EL BAÑO

LUNES, 30-04-2007

Tras el derbi mediocre de ayer, 0-0 y a casa, la Roma y la Lazio cierran la temporada. Ya está todo vendido. La Roma terminará segunda y clasificada para la Liga de Campeones; la Lazio, tercera o cuarta, jugará los preliminares. Los romanistas quedan por delante de sus rivales y, en teoría, deberían estar más contentos. En realidad, no lo están. El alivio llegará con el tiempo, cuando los años difuminen ciertos recuerdos y resalten otros. Los resultados se guardan en la memoria y amarillean como el papel. Las leyendas metropolitanas gozan de vida propia y no se marchitan jamás.

La gente giallorossa tiene aún clavada en el corazón la estaca de Manchester. Aquel 7-1 dejó por los suelos su discreto prestigio internacional y propició decenas de chistes. Menos abrumador, pero no menos doloroso, fue el rotundo 3-0 con que la Lazio ganó el derbi de la primera vuelta. Aunque la clasificación final favorezca a la Roma, los enfrentamientos directos y el 7-1 inglés pintan una sonrisa en los labios laziales.

Pero hay que tener en cuenta el baño.

Lo del baño ocurrió el 10 de diciembre, inmediatamente después del primer derbi de la temporada. Delio Rossi, el entrenador de la Lazio, prometió a sor Paola, monja de gran autoridad entre los tifosi del equipo, que en caso de victoria se daría un chapuzón en la fuente del Gianicolo. No le importaba el frío: Rossi, por entonces aún muy discutido por el despido de Paolo di Canio (el de los saludos fascistas), quería demostrar que estaba dispuesto a dar la salud por la bandera blanquiceleste.

Delio Rossi cumplió su palabra. Esa misma noche, con el cuerpo caldeado por la victoria, el técnico subió al Gianicolo y, rodeado de cámaras, se zambulló en el agua. Concluida la experiencia y bien envuelto en un albornoz, comentó que el agua de la fuente no estaba tan fría como esperaba.

A la mañana siguiente, el diario El romanista (el nombre hace innecesaria una explicación sobre su tendencia) salió a la calle con un titular en romanesco: «A Delio Rossi, ce sei cascato!». ¿En qué trampa había caído el pobre Rossi? El diario lo explicaba con todo lujo de detalles.

Según El romanista, en cuanto el árbitro silbó el final del encuentro, unos cuarenta romanistas corrieron hacia el Gianicolo y descargaron su frustración sobre la fuente. Por decirlo de otra forma, orinaron en ella hasta deshidratarse. Poco después llegó Rossi. Y encontró el agua calentita.

No existen imágenes de la hazaña mingitoria y es posible que no ocurriera. Pero la broma, cierta o falsa, dio la vuelta al ruedo en todos los medios informativos. La leyenda del baño templado circulará mientras existan tifosi.

Delio Rossi no prometió nada para el derbi de ayer. Y difícilmente volverá a proclamar urbi et orbe su intención de bañarse en una fuente romana. El hombre se equivocó en eso. Durante todo el año ha confirmado, por otra parte, que es la gran revelación de los banquillos italianos. Fue un jugador mediocre y se estrenó como técnico profesional en 1993, con la Salernitana: el público le pitó ya en el primer partido amistoso y, sin embargo, esa temporada consiguió el ascenso a la Serie B. Pasó sin pena ni gloria por el Foggia (1995) y el Pescara (1996) y en 1997 regresó a la Salernitana: logró un nuevo ascenso, a la Serie A. Se declara alumno de Zeman, profeta del fútbol ofensivo, y es capaz de sacar petróleo de cualquier plantilla. Lo demostró el año pasado, llevando a la Lazio a la Copa de la UEFA, y lo ha demostrado éste, enganchando el equipo a la Liga de Campeones.

Carece de carisma y su sentido de la higiene resulta discutible. En cuanto a lo demás, sabe lo que se hace.