En este mundo, conténtate con tener pocos amigos. No intentes hacer duradera la simpatía que puedas experimentar por alguien. Antes de estrechar la mano de un hombre, pregúntate si algún día no te golpeará.
En otro tiempo, este jarro era un pobre amante que gemía por la indiferencia de una mujer. El asa, en el cuello del jarro… ¡su brazo que rodeaba el cuello de la amada!
¡Cuánta vileza en este corazón que no sabe amar, que no puede embriagarse de amor! Si no amas, ¿cómo puedes apreciar la cegadora luz del sol y la suave claridad de la luna?
¿Nuestro tesoro? El vino. ¿Nuestro palacio? La taberna. ¿Nuestros fieles compañeros? La sed y la embriaguez. Ignoramos la inquietud, porque sabemos que nuestras almas, nuestros corazones, nuestras copas y nuestras ropas manchadas nada tienen que temer del polvo, del agua ni del fuego.