El Inter, huérfano de campeonatos ligueros desde 1989, se cosió en el pecho el scudetto de la temporada anterior, ganado en los despachos por la sanción a la Juventus. Pero la parroquia interista tenía necesidad de un título de verdad. El desguace juventino ayudó: Ibrahimovic y Vieira se vistieron de azul y negro y participaron en una campaña triunfal. El Inter fue campeón, seguido por la Roma y el Milan.
Se habló mucho sobre la decadencia del calcio. Los expertos consideraban que el fútbol italiano estaba por detrás del inglés y el español. Pero a principios de primavera despertó el Milan, un club sancionado por corrupción, lleno de jugadores veteranos y enganchado de milagro a la Liga de Campeones. El «Diablo» rojinegro pasó por encima del Manchester United en semifinales y ganó al Liverpool en la final, desquitándose de la derrota sufrida dos años antes. Italia era campeona del mundo y el Milan reinaba sobre Europa. Si existía la decadencia, resultaba muy llevadera.