Admitamos que hayas resuelto el enigma de la creación. ¿Cuál es tu destino? Admitamos que hayas podido despojar de todos sus vestidos a la Verdad. ¿Cuál es tu destino? Admitamos que hayas vivido cien años, dichoso, y que vivas otros cien más. ¿Cuál es tu destino?
Embébete bien de esto: un día tu alma caerá de tu cuerpo, y serás empujado tras el velo que flota entre el universo y lo incognoscible. Entretanto, ¡sé dichoso! No sabes de dónde vienes. No sabes a dónde vas.
Los sabios y los filósofos más ilustres han caminado entre las tinieblas de la ignorancia. Sin embargo, eran los luminares de su época. ¿Qué hicieron? Pronunciaron algunas frases confusas y luego se durmieron.
Nadie puede comprender lo que es misterioso. Nadie es capaz de ver lo que se oculta bajo las apariencias. Todas nuestras moradas son provisionales, salvo la última: ¡La tierra! ¡Bebe vino! ¡Basta de discursos superfluos!