Capítulo 15

Dónde está mi dinero

En este capítulo…

Las consecuencias de vivir en un mundo global

El rastro del dinero que la crisis ha hecho desaparecer

Quién se ha quedado el dinero

Hay quien dice que la crisis ninja, o la gran estafa, como la han bautizado algunos, es la crisis más brutal de la historia. Dicen que el famoso crac del 29, comparado con esto, fue un juego de niñas en el recreo de un convento de monjas. Yo también lo creo, y por una sencilla razón: en el año 1929 nadie de San Quirico tenía acciones de la Bolsa de Nueva York, y ahora todos tienen hipotecas. De ahí he deducido que esta crisis es peor.

La diferencia principal respecto a la situación de hace casi un siglo es que hoy todo está relacionado, todo forma parte de un todo; y si eso es así para lo bueno, también lo es para lo malo.

Un escenario nuevo, la globalización

Resulta que, sin darnos cuenta, el mundo se ha empequeñecido. Un autor, Herbert Marshall McLuhan, que nació en las praderas de Canadá y se educó en Manitoba y Cambridge, inventó el concepto de la aldea global. Supongo que se le ocurrió en Manitoba, que suena ideal para discurrir. Aunque yo, que he estado en Cambridge, puedo asegurarte que allí tampoco se discurre nada mal.

A lo que íbamos. El concepto me gustó desde que lo oí por primera vez. Me pareció que hablaba de un mundo más acogedor, más pueblerino, como este que tengo en San Quirico pero a escala planetaria. Como idea no estaba nada mal pero, como sucede a menudo, no se correspondía en casi nada con la realidad. McLuhan, que es bastante más listo que yo, lo explica con muchísima claridad: el mundo se ha hecho más pequeño porque las comunicaciones se han hecho instantáneas.

Esa aldea global no nos deja posibilidad de escapatoria, lo cual tiene miles de consecuencias; por ejemplo, en lo que se refiere al trabajo. Aquello que querían nuestros padres, y también nosotros, de un empleo estable en nuestra ciudad, ha cambiado. Hoy hay millones de oportunidades. Sí, incluso con esta crisis que nos azota. Lo que pasa es que los hombres necesitaremos convencer a nuestra mujer, o ella a nosotros, de que en Cincinatti se puede vivir muy bien, aunque su mamá, o la nuestra, nos diga: «¿Cómo os vais tan lejos? ¿Habrá buenos colegios para los niños allí?».

Eso ha pasado siempre: cuando mi mujer y yo nos casamos en Zaragoza, fuimos a vivir a un piso que estaba a diez minutos andando de casa de mi madre, que, con lágrimas en los ojos, me decía: «Es como si te fueras a vivir a otra ciudad».

Pero hoy el mundo es global y requiere de ciudadanos globales.

Todo forma parte de un todo

El mundo está interrelacionado en el ámbito económico, en el político y en el sociocultural. Ahí iba a dejarlo, pero me pareció que tenía que explayarme un poco, más que nada para demostrar lo que se puede hacer discurriendo, que es una actividad que me encanta. Vamos, pues, a ver cada uno de esos ámbitos con más detalle:

punteo.png Ámbito económico. Es lo que tenemos más claro después de lo que han provocado las fantasías de los banqueros de Illinois, Dakota, Idaho y otros lugares, que han repercutido en nuestras hipotecas tanto como para que el director de la caja de ahorros de San Quirico nos haya dicho que de aquellos fondos garantizados (no se sabe por quién) no quedaban más que la mitad y que la otra mitad, quizá era posible recuperarla contratando a un buen abogado con contactos en Estados Unidos.

Hay que pensar de modo global

Tenemos que acostumbrarnos a pensar que lo que pasa en nuestra casa puede afectar muy lejos, y al revés. Por ejemplo, hace unos años hubo unos incendios descomunales en Rusia. En un caso así, puedes pensar «pobres rusos, qué mal lo pasaron, pero a mí ni me va ni me viene», a no ser por un vago sentimiento de solidaridad, palabra que se usa para todo: para un entierro, para un bautizo, para un triunfo en el fútbol y para cuando nos han metido siete.

Pues resulta que como consecuencia de esos incendios, Rusia dijo que no iba a exportar cereales. Eso quería decir que habría menos trigo y que el poco que hubiera subiría de precio. Yo como pan todos los días y cuando están mis nietos en San Quirico, se hinchan a comer pan; pues ese pan iba a salirme más caro.

Además me gusta la cerveza y la cerveza se hace con cebada y otros cereales y se aromatiza con lúpulo. Así que en el bar de San Quirico, la cerveza estaría más cara. Así que cuando preguntara por qué la habían subido y empezaran a hablarme de los incendios de Rusia, no estarían tomándome el pelo, no. Estarían hablando en serio.

Por eso, a mi amigo de San Quirico no le gusta la globalización; por eso, y porque hay un indio que acaba de abrir una empresa de venta de suministros que puede hacerle la competencia. Aunque él, mi amigo, no ve que está metido en la globalización hasta las cejas, empezando por el hecho de que la camisa que lleva está manufacturada en Marruecos. Pero para él, la globalización trae consigo riesgo, variables que dificultan las decisiones ordinarias económicas y mucha, muchísima información; tanta que es imposible distinguir la buena de la mala.

punteo.png Ámbito político. También aquí se han complicado las cosas. Hace unos años, cuando no podíamos exportar, devaluábamos la peseta. Eso quería decir que lo que valía 100 pesetas seguía valiendo 100 pesetas, pero las pesetas se volvían más pequeñitas como tenían menos tamaño cabían más en 1 dólar. Entonces llegaba un señor con dólares y compraba más cosas que antes, lo que nos beneficiaba porque vendíamos más. Es verdad que también podíamos comprar menos, porque los dólares se nos habían vuelto más caros. Pero así ahorrábamos.

Ahora no podemos devaluar porque estamos en la Unión Europea y, como consecuencia, desapareció la peseta y nació el euro. Así que el Banco de España ya no puede hacer lo que quiera porque ahora el que manda es el Banco Central Europeo.

punteo.png Ámbito sociocultural. En este ámbito, basta salir a la calle para ver muchas personas que no son de aquí, sino que vienen de otros países y continentes, con sus costumbres y tradiciones propias. Son personas que quieren trabajar, comer, educar a sus hijos, ser felices —como tú y como yo—, y cuya presencia enriquece la sociedad en la que hemos vivido siempre.

Todo esto lleva a darnos cuenta de que los gobiernos y los responsables políticos tienen hoy poco margen de actuación en las cuestiones económicas —por lo que es imprescindible que en ese poco margen acierten— y un mayor margen en cuestiones sociales; pero ese margen dependerá mucho de la ideología del gobierno de turno y, por supuesto, de la economía, porque, no se sabe por qué razón, todo cuesta dinero.

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Grecia y la grosería de los PIGS

No he estado nunca en Grecia, pero todo apunta a que es un país maravilloso y sus habitantes, unos tíos majísimos. Pero parece ser que en el momento de ingresar en la Unión Europea adornaron un poco sus cuentas hasta dejarlas bien bonitas y relucientes. En eso llegó la crisis y las desnudó de todos sus adornos. ¿El resultado? Pues que el 31 de diciembre de 2009, entre el gobierno griego y los bancos griegos debían la friolera de 236 billones de dólares. Hay que tener en cuenta que 1 billón americano equivale a 1000 millones de dólares y no a 1 billón europeo, que es 1 millón de millones. Traducido a euros, da una deuda de «sólo» 236 000 millones, que sigue siendo una cantidad respetable.

Francia, Alemania, Inglaterra e Italia eran los principales deudores y, como era de esperar, de inmediato se alarmaron ante la posibilidad que el caso griego no fuera una excepción. Empezaron a investigar y fue entonces cuando salió esa grosería de llamar PIGS —«cerdos», en inglés— a Portugal, Italia, Grecia y España —que, en inglés, se dice Spain, de ahí la S-, los países con más probabilidades de haber hecho un estropicio económico. PIGS que, ahora, se han convertido en PIIGS porque Irlanda se ha subido al carro.

Pues bien, las cifras que se barajan son, como mínimo, mareantes. Portugal debe 286 billones de dólares, Italia debe 1,4 trillones de dólares, España debe 1,1 trillones, que tampoco está nada mal, e Irlanda debe 867 billones. El trillón americano no sé qué es, pero el trillón español es 1 millón de billones. En americano o en español, es una burrada.

En el fondo, la globalización no elimina la libertad, pero obliga a usarla con responsabilidad, a responsabilizarnos de nuestra vida, a ser empresarios de nuestra vida.

El rastro del dinero

Ahora bien, el mundo será global, pero el dinero no puede haberse esfumado como si nada. Debe de estar en algún sitio, en Illinois, las Islas Caimán, Bruselas, Madagascar o San Quirico. Porque yo entiendo de física mucho menos que de economía, pero el sentido común me dice que esto es algo parecido al primer principio de la termodinámica, que dice que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Y eso mismo es lo que se pregunta el director de la caja de ahorros de San Quirico, que ha pasado de ser un personaje con prestigio a una persona a quien muchos le han retirado incluso el saludo. Él mismo me lo confesó un día: «Si San Quirico fuese como Nueva York, me iría de la Quinta Avenida a la Tercera, pero en San Quirico sólo hay una calle. Así que no tengo más alternativa que pasear por Barcelona si quiero que no me vean».

El hombre, hay que reconocerlo, da lástima. En parte, él también ha sido «una víctima del sistema». Digo en parte, porque aunque realmente ha sido una de las víctimas (en todo caso, en un grado menor que los inversores, que lo han perdido todo o casi todo), también tiene su cuota de responsabilidad. Por ejemplo, podía haberse enterado un poco de que lo que vendía era una filfa, sobre todo esas cosas de los «hermanos Lemán», como llama él a los Lehman Brothers, esos que han hundido América. En el fondo, teme que si todos esos brillantes ejecutivos de las finanzas están hoy en la calle, él, que es un simple director de agencia, pueda acabar también en la única calle de San Quirico.

¿Quién se ha quedado el dinero?

Pero no es esa la única preocupación de nuestro director. Como es buena persona, le preocupa también saber quién se ha quedado con ese dinero que él ha visto volatilizarse. Así llegamos por fin a la pregunta objeto de este capítulo: ¿dónde está el dinero? El mío, el tuyo y el de todos.

Vamos a seguirle un poco el rastro a ver qué podemos sacar en claro. Empezaremos desde el principio, aunque para ello tenga que repetir alguna de las cosas que ya te he explicado en el capítulo 14.

Recuerda que el banco de Illinois (o de Idaho, o de Florida, o de Colorado Springs, el que quieras, siempre que sea estadounidense) tasó la casa del amigo ninja en 70. Pero no contentos con eso, los del banco sacaron 100 de la caja fuerte (que está en el sótano porque en Illinois tampoco se fían mucho unos de otros) y se lo dieron al ninja, al que habían convencido previamente de la conveniencia de tener una casa con vistas al mar.

El ninja, por supuesto, contento. ¿Qué hace con esos 100? Pues ese dinero empieza a engrasar la economía repartiéndose por distintos frentes:

punteo.png El ninja paga 70 a la inmobiliaria. Dinero en poder de la inmobiliaria, que a su vez paga sueldos, facturas de proveedores y demás cosas a las que debe hacer frente. Dinero en poder de todos estos señores.

punteo.png El ninja invita a cenar a otros ninjas. Dinero en poder del restaurante al que han ido a cenar. El dueño del restaurante tiene ahora para pagar las materias primas, la luz, los sueldos, el agua… Dinero en poder de todos estos señores.

punteo.png El ninja se compra un coche. Dinero en poder del concesionario, que a su vez paga a empleados…

punteo.png El ninja se va de vacaciones. Dinero en poder del hotel, de la gasolinera donde ha repostado, de la discoteca donde ha ido con su mujer y se ha soplado un par de güisquis… y, por consiguiente, de los empleados… de cada uno de esos establecimientos.

punteo.png El ninja, de nuevo en casa, compra unos muebles para la nueva casa, un poco mejores de los que hubiera comprado normalmente. Dinero en poder de los que venden muebles, cuadros y lámparas, y de las personas y empresas relacionadas con ellos.

punteo.png El ninja se guarda algo de dinerillo en el bolsillo. Dinero en poder del ninja.

punteo.png El ninja mete un poco de dinero en un fondo de inversión garantizado. ¡Grave error, porque no preguntó quién lo garantizaba! Dinero en poder del fondo de inversión, que habrá que ver dónde lo ha invertido.

punteo.png El ninja paga el colegio de los niños. Dinero en poder del colegio.

Una cosa está clara: gracias al ninja, al banco de Illinois y a sus maravillosas hipotecas la economía de Illinois y la de algún estado cercano se han animado. Y como todos somos unos envidiosos, el banco de Oklahoma, Dakota del Norte y Dakota del Sur copian el modelo y empiezan animar sus respectivas economías. Sin olvidar que, como incluso pagan impuestos, parte de ese dinero revierte en hacienda, en los ayuntamientos y en la policía de tráfico (el ninja iba a demasiada velocidad con el coche nuevo por la autopista de Illinois).

De donde no hay no se puede sacar

Conozco a un matrimonio de funcionarios muy majos que están molestos porque, con lo del plan de ajuste que se está imponiendo por todos sitios para intentar ahorrar, cobrarán 200 euros menos al mes entre los dos. Y 200 euros al mes, con dos niños, molesta. Luego, quejas por doquier de que el AVE no llega a mi pueblo. Yo quiero que llegue y, además, quiero que me prolonguen el subsidio de paro, porque se me va a acabar. Por otro lado me prometieron un polideportivo, que ya casi está construido, pero no hay dinero para acabarlo. Sí, hubo una pequeña desviación en el presupuesto (72% más de lo previsto), pero si empezamos a fijarnos en esas minucias no iremos a ningún sitio. Y además, además, además…

No hay dinero. Punto. Porque de donde no hay no se puede sacar, que decía la tata que tuvimos tantos años en casa. Durante una temporada muy larga todo se ha sostenido (o mejor dicho, engrasado) con créditos y ahora eso también se ha acabado; y si, por casualidad, nos dan crédito, nos cuesta más. Puro sentido común.

Los paquetitos de hipotecas recorren el mundo

Como también sabemos, llega un punto en que los bancos empiezan a empaquetar las hipotecas y venden los paquetitos por el mundo. La rueda sigue, porque de este modo consiguen más dinero contante y sonante y aún hay ninjas a los que prestar algo y animarles a que se lo gasten. ¡Y es que la oportunidad de tener una casa en la playa no es para pensarla dos veces!

Los bancos del mundo compran los paquetitos con un descuento, porque para eso adelantan el dinero. Como consecuencia, tienen beneficios, que emplean en sus negocios, dando créditos más o menos sanos e incluso buscando ninjas europeos, que también los hay, o asiáticos. La rueda sigue y sigue; más aún, porque a pesar de su mala fama de insolventes, no todos los ninjas fallan y los hay que van pagando.

Llegan los problemas

Pero todos los sueños, por muy bonitos que sean, tienen siempre un final, así que:

punteo.png Un día el mercado inmobiliario norteamericano empieza a ir cuesta abajo.

punteo.png Ese mismo día el mundo (sí, los norteamericanos y todos los demás que no son norteamericanos) empieza a sufrir, porque se ha metido en un lío espantoso.

No sólo eso. Hay más. En todo este proceso, ha habido unos cuantos (me parece que muchos cuantos) que han ido cobrando bonus muy bonitos en dólares o en euros o en lo que sea. Por supuesto, no en productos estructurados, porque uno puede ser temerario (incluso «delictivamente temerario», tanto como para que el FBI empiece a investigar), pero tonto, no.

Esos sujetos también han entrado en la rueda, en una rueda de verdad con sus dólares, euros o lo que sea, no basada en hipotecas ni en nada por el estilo. Con ese dinero en la mano se han comprado el coche de rigor, se han ido de vacaciones a destinos que el resto de los mortales sólo ven en televisión y, cuando han decidido terminar la juerga, hasta es posible que, con lo que les quedase, hayan abierto una cuentecilla en las Islas Caimán, porque allí hace muy buen tiempo y las playas son de lo más agradables.

La conclusión del director de San Quirico

A estas alturas de la conversación, la cara del director de la caja de ahorros de San Quirico era todo un poema. Entonces me dijo: «O sea, ¿que el dinero lo teníamos todos, lo hemos gastado todos y no hemos ahorrado nada, excepto los de las islas esas del cocodrilo? Y ahora, ¿cómo se lo explico al juez de paz de San Quirico, que hace días que anda detrás de mí? ¿Cómo le digo que el dinero sencillamente no está? ¡Qué es un juez, por el amor de Dios! ¡De paz! Pero ¡juez! Yo no vuelvo al pueblo. Por cierto, ¿cómo se va a esas islas? ¿Cree que allí encontraré un empleo?».