¡Bien puedes obsesionarme, rostro de otra felicidad! ¡Bien podéis modular vuestros encantamientos, voces amorosas! Miro lo que he elegido y escucho lo que ya me ha mecido. Me dicen: «Alá te perdonará». Rechazo este perdón que no he solicitado.
Un poco de pan, un poco de agua fresca, la sombra de un árbol y tus ojos. Ningún sultán es más feliz que yo. Ningún mendigo es más triste.
¿Por qué tanta dulzura y ternura en los inicios de nuestro amor? ¿Por qué tantas caricias y delicias después? Ahora sólo hallas placer en destrozar mi corazón… ¿Por qué?
Cuando mi alma pura y la tuya hayan abandonado nuestros cuerpos, colocarán un ladrillo bajo nuestra cabeza. Y un día un ladrillero amasará tus cenizas y las mías.