—Delilah, despierta —dijo la voz de Amaury, a través de sus sueños.
Ella trató de ignorarlo, pero no se detuvo.
—Delilah.
Abrió los ojos y miró a Amaury con un vaso del mismo líquido horrible que la había hecho beber dos veces. No tenía idea de lo que había en él y no tenía ninguna intención de saberlo. Por lo que sabía, sería estofado de sapo, o simplemente el sapo.
—¿Otra vez? —Casi vomitó la última vez que lo bebió.
—Lo siento, pero lo necesitas. Él ha estado tomando una gran cantidad de sangre de ti.
Bebió, tratando de ignorar el mal sabor.
Entonces Delilah siguió la mirada de Amaury, la cual descansaba sobre Samson a su lado. Él se veía mejor. Sus heridas se habían cerrado, y la nueva piel estaba creciendo por encima de ellas.
—¿Cuánto tiempo más?
—Muy pronto. Mientras tanto, te necesitamos en la planta baja en su oficina. Hay alguien que quiere hablar contigo.
Ella le lanzó una mirada inquisitiva.
—¿Quién?
—Ya lo verás.
Su mirada se desvió de nuevo a Samson, no queriendo dejarlo.
—¿Qué pasa si se despierta mientras no estoy?
—Voy a estar aquí. Te llamo de inmediato.
De mala gana se levantó de la cama. Se sintió mareada cuando de pronto se puso de pie. Su cuerpo se balanceaba, y Amaury inmediatamente la agarró. Un gruñido salió de la cama.
Tanto ella como Amaury volvieron la cabeza para mirar a Samson. Él estaba aparentemente dormido, mostrando sus colmillos. Amaury inmediatamente soltó el brazo de Delilah. Los colmillos de Samson se retiraron y cerró los labios.
—Puede sentirte, incluso en sus sueños. No le gusta que seas tocada por otro hombre.
—Pero, sólo estabas tratando de ayudarme —protestó Delilah.
—Cuando un vampiro ha encontrado a su pareja, es muy posesivo.
Delilah le sonrió a Samson. Incluso en su sueño, él estaba tratando de protegerla.
—Estaré de vuelta en poco tiempo, mi amor.
Ella vio una forma de sonrisa contenida alrededor de los labios de Samson, como si él pudiera oírla.
Carl la esperaba en la oficina de Samson.
—Por favor, tome asiento aquí, delante de la computadora señorita Delilah.
—Carl.
Él la miró inquisitivamente.
—Lo siento. ¿Lo metí en problemas con Samson? Voy a hablar con él cuando esté mejor. No quiero que sea castigado por dejarme escapar —dijo con tristeza.
—No importa lo que me pase, siempre y cuando el Sr. Woodford esté bien.
—¿Qué te hará a ti?
—Se me ordenó que la protegiera, y fallé. Todo lo que importa es que él llegó a usted a tiempo.
—Pero fue mi culpa. Te engañé.
—No importa, señorita, no debería haber dejado que me engañara. Si me permite decírselo, para ser un humano, es muy inteligente. —Él le dijo y le dio una leve sonrisa.
—Y si me permites decirlo, para ser un vampiro, es usted muy amable.
Él asintió con la cabeza.
—El Sr. Woodford ha organizado una teleconferencia para usted.
Carl señaló la pantalla de la computadora. La sentó en la silla que tenía para ella—. Una teleconferencia. ¿Para qué? Carl encendió el monitor. Una imagen de lo que parecía ser una habitación de hospital quedó a la vista. Se ajustó la pequeña cámara en la parte superior de la pantalla y apuntó directamente a Delilah.
—Hay alguien con quien el Sr. Woodford quiere que hables.
—¿Estamos conectados?
Se oyó una voz por el altavoz, y un segundo después, un hombre alto apareció a la vista.
—Sí, podemos escuchar y verlo con claridad Gabriel —dijo Carl—. Señorita Delilah, este es Gabriel Giles. Dirige la sede principal de Scanguards en Nueva York. Gabriel es uno de nosotros.
—¿Un…?
Ella examinaba al hombre en el monitor. Su largo cabello estaba peinado hacia atrás en una cola y de no ser por una fea cicatriz desde la oreja hasta la barbilla, su rostro mostraría belleza. Sí, de alguna manera imaginó que era uno de ellos.
Gabriel asintió.
—Sí, señorita Sheridan, soy un vampiro. Es un placer presentarme a usted. Espero tener la oportunidad de conocerla en persona en algún momento. Samson habla muy bien de usted.
Delilah reconoció su voz como la del hombre con el cual hablaban por el altavoz, la noche anterior.
—Gracias. ¿Usted quiere hablar de la auditoría conmigo?
—No. Todo se ha resuelto en relación con la auditoría. Estamos conscientes de lo que Milo y su hermana Ilona estaban tratando de hacer, y estamos trabajando en revertir todas sus acciones. No. Este es un asunto mucho más personal. —Él se aclaró la garganta—. Samson me ha pedido que viera a su padre.
—¿Mi padre? —exclamó Delilah.
¿Estaban intentando hacerle daño? Ella alejó ese mal pensamiento al instante. Después de su conversación con Amaury, no tenía ninguna razón para creer que alguien querría hacerle daño a ella o a su familia.
—¿Qué están tratando de hacer con él?
—No se alarme, señorita Sheridan. Usted tiene mi palabra y la de Samson que su padre está a salvo. Entendemos que él está en las últimas etapas de la enfermedad de Alzheimer y ya no la reconoce. Pero hay algo que usted tiene que hablar con él, algo que usted se ha guardado durante más de veinte años. Es necesario que lo cierre, y sólo su padre la puede ayudar.
Delilah negó con la cabeza. Ella entendía lo que él estaba queriendo decir, pero no importaba.
—Nunca habrá cierre. Usted mismo lo dijo. Mi padre no me reconoce. Él no tiene ningún recuerdo de lo que pasó.
—Eso no es del todo cierto. Todavía tiene recuerdos, es sólo que están guardados.
—Sr. Giles, siento que esté perdiendo su tiempo, pero no puedo hablar con mi padre nunca más.
—Por favor, escúcheme. Puedo abrir sus recuerdos el tiempo suficiente para que pueda hablar con él como si estuviera sano otra vez. Le daré la oportunidad de decirle lo que tenga que decirle.
—Eso es imposible.
—No es así. Algunos de nosotros tenemos dones especiales. Este es el mío. Estoy feliz de poder usarlo para este propósito. Sin embargo, sólo tendrá unos pocos minutos, antes de que su mente se nuble de nuevo, así que use el tiempo sabiamente. Sólo dígaselo.
Delilah tragó saliva. La cámara se alejó de Gabriel, a una silla. Reconoció a su padre al instante. Su mirada estaba en blanco, los hombros caídos. Las lágrimas se formaron en sus ojos, al verlo así. Nada podría traerlo de vuelta. Nunca podría pedirle perdón.
Gabriel se puso detrás de su padre y puso sus manos a varios centímetros sobre la cabeza del anciano. Los ojos de Gabriel se cerraron. A los pocos segundos los ojos de su padre, de repente cobraron vida, y miraron fijamente a la cámara.
—Delilah —exclamó su padre—. Cariño, es tan bueno verte.
—¿Papi?
Su voz se quebró. Él la había reconocido. Después de tantos años, finalmente la conoció de nuevo.
—¿Qué pasa cariño? ¿Por qué lloras? ¿Alguien te lastimó? —le dijo su padre, lleno de preocupación.
—No, papi, estoy feliz de verte.
—Yo también, yo también.
Él le dio una sonrisa encantadora, recordándole la manera que siempre la había mirado a ella cuando solo era una niña pequeña.
—Ha pasado largo tiempo. Tu madre y yo te echamos de menos. Estás trabajando demasiado, ¿lo sabías?
Delilah parpadeó. Él no sabía que su madre estaba muerta. No tenía ningún recuerdo de eso. Tenía mucho sentido. Su madre había muerto cuando él ya tenía la enfermedad de Alzheimer. No había necesidad de que trajera eso ahora. Ella no quería causarle ningún dolor indebido.
—Lo sé, papi. Iré a visitarte y a mamá el próximo fin de semana libre que tenga. ¿Está bien? —ella mintió, incapaz de decirle la verdad.
—Eso suena como un buen plan.
Delilah se aclaró la garganta. No sabía cómo hablarle. Había cargado por muchos años esa culpa, y ahora tenía la oportunidad de decirle a su padre acerca de esto, estaba perdida buscando las palabras. No había una buena forma para iniciar esta conversación.
—¿Todavía piensas a veces en nuestro tiempo en Francia?
—Muchas veces, cariño. —Sonrió.
—Yo también. Pienso mucho en ello.
—Eras una niña tan pequeña entonces, me sorprende que recuerdes tanto. —Su voz era suave, pero también mezclada con dolor.
—Recuerdo todo lo que pasó entonces.
Levantó la mano para detenerla.
—Hay muchas cosas que es mejor olvidar.
—Pero ¿cómo olvidarlo?
—Sólo piensa en las cosas buenas, no te detengas en lo malo.
Ella sacudió la cabeza, con un nudo en la garganta muy grande como para poder hablar.
—¿Alguna vez te he dicho la alegría que eras para tu madre y para mí? Todavía puedo escuchar tu risa cuando te empujaba en el columpio, y exigías ir más alto y más. Fuiste una niña aventurera. Tan valiente. Siempre muy valiente. —Él le dio una gran sonrisa.
—No siempre soy así.
—En mis ojos, lo eres.
—¡Oh, papi, lo siento mucho!
Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos.
Él frunció el ceño.
—¿Lo siento, por qué? ¿Qué pasa, cariño?
—Peter —presionó ella—, yo debí haber hecho algo. Yo…
Una sola lágrima rodó por su mejilla, dejando un rastro caliente en su piel.
—¿Peter? —Su voz sonaba sorprendida—. Pero, mi amor, no podías haber evitado su muerte, tampoco pudo haberlo hecho tu madre o yo. Murió por muerte súbita del lactante. Incluso si hubiéramos estado allí esa noche, no podríamos haber hecho nada. Siempre nos culpamos por dejarte a ti a cargo de él. Nunca olvidaré el horror que vimos en tu cara esa noche. Me gustaría que hubiésemos podido evitarte todo eso. Nunca deberías haberlo visto morir. Estábamos tan preocupados por ti.
—Pero, mamá estaba tan triste todo el tiempo. Creí que me culpaba.
—¿Culparte? Oh Dios, Delilah, no. —El se sentó más adelante en su silla, retorciéndose las manos—. Nos culpábamos a nosotros mismos. Si no te hubiéramos tenido a ti, tu madre y yo nunca hubiésemos podido atravesar ese tiempo oscuro. Tú fuiste la única luz que teníamos. Eras nuestro único sol, pero nos sentíamos tan culpables que tuvieras esas pesadillas, viéndolo muerto en su cuna una y otra vez. No sabíamos qué hacer, así que nunca hablamos de ello. Siempre habíamos pensado que el tiempo curaba todas las heridas, y que los niños se olvidaban. En retrospectiva, deberíamos haberte conseguido ayuda profesional, pero no sabíamos qué hacer. Siento mucho que te hubiésemos fallado. Por favor, perdónanos.
Los ojos de su padre, se llenaron de lágrimas. Los ojos de Delilah soltaron finalmente todas las lágrimas que habían retenido a lo largo de todos estos años.
—Ay, papi. No hay nada que perdonar. Te adoro.
—Yo también te adoro, mi amor, y también tu madre. Prométeme algo.
—Cualquier cosa —ella estuvo de acuerdo sin dudarlo.
—Deja de vivir en el pasado y piensa en el futuro. Tu futuro.
—Te lo prometo.
—Adiós, Delilah —dijo, y sus ojos se quedaron en blanco otra vez.
Delilah se desplomó en su silla y dio rienda suelta a su llanto. Su padre la amaba y no la culpaba por la muerte de Peter. Ella era libre, por fin libre de la culpa que había llevado durante tanto tiempo.
Unos fuertes brazos la levantaron y la llevaron hasta el sofá. Abrió sus ojos llorosos y miró al hombre que la llevaba.
—¡Samson!
—No llores, dulzura —susurró, y se sentó en el sofá, manteniéndola en su regazo.
Llevaba una larga túnica y se miraba tan vibrante como siempre.
—Lo siento mucho, Samson, te puse en tanto peligro. —Sus lágrimas fluían libremente al decirle.
—Me salvaste la vida.
Él atrajo su cabeza cerca de la suya y bajó sus labios a los de ella, la besó suavemente.
—Pensé que te había perdido —dijo ella.
Samson sacudió la cabeza y se rio entre dientes.
—Soy muy difícil de matar, aunque esta vez estuve cerca, demasiado cerca. Sin tu sangre…
Puso un dedo en los labios de él.
—Shh. Te lo debía.
Su rostro adquirió una expresión severa.
—¿Te sentiste obligada? ¿Es por eso que me salvaste?
Sus hombros se hundieron, como si toda la energía había abandonado su cuerpo.
—No podía dejarte morir. Te puse en esta situación. Si no me hubiera escapado, nunca hubieses sido herido.
—Ya veo.
***
¿Así que ella lo había hecho por la culpa? ¿Eso era todo lo que sentía? Samson sintió que su corazón se contraía dolorosamente. Ella lo había salvado, sólo para matarlo dejándolo de nuevo. Sintió la misma sangre de Delilah correr por sus venas, sintió su esencia misma, pero al mismo tiempo escuchaba sus palabras. Palabras que no quería oír. Ella lo había salvado, porque se lo debía.
Abruptamente la sacó de su regazo y la sentó en el sofá mientras se levantaba.
—Lamento que te sientas así. No me debes nada. Le pediré a Carl que haga los arreglos para que puedas regresar a Nueva York.
Apenas había terminado de hablar, cuando salió de la habitación y subió corriendo las escaleras. Segundos después, cerró con fuerza la puerta de su dormitorio. Delilah no lo amaba. Él la había malinterpretado completamente. Ella sólo le había dado su sangre, porque lo había puesto en peligro en primer lugar, no porque ella no pudiera vivir sin él.
¡Qué noble de su parte!
Un amargo sabor se propagó por su boca. Tenía que sacarla de su vida ahora, antes de que le arrancara el corazón y alimentara a los leones con él. Todo lo que le recordaba a ella tendría que irse. Tiró abriendo su escritorio y sacó su cuaderno de dibujo.
Los dibujos que había hecho de Delilah durante su primera noche cayeron al suelo. Samson se inclinó y acarició los dibujos con sus manos, como si la tocara en su lugar. Añoraba esos momentos de nuevo, cuando la tenía en sus brazos.
—Son hermosos —susurró Delilah con voz suave detrás de él.
¿Cómo había sido capaz de colarse detrás de él sin que la escuchara? Le tenía que atribuir esto a su estado de recuperación.
—Me dibujaste ahí.
No era una pregunta, sólo una simple declaración.
Él se dio vuelta.
—Estabas dormida. Quería capturar tu belleza.
Parecía haber sido hace mucho tiempo atrás—. Si quieres hacer las maletas, te dejaré hacerlo.
Tomó los dibujos y se paró y se dio vuelta, pero sintió su mano sobre su brazo.
—Por favor, mírame —le rogó ella, con voz suave y apacible.
Samson cumplió y se volteó.
—Si piensas que le daría mi sangre a cualquiera y después sólo me iría, estás equivocado. ¿De verdad quieres saber por qué no dejé que te murieras? ¿Quieres? —hizo una pausa—. Es porque, por una vez, quería hacer algo que fuese sólo para mí, y no me importaban las consecuencias. Cuando estabas acostado allí muriendo, lo único que podía pensar era en mí misma. Dime egoísta, pero no podía imaginar una vida sin ti. Es por eso que yo te di mi sangre, porque te quería. Y todavía te quiero.
La quijada de Samson cayó, sus dedos soltaron los dibujos, dispersándolos por el suelo una vez más.
—¿Me quieres? ¿Sin importar qué?
Delilah asintió.
—Te amo, y si eso significa que tendrás que convertirme en un vampiro para poder estar contigo, que así sea.
—¿Convertirte…? ¡No! —Él la tomó en sus brazos—. No. Te amo demasiado para hacerte eso.
Hundió sus labios en ella, reclamándola. Este no era el tierno beso que le había plantado en su oficina, era el beso posesivo de un vampiro reclamando a su compañera. Delilah era suya.
—Haz el vínculo de sangre conmigo. —La miró profundamente a los ojos.
—Por favor, explícamelo otra vez. La última vez no estaba de humor para escuchar.
—Esto significa que serás mía para siempre, y yo seré tuyo.
—¿Para siempre? Pero voy a envejecer y tú no lo harás.
—No, no lo harás. —Samson le sonrió—. Una vez que nos hayamos unido por sangre, tú tomarás de mi esencia. Seguirás siendo humana, pero no envejecerás mientras esté vivo. Sólo voy a beber de tu sangre, y tú sólo beberás de la mía. Serás capaz de sentirme porque mi sangre correrá por tus venas. Vamos a estar conectados. Siempre sabrás lo que siento y yo voy a saber lo que sientes.
—¿Pero todavía seré humana?
—Sí, todavía verás salir el sol. Todavía comerás, comida de verdad. Pero vas a ser mi esposa, mi compañera de por vida, y nunca te dejaré ir. No hay vuelta atrás una vez que lo hayas decidido. Vamos a formar parte el uno del otro, uno estará incompleto sin el otro, dos mitades de un todo.
Ella tenía los ojos clavados en los suyos. No hubo duda en su respuesta. Movió su pelo hacia un lado y le expuso su cuello.
—Muérdeme, entonces.
Un segundo más tarde, la habitación se llenó con sus risas. Era como una liberación para él. Con su manera peculiar, ella había aceptado.
—Dulzura, hay un poco más en este ritual que sólo una mordida. Y créeme, vas a disfrutar cada segundo de eso.
La puerta de entrada se estrelló ruidosamente. Los oídos de Samson se agudizaron. Varios hombres habían entrado en su casa. Todos ellos vampiros. Podía sentirlos claramente.
—Tenemos visitantes.
Rápidamente se puso un par de jeans y una camiseta, antes de que tomara la mano de Delilah con la suya, entrelazándola con sus dedos.
La conmoción en la sala se hizo más fuerte. Cuando Samson y Delilah llegaron al vestíbulo, ya sabían quiénes estaban reunidos: Ricky, Amaury, Carl, y Milo, este último agarrado por dos fuertes guardias vampiros.
—Así que lo encontraron. —Samson entró en la sala, asintiendo con la cabeza a sus amigos.
Miró a Milo, que tenía una mueca de desagrado en su cara.
—Tu hermana te envió un saludo antes de irse al infierno —Samson le dijo dándole la bienvenida.
Milo le gruñó a Delilah.
—¡Perra!
—Si estás hablando de tu hermana, estoy de acuerdo. De lo contrario, es mejor que mantengas tu lengua quieta, o te la voy a cortar.
—Hazlo. Ya que me vas a matar de todos modos, acabemos con esto de una vez —dijo Milo con voz fría e impaciente.
—No te voy a matar —dijo Samson lentamente, viendo como Milo exhalaba bruscamente, haciéndole experimentar un breve momento de alivio—. Voy a hacer que Thomas lo haga. Estaría enfadado conmigo si yo lo privo de ello.
Se veía la cara de Milo aturdida. Por un instante, obviamente, había pensado que podía escapar ileso.
—Todo fue culpa de mi hermana. Ella estaba tras de esto. Me obligó a hacerlo —se quejó Milo—. Ya la has matado. Así que ya tuviste tu venganza.
La puerta principal se abrió y se cerró de nuevo.
—Me aseguraré de que tengas todo tu dinero de regreso. Tengo acceso a las cuentas en las Islas Caimán. Lo transferiré todo de regreso.
—Eso no va a ser necesario —dijo la voz de Thomas desde el pasillo, quien quedó a la vista, un instante después—. He revertido todas las transacciones. Samson, el dinero está a salvo en tu cuenta.
—Gracias, Thomas.
—¿Cómo? —Sonó Milo confundido.
Thomas se acercó, parándose a centímetros de él.
—Es posible que me hayas engañado acerca de tus sentimientos por mí, pero cuando se trata de informática, no te puedes comparar conmigo. Yo revertí cada una de tus transacciones.
—Thomas —Samson se dirigió a él.
Por primera vez, Thomas lo miró directamente a los ojos.
—¿Sí, Samson?
—¿Qué quieres hacer con él?
—¿Yo?
—Sí, él te ha traicionado. Tú serás su juez. Amaury se hizo cargo de Ilona. Y gracias a la insistencia de Delilah de darme de beber su sangre, sobreviví al ataque de ella, así que no tengo más necesidad de venganza. Sin embargo, es posible que quieras la tuya.
Thomas dio a Delilah una mirada de admiración.
—No me puedo imaginar a nadie más digno de ser compañero de Samson que tú. Él es muy afortunado.
Samson atrapó la sonrisa tímida formándose alrededor de los labios de Delilah y le apretó la mano en acuerdo.
—Sé que lo soy, y más aún desde que Delilah ha aceptado hacer el vínculo de sangre conmigo.
De repente todo el mundo estaba hablando sobre eso. La emoción en el aire era palpable.
—Ves, te lo dije.
—¿Quién lo hubiera pensado?
—¡Me debes cien dólares, Carl!
—¡Felicitaciones!
—¡Estoy muy feliz por los dos!
—¿Cuáles cien dólares?
—Teníamos una apuesta.
—¿Cuándo es el feliz acontecimiento?
—Oh, maldita sea, sólo mátenme ahora, antes de que vomite —gritó Milo e hizo callar a todo el mundo.
—Parece como si alguien no comparte nuestra alegría por tu unión, Samson —dijo Ricky.
—Por suerte no me importa una mierda lo que Milo piense.
Se contuvo y miró a Delilah.
—Lo siento, dulzura, no debí maldecir delante de ti.
Ella le dio una sonora carcajada.
—Eres gracioso, ¿lo sabías? ¿Crees realmente que una mala palabra o dos pueden sorprenderme, después de todo lo que he pasado en los últimos días? Si puedo casarme con un vampiro, creo que puedo hacer frente a unas pocas malas palabras.
—Ay, qué linda —dijo Milo con sarcasmo.
—¡Cállate, cabrón! —Delilah reaccionó.
La sala estalló en risas, todos a excepción de Milo. Samson la envolvió en sus brazos y acercó su cara hacia la suya.
—Puedo ver que vamos a tener mucha diversión en nuestras vidas juntos.
Él se abstuvo de devorarla justo ahí delante de sus amigos. Lo que había entre ellos era privado. Pronto podría estar a solas con ella, y sería suya por siempre. La idea calentaba su corazón como nunca antes.
—¿Has tomado una decisión, Thomas?
Thomas asintió y se dirigió a su amante.
—Te ganaste mi confianza con falsas pretensiones. Me traicionaste, me robaste, y me engañaste. Casi me matas, y mataste a seres humanos inocentes. Y tus acciones amenazaron a las personas que son más queridas para mí. Eres escoria, alimaña. Lamento el día en que puse los ojos en ti. El mundo sería mucho mejor sin gente como tú. Pero yo no soy un asesino, y no me vas a convertir en uno. No eres bienvenido aquí nunca más. Voy a enviar un mensaje a todas las hermandades en los Estados Unidos: si alguien te da refugio, voy a ir detrás de ellos y después de ti. Si alguna vez pones un pie en este país de nuevo, te voy a destruir.
Milo parecía sorprendido por el veredicto de Thomas.
—¿No vas a matarme?
Thomas se dirigió a los dos guardias.
—Acompáñenlo fuera de la ciudad, y asegúrense de que abandone el país.
Los dos guardias miraron a Samson para su aprobación, y él asintió. Unos segundos más tarde se llevaron a Milo fuera de la casa.
Samson puso su mano sobre el hombro de Thomas.
—Fue una decisión sabia. Te felicito por ello.
Thomas negó con la cabeza.
—Fue la decisión de un cobarde —dijo dándose la vuelta, con angustia en su rostro—. Yo no lo podía matar, porque todavía lo amo.
Thomas salió de la casa un minuto después. Samson entendió su necesidad de llorar y aceptar su decisión a solas por su cuenta. Hacer que se quede para celebrar la felicidad propia de Samson, hubiera sido cruel.
—Él va a estar bien —dijo Amaury una vez que la puerta se cerró detrás de Thomas—. Denle un poco de tiempo.
—Carl, ¿qué tal unas copas para celebrar la inminente unión de Samson y Delilah? —sugirió Ricky.
—¿Champagne? —preguntó Carl.
—Sabes que no bebemos champagne, Carl. —Ricky se echó a reír.
—Sí, pero yo no creo que sea educado con compañía mixta beber vasos de sangre. —Carl lanzó una mirada cautelosa en dirección de Delilah.
—Carl, ¿cuando dices compañía mixta, significa mujeres y hombres, o quieres decir seres humanos y vampiros? —preguntó Delilah y le sonrió.
—Quise decir seres humanos y vampiros.
—Trae la sangre, Carl, y una copa de champagne para mí. No soy una delicada flor, y no quiero que me traten como tal. No me voy a desmayar a la vista de la sangre. Ya no es así de todos modos.
Carl se enderezó.
—Has oído a la ama de la casa. —Le sonrió Samson.
Delilah podía encajar perfectamente en su vida.
—Sí, señor.