LUNES, 29-08-2005
Ha concluido el verano en la Liga más demencial del planeta. Resumen de lo acontecido:
El Génova, un histórico del calcio, celebró en junio el ascenso y acto seguido fue condenado a seguir penando en los abismos, por amañar un partido con el Venezia; los aficionados, como es de ley, incendiaron la ciudad. El Torino, otro histórico, fue también enviado a las mazmorras clasificatorias por falsificación grosera de balances; los aficionados intentaron linchar al propietario después de incendiar la ciudad. La Lazio, con una deuda fiscal de 23 millones de euros, fue perdonada: a nadie le pareció buena idea que los laziales incendiaran Roma. El Treviso y el Ascoli fueron ascendidos por orden administrativa. El presidente de la Federación fue sometido a una investigación policial (aún en curso) por favorecer a la Reggina frente a la Salernitana.
Sigamos. El mejor árbitro del mundo, Pierluigi Collina, fue dispensado de la obligación de retirarse a los 45 para que siguiera dirigiendo grandes partidos otra temporada; luego, tras pensarlo 10 minutos, la autoridad competente le relegó a la división B por compartir patrocinador (Opel) con el Milan. La UEFA impuso a la Roma la prohibición de comprar o vender jugadores hasta el año próximo, pero un tribunal italiano levantó la sanción y no pasó nada. En la división B fueron clausurados ocho estadios por incumplir las normas de seguridad y varios alcaldes, como el de Brescia, prohibieron que se disputaran partidos el sábado como ordenaba la Federación: el sábado, dijeron, es día de mercado; todo el mundo simuló entender el razonamiento.
Mientras se desarrollaban todos esos ritos tradicionales de pretemporada, ocurrió algo que heló la sangre al mundillo del calcio: Massimo Moratti, propietario del Inter y cabecita loca del calcio, el hombre que cambió a Roberto Carlos por Pistone, malvendió a Simeone y renunció a contratar a Zidane porque le pareció «innecesario», tuvo un momento de debilidad e hizo un buen fichaje. Intentó disimularlo quedándose a la vez con unos cuantos saldos del Real Madrid, pero no tardó en descubrirse que había comprado también a Pizarro, la joya chilena del Udinese. Con Adriano, Pizarro en el medio centro y Cambiasso (ese que no quiso Florentino) en todas partes, el Inter (que alineó a Figo, pero no a Solari) empezó a parecer un equipo. Adriano marcó ayer sus primeros tres goles. Los interistas, acostumbrados al fracaso, esperaban una desgracia inminente.
Moratti, además, pagó seis millones de euros a Vieri con tal de que se largara. Vieri fue contratado por el Milan y lo celebró con una botella de champán de 16.000 euros. La incorporación de Vieri (está mal decirlo, pero Vieri trae desgracia) hizo caer la cotización milanista en las casas de apuestas, y ayer el Milan no pasó del empate con el milagrosamente ascendido Ascoli. La Juventus, con Ibrahimovic, Emerson y Vieira, arrancó la temporada como principal aspirante al título.
Y en Livorno, la ciudad roja de la Toscana, la gente agradecía al cielo una de esas lecciones que le enseñan a uno lo que es la vida. Lucarelli, el hombre que con una frase célebre («tenetevi il miliardo») renunció al dineral que le ofrecían varios clubes y aceptó un sueldo normalito para cumplir el sueño de jugar en su amado Livorno, fue máximo goleador de la pasada temporada y volvió a marcar el sábado. Fue el primer gol, y seguramente el último porque el club quiere vender al héroe. La vida es así, amiguitos. Incluso en Livorno.