Samson sacó un condón de la caja y lo puso en el bolsillo de su bata de baño, antes de volver con Delilah.
—¿Quieres que haga qué? —Una sonrisa se estaba formando en su rostro. A él le gustaba su sugerencia. De hecho, le gustaba mucho.
—Atrápame, y si lo haces, tal vez te dejaré arrancar mi bata.
Ella se rio y se lanzó sobre la cama y hacia el otro lado. Llevaba una larga bata de seda de color verde oscuro que le había prestado. Era demasiado larga para ella y presentaba un peligro de tropiezo. No es que él necesitara la injusta ventaja que tenía sobre ella.
—Va a ser una corta persecución —Samson le advirtió sin malicia—. Y yo, siempre gano.
—Soy rápida.
Maldita sea, era linda. Y juguetona.
—Yo soy más rápido —dijo Samson.
Sin esfuerzo saltó por encima de la cama, mientras la veía escaparse alrededor del sillón y luego correr sobre las almohadas en el suelo, delante de la chimenea. Él tomó un camino diferente, pero se tomó su tiempo. No quería que la caza se terminara demasiado pronto. Siempre se mantuvo dos pasos detrás de ella, asegurándose de que estaba casi al alcance, pero dándole la sensación que podría escaparse si quería.
Su risa llenó la sala que durante demasiado tiempo, no había visto ni escuchado ninguna sonrisa, ni hablar de los ecos de la voz embriagadora de Delilah.
Delilah rodeó la silla de nuevo y Samson se detuvo justo enfrente de ella. Ella hizo una indicación a la derecha, pero luego viró a la izquierda. Saltó sobre el diván, como si fuera un obstáculo, y él tenía que admirar su agilidad. La forma en que podía estirar las piernas, podría resultar útil con el tiempo. Podía pensar en más de un uso para su flexibilidad: cómo sus largas y bien torneadas piernas se envolverían alrededor de él, cómo las levantaría hasta los hombros. Su pene se puso rígido sólo con pensarlo.
Samson se humedeció los labios y fue tras ella, mientras se dirigía de un salto hacia la cama. Ahí era exactamente donde él la quería. Se apoderó de sus tobillos y tiró de ella hacia abajo, haciéndola caer de cara hacia adelante en las almohadas blandas, casi sacándole el aire.
—Te tengo.
Saltó a la cama como un tigre capturando a su presa, sujetándola debajo de él—. He venido a reclamar mi premio.
Él le movió el cabello a un lado para revelar su cuello y cara. Ella respiraba agitadamente. Al darse cuenta de que probablemente estaba aplastando su diafragma con su peso, rodó a su lado, tirando de ella. Cuidadosamente acomodó su trasero bonito en su ingle y moldeó su pecho a la espalda de ella. Le gustaba jugar con ella, pero nunca había sido del tipo juguetón. Nunca había tenido un cuerpo de mujer con el cual se sintiera tan bien. Tenía que ser el hecho, que había estado tan privado de sexo.
—Te dejé ganar —insistió Delilah, todavía sin aliento.
—He ganado justamente. —Samson sonrió mientras le movía la bata de seda a un lado, dejando al descubierto sus piernas.
¿Cómo podía una mujer pequeña como ella, tener las piernas tan largas? Dejó que su mano corriera por su suave muslo, admirando su forma perfecta.
—¿Qué quieres? —ella preguntó.
Era claro y simple—. Tú.
—Ya me tienes. —¿Se dio cuenta de lo que estaba admitiéndole?
Apartó la bata de sus hombros—. Así que, ¿todo esto es mío?
La palabra mío, se hundió muy lento en el pecho de él, sintiéndose muy bien mientras presionaba sus labios en su hombro. Sin sacar sus colmillos, sus dientes rasparon su piel. La sintió estremecerse.
—¿Sabías que un león muerde a la leona durante el apareamiento, para reclamarla como suya?
La idea de reclamarla pasó a través de su mente, como una bala rebotando en un pequeño espacio.
—¿Es eso lo que estás tratando de hacer? —Ella no se apartó.
—No me tientes, o yo podría hacer lo que un león haría.
Samson tenía que dejar de mirar a su cuello, donde la arteria latía bajo la piel. La única manera de olvidar la sangre que fluía por sus venas, era satisfacer otra hambre, que hacia palpitar su pene sin control.
—¿Quién dice que te detendría?
Samson suspiró ante la idea tentadora, antes de deslizar su vestido más abajo y quitárselo en cuestión de segundos. Se quitó rápidamente su bata de baño y la acercó hacia su pecho. Su trasero dulce alineado perfectamente con su pene duro. Si alguna vez había visto a una mujer con el trasero más perfecto, se llamaba Delilah. Sólo mirarla, sabiendo que en pocos segundos podría sumergirse en ella mientras disfrutaba de la vista de esas deliciosas nalgas redondas, lo llenaba de deseo.
Buscó a tientas el condón y se lo puso—. Nunca había estado tan duro en mi vida como contigo. —Tan constantemente duro y deseoso.
—¿Algo que pueda hacer por ti?
Samson se empujó entre sus piernas, sintiendo su entrada y empujó su pene completo dentro de ella—. Sí —gimió en voz alta—. Puedes dejarme que te coja hasta la salida del sol.
O más.
Delilah levantó sus rodillas más alto para darle un mejor acceso, y él le agarró las caderas y presionó más fuerte. Ella estaba tan mojada, que sin esfuerzo se deslizaba adentro y afuera a pesar de su tamaño. Desde su posición por detrás, él tenía el control total sobre ella. Era vulnerable, y sin embargo todo lo que podía oír eran sus sonidos de placer, gemidos escapaban de sus labios con cada embestida que hacía. Era como música para sus oídos. Un concierto de sonidos mágicos, parecían apaciguar a su cuerpo en una forma, que ningún otro sonido lo había hecho antes.
Ella mostraba en su rostro signos de éxtasis, su respiración era corta y fuerte, su flexible cuerpo respondía.
—Dame más.
¿Más? ¿Esta mujer humana quería que la cogiera más fuerte? La podría romper. No debería hacerlo. Era demasiado peligroso.
—Más —le rogó nuevamente, hasta que él ya no pudo contenerse.
Sintió que sus colmillos salían, y su cuerpo se endurecía. Su ser vampiro quería cogerla. Demonios, se había estado conteniendo por tanto tiempo, no tenía ni la voluntad ni el control de sí mismo para detener la transformación. Ella quería ser cogida. ¿Qué estaba esperando, otra invitación?
No podía dejarla que lo viera así, no, no, con sus colmillos extendidos y los ojos brillantes de color rojo. Ella se asustaría si lo viera así. Su mano fue en busca del amplio cinturón de seda de su bata. Lo encontró y lo haló hacia arriba.
—Cierra los ojos y voy a cumplir todos sus deseos —trató de controlar su voz y puso el cinturón por encima de sus ojos.
Ella se sorprendió al principio, pero para su sorpresa le permitió continuar atando el nudo detrás de la cabeza.
—No voy a hacerte daño, te lo prometo.
—Lo sé.
Es incomprensible por qué Delilah confiaba en él. Pero sabía que lo hacía. Podía sentirlo.
Samson le dio un último empuje desde atrás antes de salirse de ella. Entonces él le dio vuelta sobre su espalda y se bajó hacia ella, centrándose.
—Delilah, dulzura, envuelve tus piernas alrededor de mí.
Se sumergió en ella y la montó fuerte, más fuerte de lo que lo había hecho antes, más fuerte de lo que debería con un ser humano. Maldición, no debería tener relaciones sexuales con un ser humano en primer lugar. Demasiado tarde. Ya estaba en lo profundo, literal y figurativamente. Y él no iba a parar, no. Parar ahora, cuando él tenía todo lo que quería, no era una opción. ¿Renunciar a hacer sus cuerpos zumbar de placer? No. Ningún hombre puede y menos un vampiro. Estaba siendo controlado por sus deseos, era más un animal que un ser humano.
Sus colmillos anhelaban su cuello y la sangre que prometía bajo su pálida piel. La piel tan vulnerable, tan frágil, tan deliciosa. Se sumergió con su aroma de lavanda y sabía lo que necesitaba, pero no podía conseguirlo. No podía besarla, no ahora, no con sus colmillos extendidos. ¡Maldita sea!
Sus músculos estaban tan apretados alrededor de su pene que Samson sabía que lo ordeñaría en cualquier momento. Sabía que estaría arrancando el maldito condón en pedazos cuando lo hiciera, pero no le importaba. No podía contenerse más.
—Oh, Dios, sí.
Delilah recibía cada uno de sus empujes, con una reacción igual de poderosa, golpeando sus cuerpos juntos con tanta fuerza, que pensó que se rompería en pedazos. Sin embargo, siguió atravesándola con su pene duro, llenando su vagina apretada perfectamente.
Entonces, de repente sintió que sus músculos lo apretaron más fuerte, mientras se venía, tan inesperado para que él pudiera parar el acercamiento de su propio clímax. Literalmente, podía sentir las olas a través del cuerpo de ella. En un efecto dominó, iniciaron lo que parecía ser dinamita en sus propias células, haciéndolo estallar con la fuerza de una bomba atómica. Su cabeza giró hacia su cuello, con sus colmillos dispuestos a rasgar sus venas y beber su sangre.
—¡Tómala! ¡Es tuya!
En el último segundo, giró su cabeza hacia la otra dirección y hundió los colmillos en la almohada cuando se derrumbó encima de ella.
Samson exhaló en gran medida, una, dos, tres veces. Casi la había mordido, casi. Esto se estaba volviendo demasiado peligroso para ella. Sin embargo, al mismo tiempo, sabía que no podía parar. Necesitaba más de ella, y no quedaban suficientes horas en la noche para verdaderamente llegar a saciarse de ella.
Sintió cuando se sacaba la venda y se volvía su cabeza, pero mantuvo su cara hundida en la almohada. Poco a poco sus colmillos retrocedieron hacia sus encías, y podía sentir disminuir, la tensión en su mandíbula.
—Así que, te me estabas conteniendo la primera vez —dijo ella, jadeando tan fuerte como él.
Samson levantó la cabeza, sabiendo que sus colmillos se habían retirado por completo, y el resplandor rojo en sus ojos había desaparecido. Él sería completamente normal con ella de nuevo o tan normal, como podía verse después del orgasmo más explosivo hasta la fecha. Estaba seguro de que tenía una estúpida sonrisa pegada en su rostro. El tipo de sonrisa que tendría un muchacho de 15 años después de su primera relación sexual.
—Me vas a maldecir mañana cuando veas todos los moretones que te dejé. Eres tan frágil.
—No soy más frágil que cualquier otra mujer.
—Pero mucho más frágil que una mujer vampiro.
—Y sabes mucho mejor.
Sus labios le hacían señas, y él no pudo resistirse. La besó con ternura, capturando su labio superior y chupándolo suavemente hacia su boca.
—Me sorprendes. Siento como si fueras dos personas diferentes, una salvaje y una tierna.
—Mm.
Ella no tenía ni idea de cuán precisa era su evaluación, por lo que en lugar de responder a ella, Samson decidió mostrarle su ser tierno y continuar su beso.
Cuando finalmente se salió de ella, se dio cuenta de que había acertado.
—Me temo que el preservativo no sobrevivió. —Él se deshizo del objeto dañado.
Delilah se estremeció—. ¡Ay, no!
Le puso su mano bajo la barbilla y la hizo mirarlo—. Dulzura, no quiero que te preocupes por eso. No puedo dejarte embarazada, y te garantizo, estoy completamente sano.
Su próxima reacción lo sorprendió.
—¿No puedes tener hijos?
Él pensó que podía detectar decepción en su voz, pero tenía que estar equivocado.
—Oh —Inclinó la cabeza contra su pecho.
—¿Estás cansada? Tuvo la repentina urgencia de cambiar el tema.
—No en realidad. No he podido dormir mucho en estos días. He tenido insomnio desde que llegué a San Francisco.
—¿Insomnio?
—Sí, es extraño. No he podido dormir por la noche, y luego durante el día, estoy completamente agotada.
—¿Has tenido esto antes? —Samson gentilmente le acariciaba el pelo.
—No. Soy el tipo de persona que puede dormir en cualquier lugar y en todas partes. Ponme en la parte trasera de un coche, empieza a conducir, y me dormiré.
—¿Entonces, qué es lo que te ha estado manteniendo despierta? ¿Demasiado trabajo?
Delilah negó con la cabeza, antes de que ella se apoyara de nuevo en su pecho.
—No. El trabajo está normal, como siempre. Sólo algunas pesadillas. Nada importante.
Samson se preguntó qué clase de pesadillas una mujer como ella podía estar teniendo.
—¿Monstruos?
—Nada importante. Sólo cosas extrañas. Yo habría jurado que soñé con esta casa la noche antes de que te conociera. Pero fue, probablemente, nada. Quiero decir, hay tantas casas victorianas en la ciudad, y por la noche en realidad, todas son muy similares.
Las manos de ella sobre su estómago, lo acariciaban distraídamente, le gustó como se sentía. Íntimo, personal, bueno.
—¿Crees que soñaste con esta casa? ¿Y era una pesadilla? Como un hombre, eso no suena como algo que quisiera escuchar de la mujer en mis brazos. ¿Qué pasó en la pesadilla? Espero que yo no haya estado en ella.
Ella le dio una suave palmada en su brazo—. Por supuesto que no. Probablemente no era ni siquiera tu casa. Podría haber sido cualquier casa victoriana.
—Así que, ¿qué sucedió en esa victoriana? —Estaba curioso acerca de su sueño.
—Yo no estaba en el interior. Corrí hacia ella, porque alguien me seguía.
—¿Al igual que la otra noche?
Sintió cómo ella contenía la respiración por unos segundos.
—Sí. Al igual que la otra noche. —Delilah hizo una pausa por un momento—. Estoy segura de que no es nada. Es probable que sea sólo que estoy durmiendo en una cama desconocida. —Ella se encogió de hombros.
Él no la presionó—. Bueno, ya que esta también es una cama desconocida, creo que voy a tener que mantenerte entretenida entonces. —Sonrió Samson—. Tal vez hasta te pueda cansar lo suficiente para que puedas dormir.
—Debería darte un pequeño descanso para que te recuperes. —Él le tomó la mano y la llevó a su erección.
—No es necesario.
Se asomó por sobre su brazo y lo miró—. No entiendo esto. ¿Cómo es posible que estés duro otra vez? Sólo han pasado dos minutos desde que me has hecho el amor.
Él alzó las manos—. Créeme, esto es nuevo para mí también.
Tal vez no del todo nuevo. Como un vampiro, él tenía mucho más resistencia que un macho humano. Pero, sin embargo, era inusual para él.
—Sólo tengo que estar en la misma habitación contigo, y tengo una erección. No es exactamente algo que pueda controlar.
Había captado el hecho de que lo había llamado hacer el amor, en lugar de llamarlo solo sexo. ¿Era eso lo que ella sentía, que le había hecho el amor? ¿Era él capaz de hacer el amor? Eso implicaría más que el aspecto físico de unir cuerpos: significaría emociones involucradas.
—No me estoy quejando; me sorprende —le sonrió Delilah mientras suavemente pasaba el dedo por su pene.
—Por lo que sé, has puesto un hechizo sobre mí.
La miró a los ojos y trató de entender por qué él reaccionaba a su cuerpo como lo hacía. ¿Por qué no se cansaba de ella y la quería tan pronto?
Después de varias horas y más sesiones de hacer el amor, Delilah, finalmente parecía tener sueño.
—Dulzura, cuando te despiertes por la mañana, no voy a estar aquí.
—¿Por qué no? —parecía decepcionada por el hecho de que no iba a despertar con ella. Y a él le hubiera gustado.
—Yo tengo reuniones todo el día y tengo que marcharme pronto —mintió Samson—. Pero te veré cuando regrese por la noche. Le diré a Oliver que se haga cargo de ti mañana.
—¿Qué se ocupe de mí?
—Él va a ser tu guardaespaldas durante el día.
—Yo no necesito un guardaespaldas —protestó ella y bostezó—. Eso es realmente una exageración.
—Has sido atacada dos veces. Creo que no puedes ser lo suficientemente cuidadosa.
—No soy una especie de celebridad que necesita un guardaespaldas. Puedo cuidar de mí misma.
Su voz había adquirido un tono más duro de lo que la había oído hablar antes. ¿Por qué se resiste a su oferta?
—No puedo estar contigo durante el día, y no voy a ser capaz de concentrarme en nada, si no puedo estar seguro de que estás a salvo. Ese matón todavía está por ahí, y él lo intentará nuevamente si tiene la oportunidad.
—Samson, no puedes hacerte cargo de mi vida así. Era capaz de cuidar de mí misma hasta hace dos días. Realmente no lo necesito.
Ella parecía inflexible en su negativa. Allí estaba otra vez, el problema de control que tenía. Como auditora, ella quería controlar todos los aspectos de su vida. Excepto tal vez en el sexo. Ella le había dado el control de eso, y él lo había tragado como un hombre hambriento.
Pero cuando se trataba de todo lo demás, parecía que no quería cederle el control ni a él, ni a nadie más, y discutir con ella no iba a funcionar.
—Por favor, Delilah. Hazlo por mí.
—Samson, eso es realmente ridículo. Yo no necesito un guardaespaldas.
Delilah no iba a ganar este argumento, no, si él podía evitarlo. De cualquier manera, Oliver la protegería mañana, aunque tuviera que obligarla a aceptar y utilizar el control mental para lograrlo. Pero prefería no utilizar una medida tan drástica.
—¿Qué pasaría si tú estuvieras en mis zapatos?
Ella abrió los ojos—. Eso no es justo.
—¿Quién dice que estoy siendo justo? ¿Qué pasaría si fuera yo, el que estuviera en peligro? Yo esperaría que tú quisieras que estuviera seguro, a menos que, por supuesto, no te importara lo que me pasara a mí.
Cuando Samson la miró a la cara y notó que su ceño se fruncía, sabía que le había ganado.
—Está bien, pero tengo que ir a trabajar.
Saludó a su concesión con un beso—. Ni siquiera te darás cuenta de que está ahí.
—Sí, claro.
Momentos después, ella se acurrucó en su pecho, y sus párpados cayeron cerrados. Samson no podía dormir todavía. Su cuerpo no estaba lo suficientemente cansado a pesar de la actividad física que había conseguido. Echó un vistazo a la caja de preservativos medio vacía. Había seguido usándolos a pesar de que se había arrancado uno de ellos y, a pesar del hecho, de que ya le había asegurado que no tenía nada de qué preocuparse.
A él le hubiera gustado mucho más al natural para conseguir una sensación más intensa en su cuerpo. Tal vez mañana por la noche. Sabía que tenía que haber una noche siguiente. Estaba muy lejos de terminar con ella. El Dr. Drake se había equivocado cuando pensó que tener sexo con ella lo convertiría de nuevo en su antiguo ser. No lo había hecho. Sí, sus problemas de erección se habían ido, pero ahora tenía un problema completamente diferente en sus manos: se estaba volviendo adicto a ella.
Mientras miraba el cuerpo dormido de Delilah, sintió la necesidad de capturar la imagen ante él. Su cabello oscuro se desplegaba sobre la almohada, su palma estaba hacia arriba, la vena palpitante en su muñeca, sus senos asentados en su pecho, elevándose con cada aliento que tomaba.
Sacó su cuaderno de bocetos de su escritorio y comenzó a dibujarla.
Samson amaba dibujar desde que era niño. Había tenido una educación privilegiada en una de las mejores familias de Inglaterra. Sus padres habían sido apasionados por las artes y lo habían alentado, incluso cuando era un niño, a seguir sus pasiones.
Siempre habían pensado que sería un artista cuando creciera, pero por desgracia su padre hizo algunas inversiones imprudentes, y de repente la familia se había quedado sin un centavo. ¿Qué podía hacer un hombre joven con una educación artística, para ganar dinero? Nada. Su única posibilidad era juntar lo que pudiese y embarcarse al Nuevo Mundo. Había informes de que jóvenes emprendedores, podían hacer una fortuna en América, y él no tenía nada que perder.
Dejar a sus padres atrás fue desgarrador, pero la esperanza de Samson era volver siendo un hombre rico para hacerse cargo de ellos de la misma forma en que habían cuidado de él cuando era un niño. Nunca pensó que la última vez que fuese a verlos, sería cuando se despidieron de él, al subir a la embarcación.
Sin poder decir que tenía algún tipo de habilidad, le resultó difícil encontrar un empleo, hasta que la esposa aburrida de un oficial británico, lo contrató como profesor particular para instruir a sus hijos. No era la única cosa que ella esperaba que él hiciera. Cada vez que su marido estaba fuera, se metía en la recámara de Samson y solicitaba sus servicios sexuales. Como un hombre joven con poca experiencia, apreciaba las instrucciones en el arte carnal que la mujer estaba dispuesta a proporcionarle. Era un estudiante sobresaliente.
Con un apetito sexual muy saludable, no parecía haber nada malo en lo que estaba haciendo. De alguna forma se corrió la voz entre las esposas aburridas de la zona, y las ofertas de empleo comenzaron a inundarlo, de repente todo el mundo quería a sus hijos instruidos en las artes; y sus necesidades sexuales se requerían por la noche.
Él no había tenido ningún reparo en ello, y finalmente había tenido opciones. Hasta que un día, quedó una sola opción en su vida, sólo una decisión más que tomar. Su nombre era Elizabeth…
El día en que se dio cuenta que estaba enamorado de ella, llegó la lluvia y finalmente se enfrió el aire húmedo. Samson abrió la puerta del establo, para cubrirse a sí mismo y a su caballo de la lluvia.
Se sacudió el agua del pelo, mientras permitía que sus ojos se acostumbraran a la penumbra en el granero. Un gemido débil le hizo dar vuelta. Allí, acurrucada en la esquina, estaba Elizabeth, la bella hija de diecisiete años de su último empleador.
—Elizabeth. ¿Qué estás haciendo aquí, en este clima?
Soltó las riendas del caballo y se dirigió a ella. Cuando ella lo miró, se dio cuenta de que estaba llorando. Instintivamente, se arrodilló y la acercó hacia sus brazos.
—¿Qué pasa?
—Ay, Samson —lamentó—. Estoy a punto de casarme, ¡dentro de dos semanas!
¡No! No Elizabeth, no la mujer que quería para sí mismo.
—¿Quién te dijo eso?
—Mi padre lo ha anunciado hoy. Ha elegido a Fitzwilliam Herman para mí. Samson, por favor, ayúdame, no puedo casarme con ese hombre. Es viejo, feo, huele mal. No me gusta.
Él le acarició el pelo muy rubio, y luego le puso su mano debajo de la barbilla para hacerla que lo viera. Sus ojos estaban hinchados, inflamados, de las lágrimas que ella había derramado durante horas.
—Elizabeth, ¿confías en mí?
Ella asintió con la cabeza.
—Sé que este día no es como lo hubieras imaginado. Y este no es el lugar adecuado para ello. —Miró a su alrededor en el establo—. Pero no tengo muchas opciones. No puedo dejar que te cases con Herman. Porque te amo.
Los ojos de ella se abrieron.
—Y no lo voy a permitir. Por favor, cásate conmigo. Nos iremos esta noche. Vamos a ocultarnos. Vamos a encontrar un lugar donde podamos estar juntos.
Su respuesta fue inmediata—. Oh, sí, Samson. Llévame lejos de aquí.
Y luego la besó. Por primera vez besaba a la mujer por la que secretamente había estado suspirando desde hace meses. La mujer de la que estaba perdidamente enamorado sin remedio, porque sabía que sus padres no lo aprobarían. Todo esto no importaba ahora, tenía que actuar. Perderla con otro hombre, no era una opción.
Sus labios eran suaves y dulces. Su Elizabeth era pura, decente, no como muchas mujeres casadas, que buscaban su cama.
—Nos iremos esta noche. Empaca sólo lo que podamos llevar en un caballo. Te estaré esperando aquí a medianoche. Ten cuidado —le advirtió—. No le digas a nadie.
La besó de nuevo, no pudiendo conseguir lo suficiente de su dulce sabor.
—Estaré aquí.
Ella fue a la puerta del establo y se volvió una vez más—. Te quiero.
Las horas hasta la medianoche parecían ser más largas de lo que deberían ser. Samson estaba nervioso. ¿Y si ella había cambiado de idea? Escaparse con él, un hombre sin dinero, sin perspectivas, no podía ser lo que una rica heredera como ella quisiera.
Cuando las campanas de la iglesia cercana, resonaban las doce campanadas de la medianoche, estaba listo para volver a su habitación. Elizabeth no vendría. Ella estaría durmiendo en su cama tibia, llorando, tal vez, pero se quedaría y haría lo que sus padres querían.
Un sonido le hizo volverse. Ella estaba cubierta con una capa negra, una bolsa pequeña en la mano. Elizabeth. Ella era suya. Samson le tomó entre sus brazos y la besó. Sus labios borraron todas sus dudas. Su futuro era incierto, pero su vida era perfecta. La mujer que amaba estaba dispuesta a darlo todo para estar con él.
Los caballos estaban ensillados y listos. Sólo cabalgaron durante una hora antes de que fueran atacados. Tres hombres cayeron sobre ellos, saliendo de la nada. Todo sucedió muy rápido, no hubo tiempo para escapar.
El caballo de Samson cayó en primer lugar, su garganta partida. Él ni siquiera había visto el golpe o lo que lo había golpeado. En el momento en que se liberó de su caballo para no ser aplastado por él, escuchó los gritos de horror de Elizabeth.
Lo que vio no podía estar sucediendo. ¡No era real! ¡No era posible! Uno de los hombres bebía de su garganta. Su sangre. Sus dientes estaban prendidos en su garganta.
Samson luchó contra los otros dos, pero no tenía ninguna posibilidad. No podía llegar a ella, no podía ayudarla. Le había prometido mantenerla a salvo. Había fallado.
Si no podía salvarla, él iba a morir vengándola. Con más ferocidad de lo que él sabía que poseía, luchó, con uñas y dientes.
Sentía colmillos clavándose en su brazo, sentía la sangre salir de él. Sin embargo, no se dio por vencido. Lanzó una última mirada al cadáver de Elizabeth, entonces mordió la oreja del hombre y la escupió. El sabor de la sangre del atacante, en su boca, era metálico. Era lo último que recordaba.
Se despertó en un cobertizo al día siguiente. ¿Cómo había llegado hasta allí?, realmente no lo sabía.
Para su sorpresa, las heridas que los hombres le habían hecho se habían ido, pero cuando abrió la puerta, un rayo de sol le tocó el brazo, la sensación de ardor le hizo retroceder y retirarse.
Fue el momento en que sabía que había sido condenado a una vida como un vampiro, nada más tenía sentido.
Uno de los chicos malos.
Castigado por sus pecados de adulterio y libertinaje.
Más allá de la redención.
***
Samson terminó su dibujo. Había usado sus habilidades de dibujo en los últimos años, sobre todo para transmitir información a sus asociados, a fin de ayudarlos a detener a individuos peligrosos. Su arte se había ido por otro camino, pero dibujar a Delilah, le recordó lo que amaba hacer. Ella era la musa perfecta. Miró a su bella durmiente y plantó besos pequeños en su cuello y hombros. Sus ojos miraron el reloj: el sol saldría en unos pocos minutos.
—Me tengo que ir, dulzura —le susurró.
Ella no se despertó. Guardó su cuaderno de dibujo en su escritorio.
Samson recogió su bata y se vistió, luego lentamente dejó su habitación. Normalmente dormía en su cama con las cortinas corridas, pero como ella estaba ahí, no podía arriesgarse a que ella se diera cuenta de ciertas cosas extrañas cuando se despertara. Por una vez, sería difícil, sino imposible, despertarlo una vez que estuviera dormido. Y si ella se atreviese a abrir las cortinas para que el sol entrara, su piel se freiría.
En silencio bajó las escaleras. Había construido un cuarto seguro en la parte trasera de la casa, detrás del garaje, donde permanecía durante las emergencias. La habitación estaba equipada con todo lo que necesitaba: suficiente sangre para durarle varios días, una cama, y equipos de comunicación.
Samson cerró la puerta desde el interior y se dejó caer sobre la cama. Envió inmediatamente un mensaje de texto a Carl para comunicarle dónde estaba, y a Oliver para instruirle que cuidara a Delilah durante el día. Ignoró el mensaje que Ricky le había enviado, que necesitaba hablar con él. Podía esperar. Entonces su cabeza tocó la almohada, y el sueño lo reclamó.