes dedicar un breve apunte a algo que creo que puede ser interesante. Porque puede darse el caso de que quieras invertir, pero no lo haces porque te molesta la idea de que el banco coloque tu dinero en alguna empresa que se dedique a producir o vender armas o a financiar alguna investigación bacteriológica o genética que no te gusta un pelo. O, simplemente, puede que no quieras que se lucre con tus ahorros alguno de esos imaginativos financieros que nos han metido en este embrollo de la crisis.

Pues bien, hay una cosa a la que me gustaría dedicar aunque sean sólo unas líneas. Se trata de los fondos éticos, un producto que únicamente por el nombre (ya sabes cómo me gusta todo lo relacionado con la ética y la decencia) ya tiene todas mis simpatías. Los fondos éticos son un tipo de fondos que surgió en Estados Unidos (no te creas que todo lo que viene de allí son hipotecas subprime) como una forma de oponerse a la guerra del Vietnam; fue, por lo tanto, allá por la década de 1960. Su rentabilidad no es alta, más bien todo lo contrario, pero eso también les da cierta seguridad. No obstante, lo mejor de todo es su valor añadido, saber a ciencia cierta que se destinan a empresas y organizaciones comprometidas a luchar contra todo tipo de discriminación, preservar el medio ambiente, desarrollar energías renovables o producir bienes que ayuden a los menos favorecidos.

Con ellos, en suma, no te harás rico, pero tendrás la conciencia muy, pero que muy tranquila.

¿Es recomendable prestarle dinero al Estado?

Lo de entender las cosas es, pues, imprescindible. Pero no es la única recomendación que puedo darte. Allá van otras:

punteo.png No te dediques a jugar a la bolsa, a no ser que entiendas perfectamente de qué va el tema, porque de lo contrario te pondrás nervioso cuando baje el mismo día en que los analistas decían que iba a subir.

punteo.png Si te dicen que el oro es un valor refugio, entérate bien antes. A mí, lo de los lingotes de oro siempre me ha gustado. Lo que pasa es que me parecen poco prácticos. No me imagino yendo a comprar el periódico, dando un lingote y preguntando si tienen cambio.

punteo.png Por el contrario, si te dicen que inviertas en bonos, obligaciones del Estado o en letras del Tesoro, fíate. Porque son maneras que tiene el Estado de pedirte que le prestes dinero y yo creo que son bastante claras. Partimos de la base de que el Estado no hará crac, aunque algún caso se ha visto (Grecia está cerca); pero yo me fiaría. Además, debes tener claro que le prestas dinero al Estado, no al gobierno. Si cambia el gobierno, el nuevo seguirá respetando las deudas del Estado. La diferencia entre bonos y obligaciones del Estado y letras del Tesoro es que:

Alquilar o comprar, he ahí el dilema

Otra pregunta que me hacen a menudo es si es mejor comprar o alquilar la vivienda. Yo he hecho un estudio de mercado entre mis hijos y me ha salido la mitad de cada opción. La mitad vive en pisos alquilados y la otra mitad, en pisos hipotecados. Comprado, lo que se dice comprado, ninguno.

Lo bueno del alquiler

El alquiler tiene la ventaja de que si te retrasas un poco en el pago es más fácil hablar con el casero que con el director de la caja de ahorros de San Quirico que, en estas cuestiones, es un muro de hormigón armado y, además, antipático. Él, que es un hombre encantador en la vida privada o al menos lo era hasta que estalló la crisis, descubrió los negocios en los que se había metido la entidad y, en fin, perdió todo el crédito que tenía. Crédito, por supuesto, en el sentido de confianza, no de préstamo.

Otro punto a favor del alquiler es que te da más movilidad. Esto es importante, pues en la vida pueden ocurrir muchas cosas:

punteo.png Que en la empresa te digan que tienes que irte el mes que viene a trabajar en Argelia, donde pasarás un período mínimo de cinco años. Pues habrá que ir, porque ya hemos dicho muchas veces que la globalización tiene sus problemas. Con un poco de suerte te pagarán más por trabajar en Argelia que si te quedaras aquí y allí podrás vivir en una casa más bonita y con cuatro personas a tu servicio. Pues a Argelia corriendo, sin tener que seguir pagando la hipoteca del piso.

punteo.png Que las cosas te vayan peor y tengas que bajar el nivel de vida, lo que no es ninguna tragedia. Eso significa, irse a vivir a otro sitio más barato. Cambias alquiler por alquiler, sin agobios hipotecarios. Si ese sitio es la casa de tus padres, por un lado les haces compañía y, por otro, te ahorras el alquiler.

punteo.png Con el alquiler no dependes del Euríbor. No estás esperando a que, por alguna razón que a ti te cae lejos, este suba y te golpee de lleno en la hipoteca.

punteo.png Con el alquiler dependes del Índice de Precios de Consumo (IPC) en la revisión anual. IPC para arriba, alquiler para arriba. IPC para abajo, alquiler para abajo.

Con todo esto quiero decir que creo que con el alquiler se domina mejor la situación.

Qué hacemos con el dinero negro

Es curioso, pero en las conferencias nunca me preguntan por el dinero negro. Sí, negro, y no quiero ni escándalos ni que nadie se rasgue las vestiduras, porque esto pasa en las mejores familias y en todos los ámbitos. Desde el señor que tiene unos cuantos millones de euros hasta el dueño de un bar que, como no da recibo cuando le pagan un café, al final de mes le quedan unos eurillos negros como Judas y, a final de año, unos eurillos un poco más gordos, pero del mismo color que los anteriores.

Pues bien, en un programa de televisión al que me invitaron pusieron un vídeo de una cola de quinientos parados ante el INEM. La presentadora me preguntó qué me parecía aquello y, por supuesto, respondí que muy mal. Pero que si, entre todas esas personas hubiera una a la que se le ocurriera montar un negociete y contratase a dos, tendríamos tres parados menos. Dije que el negociete sería negro, por supuesto; ya se volvería blanco cuando pudieran. Ahora me parece más importante que la gente trabaje, que cobre como sea y que «el capitalista», ese que tuvo la idea del negocio y se jugó las pocas perras que tenía y dio empleo a dos más, ahorre unos cuantos euros y un día, pueda comprar una máquina y fabricar eso que han empezado a hacer a mano. Ese día deberán hacerlo todo legal y ya está.

Ya sé que esto puede no sonarle bien a alguien. Incluso a más de uno le puede parecer una inmoralidad, un alegato a favor del fraude al Estado. ¿Me gusta? No, pero cuando en un país hay muchas personas sin empleo no quiero que Hacienda persiga a las que se juegan sus cuatro cuartos en salir adelante a fuerza de puños y en el empeño hasta dan de comer a unos cuantos. Esa economía será sumergida, o como quieran llamarla, pero evita males mayores. Lo cierto es que me gustaría que se repitiera este hecho muchas veces. Igual de ese modo empezábamos a salir del atasco y crecían unos brotes verdes y grandes como abetos.

Lo bueno de comprar

Ante la pregunta de si es un buen momento para comprar un piso, he de reconocer que no tengo las ideas claras. Pero al final pienso que el ladrillo es el ladrillo, y que si compras un piso sin el ánimo de especular, sino con el de vivir, pues eso, que tienes un piso.

¿Bajarán más de precio los pisos? Hay algunos economistas que se atreven a hacer predicciones de todo tipo, pero yo en este caso me abstendré. Mi abuelo siempre decía «La última peseta, que la ganen ellos», y yo estoy de acuerdo con él. Si quieres comprar algo, no vale la pena esperar y esperar y esperar a que los precios toquen el suelo mínimo, porque si siempre estamos esperando es muy posible que llegue un día en que, no se sabe por qué, suban los pisos y el dinero ya no te llegue para la compra.

Hay que mojarse en la respuesta

Ya me gustaría a mí, pero ante la pregunta de qué es mejor, si alquilar o comprar, me rindo. No lo sé. Es cuestión de que te reúnas con tu mujer o tu marido, o tu novio o tu novia, con una hoja en blanco y apuntes en ella las ventajas y los inconvenientes. Eso os ayudará a pensar, discurrir y decidir.

En resumidas cuentas

No, no es fácil apuntar recetas. Pero creo que será útil recopilar todo lo dicho en este capítulo en forma de lista para que todo quede mucho más claro; eso de apuntar es para mí toda una obsesión. Las miles de servilletas y alguna que otra decena de manteles rellenados durante viajes y desayunos así lo prueban. Porque no sé para ti, pero para mí enfrentarme a un papel en blanco, o a una servilleta en su defecto, preguntándome qué se me ocurre, es una de las experiencias más enriquecedoras. Dicho lo cual, espero que estos puntos te sirvan de ayuda:

punteo.png Hay que llevar las cuentas al día.

punteo.png Hay que dominarlas. Es decir, en lo referido a tus cuentas mandas tú, no la caja de ahorros o el banco.

punteo.png Para ello, hay que gastar con la cabeza, o sea, no estirar más el brazo que la manga; si lo estiras un poco más, que sea conscientemente y que sea poco.

punteo.png Gastar con la cabeza exige llevar un plan de tesorería, que no es más que: dinero que tengo, más dinero que va a entrar, menos dinero que va a salir y lo que resulte es lo que hay. No hay más.

punteo.png Así vivirás bien —a tu nivel— y si ese plan de tesorería lo haces a tres meses porque más o menos puedes prever lo que va a ocurrir en ese tiempo, sabrás hoy que dentro de dos meses te faltarán 275 euros y siempre es mejor empezar a buscarlos ahora, que tienes dos meses por delante, que salir corriendo angustiado la víspera, dispuesto a darle un sablazo al primer amigo que encuentres. Por lo tanto, debes dominar la situación y no dejar que suceda justo al revés.

Me refiero continuamente al nivel de cada cual. Lo hago porque me parece fundamental que cada uno defina cuál es su nivel, porque, a veces, las personas definen su nivel por el del vecino, sin darse cuenta de que el vecino es el presidente de la caja de ahorros de San Quirico y no un humilde impositor, que tiene la nómina domiciliada en esa caja. A pesar de ello uno puede caer en el error de comprarse un coche como el del presidente, veranear donde el presidente y… acabar de deudas hasta el cuello. Cada uno, pues, debe ser consciente de lo que tiene y puede tener, sin aparentar más, porque eso, tarde o temprano, se paga; en épocas de crisis puede incluso llegar a ser catastrófico.

Mirando al futuro con esperanza

De esta crisis salimos, y lo haremos mejorados. Hemos de salir nosotros; tú y yo rompiendo con los viejos modelos (patronales obsoletas, sindicatos obsoletos, entidades financieras de otro siglo, partidos políticos envejecidos). Debemos salir, individualmente o en grupo, a comernos el mundo, sin esperar a que vengan otros a resolvernos los problemas:

punteo.png La Unión Europea, porque no es una, sino dos: los que mandan y los que obedecemos. Que no me cuenten cuentos, que es así.

punteo.png El G-20 o 21, o lo que sea, porque cada uno va a lo suyo. España, a calentar la silla que nos prestaron los franceses.

punteo.png Los gobiernos de turno del país, la comunidad autónoma y los ayuntamientos, sin olvidar a los partidos políticos de la oposición, que la mayor parte de las veces se pierden, en batallas dialécticas que no conducen a ninguna parte.

punteo.png Los sindicatos, que hablan mucho sobre los derechos de los trabajadores, pero propuestas prácticas, hacen más bien pocas.

Hemos de vivir y debemos enseñar a vivir la ilusión por el trabajo y ayudar a entusiasmarnos con el trabajo. Es hora de actuar con sentido de Estado y con sentido común. Es la hora de la responsabilidad individual y la responsabilidad global, por este orden. Es la hora, en suma, de la iniciativa.

Cuando la gente me pregunta cuándo se acabará esto, creo que lo que me preguntan realmente es: cuándo volveremos a lo de antes. Lo de antes era mucho ladrillo, mucha hipoteca, mucho pelotazo, mucha gente trabajando en el citado pelotazo… Mi contestación es ¡ojalá nunca! Ya sé que no debería decir esto, pero si entre todos consiguiéramos que eso no se volviera a producir jamás, me parece que habríamos dado un paso adelante en cuanto a nuestra madurez como personas. No como unidades de producción ni seres «gastantes», sino como personas, que es lo más importante del mundo.