Capítulo 43
Anna

Nos cogimos de la mano y recorrimos presurosos el pasillo articulado que separaba el avión del edificio aeroportuario. Cuando salimos por el otro lado, nos esperaba una multitud. Me cegaron los flashes de decenas de cámaras y parpadeé repetidamente, tratando de enfocar la vista. Los periodistas se lanzaron a hacernos preguntas a voz en grito. Sarah vino corriendo hacia mí, convertida en un borrón, y me rodeó con los brazos, llorando.

Jane Callahan estaba al borde de la histeria cuando se abalanzó sobre T.J. Tom Callahan y dos muchachas —sus hermanas, deduje— no tardaron en unirse al abrazo familiar. David estaba con Sarah y se acercó para abrazarme. Lo estreché con fuerza y luego me aparté, buscando a mis padres entre aquel gentío.

John estaba allí.

Vino hacia mí y lo abracé como una autómata. Luego retrocedí, deseando que se apartara de delante. Me sentía confusa y mi corazón empezó a latir con fuerza. Recorrí con la mirada a todas las personas que habían accedido a la zona acordonada, pero no vi a mi madre.

Ni a mi padre.

Los busqué de nuevo, ansiosamente, hasta que de pronto comprendí por qué su número de teléfono había dejado de existir. Me flaquearon las piernas. Sarah y David me sostuvieron a tiempo.

—¿Los dos?

Sarah asintió con los ojos anegados en lágrimas.

—¡No! —grité—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Lo siento —repuso—. Cuando llamaste me quedé desconcertada, y tú parecías tan feliz… No tuve valor para decírtelo, Anna.

Me acompañaron hasta una silla y T.J. apareció a mi lado.

Se sentó, me estrechó entre sus brazos y me meció con ternura mientras yo sollozaba.

—Han muerto los dos —le dije, apartando la cabeza de su pecho.

—Lo sé. Mi madre acaba de decírmelo.

Me besó en la frente y me secó las lágrimas mientras las cámaras lo captaban todo. Menos de veinticuatro horas después, las imágenes de T.J. abrazándome y besándome llenarían la primera plana de los periódicos de todo el país.

Apoyé la cabeza en su pecho y cerré los ojos. Sarah me acarició la espalda hasta que por fin respiré hondo y me incorporé.

—Lo siento mucho —dijo T.J., apartándome el pelo de la frente con delicadeza.

Asentí.

—Lo sé.

Reinaba el silencio, sólo roto por los flashes y los disparos de las cámaras. Me volví hacia Sarah y dije:

—Quiero irme a casa.

Mi hermana apuntó su número de móvil en un papel para que se lo diera a T.J., que se lo guardó en el bolsillo.

—Te llamo en un rato —me abrazó y me susurró al oído—: Te quiero.

—Yo también —contesté con un hilo de voz.

En cuanto nos levantamos, Tom y Jane Callahan vinieron hacia nosotros, seguidos por las hermanas de T.J.

—Lo siento muchísimo, Anna —dijo Jane—. Sarah nos contó lo de tus padres. Me sentía fatal sabiendo el disgusto que te esperaba —me dio un abrazo, y cuando se apartó me sostuvo las manos unos instantes—. Te llamaremos en unos días. Tenemos cosas de que hablar.

Me sonrió y me dio un beso rápido.

Tom Callahan también me sonrió y me puso una mano en el hombro.

—Gracias por fletar el avión —le dije.

Sarah le pidió a David que se dirigiera a los periodistas para decirles que yo no iba a hacer ninguna declaración. John se me acercó. Hizo amago de cogerme la mano, pero se contuvo en el último momento.

—Lamento lo de tus padres, Anna.

—Gracias.

Allí estábamos, a cuál más incómodo, como si fuéramos dos completos desconocidos.

—Me alegré muchísimo cuando Sarah me llamó —dijo al fin—. No podía creérmelo.

Respiré hondo y dije:

—John…

—No digas nada. Tómate tu tiempo y, cuando estés lista, hablamos. Estarás deseando largarte de aquí, lo sé —miró de reojo a T.J., que estaba cerca, con su familia—. Le entregué todas tus cosas a Sarah hará cosa de un año. No había podido hacerlo hasta entonces —me sostuvo la mirada—. Me alegro mucho de que hayas vuelto, Anna.

Me abrazó y luego se fue. Sarah y David me guiaron desde la puerta de embarque.