LXXIX

¡Vino! ¡Vino, a torrentes! ¡Que salte por mis venas! ¡Qué hierva en mi cabeza! Copas… ¡No hables más! Todo es pura mentira. Copas… ¡De prisa! Ya he envejecido…

LXXX

No me preocupo en absoluto de averiguar dónde podría comprar la capa de la Astucia y el Engaño, pero ando siempre en busca de buen vino. Mi cabellera es blanca. Tengo setenta años. Aprovecho la ocasión de ser feliz hoy, porque tal vez mañana no me queden fuerzas para ello.

LXXXI

Brotará de mi tumba tan fuerte olor a vino, que los viandantes se embriagarán con él. Tal serenidad rodeará mi tumba, que los amantes no podrán alejarse de ella.

LXXXII

Me dicen: «¡No bebas más, Khayyam!». Y respondo: «Cuando he bebido, oigo lo que dicen las rosas, los tulipanes y los jazmines. Hasta oigo lo que no puede decirme mi amada».