24

—Supongo que deberíamos empezar a ponernos al día —dijo Charlotte al día siguiente a la hora convenida, poniéndose al mando porque, en fin, estaba al mando, ¿no?—. Audrey, ¿qué tal Grig? ¿Y Bibbie?

—Son Greg y Bobbie, Charlotte.

—Lo siento, es que el acento neozelandés se me da fatal.

—Los dos están bien, gracias. —La voz de Audrey sonaba gélida.

—¿Spencer? Lo siento, quería decir Tiburón —se corrigió Charlotte—. ¿Cómo van las olas? ¿Y las cicatrices? Supongo que los dientes de un tiburón están llenos de veneno.

—Eso son las serpientes, Charlotte —replicó Spencer con parsimonia—. Y en Irlanda no hay. Estoy en el paraíso, gracias por preguntar.

—Supongo que será por el aire marino y la niebla irlandesa. Gracie, ¿sigues ahí? Y no te limites a asentir con la cabeza. Que no podemos oírte.

—Estoy aquí.

—Gracie fue la semana pasada a Yorkshire para una entrevista de trabajo en el museo del capitán Cook, ¿no es verdad, Gracie? —preguntó Charlotte.

—¿Hay un museo del capitán Cook? —quiso saber Spencer—. ¿Y aparecemos?

—¿En qué consistía el trabajo, Gracie? —preguntó Audrey.

—No sé si aparece nuestro nombre y da lo mismo de qué fuera el trabajo. No lo conseguí —contestó Gracie.

—Bien —se regodeó Charlotte—. Ahora ya puedes venir a trabajar para mí. Mi maléfico plan ha funcionado. Te llamé para distraerte a propósito, que lo sepas.

—Quería ese trabajo de verdad, Charlotte.

—No, no lo querías.

—¿Qué pasó, Gracie? —preguntó Audrey.

—Les preocupaba mi historial laboral —resumió Gracie.

—En mi opinión, te mereces un premio por tu historial laboral —soltó Charlotte—. Tan joven y con tantos trabajos…

—Que les den —dijo Spencer—. Si no tienen los sesos para contratarte, espero que los isleños los ataquen y se los carguen. Y por si no lo habéis captado, ha sido una alusión excelente a la verdadera historia del capitán Cook.

—Lo hemos captado, Spencer, gracias —replicó Gracie.

—Mira, todos sentimos que no consiguieras el trabajo, Gracie —comenzó Charlotte, que una vez más se hizo con el mando—, pero hay muchos trabajos en el enorme mar y tenemos que llegar al quid de esta llamada, por más entretenida que sea esta reunión familiar telefónica. Bueno, ¿habéis oído todos el mensaje de Hope? Nada de asentir con la cabeza, recordadlo. Tenéis que decirlo en voz alta.

—Sí.

—Sí.

—Sí.

—¿Alguien sabe qué se trae entre manos?

—¿Es que no puede hablar en serio? —preguntó Audrey—. A lo mejor es lo que ha dicho que es. Que quiere volver a Templeton Hall para enterrar viejos fantasmas, para disculparse por su comportamiento de entonces, y nos invita a todos a unirnos a ella. Greg cree que es muy generoso por su parte. Solo los billetes de avión deben de costar una fortuna.

—¿Generoso por su parte? —resopló Charlotte—. Dirás que es generoso por parte del testamento de su riquísimo novio muerto.

—Pues yo creo que es una pérdida de tiempo y de dinero —apostilló Spencer—. ¿Por qué no busca uno de los viejos folletos y medita delante de una foto de Templeton Hall durante una hora? Así todos nos ahorraríamos las molestias.

—¿Todos? ¿Eso quiere decir que vas a aceptar, Spencer?

—¿Estás de coña? ¿Volver a Templeton Hall durante una semana? —Se echó a reír—. ¿Por qué narices iba a querer hacerlo?

—¿En señal de agradecimiento por todo el dinero que Hope te ha dado a lo largo de estos años? —La voz de Gracie era muy fría.

—Hope y yo tenemos una buenísima relación con el dinero, Gracie. Ella me lo da y yo lo acepto. Así de simple.

—Ya está bien. —Charlotte se hizo con la situación una vez más—. ¿Sabéis si se lo ha pedido a mamá?

Gracie contestó:

—Sí, se lo ha pedido. Y mamá ha dicho que no.

—¿Porque tampoco soporta estar en la misma habitación que Hope o le ha mentido y le ha dicho que está muy liada con el trabajo?

—Le ha mentido —respondió Gracie.

—Vale, ya tenemos dos, ya solo nos quedan tres. Yo no puedo ir, por supuesto. Me sorprende que Hope me lo pidiera. Ella me odia y yo la odio a ella. Aunque si no estuviera tan ocupada ahora mismo, iría solo para divertirme. Audrey, ¿qué dices tú? A ti te pilla a un tiro de piedra, ¿no? Los demás tendríamos que cruzar medio mundo. ¡Qué gran idea! Podrías ir en representación de todos, sin sufrir los efectos del cambio horario. Gracias, Audrey, eso es…

—¡No! —El grito de Audrey resonó por todos los teléfonos—. Yo también he decidido no ir. Lo he hablado con Greg…

Charlotte suspiró.

—Vaya, menuda sorpresa.

Spencer se rio por lo bajo.

—Y además dentro de poco empiezo a grabar los nuevos episodios del programa y Greg cree que psicológicamente no sería beneficioso para mí que volviera a ese lugar.

—No estoy de acuerdo —la contradijo Spencer—. Te pasaste los últimos meses encerrada en tu dormitorio, ¿no? A lo mejor sería bueno para ti ir para ver qué aspecto tenía el sitio por fuera.

Charlotte se echó a reír. Gracie guardó silencio.

Audrey saltó al punto:

—Te crees gracioso, ¿verdad, Spencer? Y tú también, Charlotte, pero ¿sabéis una cosa? No lo sois. Ni siquiera sé por qué pierdo el tiempo hablando de esto. Ya le he dicho a Hope que no puedo ir con ella. La llamé anoche.

—Vaya, vaya, sí que has estado ocupada, Audrey —replicó Charlotte, pasando de sus quejas—. Gracias por regalarnos tu telepresencia de todas maneras. Pobre Hope. A este paso, va a acabar yendo con la única compañía de su dulce persona.

—¿Y qué dice Gracie? —preguntó Spencer—. Ahora estás en paro, ¿no, Gracie? Siempre creíste que Templeton Hall parecía un trocito de cielo. ¿Por qué no vas para ayudar a Hope a quitarse todo el peso psicológico de la culpa que lleva encima? A lo mejor a ti también te ayuda. Quién sabe.

—¡Spencer! —lo reprendió Charlotte.

—¡Qué desagradable eres, Spencer! —añadió Audrey—. Gracie, no le hagas caso.

La aludida no contestó.

—¿Gracie? —dijo Charlotte, preocupada—. ¿Sigues ahí? Spencer, eres un imbécil insensible. Pídele perdón a tu hermana.

—Lo siento, Gracie.

—Con voz de adulto, Spencer —insistió Charlotte.

—Joder, si así es como le hablas a los niños a tu cargo, no me extraña que seas una diosa entre las niñeras.

—Así es como le hablo a todo el mundo. —Charlotte suavizó la voz—. Gracie, ¿sigues ahí?

Se produjo un breve silencio antes de que se escuchara la voz de Gracie.

—Sí.

—Cariño, por supuesto que no esperamos que vayas tú sola con Hope. La llamaré esta noche para decirle que lo sentimos mucho, que aunque nos encantaría embarcarnos en este viaje de liberación emocional con ella, estamos demasiado ocupados y esperamos que le dé recuerdos al viejo Templeton Hall en nuestro nombre, y ya de paso que apague las luces…

—Lo voy a hacer. Voy a ir con ella.

—¿Qué? —Charlotte soltó una carcajada—. Gracie, estás de broma.

—Lo digo en serio. Será solo una semana y es importante para ella.

—No son unas vacaciones a las Bahamas, Gracie. —Charlotte ya no se reía—. Es una semana con la Horrible Hope en Templeton Hall. Con Hope. ¿Te acuerdas de ella? ¿Nuestra tía loca, borracha y tambaleante?

—Ha cambiado, Charlotte. —Dijo Gracie con voz tranquila.

—Aunque tú no lo sabes, claro —dijo Spencer—. ¿Cuánto hace que no la ves, Charlotte? ¿Décadas?

—Dieciséis años, para ser exactos, y no te pases de listo, Spencer. Mira quién fue a hablar. Por lo que tengo entendido, tú la tratas como si fuera un cajero con patas. Además, claro que hablamos. Cuando tuvo su epifanía o lo que fuera, me estuvo llamando hasta que no me quedó más remedio que cogerle el teléfono. Era eso o soportar otras cinco horas de flagelación en el buzón de voz. Gracie, estaremos contigo enseguida, te lo prometo. Sigo intentando asimilar lo que acabas de decir. Se me acaba de ocurrir algo. ¿Alguno sabe si ha invitado a papá?

Se hizo el silencio.

Y Charlotte habló de nuevo:

—¿Alguno ha hablado con papá hace poco?

Otro silencio.

—¿Alguno sabe dónde está papá?

Silencio.

—Vale. Pues supondremos que no lo ha invitado. De haberlo hecho, nos habría llamado a alguno.

—Tal vez te habría llamado a ti. —Audrey hablaba con voz petulante—. El año pasado llevé la cuenta y salvo por unas cuantas postales y sí, salvo por el regalo de cumpleaños, en los doce meses solo me llamó una vez. Una vez. Y solo para pedirme que estuviera atenta a los cuadros de algún pintor neozelandés que había muerto hacía años y del que se había enterado que se estaba revalorizando mucho. No tenía nada que ver conmigo. Ni siquiera me preguntó por Greg o por Bobbie, o por…

—Pobre Audrey —la interrumpió Charlotte—. Tienes razón. Papá me llama a todas horas. Viene a verme constantemente y me llama por teléfono…

—Y cuando no te llama a ti, me llama a mí —continuó Spencer—. He tenido que bloquear sus llamadas por lo numerosas que eran. La cosa empezaba a parecer acoso.

—¿Lo dices de verdad? ¿Os llama tan a menudo?

—No, Audrey. Era broma —contestó Charlotte—. ¿No gastáis bromas en Nueva Zelanda?

—¿Os importa volver a la invitación de Hope? —Era Gracie—. Charlotte, ¿tienes que llamar tú a Hope para decirle que voy a ir o me permites que lo haga yo?

—Empiezas a darme miedo, Gracie. ¿Lo dices en serio? ¿Te das cuenta de en lo que te estás metiendo?

—Tiene razón, Gracie —dijo Audrey—. Creo que deberías pensártelo mejor.

—Lo mismo digo —se sumó Spencer—. Seguro que tienes mejores cosas que hacer que recorrer medio mundo para pasar una semana con Hope.

—Pues la verdad es que no —replicó Gracie—. Llamaré a Hope esta noche.

Gracie les colgó. Si sus hermanos querían decirle algo más, no tenía ganas de escucharlo.

Al día siguiente, les mandó un mensaje de correo electrónico a los tres.

DE: Gracie <gracietempleton@yahoo.co.uk>

PARA: Charlotte; Audrey; Spencer

Hola a todos!

Anoche hablé con Hope y le dije que iba a volver a Templeton Hall con ella. Fue muy amable y me dio las gracias. Me preguntó por qué no veníais también, así que tuve que explicarle que estabais muy liados con el trabajo. Puede que os llame por teléfono, así que haced el favor de confirmar lo que le dije. Ya me costó bastante tener que mentirle. Se ha puesto en contacto con los abogados de Castlemaine y al parecer sus servicios no se extienden a la apertura de Templeton Hall ni a su acondicionamiento para volver a ser ocupado, así que Hope me ha pedido que vaya un par de días antes para organizarlo todo, hacer las camas, comprar comida y demás. Antes de que te indignes en mi nombre, Charlotte, déjame aclararte que Hope considera este viaje un asunto de negocios, no unas vacaciones, así que me está pagando. Protesté, pero se negó a aceptar un no por respuesta.

Me voy dentro de tres semanas. Ella irá dos días después. Ya hablaré con vosotros antes de irme.

Besos,

Gracie

DE: info@academiasurftiburon.com

PARA: gracietempleton@yahoo.co.uk

¿¿¿Te PAGA por ir con ella??? ¿¿¿por qué no lo ha dicho antes??? habría ido sin dudarlo, vamos. ¡JODER! ¿¿¿cuánto te paga??? y no empieces a tener ideas con Templeton Hall. Es de TODOS nosotros.

Gracie no le contestó.

Audrey llamó a Gracie a la mañana siguiente.

—Gracie, he estado pensando en el tema toda la noche. ¿Estás segura de que puedes lidiar con todo? No solo con Hope. Con lo que supone la vuelta. Sé que Templeton Hall significaba para ti mucho más que para cualquiera de nosotros, incluso antes de lo que pasó con Nina y con Tom.

Gracie se alegró de que Audrey sacara el tema. Salvo por la desagradable referencia de Spencer, Nina y Tom habían sido como una sombra enorme en la estancia durante su llamada a cuatro bandas. Lo mismo que cuando llamó a Hope la noche anterior. Su tía había mencionado mucho a los Donovan y había hablado de recuerdos difíciles y el hedor de la culpa, pero no había pronunciado los nombres de Nina y de Tom como acababa de hacer Audrey. De repente, Gracie sintió un cariño enorme por su hermana. Audrey no solía ser tan considerada.

—Tal vez sea para bien —dijo—. No creo que hubiera vuelto voluntariamente.

—Entiendo el motivo —replicó Audrey—. Te sientes culpable por las heridas de Tom, ¿verdad? Gracie, tienes que dejar de pensar así. En primer lugar, porque fue hace ocho años. Y en segundo lugar, porque fue un accidente. Un accidente terrible. No tienes motivos para sentirte culpable, aunque condujeras tú.

Audrey no le dio oportunidad de hablar.

—Gracie, no sé cómo te sientes, aunque bien sabe Dios que sí sé lo que es salir de la oscuridad, pero ¿lo has pensado bien? Además de estar con Hope, ¿estarás bien esos dos días sola en Templeton Hall? Siempre aborrecí estar allí sola, con tantas habitaciones y tan lejos de todo el mundo en caso de que algo malo sucediera. ¿No vas a tener miedo? ¿No vas a ponerte nerviosa? Que no se te olvide que habrá un montón de recuerdos esperándote en esa casa.

Gracie decidió cambiar de tema.

—Me preocupan las arañas, no los recuerdos. ¿Te acuerdas de aquellas enormes de patas largas?

Audrey habló con voz dulce.

—No tienes que fingir conmigo. Debes de estar nerviosa, lo sé. Al fin y al cabo, tú tenías una relación mucho más estrecha con Nina y con Tom que ninguno de nosotros. Creo que antes de que vayas es importante que pienses en ellos un momento, que te prepares para lo que puedes sentir si te los encuentras, que te prepares para lo que puedes sentir si ves a Tom en una silla de ruedas, por ejemplo. Puede que todavía estén enfadados contigo, y cuanto más preparada estés, mejor. Sé que a Greg le encantaría charlar contigo si crees que eso te vendría bien. Se le da muy bien ponerse en el papel de otra persona. Claro que, por supuesto, es posible que Nina y Tom ya no vivan cerca de Castlemaine. Nunca hemos sabido nada más de ellos, ¿verdad?

Se produjo una breve pausa.

—No, Audrey, no hemos sabido más de ellos.

—Creía que Nina habría mantenido el contacto con mamá, al menos. Quiero decir que sí, que fue una etapa muy difícil, pero también fue un accidente. Una vez que todo el mundo aceptó que Tom no volvería a andar, ¿no habría sido mejor para todos seguir adelante juntos?

—Audrey, ¿te importaría dejar de hablar de…?

—¡Claro, Gracie! Lo siento. —Se escuchó una voz masculina de fondo—. Gracias, cariño. Enseguida voy. Gracie, tengo que dejarte. Hoy tengo que actuar en un centro comercial importante, pero hablaremos pronto. Dime si quieres hablar con Greg, ¿vale? Y ni se te ocurra pensar en Tom y en Nina. Intenta olvidarte de ellos, ¿vale?

Cuando Gracie colgó, no sabía si reír o llorar.