Acto V

Escena I

(Esclavo de Licónides, Licónides)

ESCLAVO.— Dioses inmortales, ¡qué felicidad tan sin límite me habéis concedido! Tengo en mi posesión una olla de cuatro libras de oro. ¿Quién más rico que yo? ¿Qué otro [810] hay en Atenas a quien los dioses le sean más propicios?

LICÓNIDES.— Me parece haber oído hablar a alguien por aquí.

ESCLAVO.— Eh, ¿no es mi amo a quien diviso?

LICÓNIDES.— ¿No es ése mi esclavo?

ESCLAVO.— Él es en persona.

LICÓNIDES.— Él es, desde luego.

ESCLAVO.— Me acercaré a él.

LICÓNIDES.— Voy a su encuentro; seguro que, como le ordené, [814-815] se habrá puesto en contacto con la vieja, el aya de la muchacha.

ESCLAVO.— ¿Por qué no voy y le digo el botín que he encontrado? Luego le pediré que me conceda la libertad. Voy a hablarle: he encontrado…

LICÓNIDES.— A ver, ¿qué has encontrado?

ESCLAVO.— No lo que los chiquillos gritan que han encontrado en las habas[15].

LICÓNIDES.— ¿Ya estamos como siempre, con tus bromas?

ESCLAVO.— [820] Amo, espera, ahora te lo explico.

LICÓNIDES.— Venga pues, habla.

ESCLAVO.— Amo, he encontrado unas riquezas inmensas.

LICÓNIDES.— ¿Dónde, pues?

ESCLAVO.— Una olla, digo, de cuatro libras de oro.

LICÓNIDES.— ¿Qué es lo que oigo?

ESCLAVO.— Se la he quitado a Euclión, el viejo ese de ahí.

LICÓNIDES.— ¿Dónde está ese oro?

ESCLAVO.— En un arca, en mi cuarto. Ahora quería pedirte que me dieras la libertad.

LICÓNIDES.— [825] ¿La libertad te voy a dar yo, cúmulo de maldades?

ESCLAVO.— Vamos, amo, yo sé lo que estás pensando, anda que bien que te he tomado el pelo; ya estabas dispuesto a quitármelo. ¿Qué hubieras hecho, si lo hubiera encontrado de verdad?

LICÓNIDES.— No puedes decirme que era una broma, anda ve y devuelve el oro.

ESCLAVO.— ¿Que devuelva el oro?

LICÓNIDES.— Devuélvelo, digo, que se lo devolvamos a Euclión.

ESCLAVO.— ¿Y de dónde lo voy a sacar?

LICÓNIDES.— [830] ¿No acabas de confesar que lo tienes en un arca?

ESCLAVO.— ¡Bah!, yo soy de esa condición, de andar gastando bromas.*** Sí, eso digo.

LICÓNIDES.— ¿Sabes lo que te espera?

ESCLAVO.— ¡Maldición!, jamás lo conseguirás, así me mates.

(El final de la comedia falta en los manuscritos.)