XXXI

Mi corazón me ha dicho: «¡Quiero saber, quiero conocer! ¡Instruyeme, Khayyam, tú que tanto has trabajado!». He pronunciado la primera letra del alfabeto, y mi corazón me ha dicho: «Ahora ya sé. Uno es la primera cifra del número que no tiene fin».

XXXII

La vida no es más que un juego monótono en el que estás seguro de ganar dos cosas: el dolor y la muerte. ¡Dichoso el niño que ha expirado el día de su nacimiento! ¡Más dichoso aún el que no ha venido al mundo!

XXXIII

No busques ningún amigo en esta feria que atraviesas. No busques, tampoco, un cobijo seguro. Con ánimo firme, acoge el dolor, y no pienses en hallar un remedio que no encontrarás. Sonríe en la desdicha. No pidas a nadie que te sonría. Perderías el tiempo.

XXXIV

Tenía sueño. La Sabiduría me dijo: «Las rosas de la Dicha jamás perfuman el sueño. En lugar de abandonarte a este hermano de la Muerte, ¡bebe vino! Tienes toda la eternidad para dormir».