Al final, sus antiguas alfombras mostrarían el desgaste por sus pesados pasos, pero a Samson no le importaba. Había metido la pata. No estaba enojado con Delilah, sino consigo mismo por no manejar la situación adecuadamente. Desde que había traicionado su confianza antes, cuando había revisado sus antecedentes y había sido atrapado infraganti, ella obviamente, no le daría más cuerda.
En realidad no podía culparla. Tener que aceptar que se había acostado con un vampiro —y que le había gustado—, era probablemente demasiado para tragarlo de una sola vez. Pero tenía que hacerla aceptar el hecho. Y no sólo eso, tenía que hacer que lo acogiera, lo abrazara, porque sabía que no podía renunciar a ella. Cuando había olido su sangre, ya se había dado cuenta de que estaba perdido, pero cuando había probado su sabor, había entendido que sólo había una solución aceptable para su situación: un vínculo de sangre.
A pesar de que el Dr. Drake no le había ayudado a resolver ningún problema antes, había tenido razón en una cosa. Un vampiro podía sentir un vínculo con la persona con la que estaba destinado a vincularse por sangre, incluso antes de que el ritual se llevara a cabo.
Samson sintió este vínculo especial con Delilah. No podía describir la sensación, sino que simplemente sabía que tenía razón. Casi… instintiva… fue la palabra que se le vino a la mente. Cada vez que miraba sus ojos, se perdía en ellos y sabía que ella tenía que sentirlo también. Había tenido esa comprensión en sus ojos la noche anterior, y estaba seguro de que no estaba equivocado.
Pero incluso si trataba de explicarle todo esto, pensó que ella no lo escucharía. No en este momento. Pero tal vez ella escucharía a un profesional. Él tenía que intentarlo.
Amaury y Delilah ya no estaban en la cocina. Samson escuchó débiles voces procedentes de su oficina. ¿Qué estaban haciendo? La encontró sentada en su silla detrás del escritorio con su amigo detrás de su hombro, mientras observaban la pantalla de su computadora.
A pesar de que sabía que Amaury nunca haría una jugada con su mujer, a Samson no le gustaba lo cerca que su cuerpo estaba del de ella. Se le hizo un nudo en el estómago. ¿Estaría siempre celoso cuando otro hombre estuviera cerca de ella? ¿Era esto lo que significa amar a alguien?
Se detuvo en la puerta sin hacer ruido.
—No estoy seguro de por qué iba a acceder a este archivo —dijo Amaury.
—¿No sería esto parte de su trabajo?
—En realidad no.
—¿Puedes ver qué otras transacciones codificadas presentó?
—Por supuesto. Sin embargo no será fácil. Probablemente debería traer a Thomas para que nos ayude: él es el experto en Informática, no yo.
Delilah, dulzura.
Ella miró como si hubiera oído su voz, a pesar de que no había hablado. Sus ojos se encontraron. Sí, ella sintió la conexión también, probablemente sin darse cuenta de lo que era.
—¿En qué están trabajando? —Samson entró en la oficina.
—Estamos buscando los archivos en los que había accedido recientemente John —respondió Amaury.
Delilah había quedado en silencio al verlo entrar en el cuarto.
Samson levantó una ceja—. Buena idea, Amaury.
—No fue mía, fue de Delilah.
Samson la vio con aprobación—. Aún mejor. Chequéalo. Pero tengo que robarte a Delilah por un momento. Tenemos que hablar.
Él la miró, pero ella no hizo ningún ademán de levantarse.
—No tenemos nada de qué hablar. Voy a terminar la auditoría, y luego me voy. Cuanto antes, mejor —replicó ella con un tono duro, inflexible en su voz.
—Tenemos mucho de qué hablar. Es hora de resolver nuestros problemas de relación.
Samson caminó alrededor de la mesa, mientras Amaury se apartaba de ella.
Delilah lo miró, con ojos desafiantes.
—No tenemos problemas en la relación, porque no tenemos ninguna relación. No saldré con un vampiro.
—Créeme, hay mucho más que puedes hacer con este vampiro que sólo salir. Vamos. El Dr. Drake nos espera.
La tomó del brazo y la sacó de la silla. Ella trató de quitárselo de encima, pero él la sujetó con mano firme.
—¡Oh, Dios mío! ¡Estás tratando de que me convierta en un vampiro! Qué es él, ¿un cirujano maligno que convierte a la gente en vampiro? —le gritó a él con el pánico claramente escrito en toda su cara.
—¡Delilah, nunca te convertiría en un vampiro! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿De verdad crees que desearía esto a alguien que me importa?
Samson estaba indignado ante la idea—. El Dr. Drake es mi psiquiatra.
***
Delilah jadeó mientras trataba de digerir sus palabras.
—¿Tienes un loquero?
¿Desde cuándo los vampiros se acostaban en un sofá? Un ataúd sería más adecuado. Esto era demasiado extraño. En primer lugar, los vampiros no deberían existir en absoluto. No eran más que folklore, el mito, o como la gente lo llame. Y en segundo lugar, los vampiros no viven una vida normal como los seres humanos, ¡con visitas al loquero!
—Sí, lo tengo, aunque estoy seguro de que prefiere ser llamado psiquiatra. —Una leve sonrisa se deslizó sobre sus labios.
—Es un buen médico, a pesar de que sus métodos pueden ser un poco ortodoxos —señaló Amaury detrás de ella.
—¿Tú también lo estás viendo?
Ella no pudo ocultar su sorpresa. Los dos estaban muy locos.
—Hey, todos tenemos nuestros problemas. No es fácil vivir como un vampiro. —Amaury levantó los brazos.
—¿En qué tipo de universo paralelo aterricé? Ustedes están locos, ¿verdad?
Estaba atrapada en una casa con dos locos… aspirantes a vampiros.
—Yo te aseguro que estoy perfectamente sano, no es que pueda decir lo mismo de mi amigo. Samson le dio una sonrisa de satisfacción.
Bueno, tal vez sólo un loco aspirando a vampiro. ¡Sí, claro!
En lugar de una respuesta, Amaury se limitó a mover la cabeza y rodó sus ojos.
—Vamos. No queremos llegar tarde a la sesión de terapia de pareja.
Samson la sacó de la habitación y la llevó escaleras abajo hasta el garaje. Para su sorpresa, no estaba Carl para conducirlos. Abrió la puerta del copiloto de un coche Audi deportivo modelo R8 en colores plateado y negro. El coche parecía pertenecer a una pista de carreras, no a una calle de San Francisco.
Samson se metió en el asiento del conductor después de haber cerrado la puerta del pasajero detrás de ella como un perfecto caballero. Segundos después salió disparado del garaje, ella le dio una mirada de reojo.
No podía encontrarle sentido a todo de lo que se había enterado. Si él era un vampiro, ¿por qué no la mordía? ¿No era eso lo que todos los vampiros hacían? ¿No deberían él y Amaury estar colgados en su cuello, bebiendo de su sangre?
Y para el caso, ¿por qué demonios no era frío? Los vampiros eran muertos, ¿verdad? O no muertos. De cualquier manera no debería de tener una temperatura corporal normal, ¿verdad? A veces, él era absolutamente caliente. Ella sacudió su cabeza para dispersar las imágenes de Samson sobre ella, detrás de ella, a su lado, con su pene atravesándola, empujando… ¡Maldita sea! Suficiente con esa línea de razonamiento. De todos modos, era sólo una pregunta entre un millón, que tenía en ese momento.
La idea de que Samson operaba una empresa de seguridad, no tenía ningún sentido tampoco. ¿No debería él, como un vampiro, atacar a la gente en lugar de protegerla? ¿Y por qué no estaba viviendo en una cueva con murciélagos? Muy bien, tal vez ese era Batman. Superhéroe equivocado.
No, no era un superhéroe. Era un monstruo. Seguro, él era un monstruo.
Y, demoniooos…, ¿desde cuándo los monstruos se veían tan condenadamente hermosos y sexys? Cuando la había arrastrado detrás de él por las escaleras, hacia el garaje, había sido incapaz de apartar sus ojos de su trasero. Y más que nada, quería clavarle las manos, tal vez incluso morderlo un poco. ¿Le gustaría eso?
¡Alto!
No más pensamientos como ese. Por lo menos estaba convencida de que no tenía miedo de él. Parecía que no hacía ningún intento de atacarla. Incluso se había mostrado disgustado cuando ella lo acusó de querer convertirla en un vampiro. Como si esa fuera la idea más lejana de su mente.
Delilah miró su mano. La curita estaba aún en sus dedos, pero ella sabía que los cortes se habían cerrado cuando él le había lamido con su lengua. La sensación de hormigueo que había sentido, se había extendido a través de todo su cuerpo, no sólo en la mano. Tan sólo recordarlo, le ponía la piel de gallina en los brazos.
Samson activó el sistema de calefacción.
—Vas a entrar en calor en un segundo. Lo siento, debí haber traído un suéter para ti.
Su preocupación por ella era evidente. Su mano rozó la de ella ligeramente, antes de ponerla de nuevo en el volante. El momento fue tan breve que pudo haberlo soñado, pero la persistente sensación de hormigueo agradable en su piel, le dijo que no lo había hecho. Su toque era tan real como él.
Sus instintos estaban en lo cierto en la ducha, cuando ella había visto sus ojos parpadeando en rojo. Y ahora entendía por qué no había espejo en el baño. Si era cierto que los vampiros no se reflejaban en los espejos, entonces no había necesidad de que él tuviera uno. No es de extrañarse que no hubiera sido capaz de estar con ella durante el día. Si él era un vampiro de verdad, no podía estar afuera, en la luz del sol, sin convertirse en cenizas.
Cuando él y Amaury se habían quedado con ella toda la noche, no se habían cansado. Todo era tan claro ahora. Incluso cuando él había enviado Carl a comprar algo de comida para ella, apostaba a que no había habido ningún elemento comestible en el refrigerador. Los pequeños signos habían estado allí, pero ella no los había visto o no había querido verlos. Incluso su gran fuerza cuando había pateado el arma de la mano del matón, era probablemente debido a que era un vampiro.
Y cada vez que él la había cargado, le había parecido que no había tenido que gastar fuerza alguna, como si fuera liviana como una pluma, lo cual sabía que sin duda, no lo era. Estaban esas libras de más, persistentes en su cintura, de las cuales ella nunca pudo deshacerse.
«No puedo dejarte embarazada».
Delilah pronto recordó sus palabras, cuando se dio cuenta de que el condón se había roto. Así que era cierto: como Samson era un vampiro, no podía engendrar hijos. ¿Por qué no estaba aliviada por esto? ¿No debería estar contenta de que al menos no estaría embarazada y no estaría cargando el engendro de un vampiro? Curiosamente la idea de eso, la llenó de pesar, en lugar de aliviarla.
De pronto se acordó de los sueños extraños que había tenido. La casa que había visto en sus sueños era la de Samson, estaba segura ahora. ¿Y la mordida en el cuello que ella había soñado? ¿Se trataba de una advertencia de lo que sucedería? ¿La mordería una noche estando dormida y la dejaría seca? Si ella era inteligente, escucharía la advertencia.
Cuando el coche se detuvo en un semáforo en rojo, ella se preguntaba por qué no escapaba. Podría abrir la puerta del coche y saltar. Él no sabría qué lo había golpeado. Era rápida y sería capaz de hacerlo. Sería fácil. Miró a la manija de la puerta y extendió la mano.
—Por favor. No huyas.
La voz de Samson no era una orden, era una súplica. Ella le sostuvo la mirada y notó que sus ojos brillan como el oro, de la misma manera que la había mirado cuando le hacía el amor por la mañana. Delilah puso su mano de nuevo en su regazo y apartó los ojos. No debería mirarla de esa manera. Era confuso como el infierno. Deseaba que mostrara sus colmillos una vez más, así tendría el coraje de correr, pero cuando él la miraba de esa manera, las cosas no tenían sentido. Nada tenía sentido. ¿Tendría algo sentido de nuevo?
Cuando finalmente estacionó el coche frente a una casa eduardiana, ella sabía que había llegado a su destino. Él no la llevó a través de la puerta principal, sino que le mostró una puerta lateral, que los llevaba al sótano del edificio. Vaciló en la puerta.
—Nadie te hará daño —le susurró a sus espaldas—. Te doy mi palabra.
La palabra de un vampiro. Ella tenía que estar loca para creerle, después de todas las mentiras en las cuales lo había atrapado. La rubia tonta en el escritorio de la recepción, apenas la miró y en su lugar miró directamente a Samson.
—Él está terminando con su último paciente. Va a llevar un par de minutos.
Les señaló en el sofá. Delilah no hizo ademán de sentarse, y Samson permaneció a su lado. Miró alrededor de la sala de espera. Había varias sillas cómodas, una mesa de café con los periódicos… ¿Había visto bien? Crónicas de Vampiros de San Francisco, decía uno de los periódicos. ¿Tenían su propio periódico? Le dio a Samson una mirada curiosa y se dio cuenta de que la había estado vigilando.
—Nosotros leemos, sabes.
¡Sabelotodo!
Se apartó de él y continuó viendo la habitación, no estaba de humor para iniciar ninguna conversación. Su mirada se detuvo en la máquina expendedora. De repente, sintió sed. Tal vez podía conseguir una botella de agua o jugo. Cuando ella dio un paso hacia la máquina expendedora, sintió la mano de Samson en el brazo. Ella le dirigió una mirada de fastidio, pero él sólo meneó la cabeza lentamente.
—Te voy a conseguir algo de beber cuando lleguemos a casa —le dijo.
—Quiero un poco ahora.
Sabía que sonaba como un niño mimado, pero no le importaba.
—No creo que te guste lo que ofrecen.
Delilah volvió a mirar a la máquina expendedora y se centró en las botellas detrás del vidrio. Botellas pequeñas de plástico con jugo rojo. ¿Jugo de tomate?
Dio un paso más cerca. Oh, no. ¡Esto no podía ser lo que parecía! Las etiquetas de las botellas simplemente decían: A, B, AB y O.
El estómago se le hundió. Sangre. ¡Sangre en una máquina expendedora!
Le dio a Samson una mirada atónita. Él simplemente se encogió de hombros.
Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y un hombre salió. Parecía reconocer a Samson y le dio una breve sonrisa.
—¿Cómo estás, Samson? —Se estrecharon sus manos—. No me dirás que esta… —Hizo un gesto hacia el consultorio.
Samson sacudió la cabeza—. Ni lo digas. Me alegro de verte, G.
Tan pronto como el hombre, que parecía extrañamente familiar para ella, pasó a su lado, de repente se detuvo y respiró hondo. Se volvió a Samson y sonrió.
—¿Una mortal? ¿Tú, entre todas las personas?
Él la miró de arriba abajo, generando un sonido de agradecimiento. Al instante Samson puso un brazo protector alrededor de la cintura y la atrajo hacia él.
—No te preocupes, viejo amigo. Yo sé bien que no hay que tocar lo que no es tuyo. Pero si quieres que yo haga los honores, con gusto yo…
Samson asintió, pero no la soltó—. Yo que tú, no me atrevería.
El hombre se fue, y ella finalmente se dio cuenta de que lo había visto antes—. Ese era el…
—El alcalde de San Francisco, sí.
Ella le lanzó una mirada inquisitiva—. ¿También es…?
Samson asintió con la cabeza—. Sí, lo es.
—¿Qué quiso decir con: hacer los honores?
—Te lo diré después.
—El Dr. Drake los verá ahora —la rubia tonta interrumpió—. Pasen.
—Dímelo ahora.
—Más tarde.
Delilah no estaba segura de qué esperar en la oficina del Dr. Drake, pero ciertamente no era el sofá ataúd. Si Samson no la hubiera obligado a caminar a través de la puerta y bloqueado su salida, ella se abría dado vuelta sobre sus talones y habría escapado.
Todavía estaba digiriendo la noticia de que el alcalde de San Francisco era un vampiro. El hecho de que Samson la hubiera halado inmediata y posesivamente hacia él cuando le había mostrado más que un interés pasajero, no se le había escapado tampoco.
Casi había sentido sus celos físicamente, y un escalofrío había pasado por ella con la misma intensidad. No había sentido que era prudente alejarse de Samson en ese momento, y lo dejó pasar.
Por lo menos Samson no parecía querer hacerle daño físicamente. Tampoco quería compartirla. Mejor el vampiro que ya conoces…
Y si ella era verdaderamente honesta consigo misma, tenía que admitir que se sentía reconfortada con su toque, pero no estaba dispuesta a ser honesta consigo misma. Tampoco quería ser honesta con el psiquiatra, si es que acaso era un médico de verdad. Delilah miró al hombre. Parecía normal y humano, a pesar de que estaba segura de que no lo era. Lo vio inhalar profundamente. No, definitivamente no era humano. ¿Tenían todos que olerla como si fueran perros?
—Ah, la mujer humana supongo, ¿Delilah?
Ella se sorprendió que supiera su nombre. ¿Cuánto le había dicho Samson sobre ella?
—Sí, ella es Delilah.
Había algo en la voz de Samson que no había oído antes. ¿Orgullo?
Samson la llevó a un sillón y la sentó mientras él se apoyaba en un armario cerca de ella.
El médico la olió de nuevo, luego levantó las cejas.
—¿Cómo te puedo ayudar esta vez?
—Esa pregunta implicaría que me ayudó la última vez —respondió Samson con sarcasmo.
El médico no parecía ofenderse.
—Sé que mi consejo obviamente funcionó. Todavía puedo olerte en ella. De hecho ella esta apestando a ti.
—Doctor, le agradecería si mantuviera esos comentarios para sí mismo. Delilah y yo estamos aquí, porque necesitamos algo de ayuda con nuestra relación.
—¿Relación? —preguntó el psiquiatra.
—¡No tenemos ninguna relación! —protestó Delilah. Era mejor dejar las cosas claras de inmediato.
—Ah, creo que veo dónde está el problema —dedujo el médico rápidamente.
—No, no. Usted me dijo que solo durmiera con ella, y todo estaría bien otra vez.
—Bueno, ¿tuviste una erección? ¿Fuiste capaz de actuar?
Delilah se sintió avergonzada por el franco intercambio de palabras y sintió el calor subiendo hacia sus mejillas. Así que era cierto. Había visto al psiquiatra para superar su problema de erección. Por lo menos no había mentido sobre eso.
—Sí.
—Entonces, no veo dónde está el problema.
—El problema es que no puedo tener suficiente de ella. Cada vez que la miro, quiero más. Cada vez que la toco, no puedo parar. Cuando estoy lejos de ella, la extraño. Cuando otro hombre la mira, yo lo podría matar. ¿Puede ver el cuadro?
—No puedes demandarme por eso. Te dije que durmieras con ella una vez, y luego que siguieras adelante. —El doctor levantó las manos.
—¡Oh, cállate, curandero! —interrumpió ella—. ¿Qué tipo de médico le dice a su paciente que duerma con alguien? ¿Dónde estudió medicina? ¿En una casa de putas? —Si él había estudiado medicina, ella lo dudaba.
Drake quiso protestar, pero ella continuó.
—¿Qué? ¿Estoy demasiado cerca de la verdad? No te molestes en contestar, porque no me importa lo que tengas que decir. ¿No podías prescribirle alguna Viagra en su lugar? No, tenías que decirle que durmiera con un ser humano.
—El Viagra no funciona en los vampiros —intervino Samson.
—Puedo ver por qué te gusta —dijo el doctor a Samson una mirada de complicidad—. Ella se parece mucho a ti.
—¡Yo no soy como él, para nada!
—Otro punto a mi favor. Iguales de obstinados e insolentes. No me sorprende en lo absoluto que ustedes dos se sientan atraídos el uno al otro.
—No me siento atraída por él. No quiero una relación con un vampiro. Maldita sea, me arrastró hasta aquí.
El médico negó con la cabeza.
—Eso es lo que tu cabeza te dice, pero tu cuerpo habla más fuerte. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—¿Qué tiene eso que ver con esto?
Desafiante, Delilah se cruzó de brazos. Si él estaba tratando de engañarla en algo, estaría en guardia.
—¿Cómo has llegado hasta aquí?
—En mi coche —respondió Samson en su lugar.
—Viniste por tu gusto.
—No.
—¿La vinculaste?
¿Tenían que hablar de ella, como si no estuviera en la habitación?
Samson negó con la cabeza.
—Delilah tuvo un montón de oportunidades para salirse.
—Sin embargo, no lo hiciste… porque no querías alejarte. No de él y no de esta relación.
—¡Eso no es cierto! —le gritó ella.
—El hecho de hablar cada vez más fuerte, no significa que estés en lo cierto. ¿A quién estás tratando de convencer? ¿A mí? ¿A Samson? ¿O tal vez a ti misma?
Delilah no respondió. Odiaba cuando la gente encontraba sus botones y los apretaba.
—Volvamos al principio entonces. Supongo que has tenido relaciones sexuales con otros, ¿no sabías que Samson no era un ser humano?
—En eso estás en lo cierto.
De ninguna manera en el infierno, ella se hubiera acostado con él si lo hubiera sabido. ¿No?
—Bueno, ¿sentiste que algo andaba mal cuando tuviste relaciones sexuales con él?
—¿Mal? No, nada se sintió mal.
Hacer el amor con él fue perfecto.
—Fue perfecto —dijo Samson suavemente.
Ella lo miró, sin saber si contestarle o no.
—Nunca sentí algo mejor en mi vida. —Era como si le arrancaran los pensamientos directamente desde su cabeza.
Sus mejillas se calentaron con la admisión de Samson, y se alejó. No era justo que él la hiciera sentir tan caliente por dentro.
—Así que tuvieron relaciones sexuales, ¿y después? ¿Qué pasó? —dijo el doctor y se inclinó hacia adelante.
—Tuvimos relaciones sexuales, una y otra vez. ¿Debo continuar? —Sonrió Samson.
¿Estaba realmente disfrutando esta sesión?
El médico le indicó que se detuviera.
—Creo que me hago una idea.
—Estás dejando de lado algo importante —dijo ella—. Revisaste mis antecedentes, ya que no confiabas en mí. Pensaste que yo estaba detrás de tu maldito dinero. ¡Parece que yo debería haberte investigado a ti!
—Te expliqué por qué lo hice, y te pedí disculpas por ello.
—¡Y entonces te diste la vuelta y seguiste mintiendo acerca de lo que eres!
—¿Qué esperabas que hiciera? Por primera vez en mi vida me encuentro con una mujer que me hace sentir cosas que nunca había sentido antes, que me lleva a otro lugar cuando me besa, que me hace sentir el sol en la piel… ¿y luego supuestamente le tengo que decir algo que la haría huir de mí? Así que tenía la esperanza de que si te hacía amarme primero, entonces tal vez tenía la posibilidad de que te quedaras conmigo una vez que te lo dijera. Necesitaba más tiempo. Iba a decírtelo.
La voz de Samson era suplicante, rogándole que le escuchara. Ella no sabía cómo responder.
—Háblame del sol en tu piel —exigió el psiquiatra—. Tengo curiosidad.
Samson la miró cuando respondía la pregunta.
—Cuando me besas, me transportas a un prado de lavanda. Puedo sentir el sol sobre mi piel, pero no quema, mi piel no se ampolla. Siento el calor, y puedo oler el aroma de la lavanda en el aire como si estuviera realmente allí, caminando sobre la hierba.
Con cada palabra, Delilah reconoció lo que él estaba describiendo. Era un lugar real, un lugar que conocía, un lugar en el que ella había estado. No había una explicación de cómo podía saberlo. No era posible.
—¿Cómo te enteraste de ese lugar?
Ella tenía que saber si la verificación de antecedentes, se había revelado el lugar, aunque pareciera imposible. Nadie sabía lo que representaba el prado para ella. Era todo lo que le quedaba de su infancia. Los únicos recuerdos buenos que le quedaban de su hermano pequeño, antes de que lo impensable hubiera sucedido.
Dudaba de que incluso sus padres supieran lo que ese lugar significaba para ella. Un lugar donde se sentía en paz con el mundo. Feliz.
Samson le dio una mirada de incredulidad.
—¿Quieres decir que el lugar existe?
—¡Por supuesto que sí! ¿Cómo te enteraste? ¿En mi verificación de antecedentes?
Él negó con la cabeza.
—No. Ya te dije, cuando me besas, me llevas allí. Lo siento. Es como si me tele transportaras ahí. Puedo sentirlo con todos mis sentidos. Puedo olerlo, puedo tocarlo, puedo escuchar los sonidos, ver el sol. Todo eso.
—No es posible. Estás mintiendo.
El psiquiatra interrumpió.
—Háblanos de ese lugar. ¿Cuál es su significado?
—Yo no comparto este recuerdo con nadie. Es privado. —Ella bajó sus ojos.
Samson se acercó a ella y se agachó delante de su silla, mirándola.
—Lo has compartido conmigo antes. Me has llevado allí antes. ¿No significa eso, que querías mostrármelo?
Ella sacudió la cabeza. Esto estaba demasiado cerca. Si ella lo dejaba acercarse tanto, él le haría daño.
—No me dejes fuera, por favor.
—¿Qué quieres de mí? —dijo Delilah y se levantó de su silla—. ¿No puedes encontrar otro juguete sexual con el cual jugar?
—No estoy jugando contigo. Y no se trata de sexo.
—¿Esto no es sobre el sexo? —interrumpió el doctor.
—¿Qué te hace pensar que se trataba de sexo? —Samson dio a su psiquiatra una mirada frustrada—. ¿Alguien ha estado escuchando una sola palabra de lo que he dicho? ¿Para qué diablos te pago? ¿Tengo que explicarte esto? Esto es acerca de mí, y de que quiero hacer el vínculo de sangre con Delilah.