LXVIII

No temo la Muerte. Prefiero este algo ineluctable que el que me fue impuesto al nacer. ¿Qué es la vida? Un bien que me ha sido confiado a mi pesar y que devolveré con indiferencia.

LXIX

¡La vida pasa, rápida caravana! Detiene tu cabalgadura y procura ser dichoso. Muchacha, ¿por qué te entristeces? ¡Escánciame vino! Pronto llegará la noche…

LXX

¡Ve a sentarte y bebe! Gozarás de una dicha que Mahmud no conoció. Escucha las melodías que exhalan los laúdes de los amantes: son los verdaderos salmos de David. No te sumerjas ni en el pasado ni en el porvenir. ¡Que tu pensamiento no rebase el momento presente! He aquí el secreto de la paz.