EPÍLOGO

Como autor de novelas históricas y ésta lo es, no estoy obligado a guardar el rigor de un historiador, sin embargo, el asesinato de Al-Mugira, hermano menor del califa Al-Hakam II, es un hecho que ningún historiador omite y tampoco dudan en señalar al autor. Por tanto me he atrevido a imaginar aquella noche del primero de octubre de 976 y la reunión celebrada para acabar con la vida del desgraciado príncipe omeya. Según las fuentes que he consultado, Al-Mushafi, hachib o primer ministro de Al-Hakam II, al enterarse de la muerte del Califa, convocó a los hombres más relevantes de la corte para atajar la conjura que se había declarado y entre ellos estaba Abi Amir. Como no he encontrado la relación nominal de los asistentes, me he permitido completarla con los hombres que considero importantes en aquella corte por los cargos que ocuparon. Por tanto, todos los personajes existieron, vivieron en Córdoba y tuvieron su parte en la historia del califato cordobés, a excepción de los eunucos y sirvientes: Jalaf el mendigo del mercado, Ahmed al servicio de Abi Amir; Afif, Duka y Nasrur, eunucos del harén califal y Zafir como capitán de los “mudos” o guardia personal del Califa. El conde Vela también es un personaje de ficción aunque en el ejército califal fueron numerosos los mercenarios cristianos.

Para mejor comprensión de la personalidad y trayectoria de Abi Amir me permito, siguiendo a los historiadores Levi Provençal y Dozi, hacer un somero apunte de los acontecimientos ocurridos después, hasta el momento en que Abi Amir se muestra de hecho como verdadero califa del Al-Andalus.

El día segundo de octubre de 976 (cuatro safar 366) es proclamado califa en el Alcázar de Córdoba Hisham II con el título honorífico “Al-Mu’ayyad bi-llah”, “el que recibe la asistencia victoriosa de Allah”. Estuvo presente la corte al completo presidida por Al-Mushafi, con Faiq Al-Nizami a su derecha y Yawdar, el gran halconero, a su izquierda. Abi Amir redactó el acta de investidura y la leyó en voz alta. Los altos dignatarios hicieron el juramento ante el cadí Al-Salim y el resto de las diversas categorías ante Abi Amir.

El gobierno del nuevo califa, con Al-Mushafi como primer ministro y Abi Amir como adjunto, encaminó los pasos en perseguir a los grandes oficiales y a popularizar a Hisham II entre los cordobeses. El día ocho de octubre, diez de safar, se abolió la contribución sobre el aceite y en medio de un gran cortejo, vestido de seda y montado en un caballo ricamente enjaezado, Hisham II recorrió la ciudad de Córdoba.

La persecución a los grandes oficiales fue implacable. Al-Musafi mandó tapiar la Puerta de Hierro del Alcázar por donde los eunucos se comunicaban con la ciudad. Yawdar, en un acto de soberbia, dimitió y, en contra de lo que pensaba, se le admitió la dimisión. Desapareció de la corte. Abi Amir ordenó la instrucción de procesos contra ellos y fueron condenados a pagar grandes sumas de dinero. Faiq Al-Nizami fue desterrado a las islas Baleares y allí murió al poco tiempo. A Durri, convicto de prevaricación y otros cargos, se le condenó a muerte.

Los leoneses y castellanos, como Abi Amir había previsto, empezaron a hostigar la región situada entre el Duero y el Tajo. Al-Mushafi, indeciso, permitió que Abi Amir forzase y obtuviese la celebración de un consejo de guerra. A finales de febrero del año 977, Abi Amir, al frente del ejército, se puso en marcha hacia el Norte. Entró por el Sur de Salamanca y asoló los enclaves poblados en el reinado anterior. Regresó a Córdoba al cabo de cincuenta y tres días con buen botín y un elevado número de prisioneros.

La animadversión que Al-Mushafi había cosechado a lo largo de su vida llegó al extremo con el nombramiento de sus tres hijos, su sobrino Hisham ibn Utman y sus hermanos para ocupar los cargos más lucrativos. Abi Amir, empujado por Subh y apoyado por el general Galib y otros visires descontentos, buscó la oportunidad de deshacerse del Hachib. Por su iniciativa en el consejo de visires reclamó el título de doble visir, dhul-wizaratayn, para el General. Al mismo tiempo se acordó que en las próximas campañas el ejército de Córdoba, a las órdenes de Abi Amir, reforzaría a Galib. En Septiembre de 977 Abi Amir, a la cabeza de las tropas, salió de Córdoba y se reunió con Galib en Madrid. Atacaron Mola. Abi Amir volvió a la ciudad califal con riquísimo botín y un número elevado de prisioneros. Galib escribió al Califa y al consejo de visires alabando la actuación de Abi Amir como militar y recomendó que se le nombrase prefecto de la ciudad. El Califa nombró inmediatamente prefecto a Abi Amir. Tomó posesión del puesto el mismo día aprovechando la ausencia de Muhammad.

Al-Mushafi se sintió cercado. Escribió a Galib y le reclamó la palabra que le había dado de concederle la mano de su hija Asma para contraer matrimonio con su hijo Muhammad. Sin embargo, Abi Amir había ya firmado el contrato de matrimonio con Galib. A primeros del año 978, en la fiesta de año nuevo, periodo fasto para la celebración de matrimonios en el Al-Andalus, se celebró la boda. La novia y la ceremonia fueron dispuestas desde el harén califal.

El veintinueve de marzo de 978, trece sha’ban 367, Al-Mushafi, sus hijos y sus sobrinos fueron acusados de malversación y apropiación de bienes patrimoniales del Estado. Se les expropió de sus bienes y se les impusieron fuertes multas que no pudieron hacer frente. Se les encarceló. Hisham ibn Utman y alguno más murieron en prisión.

Abi Amir se convirtió en el nuevo hachib y administrador del califato. El proceso de Al-Mushafi lo prolongó por tres años con la esperanza de que se muriera por causas naturales, pero el viejo llegó hasta el año 983 en que murió envenenado o estrangulado en prisión.

Durante el verano de 978 empezó a correr el rumor de que con la proclamación de Hisham II se había cometido una ilegalidad. Los enemigos de Abi Amir se habían decido a presentarle batalla en la misma corte. A primeros de 979, Abi Amir desenmascaró a los conjurados para asesinar al joven Hisham II y sustituirle por un nieto de Abd Al-Rahman III llamado Abd Al-Rahman ibn Ubayd Allah. Encabezaban el complot Yawdar, el antiguo halconero de Al-Hakam II, eclipsado durante este tiempo, Al-Malik ibn Mundir y el nuevo prefecto de la ciudad Ziyad ibn Aflah, les acompañaba el poeta Yasuf ibn Harem Al-Ramada. Ziyad, al verse perdido, encarceló a sus compañeros. Todos fueron condenados a muerte, a excepción del poeta, que se le condenó a no poder hablar ni ser hablado por nadie. Al-Malik fue crucificado en la Puerta Al-Sudda el dieciocho de enero de 979. Esta muerte la aprovechó Abi Amir para atraerse a los ortodoxos ulemas que le acusaban de tibio en materia de fe. Les permitió la entrada en la biblioteca de Al-Hakam II, con más de cuatrocientos mil volúmenes, y expurgar en ella. Miles de libros de ciencia que consideraron subversivos fueron quemados o arrojados a los pozos del Alcázar.

Abi Amir comprendió que las viejas estructuras podían ser un peligro y un freno para sus proyectos y, a imitación de Abd Al-Rahman III, mandó construir una nueva ciudad aguas arriba del Guadalquivir. Medina Al-Zahira, la Ciudad Brillante. Al mismo tiempo comenzó la gran reforma del ejército. Hizo venir desde África a Chafar ibn Alli ibn Handum con un gran contingente de beréberes y amplio el número de mercenarios cristianos. Con estos dos cuerpos formó la columna vertebral del ejército y a las milicias árabes las desperdigó entre unidades mixtas rompiendo de este modo la relación tribal.

En menos de dos años estuvo terminada Medina Al-Zahira. En 981 trasladó allí todos los departamentos de la administración. Asiló y evitó cualquier influencia que pudiera representar el joven Califa. Anunció oficialmente que Hisham II deseaba dedicarse a la piedad y delegaba en Abi Amir la administración de los negocios públicos. El Alcázar de Córdoba y Medina Al-Zahra quedaron desiertos. Un cuerpo especial de policía se encargó de impedir visitas al Califa y al harén califal. A partir de esta fecha data lo que los cronistas hispanomusulmanes llaman la wahsha, la ruptura de relaciones entre Hisham II y su ministro.

Hubo algunas murmuraciones pero Córdoba disfrutaba de un esplendor económico superior al del califato anterior y se acallaron de inmediato. Sin embargo, Galib estuvo en total descuerdo con la política de su yerno Abi Amir. La disputa se dirimió en el campo de batalla.

El octavo día del mes de julio de 981 (dos muharram 371) el ejército de Abi Amir se alineó en orden de batalla en la inmediaciones de Atienza. El centro lo formó con los mercenarios cristianos y las tropas de la guarnición de Córdoba; en el ala derecha los beréberes capitaneados por Chafar ibn Alli ibn Handum Al-Andalusi y en la izquierda las tropas de las Marcas a las órdenes de Ma’n Al-Tuchibi y ibn Abd Al-Wadid. Galib se situó enfrente. Contaba con las fuerzas propias que se le mantenían fieles, con los refuerzos castellanos mandados por el conde Garci Fernández y un fuerte contingente de vascones conducidos por Ramiro, hijo de Sancho Garces II, rey de Navarra. El encuentro se produjo el diez de julio (cuatro muharram). Durante la batalla, el caballo de Galib tropezó y el invicto general se rompió el pecho contra el pomo de la silla. Su mano, con el anillo en el dedo, y su cabeza se las llevaron a Abi Amir.

Muerto Galib, ningún obstáculo se proyectaba en el horizonte de Abi Amir Muhammad ibn Abi Amir Al-Ma’afiri. Al llegar a Córdoba, en ese mismo año de 981, pensó que el título de hachib no era bastante. Decidió adoptar un protocolo soberano y un sobrenombre honorífico. Eligió para ello “Al-Mansur bi-llah”, “el victorioso por Allah”.