¡Cuan ligera es el alma del vino! Alfareros, para esta alma ligera, ¡formad jarros de paredes bien lisas! Cinceladores de copas, ¡redondeadlas con amor, para que esta alma voluptuosa pueda acariciarse suavemente con el azur!
¡Cuan débil es el hombre! ¡Cuan ineluctable el Destino! Formulamos juramentos que no cumplimos, y nuestra vergüenza nos es indiferente. También yo obro a veces como un insensato. Pero yo tengo la excusa de estar ebrio de amor.
Hombre, puesto que este mundo es un espejismo, ¿por qué te desesperas, por qué piensas sin cesar en tu miserable condición? Abandona tu alma a la fantasía de las horas. Tu destino está escrito. No hay raspadura que pueda modificarlo.
Las estrellas dejan caer sus pétalos de oro. Me pregunto cómo es que mi jardín no está ya tapizado de ellos. Como el cielo esparce sus flores sobre la tierra, yo escancio vino rosado en mi copa negra.