No me interesa criticar las escrituras de las religiones o señalar sus defectos. Sin embargo, es y seguirá siendo privilegio mío proclamar y practicar las verdades que pueda haber en ellas. Por ello, no critico ni condeno las cosas del Corán o de la vida del Profeta que no puedo comprender. Pero me congratulo ante cada oportunidad que se presenta de expresar mi admiración por los aspectos de su vida que he sido capaz de apreciar y comprender. En cuanto a las cosas que presentan dificultades, estoy contento de verlas a través de los ojos de mis amigos, los devotos musulmanes, en tanto trato de comprenderlas con la ayuda que me brindan los escritos de los eminentes muslimes, intérpretes del islamismo. Solo mediante una aproximación respetuosa a creencias distintas a la mía, pues aprehender el principio de la igualdad de todas las religiones. Sin embargo, es a la vez mi derecho y mi deber señalar los defectos del hinduismo para purificarlo y mantenerlo puro. No obstante, cuando los críticos no-hinduistas comienzan a criticar al hinduismo y a catalogar sus defectos, lo que hacen es proclamar su ignorancia del hinduismo y su incapacidad de verlo desde el punto de vista hinduista. Esto distorsiona su visión y vicia su juicio. De tal manera, mi experiencia frente a las críticas no-hinduistas del hinduismo es que éstas me recuerdan mis limitaciones y me enseñan a ser cuidadoso antes de lanzarme a criticar al islamismo, al cristianismo o a quienes establecieron los fundamentos de esas religiones.
Harijan, 13-3-’37, p. 34
(En el ashram) efectuamos lecturas regulares del Bhagavad-Gita y ahora hemos llegado al punto de que al final de la semana terminamos el Gita habiendo leído todas las mañanas determinados capítulos. Además, recitamos himnos de diversos santos de la India y también agregamos algunos pertenecientes al libro de himnos cristiano. Dado que Khansaheb se halla entre nosotros, efectuamos asimismo lecturas del Corán. En cuanto a mí, obtengo gran consuelo con el Ramayana de Tulsidas. Logro igualmente mucho solaz con el Nuevo Testamento y el Corán. Mi manera de acercarme a estos libros carece de sentido crítico. Me resultan tan importantes como el Bhagavad-Gita, aunque no los considero atrayentes en su totalidad; por ejemplo, en las Epístolas de Pablo no me atrae todo y lo mismo me ocurre con el Tulsidas. En consecuencia, no se presenta un problema de selección.
Con todas las escrituras, incluyendo el Gita, pongo en funcionamiento mi juicio crítico. No puedo permitir que el texto de las escrituras invalide mi razón. Aun cuando creo que los libros fundamentales son de inspiración divina, entiendo que están sometidos a una doble destilación. En primer lugar, nos llegan a través de un profeta humano y, en segundo término, mediante los comentarios de los intérpretes. Nada hay en ellas que venga directamente de Dios. Mateo da una versión de un texto y Juan da otra. No puedo hacer capitular a mi razón aun cuando acepte la revelación divina. Y, por sobre todas las cosas «la letra mata, el espíritu da vida». Pero no debéis malinterpretar mi posición. También creo en la fe, en las cosas donde la razón no tiene cabida.
Harijan, 5-12-’38, pp. 339 y 345
No soy una persona muy literal. En consecuencia, trato de comprender el espíritu de las distintas escrituras del mundo, interpretándolas mediante la aplicación de la prueba de la Verdad y el Ahimsa formulada por esas mismas escrituras. Rechazo cuanto no sea coherente con esa prueba y aprecio lo que es coherente con ella.
El conocimiento no puede ser prerrogativa de ninguna clase o sector. No obstante, comprendo la imposibilidad que tienen las gentes para asimilar las verdades más elevadas o sutiles, a menos que hayan realizado un entrenamiento previo, a semejanza de esas personas, que no han tenido una preparación preliminar y por lo tanto son completamente incapaces de respirar la atmósfera rarificada de las grandes elevaciones; o como quienes no pasaron por el entrenamiento preliminar de las matemáticas simples están incapacitados para comprender o asimilar la geometría o el álgebra superior.
Young India, 27-8-’25, p. 293
Sostengo que es deber de todo hombre o mujer cultos leer con simpatía las escrituras del mundo. Si respetáramos las religiones de los demás como quisiéramos que respetaran la nuestra, se impondría como un deber sagrado el estudio amistoso de las religiones del mundo. Mi estudio respetuoso de las religiones no ha disminuido mi reverencia por las escrituras hinduistas ni mi fe en ellas. En realidad las religiones dejaron una marca profunda en mi comprensión de las escrituras hindúes, ampliando mi concepción de la vida. Ese estudio me permitió comprender más claramente numerosos pasajes oscuros de las escrituras hinduistas.
Voy a aclarar esto. Si puedo llamarme, digamos, cristiano o musulmán, con mi interpretación de la Biblia y el Corán no vacilaría en denominarme de ambas formas, porque entonces hinduista, cristiano y musulmán serían términos sinónimos. Creo que en el otro mundo no hay hinduistas, cristianos ni musulmanes. Todos son juzgados, no de acuerdo con sus rótulos o profesiones, sino de acuerdo con sus acciones, independientemente de la profesión que tengan. En nuestra existencia terrena siempre existirán esas diferenciaciones. Por consiguiente, prefiero retener el rótulo de mis antepasados en tanto no frene mi evolución ni me impida asimilar lo bueno allí donde lo encuentre.
Young India, 2-9-’28, p. 308