Pasaba por el taller desierto de un alfarero. Había al menos dos mil jarros, que hablaban en voz baja. De pronto, uno de ellos exclamó: «¡Silencio! ¡Dejad que este viandante evoque los alfareros y los compradores que fuimos!…».
¿Decís que el vino es el único bálsamo? ¡Traedme todo el vino del universo! Mi corazón tiene tantas heridas… ¡Todo el vino del universo, y que mi corazón conserve sus heridas!
Cierra tu Corán. Piensa libremente y contempla libremente el cielo y la tierra. Da la mitad de lo que posees al pobre que pasa. Perdona a todos los culpables. No entristezcas a nadie. Y escóndete para sonreír.
Ignorante que te crees sabio, te miro ahogarte entre el infinito del pasado y el infinito del porvenir. Tú quisieras plantar un hito entre estos dos infinitos y encaramarte en él… Más vale que vayas a sentarte bajo un árbol, con una botella de vino que te hará olvidar tu impotencia.