Capítulo Dieciocho

Cuando Delilah salió del cuarto de baño, sus mejillas sonrojadas y el brillo de muchas velas que Samson había encendido en el dormitorio, brillaban como oro sobre su piel. Nunca había visto un espectáculo más hermoso. Ella se había puesto una bata, y no llevaba nada debajo, justo como él se lo había pedido.

Finalmente se quedaron solos en su casa, sus amigos se habían marchado unos minutos antes. Se quedó esperando por ella frente a la chimenea, igualmente sólo vestido con una bata, también desnudo bajo ella. Su pene se agitó violentamente al verla, y al pensar lo que estaban a punto de hacer. Nunca había imaginado lo que se sentiría, pero ahora que lo hacía, estaba seguro que nunca había sentido nada siquiera cercano al amor que sentía por ella.

—Gracias por hacer posible que yo hablara con mi padre.

—Siempre voy a hacer todo lo posible para hacerte feliz. Cueste lo que cueste. —Abrió sus brazos.

Delilah se le acercó, lenta pero constantemente, y la envolvió en sus brazos.

—¿Estás lista para que comience el resto de tu vida?

—Contigo a mi lado, estoy lista para cualquier cosa.

Su voz era como música para sus oídos.

Acarició la pálida piel de su cuello y sintió latir la arteria por debajo de sus dedos. Sus párpados revoloteaban.

—¿Dolerá?

—No sentirás ningún dolor, sólo placer. Vamos a unirnos a la altura del éxtasis, cuando nuestros cuerpos estén unidos, beberás mi sangre, y yo la tuya. Vamos a ser verdaderamente uno, un solo cuerpo, una sola alma. Sentirás todo lo que yo sienta, y voy a sentir todo lo que sientes. No habrá secretos entre nosotros. ¿Quieres esto?

Samson tenía que darle una oportunidad más para cambiar de opinión, porque una vez que hicieran el vínculo de sangre, estarían unidos para siempre. Él sabía que era lo que él quería. La certeza que sentía era embriagadora y aterradora al mismo tiempo. Si ella lo rechazaba ahora, rompería su corazón.

Sus ojos verdes brillaban cuando ella lo miró.

—Samson, he estado sintiendo cosas extrañas en los últimos días. Sentí cosas sobre ti que no podía saber. Como el hecho de que pintaras ese cuadro. —Ella inclinó la cabeza hacia la pintura sobre la mesa—. Cuando lo miro, veo a un niño que muestra a su madre un dibujo.

—Esos son mis recuerdos, dulzura.

—Pero no hemos hecho el vínculo de sangre aún. ¿Cómo es posible?

—Los que son verdaderamente el uno para el otro, ya tienen ese vínculo entre ellos. Es por eso que ya puedes sentirme, y es por eso que sabía sobre el prado. Ya estamos conectados. —Él sonrió.

—¿Te importaría hacerlo oficial? —susurró Delilah, con sus labios carnosos y rojos.

En cámara lenta, sus labios descendieron sobre los de ella hasta que finalmente se entrelazaron en un beso de amor puro. Nunca había besado a otra mujer como la besaba a ella. Capturando sus labios contra los de él, derramó su corazón, mientras invadía las cavernas de su boca con la lengua. No estaba allí para saquear, sino para compartir. Su lengua se reunió con la de él, ofreciéndole lo que él sabía que nunca podría tomar: su confianza. Sólo ella se la podía dar.

Sus bocas fundidas en una entrega apasionada del uno al otro, ni uno de ellos era el conquistador, ni el conquistado. Socios, iguales en el amor. Ambos con igual fuerza e igual debilidad el uno por el otro, a la vez con poder y sin él, al mismo tiempo.

Samson sintió imágenes invadiendo su mente una vez más, las imágenes de lavanda, el prado, el sol. Ella se había abierto a él para llevarlo a un lugar de felicidad absoluta, un lugar sin ninguna preocupación en el mundo, un lugar donde únicamente era un hombre y no bestia.

Sin interrumpir el beso, él la levantó en sus brazos y la llevó a su cama, no, a la cama de ambos. La puso en las sábanas frescas y la cubrió con su cuerpo. Lo único que había entre ellos eran sus finas batas, proporcionando una débil barrera a su pasión.

***

Con sus ansiosas manos Delilah tiró de su bata, hasta que cedió y se abrió para que pudiera sentir su piel bajo sus dedos. Nunca en sus sueños más aventurados se le había ocurrido que podía amar a un hombre sin reservas de la manera que ella amaba a Samson. Un entusiasmo latía en sus venas mientras sentía sus manos desenvolverla de su bata.

Finalmente la piel desnuda de Samson se conectó con la suya. Ella casi sentía la chispa que creaba la conexión, la emoción que enviaba a través de su cuerpo, la expectativa se creaba en su cerebro. Su erección presionada contra su muslo, sin pedir la entrada todavía, pero recordándole su propósito. Tomarla, poseerla, así mismo compartirse con ella.

Sus manos recorrían su cuerpo libremente, sin prisa, pero con determinación. Ella devolvió sus caricias con el mismo fervor que él mostraba. Ni un centímetro cuadrado de su cuerpo, escaparía de su toque. De sus dedos, de su boca o de la lengua.

Donde horas antes había sido perforado por heridas abiertas, la nueva piel se había formado tan impecable como el resto de su cuerpo. Ella se apretó contra él, y él entendió y rodó sobre su espalda llevándola arriba.

Delilah se detuvo a mirarlo. Era hermoso, si un hombre podía ser llamado hermoso. Sus hombros eran anchos y musculosos, con el pecho desprovisto de pelo y marcado con músculos. Sus dedos se perdían a lo largo de su torso. Por debajo de sus pestañas, se dio cuenta de que la miraba mientras ella lo exploraba. Ella descubrió un profundo deseo en él, sin embargo, no se movía, le permitió tomarse el tiempo que necesitara para su exploración.

Por primera vez iba a hacer el amor con el pleno conocimiento de lo que era. Un vampiro.

Delilah aún no podía entender por qué un hombre tan asombroso como Samson podría enamorarse de ella, pero ya no se lo preguntaba más. Lo que vio en sus ojos le dijo que su amor era real. Samson era de ella. Su hombre. Su vampiro. Su compañero.

Su mano recorrió el valle de su estómago para encontrar el nido de rizos oscuros que rodeaban su pene orgulloso. Sus labios siguieron el camino por el cual sus manos habían viajado, hasta llegar al pene que sabía que anhelaba su tacto.

Ella lo sintió inhalar con fuerza, cuando sus dedos llegaron a tocar la ronda cabeza de suave terciopelo de su pene. Plenamente conscientes del efecto que su tacto tenía en él, continuó y le pasó los dedos desde la punta hasta la base. Lentamente, muy lentamente. Ella respiró hondo e inhaló el aroma de su excitación.

Al instante lamió sus labios, humedeciéndolos.

—Te quiero, Samson —susurró ella antes de que su lengua tocara la punta de su erección y comenzó el largo descenso hacia la base.

—Delilah, soy tuyo. —Su voz era casi irreconocible; profunda y ronca.

***

Samson clavó las uñas en las sábanas, para detenerse a sí mismo de empujar hacia ella. La sensación de su lengua sobre su pene casi destruyó su control. ¿Qué había hecho en su vida para merecer una mujer como ella? Delilah le había aceptado con todo su corazón, y con cada toque, le mostraba su amor.

En el momento en que lo llevó hacia su boca, él, Samson, un vampiro fuerte y poderoso, era impotente en sus brazos. Vulnerable y a su disposición. Seguro.

Él gimió y movió las caderas hacia arriba, pidiendo una penetración más profunda. Y oyó su petición, deslizando sus labios hacia abajo a lo largo de su duro pene hasta que lo enterró por completo en su interior. Su calor y la humedad lo envolvieron, lo acunaron. En el refugio de su boca, él creció más grande. Ella chupaba y lamía más intensamente, y él apretó la cabeza en la almohada, suprimiendo un grito de placer.

Samson sintió comezón en sus colmillos, ávidos de su sangre. ¿Cómo había sido capaz de contenerse durante las noches que habían pasado juntos? No lo sabía. Sentirla de la forma en que la sentía ahora, lo hacía darse cuenta de que nunca había tenido la oportunidad de alejarse de ella después de ese primer beso.

Sus colmillos se extendieron y un rugido salió de su pecho. Llamó a su compañera.

—Delilah.

Él sintió su vacilación en dejar ir su pene, pero él la atrajo con sus fuertes brazos y la miró a los ojos.

—Llévame hacia tu interior, ahora.

Su mano se acercó a tocar su cara, y luego se trasladó con el dedo y lo pasó por sus colmillos. Él no veía miedo en sus ojos, sólo excitación.

Sin romper el contacto visual, ella se colocó encima de él y se movió hacia abajo, lenta y constantemente. La punta de su erección tocaba su centro húmedo, y él gimió. Su cuerpo continuó su descenso, llevándolo a su caliente envoltura, apretando con fuerza alrededor de él, empujándolo más profundo dentro de ella, hasta la empuñadura.

Por un momento no pudo moverse, por miedo a derramarse de inmediato. Ella parecía entenderlo y se quedó completamente inmóvil.

Samson volvió la cabeza hacia su mesita de noche. La daga ceremonial brilló en la tenue luz de las velas, mientras la tomaba en su mano. Los ojos de Delilah seguían sus movimientos. Él llevó la hoja hacia su hombro y lo apretó donde su cuello y su hombro se unían. Moviendo la daga hacia adelante, él cortó a través de su piel.

Sintió el hilo de sangre instantáneamente y apartó la daga a un lado.

—Bebe de mí.

***

Delilah vio la sangre salir de su corte y se bajó hacia su torso.

—Te quiero, Delilah.

Sin dudarlo, ella puso su boca sobre la piel abierta y la bebió. El líquido tibio pasó por su lengua y su garganta, un sabor sorprendentemente dulce. Ella se enganchó más fuertemente sobre su hombro, con ganas de más. Delilah sintió sus brazos, apretándola más cerca de él, su pene moviéndose dentro de ella, empujando y bombeando.

Con un movimiento que ella apenas sintió, él les volcó, poniéndola debajo de él, ahora hundiendo su pene más profundo dentro de ella.

—Ahora nos uniremos.

Ella escuchó su voz, antes de sentir su boca en su cuello. Su lengua lamió la piel, haciéndola sentir un hormigueo, y sus colmillos se conectaron, rompiendo a través de su piel, enterrándose en ella.

No había dolor, sólo placer cuando sintió su movimiento de succión y sabía que la sangre de su cuerpo se trasladaba a él. Luego un profundo gemido de Samson resonó en su cuerpo.

Un mareo se esparció dentro de ella, como si estuviera flotando en una nube, y tomó más de él. La sangre recorrió su garganta y calentó su interior, cada célula se despertaba y le hacía hormiguear todo el cuerpo. Al igual que la electricidad, viajó a través de sus venas, encendiendo sensaciones desconocidas, encendiendo un fuego en su interior.

Su vientre se cerró con necesidad, queriendo y aceptando su cuerpo y alma, ofreciendo el suyo a cambio. Delilah sintió su poder y su fuerza bruta y mientras, su pene entraba más profundamente en ella, llenándola, completándola.

Se aferró a él, pidiendo más. El cuerpo de Samson se endureció aún más obedeciendo su demanda, y amplió su pene en su canal ya ajustado. Con cada movimiento, se retiraba y empujaba nuevamente. Tentaba cada terminación nerviosa de su cuerpo y hacía que el fuego dentro de su interior, se hiciera más caliente.

No había necesidad de hablar, porque ella sentía todo lo que él sentía. Cómo necesitaba su sangre en su interior, cómo su pene anhelaba liberación, derramarse a sí mismo y plantar su semilla. Su propio deseo de recibirlo, fue creciendo con cada segundo.

Delilah sentía que cada célula de su cuerpo quemaba, llevándola a toda velocidad hacia su orgasmo. Él estaba allí con ella cayendo en el abismo, mientras sus cuerpos encontraban su liberación dentro de cada uno. Flotando, conectados, llevándose el uno al otro.

Cuando ella soltó su hombro, lo sintió hacer lo mismo. Un momento después, su lengua suavizó el área.

—¡Oh, Samson!

La besó, atrapándola mientras caía encima de él.

—Estoy aquí, dulzura, yo estoy aquí.

Jadeaba mucho. ¿Había incluso respirado durante todo ese tiempo? No podía recordarlo.

—No me dijiste que sería tan increíble.

—Cuanto más profundo es el amor, más intensa será la unión. —Samson sonrió.

Delilah rozó sus labios a los suyos.

—Pude sentirte.

—Y yo pude sentirte. Tu corazón es puro. Me siento honrado de que me lo hayas dado. —Él le reveló y la besó con ternura.

—Me va a encantar vivir aquí contigo.

—Tenemos que hablar con Amaury mañana para que nos encuentre una casa nueva. Esta se volverá muy pequeña —afirmó Samson.

¿Demasiado pequeña? La casa de Samson era una gran casa victoriana. Su propio apartamento pequeño en Nueva York podría caber en ella al menos cinco veces.

—Esta es lo suficientemente grande para nosotros. Solo somos tú y yo. No necesito mucho espacio.

Se dio cuenta de una sonrisa, más bien tímida formándose alrededor de su boca.

—Sí, pero no siempre seremos solo tú y yo. Para empezar vamos a necesitar una guardería, y luego, cuando los niños estén un poco más grandes, probablemente todos quieran su propia habitación y…

—¿Los niños?

—Sí, nuestros hijos. Yo sé que tú los quieres.

—Pero me dijiste que no podías tenerlos. Los vampiros no pueden tener hijos.

—Eso es cierto, en general, pero hay una excepción. Cuando un vampiro macho se una con una hembra humana, el ritual cambia su ADN. Una vez que se complete el primer ciclo después del vínculo de sangre, yo puedo embarazarte.

—Imposible. —Sacudió la cabeza.

—¿Recuerdas al alcalde?

Delilah asintió.

—Yo te dije que él es un vampiro, pero eso no es toda la verdad. Es un híbrido de vampiro, un vampiro nacido de una madre humana y un padre vampiro. Hay pocos de ellos, pero existen. Tienen rasgos de vampiros y de humanos. Pueden subsistir con sangre, así como con alimentación humana. Ellos pueden estar en el sol sin quemarse y tener la fuerza y la velocidad de un vampiro. Tienen puntos fuertes de ambas especies, y las debilidades de ninguno. Nuestros hijos crecerán como niños humanos, y cuando alcancen la madurez, van a detener el envejecimiento como un vampiro.

Los ojos de Delilah se llenaron de lágrimas.

—¿Podremos tener hijos?

—Los que tú quieras. Yo amaré cada uno de ellos.

Delilah aspiró con fuerza.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

Samson le besó las lágrimas.

—Yo quería darte una última sorpresa. Va a ser muy difícil sorprenderte a partir de ahora.

Ella se rio. Estaba en lo cierto. Ahora ya podía sentir otras cosas acerca de él, como si estuviera en su cabeza.

—Entonces, ¿cuándo vamos a tener la boda humana que estás planeando?

Samson se rio en voz alta.

—¿Ves lo que quiero decir? No puedo ocultarte nada a ti nunca más. ¿Cómo lo supiste?

—Cuando mencionaste al alcalde otra vez, tu mente se fue a lo que él te dijo en la oficina del psiquiatra. Que él quería hacer los honores. Él se ofreció a realizar la ceremonia del matrimonio, ¿no?

—Si nuestros hijos son sólo la mitad de inteligentes como tú, vamos a tener un montón de Einstein en nuestras manos. Espero que estés lista para eso.

—Estoy lista para cualquier cosa contigo. —Sonrió y lo besó.

—¿Cualquier cosa? Se me ocurren un par de cosas…

Su sonrisa maliciosa, junto con su erección presionando contra ella, dejó pocas dudas de sus intenciones.

—¿Sólo una o dos cosas? —Delilah se burlaba de él—. ¿Crees que es suficiente?

—Contigo, nunca.

Sin embargo, para esta noche, una o dos cosas sería un buen comienzo.

FIN