LII

Mi nacimiento no aportó el menor provecho al universo. Mi muerte no disminuirá ni su inmensidad ni su esplendor. Nadie ha podido explicarme jamás por qué he venido, ni por qué partiré.

LIII

¡Prudencia, viajero! El camino por el que avanzas es peligroso. El puñal del Destino es muy afilado. Si ves almendras dulces, no las cojas. Contienen veneno.

LVI

Si has prendido en tu corazón la rosa del Amor, tu vida no ha sido inútil, o bien si has procurado oír la voz de Alá, o bien si has levantado tu copa sonriendo al placer.

LV

Tú, cuya mejilla humilla a la zarzarrosa; tú, cuyo rostro se parece al de un ídolo chino, ¿sabes que tu mirada aterciopelada ha hecho del rey de Babilonia algo parecido al alfil del juego de ajedrez, que retrocede ante la reina?