11. Las lecciones de la crisis de los misiles

¿Por qué ocurrió la Crisis de los Misiles? ¿Qué aprendieron de aquel incidente los actores del drama? Los datos básicos son estos: desde 1959 Fidel Castro dirigía en La Habana un gobierno radical, de matiz totalitario, con declaradas inclinaciones comunistas y rabiosamente dedicado a combatir los intereses norteamericanos dentro y fuera de la Isla. Los Estados Unidos, en consecuencia, se habían propuesto derrocarlo, y como resultado de esa pugna, el Máximo Líder se fue acercando cada vez más a los soviéticos a la búsqueda de un paraguas protector que le permitiera continuar impunemente su labor de incansable revolucionario en un Tercer Mundo alborotado y rencoroso.

Dieciocho meses antes de la Crisis de los Misiles, el conflicto entre La Habana y Washington había llegado a su punto más crítico: la fracasada invasión de Bahía de Cochinos. En esa fecha, millar y medio de exiliados cubanos desembarcaron en la costa sur de la Isla, sólo para ser abandonados a su suerte, sin pertrechos ni protección aérea, por un vacilante presidente norteamericano que, primero, no tuvo el coraje de desmantelar una operación militar en la que no creía, y luego careció de valor para sostener a unos hombres a los que había enviado a una cruel ratonera.

Pero después de Bahía de Cochinos, Castro se sintió más inseguro que antes de que ocurriera la invasión. Su instinto político le decía que el próximo intento de derrocamiento ya no se haría con exiliados o con adversarios cubanos, sino con las fuerzas armadas de los Estados Unidos, enemigo contra el cual el gobierno de La Habana no tenía la menor posibilidad de sobrevivir. Y como Castro es audaz, pero no temerario —cuando Bahía de Cochinos siempre estuvo listo, en Yucatán, un avión del mexicano Lázaro Cárdenas para sacarlo del atolladero— forzó la vinculación militar con los soviéticos, a la búsqueda de un seguro de vida, tanto para su revolución como para sí mismo.

No fue difícil convencer a Krushchev. El dirigente ruso estaba persuadido de que John F. Kennedy era un líder débil como había demostrado en Bahía de Cochinos, y como había vuelto a demostrar en la reciente reunión de Viena sobre desarme. Y si Moscú conseguía colocar sus misiles en Cuba, a noventa millas del territorio norteamericano, o si lograba instalar una base aeronaval en las costas de la Isla, la capacidad de intimidación de la URSS sobre los Estados Unidos se multiplicaba de una forma dramática. Si para Castro la presencia de Moscú en la Isla era una garantía de impunidad, una patente de corso, para Nikita Krushchev conseguir esa baza militar podía llegar a ser más o menos lo mismo.

En septiembre los tres actores del drama dieron el primer paso en dirección de la crisis. En ese mes, Castro, públicamente, anunció que daría facilidades a los soviéticos para la construcción de una base aeronaval. Y Kennedy, secretamente, decidió terminar de una vez con el molesto vecino, antes de que llegaran los rusos, utilizando para ello a las Fuerzas norteamericanas, aunque creando en su seno un cuerpo especial de unidades cubanas compuestas por exiliados. En ese momento todavía no se sabía que en la Isla se preparaban rampas desde las cuales se podían lanzar misiles atómicos contra los Estados Unidos, pero se presumía que podían instalarlas en un futuro próximo. Esto se confirmó un mes más tarde, el 15 de octubre, cuando los aviones U-2 de reconocimiento trajeron las fotos de las bases lanzacohetes. Los rusos ya habían llegado. Los rusos ya estaban en la Isla y muy pronto tendrían la capacidad de amenazar a los Estados Unidos desde una mínima distancia. Lo demás es historia. Hubo amenazas norteamericanas, negociaciones secretas, y un acuerdo mediante el cual los soviéticos retiraban los misiles de Cuba, a cambio de que los norteamericanos hicieran otro tanto con los Júpiter instalados en Turquía, mientras se comprometían a no invadir la Isla.

¿Quién ganó y quién perdió en ese episodio? Aparentemente ganó Washington y perdió Moscú, pero ambas conclusiones son inexactas. Kennedy consiguió un triunfo puramente publicitario. Krushchev, que no ponía en juego, realmente, nada importante, fue públicamente humillado, pero su influencia en los asuntos mundiales no mermó en lo absoluto.

Sin embargo, Castro, a quien se trató de forma vejaminosa durante la crisis, y a quien no se le consultó sobre el destino de los misiles, fue el único factor que históricamente ganó algo concreto: la impunidad que buscaba para actuar contra los intereses norteamericanos y para convertirse en un líder intocable de la revolución planetaria tercermundista. Exactamente lo que pretendía encontrar bajo el paraguas nuclear soviético lo obtuvo con el compromiso que puso fin al peligroso enfrentamiento.

¿Y cuáles son las lecciones que pueden extraerse de estos sucesos? Los norteamericanos aprendieron que la debilidad y la indecisión suelen provocar males mayores. La Crisis de los Misiles se produjo porque el presidente Kennedy no supo actuar acertadamente durante Bahía de Cochinos. Los soviéticos tomaron nota de que era una peligrosa irresponsabilidad reclutar militarmente a los impredecibles aliados tercermundistas, y más aún establecer con ellos complicidades estratégicas que pudieran conducirlos a un enfrentamiento con los Estados Unidos. No tenía el menor sentido arriesgar a Moscú o a Leningrado por salvar a La Habana o a Managua. (Y mucho menos a Granada, como se viera recientemente).

Y los cubanos también aprendieron lo suyo: que la URSS no era un aliado fiable en caso de un conflicto con los Estados Unidos, pero también que la historia —contrario a las leyes de la dialéctica marxista— a veces (o casi siempre) era el resultado del azar. Y en esa oportunidad el azar los había favorecido. De esa crisis, y gracias a esa crisis, han podido sobrevivir todos estos años.

3 de noviembre de 1987

Coda en 2009

Lamentablemente, la lección no ha sido aprendida del todo por Rusia, que vuelve a razonar como en 1962, pero esta vez de la mano del venezolano Hugo Chávez. En octubre de 2008 ya se vio a la marina de guerra rusa de patrulla en el Caribe, con el mayor crucero nuclear del mundo, el Pedro I el Grande., invitada por Chávez, que busca protegerse bajo el paraguas moscovita en un hipotético enfrentamiento con Washington. Exactamente como ha ocurrido a lo largo de varios siglos, el Caribe sigue siendo uno de los reñideros donde las grandes potencias dirimen sus diferencias.