Son muchas las personas a las que debo agradecer que Cuentos de Bereth esté ahora mismo en tus manos. A muchos de ellos ni si quiera les conozco personalmente, pero aun así, creo que se merecen estar en esta lista:
A Carlota, por todo prácticamente: por sacar tiempo cada semana para leer la novela con un bolígrafo en la mano, por las tardes que pasamos corrigiendo los primeros borradores, por sus sugerencias y comentarios, por sus valiosísimas correcciones, por darme ánimos siempre que los he necesitado, por escribir la Poesía de Ariadne, por disfrutar con la novela tanto como yo, por obligarme a seguir adelante, por inspirar muchas situaciones y por otro millar de cosas que se quedan en el tintero. Gracias.
A Irene, por confiar en Cuentos de Bereth como ningún otro profesional lo había hecho hasta entonces. Por pelear tantísimo para que esta novela se publicase, por repetirme una y otra vez que no me rindiese, por los cambios de última hora que tan bien le han venido a la historia, por salvar a ese personaje que, para mí, estaba muerto desde el principio. Básicamente, por haberme dado esperanzas cuando ya las había perdido todas. Gracias.
A mi madre, por leerse el primer manuscrito de la novela y corregirme cuantos errores encontró sin ser tan dura como debería haberlo sido. Por habernos enseñado, junto a mi padre, el placer que supone leer un libro. Gracias, mamá.
A mi padre, por recordarme el cuento de la lechera una y otra vez, por los innumerables consejos que me da a diario y que guardo a buen recaudo haciendo uso de ellos siempre que los necesito. Gracias, papá.
A mi hermana Marta, por recoger la mesa cuando no le tocaba porque yo estaba estresado con terminar de escribir o editar la novela. Gracias, enana.
Al equipo de la editorial Versátil. Por hacerme el honor de ser el primer autor que publica en esta magnífica editorial, por ponerle tanta ilusión a este libro, por aceptar mis sugerencias sobre la portada, la maquetación y el diseño… Por permitirme contar esta historia a todo aquel que quiera leerla. Gracias.
A África, por regalarme la bombilla que iluminó mi camino mientras exploraba Bereth.
A Elena, por ser la primera «lectora objetiva» y recomendarme ciertos cambios.
A Laura, por ayudarme a confeccionar el vestido de Duna para el baile.
A Laura Gallego, a Stephenie Meyer, a Carolina Lozano y a Jorge Magano por sus valiosísimos consejos como escritores profesionales y amigos.
A mis amigos, porque estaban deseando que los incluyese en esta lista y eso es un motivo más que suficiente (si, Keko, tú y Marta estáis incluidos aquí).
A todos los autores a los que he leído, desde Perrault y los hermanos Grimm hasta Marianne Curley y Neil Gaiman. Gracias por proporcionarme historias, mundos y personajes que me aconsejan siempre que escribo y que, en multitud de ocasiones, me ayudan a encontrar el camino cuando me pierdo.
A todos los compositores que me han acompañado con sus melodías mientras escribía Cuentos de Bereth. Sin saberlo ni quererlo, habéis creado la banda sonora de esta aventura.
A ti, por haberme leído, por haberme dado la oportunidad de mostrarte este mundo y estas historias. Espero que hayas disfrutado.
A todos vosotros, gracias. De corazón.