Cada mañana, el rocío abruma los tulipanes, los jacintos y las violetas, pero el sol les libera de su brillante peso. Cada mañana mi corazón me pesa más en el pecho, pero tu mirada lo libera de su tristeza.
Harto de interrogar en vano a los hombres y los libros, he querido interrogar al jarro. He puesto mis labios en sus labios y he murmurado: «Cuando esté muerto ¿a dónde iré?». Y me ha respondido: «Bebe en mis labios. Bebe mucho tiempo. Jamás volverás a la tierra».
Sultán, ¡tu destino glorioso estaba escrito en las constelaciones donde llamea el nombre de Khosru! Desde el comienzo de las edades, tu caballo, de pezuñas de oro, saltaba entre los astros. Cuando tú pasas, un torbellino de chispas te oculta a nuestra vista.