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En el mes de septiembre el doctor Diver estaba tomando el té con Baby Warren en Zurich.

—Creo que es una imprudencia —decía ella—. Realmente, no entiendo muy bien qué hay detrás de todo esto. —Será mejor que no nos pongamos desagradables.

—Al fin y al cabo, soy la hermana de Nicole, ¿no?

—Eso no le da derecho a ponerse desagradable. A Dick le irritaba no poder decirle tantas cosas que sabía.

—Nicole será muy rica, pero eso no quiere decir que yo sea un aventurero.

—Ésa es la cuestión —recalcó Baby—. Nicole es rica.

—¿Cuánto dinero exactamente tiene? —preguntó Dick. Baby se sobresaltó y Dick, riéndose para sus adentros, continuó:

—¿Ve como todo esto es absurdo? En realidad, debería hablar con algún hombre de su familia.

—Lo han dejado todo en mis manos —insistió ella—. No es que pensemos que sea usted un aventurero. Es que no sabemos quién es.

Soy doctor en medicina —dijo Dick—. Mi padre es clérigo, ya retirado. Vivíamos en Buffalo y no tengo ningún inconveniente en que investiguen mi pasado. Estudié en New Haven y luego gané una beca Rhodes. Mi bisabuelo fue gobernador de Carolina del Norte y soy descendiente directo de Anthony Wayne el Loco.

—¿Quién era Anthony Wayne el Loco? —preguntó Baby con aire suspicaz.

—¿Anthony Wayne el Loco?

—Creo que ya hay suficiente locura en toda esta historia.

Dick movió la cabeza con impaciencia y en ese momento Nicole salió a la terraza del hotel y miró alrededor tratando de encontrarlos.

—Estaba demasiado loco para dejar tanto dinero como Marshall Field —dijo Dick.

—Todo eso está muy bien, pero…

Baby tenía razón y lo sabía. Cara a cara, prácticamente ningún clérigo podía estar por encima de su padre. La suya era una familia aristocrática americana sin título. Bastaba que su apellido apareciera en el registro de un hotel o en la firma de una carta de presentación, o fuera utilizado en una situación difícil, para provocar una metamorfosis psicológica en la gente, y eso era lo que había afianzado su sentido de la posición que tenían. Todos esos datos los sabía por los ingleses, que los conocían desde hacía más de doscientos años. Pero lo que no sabía era que Dick había estado dos veces a punto de tirarle a la cara aquel proyecto de boda. Lo que esta vez lo impidió fue que Nicole los encontró al fin y apareció radiante, fresca y pura en aquel atardecer de septiembre.

Qué tal, abogado. Nos vamos mañana a Como por una semana y luego regresamos a Zurich. Por eso quería que lo arreglara usted con mi hermana, porque nos da igual la cantidad que se me asigne. Vamos a llevar una vida muy sencilla en Zurich durante dos años y Dick tiene suficiente para los dos. No, Baby, tengo más sentido práctico de lo que te imaginas. Sólo lo voy a necesitar para ropa y cosas así… ¿Qué? Pero eso es más de lo que… ¿Nos podemos realmente permitir una cantidad así? Desde luego, no voy a poder gastarlo. ¿Tanto tienes? ¿Y por qué tienes más? ¿Es porque se me considera una incapaz? Muy bien pues: que mi parte se vaya amontonando… No. Dick se niega absolutamente a tener que ver con eso. Se me tendrá que subir a mí el dinero a la cabeza por los dos… Baby, no tienes ni idea de cómo es Dick. Lo conoces menos que… Bueno, y ahora dónde firmo. Oh, perdón.

Dick, ¿verdad que es una sensación rara estar juntos, tan lejos de los demás? No tenemos dónde ir, sino el uno al otro.

Vamos a querernos y querernos. Ah, pero yo te quiero más que tú a mí, y noto perfectamente cuando te alejas de mí, aunque sea un poco. Me parece maravilloso ser como los demás, alargar la mano y sentir tu cuerpo cálido junto a mí en la cama… Llame a mi marido al hospital, por favor. Sí, el librito se está vendiendo en todas partes: quieren publicarlo en seis idiomas. Yo iba a hacer la traducción al francés, pero esta temporada me siento muy cansada. Me da miedo caerme, me siento tan pesada y tan torpe… como un budín que se rompe y ya no hay manera de ponerlo derecho. Cuando me ponen el estetoscopio tan frío sobre el corazón lo único que se me ocurre pensar es «Je m’en fiche de tout»… Oh, esa pobre mujer en el hospital con el niño azul. Mucho mejor sería que se muriera. ¿No es estupendo que ahora seamos tres?

… Eso no me parece razonable, Dick. Tenemos motivos de sobra para coger el piso que es más grande. ¿Por qué tenemos que sacrificarnos por el simple hecho de que los Warren tienen más dinero que los Diver? Oh, gracias, cameriere, pero hemos cambiado de idea. Un clérigo inglés nos ha dicho que el vino de aquí de Orvieto es excelente. ¿Que no viaja bien? Debe ser por eso por lo que no lo conocíamos, porque nos encanta el vino.

Los lagos están hundidos en el lodo marrón y las laderas tienen tantos pliegues como un vientre. El fotógrafo nos dio la foto mía en la que estoy con el pelo lacio apoyada en la baranda de la barca que nos llevaba a Capri. «Adiós, Gruta Azul», cantaba el barquero, «vuelve prontooo». Y después recorrimos la espinilla caliente y siniestra de la bota italiana con el viento que susurraba entre aquellos castillos misteriosos y los muertos que nos contemplaban desde lo alto de aquellas montañas.

… Se está bien en este barco, golpeando los dos la cubierta con nuestros tacones al mismo tiempo. Ésta es la esquina donde sopla el viento y cada vez que la doblamos, me inclino haciendo frente al viento y me envuelvo bien en el abrigo sin perder el paso que marca Dick. Cantamos cualquier tontería:

Oh, oh, oh, oh.

no hay más flamencos que yo,

oh, oh, oh, oh.

no hay más flamencos que yo.

La vida con Dick es muy divertida. La gente que está en las hamacas nos mira y una mujer está tratando de entender lo que cantamos. Dick se ha cansado ya de cantar, así que, sigue tú solo, Dick. Solo andarás de otra manera, por una atmósfera más densa, abriéndote paso entre las sombras de las hamacas a través del humo pegajoso de las chimeneas. Notarás tu propio reflejo deslizándose en los ojos de los que te miran. Ya no estás en una isla. Pero supongo que hay que tocar la vida para poder saltar de ella.

Contemplo el mar sentada en el puntal de este bote salvavidas; el viento agita mi pelo y el sol lo hace brillar. Permanezco inmóvil contra el fondo del cielo y este bote fue hecho para transportar mi silueta a la oscuridad azul del futuro. Soy Palas Atenea tallada con veneración en la proa de una galera. El agua está entrando en los retretes y el follaje de espuma verde esmeralda se repliega protestando por la popa.

… Ese año viajamos mucho, de Woolloomooloo Bay a Biskra. Al entrar en el Sahara nos tropezamos con una plaga de langostas y el chófer nos explicó amablemente que eran abejorros. Por las noches el cielo estaba cubierto, preñado con la presencia de un dios extraño que nos vigilaba. ¡Oh, aquella pobrecita Ouled Nail, tan desnuda! La noche era un estruendo: los tambores del Senegal, las flautas, los gemidos de los camellos y el golpeteo incesante de los nativos con sus zapatos hechos de viejos neumáticos.

Pero en esa época yo estaba otra vez mal: los trenes y las playas eran una misma cosa para mí. Por eso me había llevado de viaje, pero después de nacer mi segundo hijo, mi pequeña Topsy, todo se volvió oscuro de nuevo.

… Si pudiera avisar a mi marido, que ha tenido a bien abandonarme aquí, dejándome en manos de incompetentes. ¿Qué dice usted, que mi niña es negra? Eso es ridículo. Es una broma de mal gusto. Fuimos a África exclusivamente para ver Timgad, puesto que lo que más me interesa en la vida es la arqueología. Estoy harta de no saber nada y de que me lo recuerden a cada instante.

… Cuando me ponga bien quiero ser una persona tan completa como tú, Dick. Me pondría a estudiar medicina si no fuera porque es demasiado tarde. Deberíamos gastarnos mi dinero y comprarnos una casa. Estoy harta de pisos y de tener que estar esperándote. Y tú no aguantas ya Zurich y no encuentras tiempo aquí para escribir y siempre dices que el que un científico no escriba equivale a una confesión de debilidad por su parte. Y yo recorreré todo el campo del saber y me decidiré por algo y lo estudiaré realmente bien, de modo que si tengo otra recaída podré tener algo a que agarrarme. Y tú me ayudarás, Dick, para que no me sienta tan culpable. Viviremos cerca de una playa cálida donde podamos broncearnos y seguir jóvenes juntos.

… Esta casita le servirá a Dick de estudio. Ah, la idea se nos ocurrió a los dos al mismo tiempo. Habíamos pasado por Tarmes una docena de veces y nos acercamos hasta aquí y vimos que las casas estaban desocupadas, salvo dos establos. Para la compra utilizamos a un francés de intermediario, pero en cuanto la Marina se enteró de que unos americanos habían comprado parte de un pueblecito en una colina envió aquí a sus espías. Estuvieron rebuscando entre todo el material de construcción convencidos de que iban a encontrar cañones. Y finalmente nos tuvo que echar una mano Baby, que conoce gente en el Ministerio de Asuntos Exteriores en París.

Nadie viene a la Riviera en verano, así que contamos con tener unos pocos invitados y trabajar. Hay algunos franceses aquí. La semana pasada vino Mistinguett y se extrañó de que el hotel estuviera abierto todavía. Y también Picasso y el que escribió Pas sur la bouche[15].

Dick, ¿por qué nos has registrado como señores de Diver en lugar de doctor Diver y señora? No sé. Me pasó por la cabeza y quería preguntártelo. Tú me has enseñado que el trabajo lo es todo y te creo. Siempre decías que un hombre aprende cosas y cuando deja de aprenderlas es como todos los demás, y por eso lo que debe hacer es adquirir poder antes de que deje de aprenderlas. Si quieres volverlo todo patas arriba, me parece muy bien, pero, cariño, ¿tiene que seguirte tu Nicole como un perrito faldero?

Tommy dice que estoy muy callada. La primera vez que me puse bien hablaba muchísimo con Dick hasta las tantas de la noche, los dos sentados en la cama encendiendo cigarrillos, y luego, cuando despuntaba el alba azul, nos hundíamos en las almohadas para que no nos diera la luz en los ojos. Algunas veces me pongo a cantar, o juego con los animales, y también tengo unos cuantos amigos: Mary, por ejemplo. Cuando hablamos Mary y yo, ninguna escucha lo que dice la otra. Hablar es cosa de hombres. Cuando estoy hablando me digo a mí misma que tal vez sea Dick el que habla. He llegado a ser incluso mi hijo, al acordarme de lo juicioso y tranquilo que es. A veces soy el doctor Dohmler y alguna vez, puede que hasta sea un aspecto de ti, Tommy Barban. Creo que Tommy está enamorado de mí, pero de una manera muy tierna, que me conforta. Lo suficiente, sin embargo, para que empiece a notarse cierta hostilidad entre él y Dick. Pero, con todo, nunca han ido tan bien la cosas como ahora. Estoy rodeada de amigos que me quieren. Estoy aquí, en esta playa tranquila, con mi marido y mis dos hijos. Todo es perfecto… o lo será si consigo terminar de traducir al francés esta condenada receta de pollo a la Maryland. ¡Qué calentitos siento los pies en la arena!

—Sí, voy a mirar. Más gente nueva… Ah, sí, esa chica. ¿A quién decís que se parece?… No, no la he visto. No tenemos muchas posibilidades aquí de ver las películas americanas más recientes. ¿Rosemary qué? Realmente, se está poniendo esto muy de moda. ¡Y eso que estamos en julio! ¿No os parece más bien raro? Sí, de acuerdo: es una monada. Pero ya hay gente de sobra.