Estoy solo en la cumbre de la montaña al amanecer. En la niebla lechosa veo los cuerpos de mis amigos a mis pies, algunos han rodado por las laderas como rojos muñecos desmembrados, otros son pálidas estatuas sorprendidas por la eternidad de la muerte. Sombras sigilosas trepan hacia mí. Silencio. Espero. Se acercan. Disparo contra esas oscuras siluetas en piyamas negros, fantasmas sin rostro, siento recular la ametralladora, la tensión me quema las manos, cruzan el aire las líneas incandescentes de los fogonazos, pero no hay un solo sonido. Los asaltantes se han vuelto transparentes, las balas pasan a través de ellos sin detenerlos, siguen avanzando implacables. Me rodean… silencio…
Mi propio grito me despierta y sigo gritando, gritando.
GREGORY REEVES