[1] Mémoires, 95-6; Clergerie, 6-7. <<
[2] Clergerie, 127. <<
[3] Mémoires, 75-6. <<
[4] Cit. Hanotaux, VIII, 222; Briey, 28 de marzo, declaración de Messimy; cit. Maurice, 152. <<
[5] Bülow, 103. <<
[6] Cit. Hanotaux, VIII, 223. <<
[7] Ibid., 279. <<
[8] Kuhl, 29; Kluck, 102.<<
[9] Anexo núm. 2152. <<
[10] Muller, 80. <<
[11] Joffre, 236-7. <<
[12] Grouard, 114. Como Hausen da cuenta en Revue Militaire Suisse, noviembre de 1919. Cit. Engerand, Bataille, XXI. <<
[13] Allard, 15. <<
[14] Grasset, 44; Joffre, 237, p. 405; Lanrezac, 276-7; Joffre, 237-8; Muller, 104-5; Spears, 377-8. En su vívido relato, Spears dice que la conversación entre los dos generales se celebró al aire libre, «paseando arriba y abajo del patio mientras yo los contemplaba con gran interés». Aunque éstas son las declaraciones de un testigo de vista, no se ajustan, sin embargo, al cálculo de probabilidades, ya que Joffre es raro que hubiese escogido tal lugar, a la vista de todo el mundo, para negociar la que para él era una de las más importantes operaciones de la guerra. Y en realidad no lo hizo. «Lanrezac estaba en su despacho. Entré y me quedé solo con él», declara específicamente. <<
[15] Grasset, passim; Spears, 398. <<
[16] Grasset, 45. La frase que usó fue: «Marcher ou crever». <<
[17] Gallieni parle, 53; Blücher, 23. «En Bruselas soplaba fuerte viento». Gibson, 191. <<
[18] Der Weltkrieg, Berlín, 1919, vol. II, 279. <<
[19] Cit. Hanotaux, VIII, 279. <<
[20] Kuhl, 19. <<
[21] Príncipe heredero, War Experiences, 69. <<
[22] Helfferich, 17-8. <<
[23] Tappen, 115. <<
[24] Ibid. 25. <<
[25] Texto completo, Edmonds, 290-1. <<
[26] De la Vida de Zwehl, de Falkenhayn, cit. AQ, abril de 1926, 148. <<
[27] Mémoires, 112. <<
[28] Ibid., 107. <<
[29] El motivo de esta llamada fue revelado por el mismo Poincaré después de la guerra, en una entrevista concedida a Le Matin, el día 6 de septiembre de 1920. <<
[30] Gallieni parle, 53. <<
[31] Joffre, 250. <<
[32] Mémoires, 119; Joffre, 245. <<
[33] Muller, 85-6; Joffre, 243-4; Mayer, 41. <<
[34] Ibid., 91-2; AF, I, II, anexo núm. 2327. <<
[35] Mémoires, 121-4; Parle, 55; Clergerie, 16. <<
[36] Grasset, 513; Spears, 400-1; Wilson, 174. <<
[37] Joffre, 249. <<
[38] Grasset, 74. <<
[39] Joffre, 250. <<
[40] Wilson, 174. <<
[41] Joffre, 252. <<
[42] Mémoires, 130; Joffre, 251. <<
[43] Joffre, 252. <<
[44] Kluck, 106. <<
[45] Kluck, 107; Ibid., 108. Kuhl; Cit. Edmonds, 292, n. 2. <<
[46] Gallieni parle, 57, n. 1; AF, I, III, anexo núm. 2494. <<
[47] Gallieni parle, 64. <<
[48] Wilson, 174; Joffre, 253. Hirschauer, 179. <<
[49] Joffre, 254; Muller, 106; Wilson, 174; Spears, 415-8. La frase «arrojar el corazón sobre la mesa» es de Muller, así como la descripción de Huguet, del que dice en el original: «Qui semble, à son habitude, porter le diable en terre». (Poco familiar a la mayoría de los franceses, esta frase se me tradujo en varias formas, significando que Huguet se mostraba sardónico, aburrido o tristón. He adoptado el último adjetivo, propuesto por la persona que parecía estar más en lo cierto). <<
[50] Poincaré, III, 136. <<
[51] AF, I, II, anexo núm. 2641. <<
[52] Joffre, 252. <<