Escena I
(Palestrión, Periplectómeno, Pleusicles)
PALESTRIÓN.— (A los otros dos dentro de la casa). Esperaos ahí un momento, Pleusicles, dejadme a mí primero inspeccionar si no hay por alguna parte una emboscada contra la asamblea a celebrar, porque necesitamos ahora un lugar seguro, donde no pueda ningún enemigo hacerse con los despojos de nuestro plan, [600] que un plan bueno deja de serlo si cae en poder del enemigo, ni es posible otra cosa sino que, si le aprovecha a él, te haga daño a ti; y es que pasa muchas veces el dejarse atrapar un plan bien pensado si no se escoge con cuidado y precaución el lugar para las discusiones. [605] Y si los enemigos llegan a conocimiento de tu plan, te tapan la boca y te atan las manos, y lo que tú querías hacer con ellos te lo hacen ellos a ti. Voy a mirar bien, no sea que o por la izquierda o por la derecha haya apostado algún cazador con redes provistas de orejas. Desde aquí hasta el final de la plaza no veo más [610] que un desierto; voy a llamarlos; ¡eh, Periplectómeno, Pleusicles, salid!
PERIPLECTÓMENO.— Aquí estamos a tus órdenes.
PALESTRIÓN.— Fácil es mandar cuando se trata de buenos sujetos. Y ahora ¿qué os parece: lo hacemos así como hemos pensado dentro?
PERIPLECTÓMENO.— Yo creo que nada puede ser más a propósito para nuestros planes.
PALESTRIÓN.— Y tú, Pleusicles, ¿qué dices?
PLEUSICLES.— ¿Me va a parecer mal a mí lo que os parece bien a vosotros? [615] No tengo yo otra persona que sea más adicta que tú, Periplectómeno.
PALESTRIÓN.— Muy bien dicho, tienes toda la razón.
PERIPLECTÓMENO.— Qué otra cosa podía esperarse de él.
PLEUSICLES.— Pero, si digo la verdad, toda esta historia me agobia y me atormenta física y psíquicamente.
PERIPLECTÓMENO.— ¿Qué es lo que te atormenta? Habla, pues.
PLEUSICLES.— El venirte a ti a tu edad con estas niñerías impropias de ti y de una persona de tu talla, [620] el que por causa mía te pongas a ello con toda tu alma para ayudarme en mis amores y que hagas cosas que a tu edad suelen más bien rehuirse que buscarse; me da apuro el cargarte a tus años con todas estas complicaciones.
PALESTRIÓN.— Pleusicles, si te da apuro de algo de lo que haces, tienes verdaderamente una forma nueva de amar; [625] joven, tú no estás enamorado, eres más bien la sombra de un amante que no un enamorado de verdad.
PLEUSICLES.— ¿Es que está bien acaso dar que hacer a una persona en esta edad por culpa de mis amores?
PERIPLECTÓMENO.— ¿Qué dices?, ¿es que te parezco estar tan a punto para el otro mundo que soy ya un hombre con un pie en la sepultura? [630] ¿Tan viejo te parezco? Después de todo, no tengo más de 54 años y veo como un lince, estoy ágil de pies y de manos.
PALESTRIÓN.— En serio, a pesar de sus canas, por su manera de ser no parece un viejo; no ha perdido ni un punto de su peculiar noble condición, que es pero que de primera.
PLEUSICLES.— Por experiencia sé la razón que tienes, Palestrión: este hombre tiene, desde luego, tanta comprensión como una persona joven.
PERIPLECTÓMENO.— [635] Precisamente, querido amigo, mientras más a prueba me pongas, más tendrás ocasión de experimentar mi indulgencia para con tus amores.
PLEUSICLES.— ¿Y para qué enterarse de lo que ya se sabe?
PERIPLECTÓMENO.— ***[29]. Para que hagas tú la experiencia por ti mismo, que alguien que no ha estado nunca enamorado, difícilmente podrá hacerse cargo de la situación ajena; [639-640] y es que yo siento aún anidar en mí el fuego del amor y la savia de la vida, ni estoy tan reseco como para no querer cuentas con todo lo que significa contento y placer. Yo tengo sentido del humor y soy un huésped bien visto en todas partes; yo no le quito a nadie la palabra en una conversación y sé muy bien abstenerme de despropósitos en un convite, [645] hablar cuando me corresponde y guardar silencio cuando le toca el turno de hablar a otro; jamás se me ocurre escupir ni carraspear ni sonarme a la mesa; en fin, es que no en vano he nacido en Éfeso, y no en Apulia, no soy de Anímula[30] .
PALESTRIÓN.— ¡Qué tipo más simpático este viejo a medias, si es que realmente tiene las cualidades que dice!, [650] desde luego, ha mamado la simpatía con la leche de la madre.
PERIPLECTÓMENO.— Pues aún te voy a resultar más simpático por mis hechos que por mis dichos; y es que yo en un convite jamás me pongo a emprenderla con la amiga de otro, ni me adelanto a tomar de la carne ni la copa, ni surge nunca por culpa mía, por haberme propasado con el vino, conflicto alguno entre los comensales; [655] si es que alguno se pone molesto, me marcho a casa, interrumpo la conversación; yo, cuando estoy a la mesa, me doy a Venus, al amor, al placentero esparcimiento.
PALESTRIÓN.— Verdaderamente que la nota más destacada en tu carácter es la jovialidad: dame tres hombres de la misma clase, y te los pagaré a precio de oro[31].
PLEUSICLES.— Yo te aseguro que te será imposible encontrar otro hombre de la misma edad con más simpatía, [660] ni nadie que te sea un amigo tan servicial.
PERIPLECTÓMENO.— Ya verás cómo consigo que no te quede sino conceder que me porto realmente como un joven, porque, sea lo que sea, me encontrarás siempre a tu disposición para ayudarte con mis servicios: ¿que te hace falta un patrono adusto, iracundo? ¡Aquí me tienes! ¿Te hace falta uno manso? Dirás que lo soy más que la mar en calma [665] y más apacible que el soplo del céfiro. Igual soy capaz de servirte de comensal con un humor de perlas que de bufón como no hay otro, que te hago a la perfección la compra para un festín; y si es que se trata de bailar, no habrá marica que sea capaz de igualárseme con sus contoneos.
PALESTRIÓN.— (A Pleusicles.) Si te dieran a escoger, ¿qué te parecería deseable para ti, aparte de todas esas cualidades?
PLEUSICLES.— [670] El poder dar pruebas de un agradecimiento adecuado a tus servicios, y lo mismo digo en tu caso, que ya son muchos los trastornos que os estoy ocasionando a los dos. También me pesa el estarte ocasionando tantos gastos, Periplectómeno.
PERIPLECTÓMENO.— Pues eso es una tontería, que lo que gastas con una mala mujer o con un enemigo es cosa perdida, pero en un buen huésped y un amigo son los gastos una ganancia. [675] También lo que empleas en el culto divino es para una persona de cabeza una ganancia[32]. Yo, gracias a los dioses, tengo lo suficiente para ofrecerte hospitalidad de buena gana; come, bebe, disfruta a placer en mi compañía, llena tu alma de optimismo: libre es mi casa, libre quiero gozar de la vida; [680] porque yo, gracias a los dioses puedo decirlo, hubiera podido por mis riquezas casarme con una mujer rica y noble; pero mira, no tengo ganas de meter en mi casa a alguien que me esté siempre ladrando.
PALESTRIÓN.— ¿Por qué?, los hijos dan muchas alegrías.
PERIPLECTÓMENO.— Te juro que mucha más alegría da el gozar tú de tu libertad.
PALESTRIÓN.— Tú eres una persona que sabe tomar sabias decisiones no sólo para los demás, sino también para sí misma.
PERIPLECTÓMENO.— [685] Desde luego que es muy hermoso el casarse con una mujer buena, si es que hubiera en el mundo donde se la pudiera encontrar; pero ¿me voy yo a casar con una mujer que no me diga nunca: «Marido, cómprame lana que te haga una capa suave y caliente y un buen traje de invierno, que no te hieles cuando llegue el frío»? ¿Te crees que vas a oír alguna vez una cosa así de tu mujer? [690] No, sino que antes del canto del gallo me despertará y me dirá: «Marido mío, dame para que pueda hacer un regalo a mi madre para primeros de mes[33], dame para que pueda hacer dulces, dame para que tenga de donde dar algo por las fiestas de Minerva[34] , a la exordista[35] , a la intérprete de los sueños, a la adivina y la profetisa; es una verdadera vergüenza si no se le manda nada a la vidente que sabe leer los movimientos de las cejas[36]; [695] bueno, y a la mujer que me dobla la ropa no está ni medio bien el no hacerle un regalo; y la de la cera[37] ya hace tiempo que está enfadada conmigo porque no ha recibido nada; y luego la comadrona, que se me ha quejado de que era muy poco lo que le había mandado; qué, ¿no le vas a mandar algo a la nodriza de los esclavos?». Todos estos gastos y perjuicios por el estilo [700] que traen consigo las mujeres son los que me retienen de tomar una esposa que me venga luego con historias parecidas.
PALESTRIÓN.— Tú gozas del favor de los dioses; porque te juro que, si llegas a perder esa libertad, no te será fácil el volver a recuperarla en ese grado.
PLEUSICLES.— Por otra parte, es una honra, cuando se es de noble familia y se poseen grandes riquezas, el criar hijos para perpetuar el nombre de la familia y el propio.
PERIPLECTÓMENO.— [705] Y teniendo muchos parientes, ¿qué necesidad tengo de hijos? Así vivo feliz y como quiero y me viene en gana; a mi muerte entregaré y repartiré mis bienes entre mis parientes; ellos andarán a mi alrededor, se ocuparán de mí, vendrán a ver cómo me encuentro, si es que quiero algo. Antes de ser de día están ya aquí y me preguntan que cómo he pasado la noche. [710] Las personas que me regalan, a ésas tendré yo por mis hijos: ¿que están de matanza para un sacrificio?, me dan a mí de lo que ellos se quedan para sí mismos, me llevan al banquete, me invitan a sus casas a almorzar, a cenar; como postergado se siente el que menos da. Ellos rivalizan entre sí con sus regalos y yo me digo para mis adentros: [715] están esperando a tragarse mis bienes, por eso me ceban y me regalan a porfía.
PALESTRIÓN.— Tú tienes mucho talento para organizarte tu vida; si no te falta de nada, es como si tuvieras dos y tres hijos.
PERIPLECTÓMENO.— Desde luego que, si hubiera tenido hijos, no serían pocas las penas que me hubieran causado: [719-720] no tendría ni un momento de respiro: si uno tuviera fiebre, pensaría si se me iba a morir; si se cayera borracho al suelo o del caballo, tendría miedo de que se hubiera partido una pierna o la crisma.
PLEUSICLES.— Este hombre es una persona digna de poseer riquezas y de gozar de una vida larga, porque sabe conservar sus bienes, disfrutar de ellos y servir a sus amigos.
PALESTRIÓN.— [725] ¡Sí, señor, una persona encantadora! Por todos los dioses y las diosas, cuánto mejor hubiera sido que la providencia divina hubiera dispuesto que no todos lleven un mismo género de vida. ¿No veis la forma en que los buenos inspectores de los mercados tasan las mercancías?, a las buenas les ponen el precio por el que merecen ser vendidas con arreglo a su calidad, y asimismo tasan las malas de forma que causen pérdidas a los que las ofrecen. [730] Igual debían haber ordenado los dioses la vida de los mortales: a los de buen natural, darles vida larga, a los malos y a los sinvergüenzas, quitársela en seguida. Si así estuvieran dispuestas las cosas, habría muchas menos malas personas y no se atreverían tanto a cometer malas acciones, [735] y encima resultarían más bajos los costes de vida para la gente de bien.
PERIPLECTÓMENO.— Es una necedad y una ignorancia el criticar los designios de los dioses y el hacerles reproches. Pero dejemos el tema. Yo voy ahora a hacer la compra, mi querido huésped, para acogerte en mi casa con esplendidez, las atenciones y el obsequio dignos de tu persona y de la mía.
PLEUSICLES.— [740] No son pocos los gastos que me parece haberte ocasionado ya, que no es posible el alojarse un huésped en casa de un amigo sin resultar molesto pasados tres días, y si son diez los que se queda, entonces eso es ya el cuento de nunca acabar[38] y aun en el caso de que el dueño de la casa no lo lleve a mal, la servidumbre protesta.
PERIPLECTÓMENO.— [745] Yo, querido huésped, tengo hechos los esclavos a servirme, no a que ellos sean los que me den órdenes a mí o a que sea yo el que esté sujeto a ellos; si les resulta molesto lo que es agradable para mí, ellos reman bajo mi mando y tienen que hacer lo que les molesta, aunque sea por medio de castigos y a la fuerza. Pero ahora, como dije, me voy a la compra.
PLEUSICLES.— [750] Si te empeñas, como quieras, pero no te pases de la raya, no hagas demasiados gastos; a mí me basta con cualquier cosa.
PERIPLECTÓMENO.— Déjate de dichos tan viejos y tan trillados; mi querido huésped, al hablar así no haces sino lo que todos; cuando están a la mesa y se trae la cena, dicen: a qué tales gastos sólo por causa nuestra; [755] de verdad, tú estás loco, si eso hubiera bastado para diez personas. Protestan de que se haya comprado tanto y cuanto por causa suya, pero luego cogen y se lo comen.
PALESTRIÓN.— Desde luego que así es: ¡no sabe nada éste!
PERIPLECTÓMENO.— Y luego a esos mismos no los oirás nunca decir cuando ven la mesa tan bien abastada: di que se lleven eso; retira esa fuente; [760] llévate ese jamón, yo no lo quiero; toma aquel asado de cerdo; este congrio estará también muy bueno frío, llévatelo, anda, quítalo de la mesa. A ninguno de ésos les oirás hablar así, sino que se abalanzan y se te echan casi encima de la mesa al coger las cosas.
PALESTRIÓN.— Mira qué bien sabe un hombre tan correcto describir las incorrecciones ajenas.
PERIPLECTÓMENO.— Pues no he dicho ni la mitad, y si hubiera tiempo todavía podría decir mucho más.
PALESTRIÓN.— [765] Bien, ahora más vale ocuparnos primero de lo que traemos entre manos. A ver, atendedme los dos. Yo necesito tu ayuda, Periplectómeno, porque se me ha ocurrido una bonita estratagema para dejar bien esquilado al militar este de la cabellera y para darle posibilidad a nuestro enamorado joven [770] y a Filocomasio de que se la lleve y se quede con ella.
PERIPLECTÓMENO.— A ver, danos noticia de ese plan.
PALESTRIÓN.— Y tú dame ese anillo que llevas.
PERIPLECTÓMENO.— ¿Para qué lo quieres?
PALESTRIÓN.— Cuando lo tenga, entonces te daré razón de mis artimañas.
PERIPLECTÓMENO.— Puedes servirte de él, aquí lo tienes.
PALESTRIÓN.— Y tú recibe a cambio el plan del engaño trazado.
PERIPLECTÓMENO.— Somos todo oídos.
PALESTRIÓN.— [775] Mi amo es un especialista en mujeres casadas como pienso que no ha existido ni existirá jamás otro igual.
PERIPLECTÓMENO.— Soy de la misma opinión.
PALESTRIÓN.— Él dice siempre que es más guapo que un Adonis[39], y por eso asegura que le persiguen todas las mujeres de Éfeso.
PERIPLECTÓMENO.— Te juro que hay muchos que desearían que estuvieras mintiendo, [780] pero yo me creo muy bien que es así como dices: o sea, Palestrión, procura no extenderte demasiado.
PALESTRIÓN.— ¿Puedes tú proporcionarme una mujer atractiva, ladina, con gracejo?
PERIPLECTÓMENO.— ¿La quieres que sea libre de nacimiento o una liberta?
PALESTRIÓN.— [785] Eso me da igual, con tal que me proporciones una que sea interesada, que viva del oficio y que tenga chispa; de corazón, nada, porque no hay una que lo tenga.
PERIPLECTÓMENO.— ¿Una con experiencia o una principianta?[40]
PALESTRIÓN.— Con toda su salsa, lo más atractiva posible y muy, muy joven.
PERIPLECTÓMENO.— Yo tengo una así, una de mi servicio, una golfa muy jovencilla. [790] Pero ¿para qué la quieres?
PALESTRIÓN.— Para que la traigas a tu casa y la presentes aquí arreglada como si fuera una señora, bien peinada con sus trenzas y sus cintillos, y que haga como que es tu mujer; eso es lo que le tienes que decir.
PERIPLECTÓMENO.— No sé por dónde vas.
PALESTRIÓN.— Pues espera y lo sabréis. Pero ¿tiene esa que dices también una esclava?
PERIPLECTÓMENO.— Una más lista que lista.
PALESTRIÓN.— [795] Ésa también nos hace falta. Dile a la joven y a su esclavita que haga ella como que es tu mujer y que se muere por nuestro militar (hablando cada vez más alto) y como si le hubiera dado este anillo a su sirvienta y ella luego a mí para que se lo dé al militar y como si yo hiciera de tercero en el asunto.
PERIPLECTÓMENO.— Te oigo, te oigo, no me dejes sordo a fuerza de gritos[41], [799] por favor, yo tengo buen oído ***.
PALESTRIÓN.— [800] Cuando las tengas instruidas, iré al militar y le daré el anillo: le diré que me lo ha traído y me lo ha dado tu mujer para que la pusiera en tratos con él… Tal como yo me lo conozco, ¡le entrarán unas ganas al pobre! Porque no hay nada que le atraiga tanto al muy bribón como las mujeres casadas.
PERIPLECTÓMENO.— Así le hubieras encargado al sol en persona que te la buscara, no te hubiera encontrado otras dos jóvenes más al pelo para este asunto. Tú tranquilo.
PALESTRIÓN.— [805] Entonces, hala; pero la cosa corre prisa (se va Periplectómeno). Y ahora, tú, Pleusicles, escúchame.
PLEUSICLES.— Estoy a tus órdenes.
PALESTRIÓN.— Cuando vaya el militar a vuestra casa, no se te vaya a ocurrir pronunciar el nombre de Filocomasio.
PLEUSICLES.— Pues ¿cómo la tengo que llamar?
PALESTRIÓN.— Justa.
PLEUSICLES.— O sea, como hemos dicho antes.
PALESTRIÓN.— Estupendo, hale.
PLEUSICLES.— Yo lo tendré presente. Pero me gustaría saber para qué.
PALESTRIÓN.— [810] Yo te lo diré cuando venga a cuento; ahora, calla. El otro ya está representando su papel, a ti te tocará la vez en seguida.
PLEUSICLES.— Me meto en casa entonces.
PALESTRIÓN.— ¡Mucho ojo con lo que te he encargado!
* * * *
Escena II
(Palestrión, Lurción)
PALESTRIÓN.— (Solo). ¡Qué líos tan grandes que organizo, menudas las armas que manejo! Verás cómo dejo hoy al militar sin su amiga, si es que mis soldados se portan con disciplina. [815] Voy a llamar al otro: ¡eh, tú, Escéledro, sal aquí a la puerta, si no tienes otra cosa que hacer, soy yo, Palestrión!
LURCIÓN.— (Saliendo de casa del militar). Escéledro no puede salir ahora.
PALESTRIÓN.— ¿Por qué?
LURCIÓN.— Está dormido sorbiendo.
PALESTRIÓN.— ¿Sorbiendo?
LURCIÓN.— [820-821] Roncando quiero decir, pero como es casi lo mismo cuando roncas, que no parece sino que sorbes…
PALESTRIÓN.— Pero bueno, ¿es que está Escéledro ahí en casa durmiendo?
LURCIÓN.— Sí, pero no en lo que se refiere a la nariz, porque menudos silbidos que le hace pegar.
PALESTRIÓN.— Ése, como es bodeguero, se ha tomado unas copas de contrabando, al poner el nardo en el vino[42]. [825] ¡Eh, tú, Sinvergüenza, tú, su vicebodeguero!
LURCIÓN.— ¿Qué hay?
PALESTRIÓN.— ¿Cómo se ha permitido quedarse dormido?
LURCIÓN.— ¿Cómo? Pues cerrando los ojos, digo yo.
PALESTRIÓN.— No es eso lo que te pregunto, ladrón; sal aquí afuera. Muerto eres si no me dices la verdad: ¿le has dado tú el vino?
LURCIÓN.— No.
PALESTRIÓN.— ¿Lo niegas?
LURCIÓN.— [830] Y tanto que lo niego, como que me ha prohibido él que lo diga; ni le he sacado ocho cuartillos en la jarra ni se lo ha echado él al coleto calentito durante el almuerzo.
PALESTRIÓN.— Ni tú has bebido junto con él, ¿verdad?
LURCIÓN.— Mal rayo me parta si es que he bebido o pude beber.
PALESTRIÓN.— Pero ¿por qué?
LURCIÓN.— [835] Porque me lo tomé a sorbos; estaba demasiado caliente, me quemaba la garganta.
PALESTRIÓN.— No está mal la cosa: unos hartos de vino, y otros… a beber agua con vinagre. ¡Bonito par estáis hechos de jefe y ayudante al frente de nuestra bodega!
LURCIÓN.— Pues lo mismo harías tú si fueras el que estuviera al frente de ella. [839-840] Como no nos puedes imitar, por eso nos lo tomas a mal a nosotros.
PALESTRIÓN.— ¿Acaso no he sido yo nunca bodeguero en mi vida? Contéstame, bribón, y para que lo sepas, te aviso: Lurción, si no dices la verdad, perecerás en la horca.
LURCIÓN.— [845] ¿Ah, sí? Para que tú te chives de que lo he dicho y luego cojan y me priven de poder forrarme en la bodega, y tú, si te ponen allí de encargado, te busques otro ayudante.
PALESTRIÓN.— En serio que no. Hale, háblame con tranquilidad.
LURCIÓN.— De verdad que yo no he visto sacar el vino, sino sólo que él me decía que lo sacara y yo entonces iba y lo sacaba.
PALESTRIÓN.— [850] Por eso estaban las ánforas[43] tantas veces boca abajo.
LURCIÓN.— No, no, no era por eso por lo que se tambaleaban tanto las ánforas, sino que había en la bodega una esquinilla así un poco resbaladiza y allí mismo había junto a las ánforas una jarra de a litro, que solía llenarse hasta diez veces al día; yo mismo la he visto llenarse y vaciarse; [855] cuando a la jarra le entraba la locura de Baco, otra vez que empezaban a tambalearse las ánforas.
PALESTRIÓN.— Hale, hale, dentro ya; menudas bacanales os organizáis ahí en la bodega. Te juro que ahora mismo voy y traigo al amo del foro.
LURCIÓN.— [860] ¡Muerto soy! El amo me mandará a la horca cuando vuelva y se entere de lo ocurrido, por no habérselo dicho. Qué diablos, yo me escapo a donde sea y así aplazo el castigo; (al público) no se lo digáis a éste, por favor, os lo suplico.
PALESTRIÓN.— ¿Adónde vas?
LURCIÓN.— Tengo que hacer un mandado; ahora mismo estoy de vuelta.
PALESTRIÓN.— ¿Un mandado?, ¿a quién?
LURCIÓN.— A Filocomasio.
PALESTRIÓN.— Venga, hale, vuelve en seguida.
LURCIÓN.— [865] Por favor, si se reparten los palos, quédate con mi parte en mi ausencia.
PALESTRIÓN.— Ahora caigo en la cuenta de lo que trama Filocomasio: como Escéledro está durmiendo, ha mandado a su sustituto fuera, mientras que ella se pasaba a la otra casa. Me parece muy bien. [870] Pero ahí viene Periplectómeno con la joven que le encargué, y es guapísima. Los dioses están con nosotros. Menudo atuendo trae: desde luego, no parece una golfa. Se me está dando el asunto pero que de maravilla.
* * * *
Escena III
(Periplectómeno, Acroteleutio, Milfidipa, Palestrión)
PERIPLECTÓMENO.— Acroteleutio, ya te he explicado en casa punto por punto y lo mismo a ti, Milfidipa, de lo que se trata. [875] Si es que no habéis caído bien en la cuenta de nuestra estratagema y de la trampa en que le queremos hacer caer al militar, os lo vuelvo a explicar ahora de nuevo; en el caso de que estéis bien enteradas, entonces podemos cambiar de conversación.
ACROTELEUTIO.— Pues no, que no sería buena simpleza y necedad de parte mía el mezclarme en asuntos ajenos o prometerte mi como colaboración [880] si es que no supiera yo traérmelas de mala y de ladina en tales menesteres.
PERIPLECTÓMENO.— Así y todo, vale más no quedarse corto en lo que se refiere a instrucciones.
ACROTELEUTIO.— ¡Pues sí, que no es ningún secreto la falta que le hace a una fulana que se las den! En cuantito que empezaste a hablar, yo misma he sido la que te he dicho la forma en que había que timar al militar.
PERIPLECTÓMENO.— [885] De todos modos, a nadie le sobra un buen consejo, que a muchos he visto yo echarse atrás de un buen camino antes de haberlo empezado.
ACROTELEUTIO.— Las mujeres, si es que se trata de hacer algo con maldad y malicia, tienen una memoria inmortal y sempiterna para tenerlo todo presente; en cambio, si tienen que portarse como buenas personas, [890] entonces es cuando se vuelven en seguida olvidadizas, entonces no pueden acordarse de pronto de nada.
PERIPLECTÓMENO.— O sea que de eso es de lo que tengo miedo, porque tenéis que hacer ahora una cosa y la otra: lo que hagáis de mal al militar, resultará en provecho mío.
ACROTELEUTIO.— Mientras que hagamos algo bueno sin darnos cuenta, no tengas miedo.
PERIPLECTÓMENO.— [894-895] ¡Malas piezas sois las mujeres!
ACROTELEUTIO.— No te apures, que yo me sé otros peores con quienes tienen que habérselas.
PERIPLECTÓMENO.— Bien empleado os está. Venid conmigo.
PALESTRIÓN.— (Aparte). Me estoy deteniendo en salirles al encuentro. (En voz alta). Me alegro de verte bien y en tan buena compaña.
PERIPLECTÓMENO.— Vienes muy a punto, Palestrión. Ea, aquí tienes las jóvenes que me encargaste traerte y con el atuendo que dijiste.
PALESTRIÓN.— [900] Estupendo, bien venido. Se te saluda, Acroteleutio.
ACROTELEUTIO.— (A Periplectómeno). Oye, dime: ¿quién es éste, que me nombra como si me conociera de toda la vida?
PERIPLECTÓMENO.— Éste es nuestro arquitecto.
ACROTELEUTIO.— Hola, arquitecto.
PALESTRIÓN.— Hola, joven. Pero una cosa: ¿te ha dado este Periplectómeno una buena carga de avisos?
PERIPLECTÓMENO.— Las traigo a las dos instruidas a cada cual más y mejor.
PALESTRIÓN.— Quiero saber cómo; estoy temblando, no sea que vayáis a meter la pata.
PERIPLECTÓMENO.— [905] Yo no les he dicho ni más ni menos que lo que tú me has encargado.
ACROTELEUTIO.— O sea, que quieres que se le tome el pelo al militar tu amo, ¿no?
PALESTRIÓN.— Exacto.
ACROTELEUTIO.— Todo está dispuesto a las mil maravillas, con vista, a pedir de boca y con chispa.
PALESTRIÓN.— Sabes que quiero que figures que eres la esposa de éste (Periplectómeno).
ACROTELEUTIO.— De acuerdo.
PERIPLECTÓMENO.— Y que hagas como que estás enamorada del militar.
ACROTELEUTIO.— Tú tranquilo.
PALESTRIÓN.— [910] Y como si fuéramos una esclava tuya y un servidor los que mediáramos en buscarle este arreglo.
ACROTELEUTIO.— Tú, desde luego, podías ganarte la vida como adivino, porque estás prediciendo todo el futuro.
PALESTRIÓN.— Y como si tu criada me hubiera traído este anillo de tu parte para que yo se lo dé al militar en nombre tuyo.
ACROTELEUTIO.— Exacto.
PERIPLECTÓMENO.— ¿A qué tantos avisos, si están más que avisadas?
ACROTELEUTIO.— [915] Más vale así. Amo mío de mi alma, tú date cuenta: cuando un constructor es bueno una vez que ha metido en el arsenal el armazón bien delineado de un barco, es fácil construirlo[44]; nosotros tenemos ahora nuestro barco bien puesto en grada y no nos faltan obreros o ingenieros que saben su oficio; [920] si el contratista que nos ha de suministrar la madera no nos causa problemas con darnos lo que necesitamos, nosotras nos las pintamos solas, ya verás qué pronto está la nave a punto.
PALESTRIÓN.— ¿Entonces conoces tú a mi amo el militar?
ACROTELEUTIO.— Me extraña que me lo preguntes. ¿Cómo no voy a conocerlo, si no hay quien no lo aborrezca, un hombre que no sabe sino echar bravatas, con esa cabeza llena de ricitos, ese especialista en casadas apestando a perfume?
PALESTRIÓN.— ¿Y él te conoce acaso a ti?
ACROTELEUTIO.— [925] No me ha visto jamás, ¿cómo va a saber quién soy?
PALESTRIÓN.— Hablas que es un primor: o sea que ya verás, nos va a salir todo de maravilla[45] .
ACROTELEUTIO.— Tú pones aquí al militar y no te preocupes de nada más. Verás qué bonitamente le tomo el pelo, y si no, échame a mí toda la culpa.
PALESTRIÓN.— Hale, pues, entraos, y a llevar el asunto con cabeza.
ACROTELEUTIO.— Tú a lo tuyo.
PALESTRIÓN.— [930] Hala, Periplectómeno, llévatelas dentro; yo me voy al foro a buscar al militar y le daré el anillo y le contaré que me lo ha dado tu mujer y que está perdida por él. En cuanto que volvamos de la plaza, nos mandáis a ésta (Milfidipa) como si viniera en misión secreta.
PERIPLECTÓMENO.— De acuerdo, no te preocupes de eso.
PALESTRIÓN.— [935] Vosotros estad a lo vuestro, que yo os lo traigo ahora mismo ya con una buena carga encima.
PERIPLECTÓMENO.— Hala, mucho éxito. (Se va). Si consigo que mi huésped se apodere hoy de la amiga del militar y se la lleve a Atenas, [939-940] si conseguimos amañar nuestra artimaña, ¡menudo es el regalo que te voy a hacer!
ACROTELEUTIO.— ¿La amiga está dispuesta a colaborar?
PERIPLECTÓMENO.— A las mil maravillas.
ACROTELEUTIO.— Estoy segura de que nos saldremos con la nuestra: échale las picardías de tres mujeres juntas y verás cómo no tengo miedo de que nadie nos deje chicas en cuestiones de engaños y trapacerías.
PERIPLECTÓMENO.— [945] Vámonos, pues, dentro para deliberar con calma, que pongamos por obra nuestros propósitos con exactitud y como lo vide la cosa, para que no haya titubeos cuando venga el militar.
ACROTELEUTIO.— Venga, tú eres el que nos detienes.