Sarah abrió la puerta de la habitación. Me traía una taza de café y el periódico.
—¿Estás despierta?
Me incorporé parpadeando. La luz del sol entraba por las ventanas, tamizada por los visillos.
—¿Qué hora es?
—Casi las diez —me tendió la taza y dejó el diario sobre la mesilla de noche—. Los periodistas no se dan por vencidos. He tenido que desconectar el timbre de la puerta.
Cogí su móvil de la mesilla de noche y lo encendí. Lo había apagado después de hablar con T.J. Había once llamadas perdidas.
—También han estado llamando a tu móvil. Me compraré uno en cuanto pueda —le dije.
Sarah movió la mano como restándole importancia.
—No hay prisa. Le pediremos a David que vaya a comprarlo por ti.
Dejé la taza de café en la mesilla y cogí el periódico. T.J. y yo salíamos en primera plana, a toda página. Eran las mismas fotografías que había visto en la CNN, pero también había varias tomadas en el aeropuerto. La más grande mostraba a T.J. besándome en la frente, rodeada de otras más pequeñas en las que aparecíamos corriendo de la mano y abrazándonos, y en las que T.J. me secaba las lágrimas y me estrechaba entre sus brazos. A quienes habían hecho conjeturas sobre la naturaleza de nuestra relación les bastaría con echar un vistazo para despejar sus dudas.
Le devolví el diario a Sarah.
—Si algún periodista logra colarse, dile que no estoy preparada para hablar de todo esto, ¿de acuerdo?
Cogí la taza y la sostuve entre las manos. Recordé a mis padres y prorrumpí en sollozos. Sarah se subió a la cama y me abrazó, al tiempo que me acercaba una caja de pañuelos.
—Tranquila, Anna. A mí también me sucedía cada vez que pensaba en ellos. Pasará algún tiempo hasta que deje de dolerte tanto.
—Lo sé —repuse, asintiendo con la cabeza.
—¿Tienes hambre? David ha ido a comprar el desayuno.
El alud de emociones me quitaba el apetito, pero me notaba el estómago vacío.
—Un poco.
—¿Qué quieres hacer hoy?
—Pues debería pedir cita con el médico, el dentista, la peluquería…
Sarah salió un momento y volvió con las páginas amarillas.
—Dime a quién quieres que llame.