24. El servir abnegado como forma de expresión del amor

A. El Servir

El único camino para encontrar a Dios es: verlo en Su creación y unirse a ella. Esto solo, puede hacerse sirviendo a todos. Yo soy una parte, una parcela de la totalidad y no puedo encontrar a Dios separadamente del resto de la humanidad. Mis compatriotas son mis vecinos más cercanos. Ellos se hallan tan desamparados, tan desposeídos, tan inertes que debo concentrar todas mis fuerzas en servirlos. Si me persuadiera de que puedo encontrar a Dios en una caverna del Himalaya, marcharía allí inmediatamente, pero sé que no puedo hallarlo fuera del género humano.

Harijan, 29-8-’38, p. 228

Dado que Dios me ha echado en suertes en medio del pueblo de la India, sería falso con mi Hacedor si faltara en servir a mi gente. Si no se cómo servirlos, nunca sabré cómo servir a la humanidad.

Young India, 18-8-’25, p. 211

Estoy luchando por ponerme a la altura de los que están más bajo entre Sus criaturas porque sé que a Dios se lo encuentra con mayor frecuencia entre ellos que entre los poderosos y los que están arriba. No podría hacer tal cosa sin su servicio. Ése es el motivo de mi pasión por servir a las clases oprimidas. Y dado que no puedo realizar ese servicio sin entrar en política, en eso me hallo.

Young India, 11-9-’24, p. 298

Quisiera identificarme con la aflicción del último de los seres de la India; sí, si tuviera ese poder, por mínimo que fuese, me identificaría con los pecados de los muchachitos que están bajo mi cuidado. Tengo la esperanza de que, haciéndolo así, con toda humildad, podría llegar a ver cara a cara a Dios —la Verdad.

Young India, 3-12-’25, p. 44

Te voy a dar un talismán. Siempre que te asalten dudas o cuando el yo te resulte demasiado pesado, adopta el método siguiente: Trata de recordar el rostro del hombre más pobre y desvalido que hayas conocido y pregúntate si lo que vas a hacer le puede resultar útil a ese individuo. ¿Podrá sacar de eso algún provecho? ¿Le devolverá cierto control sobre su vida y su destino? En otras palabras, ¿lo que vas a hacer contribuirá al Swaraj o autonomía de los millones de compatriotas que mueren de hambre material y espiritual?

Encontrarás así que tus dudas y tu yo se disipan.

(De una carta dirigida a un amigo).
This Was Bapu, por R. K. Prabbu, 1954, p. 48

Un joven misionero norteamericano, que se hallaba al servicio del Mahatmaji, le preguntó qué religión profesaba y qué forma adoptaría la futura religión de la India.

Su respuesta fue muy breve. Señalando a dos personas enfermas que se hallaban en la habitación, afirmó: «Servir es mi religión. El futuro no me preocupa».

This Was Bapu, por R. K. Prabhu, 1954, p. 4

Religión es servir a los desamparados. Dios se manifiesta adoptando la forma de los desamparados y los humillados.

Es cierto que he sostenido que la acción de hilar es superior a la práctica de las religiones sectarias. Pero eso no significa que estas últimas deban abandonarse. Lo que quiero decir es que hay un dharma que trasciende a los seguidores de cualquier religión y que éstos deben observar. Tal es la razón de que afirmara que un brahmán se torna un brahmán mejor, un musulmán en un musulmán mejor y un vaishnavaíta se convierte en un vaishnavaíta mejor si hacen girar la rueda (de hilar) con espíritu de servicio.

Si me fuera posible hacer girar la rueda en mi lecho de enfermo y si creyera que me ayuda a concentrarme en Dios, sin duda dejaría de lado el rosario y haría girar la rueda. Si estuviera lo bastante fuerte como para girar la rueda y me dieran a elegir entre pasar las cuentas o girar la rueda, sin duda decidiría en favor de la rueda, convirtiéndola en mi rosario, dado que encuentro que la pobreza y el hambre asuelan la tierra. Confío en que llegue un tiempo en que hasta sea un obstáculo repetir el nombre de Rama. Cuando llegue a tomar realmente conciencia de que Rama trasciende toda palabra, no tendré necesidad de repetir su nombre. La rueda de hilar, el rosario y el Ramanama tienen para mí idéntico valor. Los tres sirven al mismo fin: enseñarme la religión del servir. No puedo practicar el ahimsa sin practicar la religión de servir y no puedo hallar la verdad sin practicar la religión del ahimsa. Por lo demás, no existe otra religión que no sea la de la verdad.

Young India, 14-8-’24, p. 287

El hilar a mano no compite para desplazar a ningún tipo de industria existente y tampoco intenta hacerlo; asimismo, no se propone distraer a una sola persona físicamente capaz que pueda encontrar otra ocupación remunerativa en qué trabajar. La razón exclusiva propuesta en su favor es que se trata de lo único que ofrece una solución inmediata, practicable y permanente, a ese problema máximo con que se enfrenta la India, a saber: el ocio forzado, durante seis meses al año, de una abrumadora mayoría de la población hindú —ocio debido a la falta de una adecuada ocupación suplementaria de la agricultura, que se deriva en una hambruna crónica de las masas.

Young India, 21-10-’28, p. 368

Nos invade la vergüenza si descansamos o tomamos una comida completa, en tanto haya un solo hombre o una sola mujer físicamente capaces que estén sin trabajo o comida.

Young India, 5-2-’25, p. 48

Imaginad, entonces, qué calamidad debe ser tener 300 millones de personas sin empleo; día a día algunos millones se van quedando debido a la falta de empleo, a la carencia de autorrespeto y a la ausencia de fe en Dios. Hablarles del mensaje de Dios a esos millones de hambrientos cuyos ojos están faltos de brillo y cuyo único Dios es su pan es como dirigirse a los perros. Puedo llevarles el mensaje de Dios sólo si les llevo el mensaje del trabajo sagrado. Está bien hablar de Dios sentados ante un buen desayuno y con la perspectiva de un almuerzo mejor pero ¿cómo voy a hablarles de Dios a esos millones de personas que tienen que pasárselas sin las dos comidas diarias? Para ellos, más puede aparecérsele solo como el pan y la Manteca.

Young India, 15-10-’31, p. 310

Sostengo que es imposible la autorrealización sin el servir al más pobre, identificándose con él.

Young India, 21-10-’26, p. 364

B. El sacrificio

El cuerpo humano está hecho únicamente para servir, nunca para la lenidad. El secreto de la vida feliz estriba en la renunciación. La renunciación es vida. La lenidad apunta a la muerte. Por consiguiente, todos tienen derecho y pueden desear vivir 125 años en tanto cumplan con servir sin cuidarse de los resultados. Cada vida debe estar única y enteramente dedicada a servir. El renunciamiento hecho en pro de servir es una alegría inefable de la que nadie puede privarnos, porque ese néctar brota desde adentro y sustenta la vida. Si se tiene esa alegría no caben los lamentos y la impaciencia; sin ella, es imposible tener una vida larga, pero aun cuando fuese posible, no valdría la pena de ser vivida.

Harijan, 24-2-’46, p. 19

Por ello, este cuerpo nos fue dado solo para que con él podamos servir a toda la creación.

Al igual que el esclavo recibe comida, ropas, etc., del amo a quien sirve, así debemos aceptar agradecidamente los dones que nos han sido otorgados por el Señor del universo. Debemos llamar don a cuanto recibamos, ya que como deudores no estamos autorizados a ninguna consideración especial que nos libre de nuestras obligaciones. Por ello, no debemos inculpar al Amo si no logramos alcanzarlo. Nuestro cuerpo es algo Suyo que ha de ser estimado o desechado de acuerdo con Su voluntad. No se trata de que nos quejemos ni tampoco de que nos compadezcamos; por el contrario, llegar a realizar nuestro verdadero lugar en el esquema de Dios es un estado natural e incluso agradable y deseable. Necesitamos realmente una fuerte fe si queremos experimentar esa felicidad suprema. «No os preocupéis en absoluto por vosotros mismos, dejadle a Dios todo cuidado», parece ser un mandamiento común a todas las religiones.

Esta necesidad no debe asustar a nadie. Quien se dedique a servir con clara conciencia día a día comprenderá mejor esa necedad y continuamente aumentará la riqueza de su fe. El camino del servicio difícilmente será hollado por quien no esté preparado a renunciar a sus propios intereses y a reconocer las condiciones de su nacimiento. Todos, consciente o inconscientemente le prestamos servicios a nuestro prójimo. Si cultivamos el hábito de servir deliberadamente, nuestro deseo de servir se irá haciendo progresivamente más fuerte, elaborando no sólo nuestra felicidad sino la del mundo entero.

Por otra parte, no sólo los buenos sino todos nosotros estamos constreñidos a poner nuestros recursos a disposición de la humanidad. Y si ésa es la ley —como evidentemente lo es— la lenidad cesa de ocupar un lugar en la vida, dando lugar al renunciamiento. El someterse al renunciamiento es lo que diferencia al género humano de las bestias.

Algunos objetan que la vida así entendida se torna opaca y carente de arte y que no deja lugar para ocuparse del gobierno de la casa. Pero en este contexto renunciamiento no quiere decir abandono del mundo y retiro a un bosque. El espíritu de renunciamiento es lo que debe reglar las actividades de la vida. El jefe de familia no deja de serlo por considerar que la vida es un deber antes que una gratificación. El comerciante que opere con espíritu de sacrificio tendrá fortunas en sus manos pero, al seguir la ley, utilizará sus habilidades para servir.

En consecuencia, no engañará ni especulará, llevará una vida simple, no insultará a ningún alma viviente y perderá millones antes de dañar a alguien. No dejemos que nadie afirme que este tipo de comerciante existe solo en mi imaginación. Afortunadamente para el mundo, esta clase de personas existen en Occidente tanto como en Oriente. Es cierto que tales comerciantes se cuentan con los dedos de una mano, pero deja de ser imaginario tan pronto como se encuentre un espécimen viviente que responda a esas características. Sin duda, el trabajo es lo que les da su medio de vida a estas personas; pero la subsistencia no es la meta de su vida sino un subproducto de su vocación. Una vida de sacrificio es el pináculo del arte, revestido de verdadera alegría.

Quien pasa su vida sirviendo no se gasta en pensar en su bienestar, que deja al cuidado —o al descuido— de su Amo que está en las alturas. Por ello, nada de lo que le caiga en suerte habrá de afectarlo: tomará lo que estrictamente necesite y hará a un lado el resto. Permanecerá calmo, libre de la ira y el enojo aunque no se encuentre a gusto consigo mismo. Servir, como la virtud, lleva en sí su propia recompensa, por lo cual se contentará con ello.

El servir voluntariamente a los demás exige lo mejor de lo que uno es capaz y debe ser prioritario del servir al propio yo. En efecto, el devoto puro ha de consagrarse a servir a la humanidad sin ninguna clase de reservas.

From Yeravda Mandir, 1945, pp. 54-60

Los sacrificios pueden ser de muchas clases. Uno de ellos bien puede ser trabajar por el pan. Si todos trabajaran por su sustento y nada más, habría alimento y ocio suficientes para todos. No se elevaría entonces ningún lamento por la superpoblación y no veríamos a nuestro alrededor tanta enfermedad y tanta miseria. Trabajar así sería la forma de sacrificio más elevado. Sin duda los hombres hacen muchas cosas con su cuerpo y su mente, pero todo eso podrían ser labores de amor en pro del bien común. No habría entonces ni ricos ni pobres, ni superiores ni inferiores, ni tocables ni intocables.

Quizá éste sea un ideal inasequible; pero ésa no es razón para dejar de luchar.

Aun cuando no cumplamos enteramente la ley del sacrificio, es decir, la ley de nuestro ser, si realizamos el trabajo físico que se necesita para obtener nuestro pan cotidiano, habremos adelantado un largo trecho hacia ese ideal.

De hacerlo así, se reducirán nuestros deseos, nuestra comida se volverá muy simple. Entonces, comeremos para vivir, no viviremos para comer. A quien dude de la exactitud de esta proposición, dejémoslo que sude por su pan: encontrará que el producto de su labor tiene el mejor de los sabores, su salud mejorará y descubrirá que muchas cosas que consideraba imprescindibles eran en realidad superfluas.

¿Los hombres no pueden ganarse el pan con su trabajo intelectual? No. Las necesidades del cuerpo debe proveerlas el cuerpo. Quizá en esto se aplique bien aquello de «Al César lo que es del César».

El trabajo mental, esto es, intelectual, se relaciona con el alma y sus propias satisfacciones. Nunca debiera exigirse que sea pagada. En el estado ideal los médicos, los abogados, y otras personas semejantes debieran trabajar únicamente en beneficio de la sociedad, no para sí mismos. La obediencia a la ley de trabajar por el pan dará lugar a una revolución silenciosa en la estructura de la sociedad. El triunfo del hombre consistirá en sustituir la lucha por la existencia por el servicio mutuo. La ley del bruto será reemplazada por la ley del hombre.

Harijan, 29-6-’35, p. 156

En India existe un tipo de hombre muy peculiar que se complace en tener las menores necesidades posibles. Sólo lleva consigo un poco de harina, una pizca de sal y ajíes atados en un trapo. Cuenta con una escudilla y una cuerda para sacar agua de los pozos. No necesita nada más. Anda a pie, cubriendo 10 a 12 millas diarias. La masa que come la hace sobre el trapo, luego junta unas ramitas para hacer fuego y la cocina sobre el rescoldo. Eso se llama batí. El sabor que le encuentra no proviene del gusto que tiene sino del apetito que da la faena honesta y el contento de la mente. Ese hombre tiene a Dios por amigo y se siente más rico que cualquier rey o emperador. Dios no es amigo de quiénes codician interiormente las riquezas de los otros. Todos pueden imitar este ejemplo y gozar de una paz y una felicidad inefables, radiándolas a los demás. Por otra parte, si uno ansía riquezas, tiene que hacer uso de la explotación, sea cual fuere el nombre con que se la llame. Pero aún así, los tesoros no hacen millonarios. La verdadera felicidad se produce sólo en el contento y la camaradería de Dios.

Harijan, 21-7-’48, p. 232

La verdadera connotación de la humildad es autodisolución. La autodisolución es moksha (la salvación). El servir sin humildad es egoísmo y egolatría.

Autobiografía, 1948, p. 483

El hombre cesa de desarrollarse cuando la autosatisfacción se apodera de él; en consecuencia, se vuelve inepto para la libertad. Quien ofrece un pequeño sacrificio con espíritu humilde y religioso, pronto se da cuenta de la pequeñez de lo que ofreció. El camino del servir nos hace encontrar la medida de nuestro egoísmo; por ello, continuamente debemos desear dar más sin darnos por satisfechos hasta que haya una entrega completa.

Young India, 29-9-’21, p. 306

No es antes que nos hayamos reducido a la nada que podremos dominar el mal que hay en nosotros. Dios exige nada menos que la entrega completa como precio de la única libertad real que vale la pena tener. Entonces, cuando el hombre se pierde a sí mismo, inmediatamente se vuelve a encontrar en el servir a todo lo viviente y esto se vuelve su gozo y su holganza. Se torna un hombre nuevo que nunca se cansará de emplearse en el servir a la creación de Dios.

Young India, 20-12-’28, p. 420