Introducción

El Miles gloriosus es una de las comedias de más éxito de Plauto, sea cual sea su relación con el original griego, del que no se conoce más que el título, Alazán[16], por noticia del prólogo, y haya o no haya contaminado el poeta, cuestiones ambas tan traídas y llevadas por la crítica[17]. Se suele atribuir el Miles a la primera época de la actividad del autor, a causa de su pobreza de ritmos, al igual que el Mercator; por una alusión al encarcelamiento del poeta Nevio (v. 211 y sigs.), habría que datar la obra hacia el 205 antes de nuestra era. Así y todo, no se puede dejar de reconocer que el Miles supone uno de los puntos más altos de toda la obra del poeta; es una obra plautina cien por cien, una obra en que el autor se supera a sí mismo en cuanto a efectos cómicos, una pieza que no es posible leer, y menos aún ver representada, sin reír casi continuamente a más y mejor.

El argumento no es complicado: durante una ausencia del joven ateniense Pleusicles, Pirgopolinices, un militar de Éfeso —un Fondottiero tipico del mundo alejandrino, que al frente de tropas mercenarias ofrecía sus servicios a algún rey— consigue introducirse en casa de la amiga de Pleusicles, apoderarse de ella y llevársela a la fuerza consigo a Éfeso. Palestrión, esclavo de Pleusicles, que marcha en busca de su amo para darle cuenta de lo sucedido, es capturado por unos piratas y entregado como esclavo precisamente al militar de Éfeso. Desde allí escribe a su anterior amo, que se presenta en Éfeso, alojándose en casa de un amigo de su padre, el viejo Periplectómeno, que vive precisamente en la casa contigua a la del militar. Un pasadizo abierto secretamente en la pared medianera entre las dos casas va a ser causa de algunas complicaciones, pero no impedirá el éxito final: el guardián personal de la joven Filocomasio, Escéledro, la ha visto besarse con un desconocido en casa del vecino, pero al fin termina por creerse la historia de que se trata de una hermana gemela de Filocomasio venida de Atenas con su amigo. La próxima víctima va a ser el militar en persona. Periplectómeno, el viejo vecino, le busca a Palestrión dos jóvenes, una de las cuales se hace pasar por esposa del viejo, mientras la otra, su esclava, hará de intermediaria para llevar al militar el mensaje de su ama, perdidamente enamorada de él. El militar cae en la trampa, despide a Filocomasio, a la que en nombre de su supuesta hermana y de su madre se presenta a recoger Pleusicles, bajo disfraz de patrón de navío, y acude a casa de Periplectómeno en busca de la que piensa va a ser su nuevo amor; en realidad le esperan allí el viejo y sus esclavos convenientemente armados, y sólo a duras penas consigue escapar al merecido castigo, mientras Filocomasio, Pleusicles y Palestrión navegan rumbo a Atenas.

Como cobertura a la pieza sirve una escena insuperable de presentación del militar en diálogo con su gorrón Artotrogo, personaje protático que no vuelve a aparecer luego en el curso de la obra. A continuación va el prólogo, en boca del esclavo Palestrión (hasta el v. 155). El militar desaparece hasta el v. 947. Todo este espacio está reservado a los diversos preparativos para cogerle en la trampa —con una especie de excurso sobre la persona del viejo Periplectómeno en los vv. 596-764—. Una vez bien delineado el plan, puede volver a aparecer el militar en escena (v. 946 hasta el final, v. 1437). Si bien el largo excurso parece salirse hasta cierto punto de lo que en sí pide el argumento de la obra, en los 500 versos finales queda el público bien compensado del intermedio: la comicidad de lo que sigue es tal, que ni los mismos personajes pueden contener la risa, cuánto menos, naturalmente, los espectadores —¿quizá se trata de una condescendencia del poeta con los actores, no fuera que empezaran a reír a destiempo en escena juntamente con el público?—.

El efecto cómico queda conseguido de manera total, y eso a pesar de la técnica especial de presentar la acción, que en sí va doblemente ofrecida: los personajes deliberan ante el público sobre su plan, Palestrión instruye a los otros personajes de lo que han de hacer —se trata más o menos de una narración—, y a ello sigue luego su realización en forma dramática en la ficción de la escena. Y a pesar de tales reiteraciones, es tan perfecto el juego de los recursos cómico-dramáticos, que, como se acaba de decir, ni los mismos personajes pueden contener la risa.

Las diversas figuras típicas de la comedia están aquí trazadas de manera magistral: Periplectómeno, el viejo jovial y comprensivo; Pleusicles, el joven galán, esta vez con rasgos aún más acentuados de timidez, apocado, escrupuloso, lleno de miramientos, se diría que en la luna (piénsese en su monólogo de los vv. 1284-1297, cuando aparece disfrazado de patrón de navío para recoger a Filocomasio y empieza —en momentos tan inoportunos, de tanto peligro— a discurrir sobre la calidad moral de su manera de proceder y hasta a perderse en consideraciones mitológicas… —un o de los momentos de más refinada t omicidad de la pieza—, hasta que el ver a Palestrión y al militar le hace caer en la cuenta de que no es ocasión para ello). ¿Y el tipo del militar fanfarrón? En ninguna otra de las comedias plautinas en donde aparece (Bacchides, Curculio, Poenulus) es presentado de manera tan acabadamente cómico— grotesca como aquí. Las tres figuras femeninas —Filocomasio, la heroína de la obra, Acroteleutio y Milfidipa— tampoco se quedan atrás en su desparpajo y sus refinados procedimientos femeninos. Y en fin, el tipo del fiel esclavo, dispuesto a todo por servirle los pensamientos a su amo: Palestrión, el artífice de todo el complot para la liberación de Filocomasio, es digno colega sin duda del Crísalo de las Bacchides, del Tranión de la Mostellaria o del Pséudolo de la comedia del mismo nombre, pero quizá aquí los supera a todos en cinismo y refinada astucia, sobre todo en los afiligranados equilibrios que, al borde mismo del precipicio, se atreve a hacer en la escena de despedida, y que no pueden por menos de producir el mismo efecto de suspense que las peligrosas acrobacias de un circo.

Sólo la escena final desdice de la obra —¿por qué no la hizo el poeta transcurrir entre bastidores, como en otras ocasiones, sobre todo después de la longitud de la pieza? (cf. Casina 1006; Mercator 1007 y sigs.).

Entre los numerosos descendientes literarios del Miles gloriosus citemos una traducción española, de autor desconocido, publicada en Amberes en 1555: La comedia de Plauto titulada Milite glorioso; en Italia, una refundición del veneciano L. Dolce (1508-1548), Il capitano; en Francia, el capitán Matamore de L'illusion comique de P. Corneille; en Alemania, el Horribilicribrifax de Andreas Gryphius (1616-1664) o Der grossprahlerische Offizier de Reinold Lenz (1772), etc.