25 HORAS, 8 MINUTOS
CAINE:
TE ESCRIBO porque no me queda más remedio. Probablemente pensarás que tramo algo. Así que cuando acabe de escribir esta carta la leeré en voz alta delante de Toto y Mohamed. Mo podrá confirmarte que Toto declara que digo la verdad.
Algo le pasa a la barrera. Se está volviendo negra. Lo llamamos «la mancha». Estamos intentando averiguar con qué rapidez se extiende. Aún no sabemos nada, pero es posible que siga creciendo. Es posible que toda la barrera se oscurezca. Y entonces estaremos en la oscuridad más absoluta.
Estoy seguro de que te imaginas lo malo que sería que pasara eso.
Si la ERA se oscurece, haré lo posible por colgar soles de Sammy por donde pueda. No brillan mucho, pero esperemos que eviten que la gente se vuelva loca hasta que sepamos…
Lo siento, tengo que dejar de escribir. Empezaba a sonar como si tuviera algún plan. Y no lo tengo. Si tú tienes alguno, me gustaría oírlo.
Mientras tanto, envío una copia de esta carta a Albert y os pido que me dejéis ir a Perdido Beach a hacer unas cuantas luces.
Sam Temple
Sam leyó la carta en voz alta, como había prometido. Toto murmuró «es verdad» un par de veces. Mohamed esperó mientras Sam escribía una copia para Albert. Cogió las dos cartas y se las metió en el bolsillo de los vaqueros.
—Escúchame, Mo, otra cosa más: di a Caine, a mi hermano, que esperaba que usara los misiles en nuestra contra. Y que estaba preparado para la guerra. Pero todo eso ha quedado atrás.
—Vale.
—Toto, ¿he escrito y dicho la verdad?
Toto asintió, y añadió:
—Él cree que sí, Spidey.
—¿Es suficiente, Mo?
Mohamed asintió.
—No te retrases —dijo Sam, y añadió en tono mordaz—: Y disfruta de la luz del sol.
—Tráeme un cuchillo —pidió Lana cuando extendieron lo que quedaba de Taylor en una habitación de hotel vacía.
Sanjit había cargado con las piernas, una en cada mano, y las había colocado en la cama junto a la chica.
—¿Cuchillo?
Ahora solo estaban Lana y Sanjit. Virtue estaba cuidando del resto de la familia. No tenía estómago para eso. Y no quería que los niños entraran y vieran ese horror.
Lana no se explicó, así que Sanjit le pasó su cuchillo. Lana observó la hoja durante un instante y a continuación miró a Taylor, cuya respiración ahora resultaba un poco más audible; emitía un ruido débil y vacilante. Lana levantó un poco la camiseta de Taylor y le pasó la hoja por el abdomen. Era un corte poco profundo, por lo que la chica apenas sangró.
—Y eso ¿para qué es?
Sanjit no dudaba de Lana, pero quería saberlo, y al seguir conversando evitaba pensar en Taylor.
—He intentado que volvieran a crecer unos globos oculares y me han salido una especie de caramelos. Y antes, cuando intenté que saliera una extremidad entera, tampoco conseguí lo que esperaba —comentó Lana.
—¿Te refieres a Drake?
—A Drake. Solo quiero probar mis poderes con Taylor antes de…
Lana se quedó callada al tocar la herida que le había hecho. La herida no se cerraba sino que burbujeaba, como si alguien le hubiera vertido peróxido.
Lana se retrajo.
—Algo no va bien.
Sanjit vio que fruncía mucho la frente. Casi parecía apartarse de Taylor con rechazo.
—¿Es la Oscuridad? —trató de adivinar Sanjit.
Lana negó con la cabeza.
—No. Algo… algo más. Algo va mal.
Lana cerró los ojos y se balanceó despacio hacia atrás. Entonces, como si intentara sorprender a alguien, volvió bruscamente la cabeza para mirar tras ella.
—Te lo diría si alguien te estuviera espiando.
—No es la Oscuridad —repitió Lana—. Esta vez no. Pero noto… algo.
Sanjit era de naturaleza escéptica. Pero Lana le había explicado con detalle sus batallas desesperadas con la gayáfaga. Entendía que la chica aún sintiera que la mente de la criatura alcanzaba la suya, que su voz la llamaba. Cosas que habría desdeñado como imposibles en los viejos tiempos, cosas que eran imposibles ocurrían en la ERA.
Pero aquella vez se trataba de algo distinto, o eso decía Lana. Y sus ojos no estaban llenos de la rabia apenas contenida y el miedo que mostraba cuando la Oscuridad la alcanzaba. Ahora parecía perpleja.
De repente, Lana agarró a Sanjit del brazo, tiró de él para que se acercara y puso la palma de la mano sobre su frente. Entonces lo soltó y colocó la palma sobre la frente de Taylor.
—Está fría —indicó Lana. Le brillaban los ojos.
—Ha perdido mucha sangre —le recordó Sanjit.
—¿Tú crees? Porque a mí me parece que tiene todas las heridas cerradas.
—Entonces ¿por qué está tan fría?
Sanjit también lo había notado. Tocó las piernas amputadas, luego la frente de Taylor y luego la suya. Las piernas de Taylor estaban a la misma temperatura que su torso.
A temperatura ambiente.
—Sanjit, date la vuelta —pidió Lana.
Levantó la camiseta a Taylor y Sanjit apartó la vista rápidamente.
A continuación, Sanjit oyó que Lana le bajaba la cremallera de los vaqueros.
—De acuerdo —anunció Lana—. Nada que no debieras ver.
Sanjit se volvió y ahogó un grito.
—Es… Vale, no sé qué es…
—He olvidado cuáles son las características exactas de un mamífero —dijo Lana sin exaltarse—. Pero se supone que dan a luz a los bebés y luego les dan de mamar. Y, aunque es de sangre caliente, Taylor ya no tiene ninguna de… esa… esas… —Lana negó con la cabeza, intentando aclararse—. Taylor ya no es un mamífero.
—Pelo —añadió Sanjit—. Los mamíferos tienen pelo. —El chico tocó el pelo de Taylor. Era como una lámina extendida de plastilina—. ¿Así que es una rara? —sugirió.
—Ya era una rara —le recordó Lana—. Y a ninguno de los raros les ha salido nunca un segundo poder. Ni han dejado de ser humanos. Incluso Orc parece humano bajo su armadura.
—Así que las reglas están cambiando —comentó Sanjit.
—O alguien las está cambiando —añadió Lana.
—¿Qué hacemos con ella? Sigue viva.
Lana no respondió. Parecía mirar el espacio que quedaba a unos cuantos centímetros de su cara. Sanjit quería tocarla, acariciarle el brazo, recordarle que no estaba sola. Pero se contuvo. El muro de soledad de Lana se estaba alzando, encerrándola en el mundo que compartía con fuerzas que Sanjit no podía entender.
Sanjit la dejaba estar, se limitaba a mantenerse cerca, pero le hacía sentirse muy aislado. La mirada se le iba de manera irresistible hacia la monstruosa parodia de Taylor.
La boca de Taylor se abrió de golpe. Una lengua bífida larga y oscura salió disparada, como si quisiera probar el aire, y se retrajo. Afortunadamente la chica seguía con los ojos cerrados.
Sanjit sintió como si volviera a las calles de Bangkok. Uno de los mendigos de allí tenía un perro de dos patas al que llevaba con una correa. Y el mendigo no tenía piernas y sus manos estaban formadas por dos dedos gruesos y un muñón por pulgar.
Otros chavales de la calle lo llamaban «el monstruo de dos cabezas», como si el hombre y el perro fueran una sola criatura deforme. A veces le arrojaban piedras. Era un raro, un monstruo. Los asustaba.
Pero Sanjit pensó que no eran los monstruos completamente distintos los que daban miedo, sino los que son demasiado humanos. Pues llevan consigo la advertencia de que lo que les pasó a ellos también te podría pasar a ti.
Una parte de Sanjit le decía que matara a ese monstruo. No había manera de ayudarla. Sería un acto caritativo. A fin de cuentas, Taylor no era más que la manifestación de una conciencia que continuaría eternamente. De samsara. El karma de Taylor determinaría su siguiente encarnación, y Sanjit obtendría buen karma por su obra caritativa.
Pero Sanjit también había oído a gente de su misma religión decir: «No puedes arrebatar una vida, porque si lo haces interrumpes el ciclo correcto de renacimiento».
—¿Alguna vez tienes sentimientos que no sabes explicarte? —le preguntó Lana.
Sanjit se sobresaltó al salir de sus pensamientos.
—Sí, pero ¿qué quieres decir?
—Como… como cuando sientes que se acerca una tormenta. O que más te vale no subirte a un avión. O que si giras por la esquina equivocada en el momento equivocado te encontrarás cara a cara con algo terrible.
Sanjit sí que le cogió la mano entonces, y ella no lo rechazó.
—Una vez iba a ver a un amigo al mercado. Y era como si mis pies se negaran a moverse. Como si me dijeran: «No, no camines».
—¿Y?
—Y explotó un coche bomba.
—¿En el mercado al que no querías ir?
—No. A tres metros del lugar donde me encontraba cuando mis pies me dijeron que no me moviera. Ignoré a mis pies y fui al mercado. —Sanjit se encogió de hombros—. La intuición me estaba diciendo algo. Pero no lo que pensaba que me decía.
Lana asintió. Su expresión era muy adusta.
—Está pasando.
—¿Qué está pasando?
Lana agitó la mano y la dejó caer. Entonces sonrió con ironía y volvió a coger la mano a Sanjit, sujetándola entre las suyas.
—Parece como si se acercara una guerra. Hace ya tiempo.
Sanjit sonrió abiertamente.
—Ah, ¿y eso es todo? En ese caso, lo único que tenemos que hacer es averiguar cómo sobrevivir. ¿No te he dicho lo que significa «Sanjit»? Es «invencible» en sánscrito.
Lana sonrió de verdad, algo tan poco habitual que a Sanjit se le partió el corazón.
—Me acuerdo: no eres vencible.
—No soy vencible, cariño.
—La Oscuridad se acerca.
La sonrisa se esfumó del rostro de Lana.
—No puedes adivinar el futuro —afirmó Sanjit—. Nadie puede. Ni siquiera aquí. Así que, ¿qué hacemos con Taylor?
Lana suspiró.
—Búscale una habitación.