He tenido maestros eminentes. Me he alegrado de mis progresos, de mis triunfos. Cuando evoco el sabio que fui, lo comparo al agua que toma la forma del vaso, y al humo que el viento disipa.
Para el sabio, la tristeza y la alegría se parecen, así como el bien y el mal. Para el sabio, todo lo que ha comenzado debe terminar. Siendo así, pregúntate si obras razonablemente al alegrarte de esta dicha que te acontece, o al disgustarte por esta desdicha que no esperabas.
Señor, Tú has colocado mil lazos invisibles en el camino que seguimos, y has dicho: «¡Desdichados los que no los eviten!». Tú lo ves todo, y todo lo sabes. Nada ocurre sin tu permiso. ¿Somos responsables de nuestras faltas? ¿Puedes reprocharme mi rebelión?
Nuestro universo es una glorieta de rosas. Nuestros visitantes son las mariposas. Nuestros músicos son los ruiseñores. Cuando ya no hay rosas ni hojas, las estrellas son mis rosas, y tu cabellera mi fronda.