Más allá de la Tierra, más allá del Infinito, me esforzaba por ver el Cielo y el Infierno. Una voz solemne me ha dicho: «El Cielo y el Infierno están en ti».
He aquí la estación inefable, la estación de la esperanza, la estación en que las almas impacientes por abrirse buscan las soledades perfumadas. Cada flor, ¿es la mano blanca de Moisés? Cada brisa, ¿es el aliento de Jesús?
No avanza firmemente por el Camino el hombre que no ha cogido el fruto de la Verdad. Si ha podido arrebatarlo al árbol de la Ciencia, sabe que los días pasados y los días por venir en nada difieren del primer día falaz de la Creación.
Tú sabes que nada puedes contra tu destino. ¿Por qué habría de causarte ansiedad la incertidumbre del mañana? Si eres prudente, aprovecha el momento actual. ¿El porvenir? ¿Qué puede traerte?