Capítulo Doce

Samson envió a Ricky y a Thomas a investigar el asesinato del contador. También revisarían los antecedentes de John y cualquiera con los que hubiese trabajado en Scanguards. Amaury se mantuvo en la casa con ellos.

—Creo que está bastante claro que no fue idea de John hacerte daño. Era obvio que estaba trabajando para alguien y ese alguien lo mató —dijo Samson.

—¿Pero por qué alguien querría hacerme daño? Yo sólo lo conocí hace una semana, y no conozco a nadie más aquí en San Francisco. No tengo enemigos —protestó Delilah.

—Y esta persona sabía que lo estábamos buscando, no te olvides de eso —intervino Amaury—. Y llegó a John antes de que nosotros pudiéramos. ¿No crees que eso nos esté diciendo algo?

Samson asintió con la cabeza.

—Eso es correcto. Quienquiera que fuese, él no quería que interrogáramos a John y que averiguáramos quién estaba detrás de esto, o de qué se trata. ¿Se te ocurre alguna razón por la que él o cualquier otra persona querrían hacerte daño?

La idea de que alguien más estaba fuera, con ganas de lastimar a la mujer que deseaba tan profundamente, rasgaba las cuerdas de su corazón. Si alguien le tocaba un solo pelo de su cabeza, tendría que lidiar con su ira. Sería muy malo lo que le pasaría.

—Sólo estoy aquí para la auditoría, nada más. Estoy acostumbrada a que la gente no esté muy feliz de verme, pero eso no quiere decir que quieran hacerme daño.

—Entonces tiene que ver con la auditoría. Es tu única conexión con John y San Francisco. Es la única explicación. ¿La auditoría ha producido algún resultado? —Samson estaba curioso.

Ella se encogió de hombros.

—Nada inesperado, al menos no hasta ahora. He tenido problemas para llegar a algunos de los documentos de apoyo para algunos de los temas que estoy investigando, pero todavía tengo hasta el miércoles, así que estoy segura que voy a averiguar lo que está mal. —Delilah parecía muy segura de su trabajo—. Siempre he hallado lo que había que encontrar.

—¿Es esa tu reputación? ¿Es por eso que en Nueva York te contrataron? —los ojos de Samson recorrieran su pequeña figura.

¿Era ella una especie de súper detective? ¿También lo descubriría a él pronto? ¿Cuánto tiempo tenía hasta que ella descubriera su secreto? ¿Cuánto faltaría para que ella saliera corriendo y gritando de su casa?

—Eso es todo lo que hago. Yo no hago auditorías normales. Sólo trabajo en investigaciones especiales. Si alguien está manipulando los libros, lo voy a encontrar. Ya he encontrado algunos indicios de que alguien está estafando a la compañía. Sólo tengo que confirmar quién está detrás de esto.

Había un aire de confianza en ella, casi de orgullo. Él le creyó al instante. Si decía que lo encontraría, lo haría. Por supuesto, esto también significaba, que tenía que ser extremadamente cuidadoso y llegar rápidamente a una estrategia de cómo decirle lo que era. Tenía que decirle que él era un vampiro, porque no iba a dejarla ir.

—Tómate todo el tiempo que necesites, extenderé tu contrato por tiempo indefinido.

Esto debería quitarle la presión del tiempo de encima. El miércoles era demasiado pronto.

—¿Puedes hacer eso? —Delilah lo miró primero y luego a Amaury.

—¿Él puede hacer eso?

—Él es el jefe. Lo que él diga, se hace. —Amaury sonrió.

—Me haces sonar como un tirano. —Dio a su amigo una mirada de regaño.

—Yo te aseguro que no soy nada de eso. Sin embargo, ser el jefe tiene sus ventajas.

Samson le sonrió a ella—. Puedes trabajar desde aquí. Mi oficina está a tu disposición. Vas a tener acceso universal a todos los archivos, no sólo para la sucursal de San Francisco, sino para todas nuestras sucursales. Cualquier información que necesites, la puedo conseguir para ti.

—Eso no va a ser necesario. Puedo trabajar en la oficina en el centro. Además, necesito la caja de documentos de las transacciones que John consiguió. No he terminado con ella. Todavía está en la oficina.

Samson negó con su cabeza.

—Voy hacer que alguien te lo traiga aquí. No te voy a dejar fuera de mi vista. Si alguien fue capaz de llegar a John y matarlo, ellos tratarán de hacerte lo mismo. No puedo correr ese riesgo.

Un escalofrío recorrió por su columna vertebral, con la idea de que alguien podría hacerle daño.

—¿Siempre consigues lo que quieres?

Su voz tenía un filo para él. Entendía por qué. Todavía estaba enojada, por haberla investigado.

—No. Pero esta vez lo haré. No hay discusión. Trabajarás aquí. Uno de nosotros siempre estará contigo.

Él asintió con la cabeza a Amaury, pidiéndole silenciosamente a su amigo que lo apoyara. Por el momento, Delilah parecía más dispuesta a escuchar a alguien más que a él.

—Tiene razón, Delilah. Si alguien piensa que es tan importante deshacerse de ti, no van a parar sólo porque encontramos a John y a su cuñado.

Grandioso, así que ambos se habían confabulado contra ella. Tal vez ella todavía estaba en shock, pero sus pensamientos estaban claros. Delilah todavía estaba furiosa como el infierno con Samson por no confiar en ella. Estaba confundida acerca de las señales contradictorias que estaba recibiendo de él, y se asustó ante la idea de que alguien estaba tras de ella para hacerle daño. Si todo hubiera ido bien entre ella y Samson, no habría tenido ningún problema con esa disposición, pero ahora las cosas eran diferentes. Si él pensaba que por hacerla quedarse en su casa, podría conseguir meterla de regreso a su cama, entonces tendría un duro despertar.

Se lo diría justo ahora, para que se ubicara en su lugar.

—Está bien. Yo me quedaré aquí hasta el final de la auditoría. Pero yo no salgo con clientes.

De su reacción pudo ver, que él no había esperado su declaración. Su quijada cayó. Se tomó unos segundos para que él encontrara la calma.

—Hablaremos de esto más tarde, en privado —le dijo Samson indignado.

Demonios que lo harían. Pero mientras menos estuviera a solas con él, sería mejor. Delilah recordó el momento en que Ricky les había dicho acerca de la muerte de John, y cómo Samson había tenido la oportunidad de tomarla en sus brazos. No había tenido la fuerza para protestar, pero ella se sentía mejor ahora. No le daría otra oportunidad de encontrar el camino de regreso a su corazón, sólo para dejar que la hiriera de nuevo. Ella tenía que dejarlo fuera. Esto era sólo un trabajo, nada más. Y así era exactamente como lo trataría de ahora en adelante.

—Será mejor que empiece a trabajar.

—¿Ahora? —Samson levantó una ceja.

—No puedo dormir de todos modos.

Delilah sabía que con todo lo que había sucedido no había manera de que fuera capaz de cerrar los ojos.

—No tienes que quedarte levantado conmigo. Sólo muéstrame tu oficina y dame acceso a los archivos.

La oficina de Samson era más grande que lo que había esperado Delilah. Estaba hecha con paneles de buena madera oscura y había una pared de estanterías completamente repleta de libros de arriba hasta abajo. Había un enorme escritorio con varias pantallas de computadora, un sofá con un par de sillones y una mesa de café.

Ella esperaba que le mostrara el sistema y luego se fuera, pero en cambio ambos, él y Amaury, se quedaron y empezaron a trabajar con ella, ayudándola con la revisión de los archivos, rastreando transacciones y haciendo llamadas telefónicas a Nueva York para verificar la información. Al parecer, incluso en medio de la noche, la gente trabajaba en la sede principal. Con acceso directo a todos los archivos de la compañía, su trabajo sería mucho más fácil. Nadie ponía ninguna restricción sobre ella.

Delilah encontró extraño que de pronto él confiara en ella de esta manera. Samson hizo que uno de sus empleados trajera la caja de almacenamiento de la oficina, en la que ella había estado trabajando durante el día. Ahora, él y Amaury estaban esparciendo los papeles con información sobre la mesa de café, mientras ella se sentaba en su cómoda silla de oficina y revisaba los archivos de su computadora.

Él le había dado sus datos de usuario y contraseña, y tenía acceso libre. Si hubiera querido, podría haber visto todos sus archivos privados y lo que hacía. Pero no lo hizo. No husmearía. No caería tan bajo haciéndole lo que él le había hecho a ella. Esto era diferente que abrir algunos cuantos cajones de su dormitorio.

Delilah miró a Samson, que tenía la cabeza enterrada en los papeles, hablando en voz baja con Amaury. Sus largas pestañas eran tan oscuras como su pelo enmarañado, el cual había hecho un desastre la noche anterior, pasando sus manos violentamente a través de él y halándolo hacia ella. Incluso ahora, a pesar de lo mucho que le había hecho daño, lo encontró más atractivo que cualquier otro hombre que había conocido.

Como si sintiera su mirada sobre él, de repente alzó los ojos y la miró. ¡Atrapada! Él le dio la más débil de las sonrisas, y ella sintió un flujo de calor en sus mejillas. Este hombre la podía confundir como nadie más. Rápidamente se volvió hacia la pantalla de la computadora. Tenía que mantener la cabeza fría. En pocos días su trabajo estaría terminado, sobre todo si ella trabajaba el fin de semana, y entonces estaría libre de irse. Todo esto no sería más, que un mal recuerdo.

Las horas pasaban, y para su sorpresa, los dos hombres no se cansaban. Sabiendo que Samson apenas había dormido la noche anterior cuando habían… No importa, y había estado en reuniones de negocios durante todo el día. Bueno, no era de su incumbencia de todos modos. Era un adulto. Si él no pensaba que necesitaba el sueño, a ella no tendría por qué importarle. Por lo menos mañana era fin de semana, y nadie tendría que levantarse muy temprano.

De pronto se contuvo un bostezo y miró el reloj.

—Guao, son casi las seis.

Samson y Amaury se miraron el uno al otro.

—Maldita sea —exclamó Amaury.

Samson le dijo algo a él, que Delilah no pudo oír, y Amaury asintió con la cabeza.

—Será mejor que duerma un poco. Buenas noches —dijo ella y se levantó, apagando la computadora.

Samson se levantó y la siguió fuera de la habitación.

—Buenas noches, Amaury.

—Buenas noches.

En el pasillo, la maleta estaba en el mismo lugar que ella la había dejado caer antes. Antes de que pudiera recogerla, Samson la tomó y comenzó a subir las escaleras. Cansada, ella lo siguió.

—Tú y Amaury no tenían que quedarse conmigo todo este tiempo. Yo podía haber hecho esto sola.

—No te preocupes por nosotros. Estamos acostumbrados a estar hasta tarde. Y además, es mi compañía. Tengo un gran interés en averiguar quién está tratando de hacernos una jugada.

Cuando llegaron a la parte superior de las escaleras, él se dirigió a su dormitorio, mientras que ella hizo un movimiento hacia la habitación de invitados. Ella se detuvo cuando vio a dónde iba, sin soltar su maleta.

—Necesito mi maleta. —Delilah estiró la mano, esperando que se la diera.

—Es por eso que la he traído conmigo. Ven.

Abrió la puerta y se volvió esperando a que ella se le uniera.

—Creo que no entiendes: cuando te dije que yo no salgo con clientes, no era una broma.

—Entonces me temo que voy a tener que despedirte.

—No seas ridículo.

—No lo soy. Soy práctico.

Él esperaba con la puerta abierta.

Delilah cruzó los brazos frente a su pecho, asumiendo una posición defensiva. Necesitaba toda la fuerza que podía mostrar.

—Aunque me despidas, no dormiré en tu habitación. Estaré en la habitación de invitados. Ella giró sobre sus talones y se alejó.

—Yo no haría eso si fuera tú —dijo Samson sin malicia en su voz, sólo una firme determinación.

—Mírame. —Hizo un claro desafío.

Si él realmente pensaba que podía tenerla de regreso así tan fácilmente, tenía que estar completamente loco.

—No me gustaría tener que golpear a Amaury.

—¿Qué?

Se volvió. ¿Qué tenía Amaury que ver con esto? No tenía ni una pizca de sentido para ella. Si su plan era confundirla, lo había logrado. Ella era todo oídos.

—No me gustaría encontrar a los dos juntos en la habitación de invitados. Él se ha quedado ahí. Así que, a menos que quieras comenzar una gran pelea entre dos buenos amigos, te sugiero que te quedes conmigo.

Así que eso era lo que los dos habían estado susurrando en la oficina. La había engañado.

—Estaban planeando esto, ¿no? ¿Sabes qué? Puedo dormir en el sofá de la sala de estar.

Samson negó con la cabeza y sus ojos la miraban llenos de dulzura y calor. No era justo.

—Todavía estoy enojada contigo.

Ella no había querido decir esto, pero acaba de salir de su boca.

—Ya lo sé. Te doy mi palabra: no voy a tocarte. Sé cuando he cometido un error, y sé cuándo tengo que pedir disculpas. Pero ¿podrías por favor darme la oportunidad de explicarte las cosas, de modo que tal vez puedas perdonarme? —Su tono era suplicante—. No quiero que esto termine.

Delilah le devolvió la mirada—. ¿Qué?

—Nosotros. —Extendió su mano libre—. Por favor, habla conmigo.

Vacilante se dirigió hacia él, sus pies no seguían a su cerebro, que le decía que no cayera en sus encantos de nuevo. Segundos más tarde, ella estaba en su dormitorio y le oyó cerrar la puerta cuando entró. Estaba sola con él. Ella necesitaba ser azotada severamente. ¿No se había prometido hace tan sólo cinco minutos, mantenerse alejada de él?

Samson encendió la chimenea y se sentó frente a ella, mirando las llamas.

—Nunca quise hacerte daño.

—Bueno, lo hiciste.

No sería tan fácil para él. Si él quería su perdón, tendría que trabajar para ello. Duro. Sólo verse tan condenadamente irresistible, no lo iba a sacar de esta.

¡Claro, dile eso a tu cuerpo! ¡Ay, cállate!

—Y lo siento mucho. Sé que no puedo hacer que desaparezca, pero me gustaría que lo vieras desde mi punto de vista también. Te presentaste en mi casa, completamente inesperada y atractiva para mí. Y luego instantáneamente hiciste lo que quisiste conmigo.

—No lo hice —protestó Delilah, pero por dentro no pudo evitar sonreír.

¿Realmente creía que lo había atrapado? Nadie le había dicho eso antes. Ella no era una tentación. Nunca lo había sido, y nunca lo sería. Ni siquiera sabía por dónde empezar.

Él le sonrió.

—Sí lo hiciste. Y compartiste mi cama, muy dispuesta. Créeme, nadie tiene esta suerte.

Delilah lo miró. ¿Realmente quiso decir eso? ¿Se había mirado en el espejo últimamente? Los tipos como él sí tenían esta suerte. Todo el tiempo.

—Eso no es una razón suficiente para ir detrás de mis espaldas.

—No, pero el miedo de otra traición, sí. ¿Cómo es ese dicho? ¿Gato escaldado, del agua huye?

—¿Traición?

Ahora ella sentía curiosidad.

***

—Había una mujer.

Samson la miró para comprobar su reacción. ¿Debería decirle toda la historia, toda? Sería de gran ayuda para hacerla entender, por qué había tenido tanto miedo. ¿Por qué pensar que ella lo traicionaría, lo había enviado a una caída en picada?

—La pelirroja.

Se quedó atónito. ¿Cómo había adivinado?

—Te veías tan tenso, tan lleno de rabia cuando hablabas con ella.

Él extendió su mano para invitarla a que se sentara con él. Delilah le agradeció y se sentó en el piso de almohadas a su lado. Quería sentirla cerca cuando él le dijera lo que había sucedido. Ni siquiera sus amigos conocían los detalles que él estaba dispuesto a compartir con ella. Lo único que sabían, era que había descubierto que ella estaba detrás de su dinero. Nunca le había dicho a nadie acerca de las cosas horribles que la había oído decir por el teléfono.

—Un conocido mutuo nos presentó. Ilona era nueva en la ciudad. Empezamos a salir, y me hizo creer que ella estaba interesada en mí. Yo estaba en un momento de mi vida, donde ya no quería estar solo.

—¿La amabas?

La voz de Delilah fue baja, casi como si no hubiera querido hacer esa pregunta. Ninguna mujer quería oír a un hombre confesar, que había amado a alguien más. Incluso él lo sabía.

—Yo lo creía en ese momento. Todo el mundo me decía, la gran pareja que éramos, así que pensé que si todo el mundo lo veía, tenía que ser verdad. La noche que tenía la intención de proponérselo a ella, la sorprendí. No me estaba esperando. La escuché en el teléfono, hablando con una de sus amigas. Las cosas que dijo…

Samson sintió su suave mano en el antebrazo, acariciándolo con suavidad. Se sentía tan bien tener la mano tibia de Delilah acariciándolo. No se atrevía a tocarla por miedo a que se detuviera. Sus dedos eran reconfortantes y tranquilizadores.

—Dijo que odiaba ser tocada por mí, que no podía soportar hacer el amor conmigo, y que una vez que ella estuviera vin… casada conmigo, no le importaría quién satisficiera mis necesidades sexuales, pero no sería ella. Que vomitaría si tuviera que besarme de nuevo.

Incluso ahora, no podía repetir sus palabras exactas.

Delilah lo miró con los ojos abiertos, en estado de shock.

—Todo lo que quería era mi dinero.

Una vez que ella lo tuviera, haría que alguien se deshiciera de él. No lo podía demostrar, pero lo sospechaba.

—¿Pero no ibas a tener un acuerdo prenupcial? Todo el mundo en California tiene uno.

Él negó con la cabeza.

—Esa no es la forma en que funciona conmigo. No hay acuerdo prenupcial. La mujer con la que me case un día, tendrá los mismos derechos de todo lo que tengo. Será mi pareja, en la vida y en los negocios. Una vez que me comprometa con alguien, será sin reservas.

Un vínculo de sangre, era más que un matrimonio. Un vínculo de sangre, era un matrimonio sin acuerdo prenupcial, sin divorcio. Realmente era hasta que la muerte los separase. Tendría que explicárselo, un día, un día no muy lejano.

—Aaa…

—Pero eso no es todo. Después de que terminé con ella, no pude confiar en otra mujer. No quería ver a nadie, nadie me interesaba.

—Eso es normal después de una ruptura como esa —dijo en voz baja, la compasión claramente escrita en su hermoso rostro.

Samson negó con la cabeza.

—No es normal para un hombre que, de repente ya no tenga más apetito sexual. Y definitivamente no es normal, no tener ninguna erección durante nueve meses.

La boca de Delilah se abrió, con su franca admisión.

—Es verdad —asintió él, mirándola.

—¿Tus amigos saben todo esto?

—Sólo lo básico, nunca les dije lo que realmente ocurrió y lo que dijo. Tú eres la única persona que lo sabe.

Había confiado en ella y sólo en ella. Sintió que ella se le acercaba.

—Así que tus amigos trataron de ayudarte y te trajeron una stripper

Delilah tiró la frase al aire.

—Y en lugar de eso, tú apareciste, y de pronto, todo surgió a la vida. No podía creer lo que estaba pasando al principio, pero cuando te besé por primera vez, y estabas luchando contra mí, me excité tanto… de repente, todo lo que había estado inactivo durante tanto tiempo, se despertó.

Sus mejillas se colorearon en un hermoso matiz color rosa.

—¿Puedes imaginarte lo asustado que estaba, cuando Carl encontró los archivos en tu equipaje, y pensé que nuestro encuentro no era una coincidencia? ¿Habías estado jugando conmigo? ¿No me querías a mí, sino a mi dinero? Había empezado a sentir algo de nuevo, y en ese momento, pensé que habías estado…

Era doloroso hablar de ello, incluso ahora—. Por favor, perdóname. Debería haber hablado contigo de inmediato y preguntarte acerca de los archivos. Podría habernos ahorrado todo esto.

Delilah puso uno de sus dedos en sus labios.

—Shh…

¿Cómo podría seguir enojada con él, cuando se había abierto de esa manera? ¿Qué hombre admitiría que tenía problemas de erección, sobre todo a la mujer que quería llevar a la cama? Esto no podía ser un truco barato. Ella miró a sus ojos, en busca de una señal que le dijera que estaba equivocada, que no podía confiar en él, pero no había ninguna. Nadie se rebajaría de esta forma para conseguir lo que quería, ¿verdad? No. Su voz, su rostro, todo parecía y sonaba honesto, abierto. Le había contado todo.

Pero aún había otra pregunta, que no quería hacerle, pero tenía que hacerla. Ella se lo debía a sí misma. Al menos así sabría donde estaba.

—Lo siento, pero tengo que preguntarte. ¿Significa esto que sólo quieres sexo? Quiero decir, si es así, está bien —añadió a toda prisa.

Ella no quería sonar como una mojigata o muy necesitada también.

—Si eso es todo lo que quieres. Puedo entenderlo, dadas las circunstancias. Quiero decir, ¿a qué hombre no le gustaría ponerse al día, verdad? Nueve meses es mucho tiempo para un hombre. Y los dos somos adultos conscientes. Quiero decir, esto es sólo una aventura. De todos modos, ni siquiera vivo aquí, tengo que regresar a Nueva York…

Ella estaba balbuceando. Sabía que no había futuro en esto. Por lo menos ahora sabía que la razón por la que él la quería, era porque estaba hambriento de sexo. Parecía justo. Eran adultos. Ella podía lidiar con eso, ¿verdad? ¿O no podía?

La mano de Samson fue hacia su cara, el pulgar le acarició su mandíbula. Su mirada se movió de sus labios temblorosos, hacia sus ojos. Ella temblaba, pero no hacía frío.

—Quiero más.

—¿Más sexo? —Su voz temblorosa, evitó su mirada.

—Más de todo. Más de ti, no sólo sexo. Esto ya no se trata de sexo. Voy a demostrártelo. Esta noche.

—Ya es de día.

—Hoy, todo lo que quiero es que duermas en mis brazos. Nada de sexo: sólo quiero estar cerca de ti. Ni siquiera tienes que estar desnuda. De hecho, probablemente es mejor si no lo estás. No espero que me perdones inmediatamente, sé que todavía estás enojada conmigo, pero necesito tenerte cerca. Necesito sentir que respiras junto a mí, necesito tu calor. Por favor.

Por mucho que Samson deseara su cuerpo y estar dentro de ella, le debía tanto. Tenía que demostrarle que no sólo la quería por la gratificación sexual, sino porque él respetaba sus decisiones. Si él podía mantener sus impulsos sexuales durante el día, podría demostrarle que la necesitaba para algo más que sexo, que tenía una oportunidad de hacerla suya para siempre. Valía la pena el sacrificio. Ella valía el sacrificio.

—¿Me quieres sólo aquí contigo? ¿No me besarás?

Miró sus labios, entreabiertos y húmedos. Por supuesto que quería besarla, pero ¿cómo iba a parar después de eso? Atrajo a Delilah hacia sus brazos y apretó su cabeza contra su pecho, suavizando su mano sobre su cabello.

—Te prometí cuando viniste aquí esta noche, que no te tocaría. Y eso es lo que pienso hacer.

—Me estás tocando ahora.

—Sabes a lo que me refiero, así que, no le busques la quinta pata al gato.

Él se rio en voz baja, sabiendo que si lo estaba tentando, ya no podía estar tan enojada.

Samson la dejó que se cambiara en el baño, mientras él se quitó la ropa dejándose sólo los calzoncillos en su dormitorio. Usó el otro baño que estaba en el pasillo para alistarse para dormir, pensando que como una mujer, ella estaría en el baño del cuarto por más tiempo de lo que él podría mantenerse despierto. El sol había salido ya, y necesitaba dormir un poco. Sintió que su cuerpo rápidamente se cansaba y su energía se agotaba.

Se acostó en la cama, tirando de las cubiertas por encima de él. Sólo tomó un par de minutos hasta que escuchó la puerta del baño abrirse y la vio. Si él había estado cansado antes, de repente todo eso se había borrado. ¿Estaba ella pensando en seducirlo?

Delilah llevaba el baby-doll más sexy que él había visto (el único que había visto), cuya tela era demasiado delgada como para dejar algo a la imaginación. No es que él tuviera que imaginarse algo, en primer lugar. Tenía una fotografía mental de cada centímetro de su cuerpo, guardada de manera segura, en su banco de memoria.

Se deslizó por debajo de las cubiertas justo hacia sus brazos, su cuerpo flexible moldeándose al suyo. Samson estaba seguro de que ella había notado la mirada hambrienta con la que la devoró. Esperaba que el sueño lo reclamara pronto, para cumplir su promesa, pero sabía instintivamente que no vendría lo suficientemente rápido.

—Tú dijiste que querías que me durmiera en tus brazos, ¿no?

—Sí, pero también te dije, que no deberías estar desnuda —Sus manos la envolvieron, presionándola más cerca de él. Podía sentir cada músculo de su cuerpo.

—No estoy desnuda.

—Eso es discutible.

Ella se sentía desnuda para él. Su respuesta fue automática. La sangre subió a su pecho, como si alguien hubiera abierto las puertas de una presa. La presa Hoover.

Ella movió la cabeza cerca de la suya, lo tentó con su dulce aroma.

—¿No recibo un beso de buenas noches?

—Mejor no.

Apenas podía hablar ahora, tratando de contener las ganas de tomarla. Imágenes de su piel reluciente contra la de él, inundaban su mente. Sus cuerpos moviéndose en sincronía, su duro pene atravesándola, bombeando fuerte, chocando contra ella. Sintió perlas de sudor construyéndose en su frente, el calor surgía a través de su cuerpo, mientras trataba de luchar contra su naturaleza.

—¿Ya no me encuentras atractiva?

Ella sabía exactamente lo que estaba haciendo, más aún cuando él sintió su mano explorando desde su pecho al estómago, a sus calzoncillos. No fue capaz de detenerla, no porque no tuviera la fuerza física, sino, porque todos los pensamientos racionales habían salido de su cabeza. Cuando su mano se envolvió alrededor de su erección, él sabía que había perdido la batalla, pero hizo un intento más de cumplir su promesa.

—Deberías parar. Hice una promesa.

Era difícil hablar para él. Todo lo que su cerebro podía pensar, era en su suave mano moviéndose hacia arriba y hacia debajo de su pene.

—Yo no, lo que significa que puedo tocarte todo lo que quiera.

Él no podía creer lo que escuchaba. La razón por la que él le había prometido no tocarla, era para poder ganar su confianza de nuevo y ganar su perdón, ¿y qué hizo? Ella lo sedujo sin pudor.

—No puedes estar hablando en serio. Estás enojada conmigo, ¿recuerdas?

Delilah lo miró y negó con la cabeza.

—Ya no. Si todavía estuviera enojada contigo, no estaría en tu cama ahora mismo. Y yo no te estaría tocando de la manera que lo estoy haciendo.

Su mano se apretó más fuerte alrededor de su pene duro, mientras se movía a lo largo de su longitud de acero—. Por lo tanto, ¿podrías de dejar de hacerte el difícil y darme un beso?

—¿Hacerme el difícil? No creo que me hayan llamado de esa manera antes.

De repente la sintió moverse, y en cuestión de segundos estaba encima de él, montándolo. Con un movimiento rápido, levantó su pequeño vestido por la cabeza y lo arrojó fuera de la cama. Sus ojos la vieron por toda su hermosa desnudez, su piel de seda, sus curvas. Él se le quedó viendo a sus pechos redondos que se adaptaban perfectamente a sus manos.

Poco a poco Samson tomó su cara en ambas manos y tiró de ella hacia él.

—Yo hubiera mantenido mi palabra, pero no me dejas otra opción.

Capturó su boca, devorándola. Estaba hambriento, hambriento de su sabor. Por un segundo la retiró.

—Y quiero que sepas, no hay más sexo: a partir de ahora, hacemos el amor.

Era importante para él hacer esa distinción. Había terminado con el sexo sin sentido. Quería un tipo diferente de intimidad con ella. Todo lo que quería, era mostrarle lo que sentía por ella, para ganar su corazón y su confianza, para pronto poder decirle el último de sus secretos y revelar su verdadera identidad.

***

Los labios de Samson volvieron a besarla, y si Delilah había tenido dudas sobre él, las borró a fuerza de besos. Este hombre se había abierto a ella como ningún otro hombre lo había hecho, y aunque ella había eludido sus esfuerzos por mantener su promesa de no tocarla, había visto la sinceridad en él para tratar de mantener su promesa. Era todo lo que necesitaba saber. No había ninguna necesidad de perder la noche, o más bien, el día sin tocarlo. Sólo había un lugar donde lo quería en estos momentos, y era dentro de ella, cautivo entre sus muslos. Por el tiempo que pudiera mantenerlo allí.

Su beso fue más tierno de lo que había sido nunca. Podía sentir su hambre y la necesidad debajo de él, apenas los mantenía bajo control, a punto de salir a la superficie. Pero aún así, la abrumaba con su ternura, con la caricia íntima que su lengua desataba en su boca. Sus dedos enmarcaban su rostro, acariciando suavemente su piel y tentando su cuello sensible, como si él no pudiera soportar soltar su cara.

Había deseo y promesa en su beso, como si le hubiera abierto su corazón y la hubiese invitado a él. Y había otra cosa que no había sentido antes: la sensación de que la necesitaba, no para satisfacer su necesidad carnal, sino para satisfacer su necesidad emocional. Ella le respondió con su propia marca de pasión y necesidad. Su cabeza llena de imágenes de felicidad, ambos bailando en el sol, en un mar de flores.

Samson se hizo hacia atrás y de repente le dio un breve descanso para respirar.

—No puedo tener suficiente de ti. No te vayas el miércoles.

—Pero, tengo que volver cuando la auditoría haya acabado.

Su protesta fue débil. Ella no quería irse, pero no podía quedarse tampoco. Tenía una vida en Nueva York, bueno, ella tenía un apartamento.

—No tengo ninguna razón para…

Un apartamento de alquiler. Realmente sólo un lugar donde guardaba sus pertenencias. Un lugar pequeño, algo que sus antepasados alemanes llamarían un Wohnklo, un pequeño estudio con un baño igual de pequeño.

—Te puedo dar mil razones para quedarte.

Él tomó su labio superior entre los suyos y lo succionó despacio.

—Esa es una. —Barrió su lengua por los labios—. Aquí hay otra. Vamos a hablar de ello esta noche. Pero en este momento…

La volcó con maestría y la llevó por debajo de él, mirándola a los ojos durante un largo rato.

***

Samson tomó lo que era suyo, y Delilah se rindió a su boca, su lengua, sus manos, y su cuerpo. Su forma de hacer el amor era más tierna, de lo que él había pensado que fuese capaz de hacer. No había prisa para unir su cuerpo con el suyo. Tendrían un montón de tiempo para explorarse el uno al otro.

Esta vez lo único que quería era sentirla, experimentar el calor de su cuerpo, sentir latir su corazón contra sus labios, con un ritmo emocionado. Bajo sus manos y su boca, la sintió cobrar vida y abrirse.

Delilah se arqueaba hacia él cada vez que sus manos la acariciaban desde el cuello, hasta su ombligo. Al igual que Magallanes, rodeó sus pechos y navegó hacia el sur, sólo para desviarse antes de llegar al Polo Sur. Navegó el pequeño canal entre sus pechos, como el Bósforo, sin poder decidir si concentrar su atención primero en Europa o en Asia. Ambos se veían igualmente atractivos.

Qué montañas tan perfectas con picos de roca dura. Su lengua lamía las carnosas puntas tentando un ahogado gemido de su garganta.

—Dulzura, ni siquiera he empezado todavía.

Se quedó sin aliento—. Oh, piedad.

Piedad no era algo que tenía en mente. No, él se dirigía hacia la copa frondosa más hacia el Sur, que albergaba un tesoro debajo de ella. Uno con el cual estaba decidido a volver a familiarizarse.

Sus dedos encontraron la protuberancia protegida y la rozaron. La pelvis de Delilah se alzó hacia él instantáneamente, empujando su mano sobre sus pétalos húmedos. Incapaz de resistirse, deslizó un dedo hacia su vagina acogedora.

—Te quiero ahora.

Samson nunca había oído su voz con un matiz tan profundo.

—Me tienes. —Hizo hincapié en su declaración hundiendo el dedo hacia lo profundo. Ella no tenía idea de cuánto le pertenecía «en cuerpo y alma». Él se lo diría muy pronto.

La urgencia de su cuerpo se hizo más intensa, sus caderas se movían en sincronía con su mano, montándolo, como él sabía que quería hacerlo con su pene. Y podía montarlo cada vez que ella quisiera: él nunca sería capaz de negárselo.

Con movimientos lentos, Samson se acomodó encima de ella, centrando su pene punzante. Y centímetro a centímetro descendió, hasta que se encontró profundamente dentro de ella. Cada empuje hacía su unión más profunda, conectaba sus cuerpos más, hasta que se movían como uno solo.

Ellos no estaban conectados sólo por su erección atravesándola, sino también por sus piernas enredadas, con los brazos entrelazados, sus labios fusionados. Su cuerpo se adaptaba perfectamente al suyo, como si alguien en el cielo la hubiera moldeado para él.

Samson nunca se había sentido más cercano a una mujer que con Delilah en ese momento. Podía sentir como su excitación crecía, mientras su pelvis empezaba a golpear contra él con más urgencia. Él respondió de la misma manera, moviéndose al ritmo que exigía. Se dio cuenta de cómo él se llenaba de alegría, sabiendo que podía complacerla.

Samson se mantuvo a sí mismo justo en el borde, negando su liberación hasta que pudiera estar seguro de que ella estuviera cerca. La urgencia de ella se apoderó, exigiendo que empujara más fuerte y más profundo, y cumplió con muy buena gana a pesar de la fuerza que le costaba contener su propio clímax.

—No pares. —Su deseo fue una orden.

—Ni pensarlo.

Sus talones alrededor de su espalda excavaban en lo más profundo, y sus uñas en la espalda le hubieran sacado sangre, si hubiera tenido la piel frágil de un ser humano. A continuación, su orgasmo lo golpeó, como si el cuerpo de ella estuviera a punto de romperse en mil pedazos. Y como una hilera de fichas de dominó, lo alcanzó llevándoselo con ella, encendiendo su orgasmo, haciéndolo venirse dentro de ella.

Pero no había terminado. No dejaba de moverse dentro de ella, balanceándose hacia adelante y hacia atrás, besándole los labios, sosteniéndola hasta que sintiera el último de sus espasmos.

Mientras fijaba su mirada con la de ella, no podía hablar. Y no quería romper el momento mágico de la felicidad total y absoluta. Se dio la vuelta hacia un lado, llevándosela con él, incapaz de soltarla de su abrazo, indispuesto a salir de su cuerpo.

Cuando por fin habló, su voz resonó en sus oídos: ronco, coloreado por la pasión y el deseo, y algo más que no había sentido en mucho tiempo, cariño.

—Puedo darte un millón de razones para que no te vayas.

Y él usaría cada una de ellas, para convencerla de quedarse.