Todo el mundo sabe que jamás he murmurado la mejor plegaria. Todo el mundo sabe también que jamás he intentado disimular mis defectos. Ignoro si existe una Justicia y una Misericordia… Sin embargo, tengo confianza, porque siempre he sido sincero.
¿Qué es mejor? ¿Sentarse en una taberna y después hacer examen de conciencia, o prosternarse en una mezquita, con el alma cerrada? Yo no me preocupo de averiguar si tenemos un Señor ni de lo que Este hará de mí, si llega el caso.
Considera con indulgencia a los hombres que se emborrachan. Debes decirte a ti mismo que tú tienes otros defectos. Si quieres conocer la paz y la serenidad, inclínate hacia los desheredados de la vida, hacia los humildes que gimen en la desdicha, y te sentirás afortunado.