Dado que hay diferentes religiones, éstas necesitan de algún símbolo distintivo exterior. Sin embargo, es conveniente descartarlo cuando, ese símbolo se convierte en fetiche o en instrumento para provocar la superioridad de una religión sobre las otras.
Autobiografía, 1948, p. 480
Dios ha creado las diferentes religiones al igual, que los devotos para cada una de ellas. ¿Cómo es posible abrigar, ni siquiera secretamente, el pensamiento de que la creencia del prójimo es inferior a la nuestra y que debiera abandonar su fe para abrazar la de nosotros? Como amigos leales y sinceros, hemos de desear y rogar porque cada uno viva y se desarrolle perfectamente dentro de su propia creencia. En la casa de Dios hay muchos ámbitos y todos son sagrados.
Harijan, 20-4-’34, p. 73
Mi temor es que aunque mis amigos cristianos de hoy no digan ni acepten que la religión hinduista es falsa, abriguen en su pecho la convicción de que el hinduismo es un error y que el cristianismo en el que creen es la única religión verdadera. Sin esto, no es posible comprender y menos aún esclarecer la exhortación de la Sociedad Misionera Cristiana[7], de la que días pasados reproduje algunos extractos reveladores en estas mismas columnas. Es comprensible el ataque a la intocabilidad y muchos otros errores que se han deslizado en la vida hindú. Si nos ayudara a desembarazarnos de los abusos admitidos y a purificar nuestra religión, esa crítica sería una labor valiosa y constructiva que debiéramos aceptar con agradecimiento. Sin embargo, hasta donde alcanza nuestra comprensión del esfuerzo realizado, se trata de arrancar al hinduismo de raíz para reemplazarlo por otra religión. Es como el intento de destruir una casa que a su morador le parece muy decente y habitable, aunque necesita urgentemente ser reparada. No es de extrañar que aquél reciba calurosamente a quienes le enseñen cómo repararla, más aún si el consejo viene acompañado del ofrecimiento de efectuar las reparaciones. Pero se opondrá decididamente a quienes pretendan destruir esa casa que durante siglos les ha servido muy bien a él y a sus antepasados, a menos que él —el morador— esté convencido de que la casa ya no soporta ninguna reparación y que se ha vuelto inhabitable. Si el mundo cristiano sustenta esa opinión sobre la casa hindú, el «Parlamento de las Religiones» y la «Fraternidad Internacional» son frases vacías. Ambos términos suponen condiciones similares, una plataforma común; plataforma común que no puede existir entre inferiores y superiores, es decir, entre el culto y el no-culto, el regenerado y el irredento, el nacido en cuna alta y el de baja condición social, el individuo que pertenece a una casta y el paria. Mi comparación puede no ser correcta e incluso sonar ofensiva. Quizá mi razonamiento carezca de solidez. Pero mi propuesta es firme.
Harijan, 13-3-’37, p. 38
El objetivo de la Fraternidad (de religiones) debiera ser el ayudar al hinduista a ser un hinduista mejor, al musulmán a transformarse en un musulmán mejor y al cristiano a convertirse en un cristiano mejor. La actitud de fomentar la tolerancia falsea el espíritu de la Fraternidad Internacional. Si sospecho que mi religión es más o menos verdadera y que las otras son más o menos falsas en vez de ser más o menos verdaderas, entonces, aunque aliente por ellas cierta fraternidad, ésta será enteramente distinta a la que necesitamos en la Fraternidad Internacional. Nuestra plegaria por los otros NO debe ser «Dios, dales la luz que Tú me has dado a mí» sino «Dales la luz y la verdad que necesitan para sus logros más elevados». Hay que rogar meramente porque nuestros amigos se vuelvan hombres mejores, cualquiera sea la religión a que pertenezcan.
A pesar de todo, y sin saber cómo, nuestra experiencia puede convertirse en parte de la experiencia de los demás.
Sabarmati (Informe del Primer Encuentro final de la Federación de Fraternidades Internacionales) 1998, pp. 17-19.