—Anna… —la llamé en un susurro—. ¿Estás despierta?
—Hum… —rezongó.
—¿Aún quieres a ese tío?
Sabía su nombre, pero me negaba a pronunciarlo. Estaba acurrucado junto a ella, con el pecho pegado a su espalda. Anna se dio la vuelta para mirarme a los ojos.
—¿A John? No, ya no le quiero. Hace mucho tiempo que no pienso en él. ¿Por qué lo preguntas?
—Nada, por curiosidad. No tiene importancia, sigue durmiendo.
La besé en la frente y acomodé su cabeza sobre mi pecho. Pero, lejos de seguir durmiendo, decidió hacerme el amor.
***
Cumplió treinta y tres años en mayo y, por primera vez desde que estábamos en la isla, lo celebramos. Lloviznaba, y estábamos acostados en el bote salvavidas, escuchando el tamborileo de las gotas sobre el tejado de la cabaña.
—La verdad es que no te he comprado nada. Hace mucho tiempo me dijiste que las tiendas de la isla eran un asco —me excusé.
Anna sonrió.
—Digamos que no están muy bien surtidas.
—Ajá. Así que habrá que usar la imaginación. Si estuviéramos en Chicago, te llevaría a cenar y luego te haría varios regalos. Pero, puesto que no estamos en Chicago, me limitaré a contarte todas las cosas increíbles que te he comprado, ¿vale?
—No deberías haberte molestado —bromeó.
—Te mereces eso y más. Veamos, tu primer regalo es un lote de libros. Todos los superventas del momento.
Anna suspiró.
—Echo de menos leer.
—Lo sé.
Se arrimó más a mí.
—Esto se te da muy bien. ¿Qué más me has comprado?
—Ah, veo que alguien está disfrutando de su cumpleaños. Tu siguiente regalo es música.
—¿Me has grabado una cinta? —preguntó.
Sonreí y empecé a hacerle cosquillas.
—Con tu lista de clásicos del rock.
Se retorció de risa y se puso encima de mí, tratando de atrapar mis manos debajo de su cuerpo para impedir que siguiera haciéndole cosquillas.
—Me encanta —dijo—. Libros y música, lo que más me gusta en este mundo. Gracias —me besó—. Ha sido el mejor cumpleaños que he tenido en mucho tiempo.
—Me alegro.
Saqué los brazos de debajo de su cuerpo y le pasé el pelo por detrás de las orejas.
—Te quiero, Anna.
Por su gesto de sorpresa, deduje que no se lo esperaba.
—No tenías que enamorarte —susurró.
—Pues lo he hecho —repuse, mirándola a los ojos—. Llevo meses enamorado de ti. Te lo digo ahora porque creo que tú también me quieres. Lo que pasa es que piensas que no deberías hacerlo. Ya me lo dirás cuando estés preparada. Puedo esperar —la acerqué a mí y la besé, y después sonreí—. Feliz cumpleaños —añadí.