Esta historia es una obra de ficción y, que yo sepa, nada igual sucedió jamás en la realidad. La verdad histórica es que las mujeres extranjeras no tenían permitida la entrada a Japón bajo ninguna circunstancia y, por lo tanto, la visita de Hannah y su posterior permanencia en el país seguramente sea un argumento muy fantasioso. No obstante, dado que a lo largo de la historia las mujeres a menudo han obtenido cierto éxito a la hora de fingir ser hombres, decidí que de alguna forma esto podría haber sucedido. Y puesto que lo que tenemos entre manos es una obra de ficción, y no una biografía, di rienda suelta a mi imaginación.
Me inspiré en las aventuras del personaje histórico William Adams (Anjin-san), un inglés que sí acabó en Japón en la vida real, y que se convirtió en el protegido del shogun Tokugawa Ieyasu. Lo que más me intrigaba de él era que, cuando finalmente se le concedió la oportunidad de regresar a Inglaterra (donde tenía esposa y un hijo), optó por no hacerlo. Por el contrario, permaneció en Japón hasta su muerte. Esto probablemente se debiera a diversos motivos, entre ellos el hecho de que la mayor parte de su riqueza estaba ligada a su hacienda japonesa. Pero también se había casado con una mujer japonesa y verdaderamente da la sensación de que la eligió por amor, de modo que tal vez este hecho influyera asimismo en su decisión.
A pesar de haber intentado ceñirme a la mayor cantidad posible de hechos reales, he tenido que tomarme algunas libertades para hacerlos encajar en la narración y dar más emoción a la historia. En realidad, el buque de la Compañía Británica de las Indias Orientales, el Clove, no llegó hasta las costas japonesas hasta el diez de junio de 1613. Esto significa que mi personaje de ficción, el señor Marston, estaba en lo cierto al suponer que sus barcos tardarían menos en llegar a Japón si navegaban en dirección opuesta, por el estrecho de Magallanes. Sin embargo, a tenor de que el hecho histórico es que el capitán Saris, del Clove, fue el primer inglés en arribar a las costas de Japón y el primero al que el shogun otorgó el derecho a comerciar, modifiqué ligeramente su fecha de llegada, para convertirlos en los primeros en llegar también en mi historia.
En cuanto a los hechos históricos japoneses, la ley bautizada como sankin kotai, a la que hago mención, en realidad no entró en vigor hasta algunos años después, pero decidí utilizarla aquí por ajustarse a mi argumento. Era un modo ingenuo de controlar a los daimios del país y asegurarse de que no conspiraban a espaldas del shogun, y funcionaba del modo en que lo describo en esta novela.
Para aquel que desee saber más acerca de Will Adams, recomiendo Samurai Williams: The Adventurer Who Unlocked Japan, de Giles Milton (ISBN 0340826347). Y si queréis aprender más cosas sobre Japón, os animo a visitarlo. ¡Es un país maravilloso!