Carl se quedó esperando pacientemente, mientras Samson sacaba una libreta de papel desde una gaveta de una mesa antigua en el salón y se sentó. Delilah miraba como él comenzaba a dibujar una imagen en el papel. Sus movimientos eran ágiles. En cuestión de minutos, la imagen de un hombre apareció en la página. Samson levantó la página para que ella pudiera ver.
—¿Es lo suficientemente parecido?
¡No podía creer lo que veía! El dibujo mostraba la viva imagen del criminal que los había atacado. Además de la cara del hombre, Samson había dibujado la imagen del tatuaje: dos círculos con una cruz en el centro.
—Es como si hubieras tomado una foto. ¿Cómo lo hiciste?
—Memoria fotográfica —explicó Samson y le entregó el papel a Carl—. Manda por fax esto a Ricky. Él está esperándolo. Y después…
Él la miró—. Carl puede empacar algunas de tus cosas y traerlas aquí, si le dices lo que necesitas para las próximas noches.
—¿Próximas noches? —A ella le gustaba el sonido de eso.
—Eso sería genial. Solo tráetelo todo.
Delilah buscó las llaves en su bolso. Cuando ella levantó la vista, miró la cara de Samson, congelado en estado de shock con los ojos sorprendidos. Su manzana de Adán se movía mientras tragaba con dificultad.
—¿Todo señorita? —preguntó Carl cortésmente, pero ella lo ignoró.
Viendo a su amable anfitrión, se echó a reír.
—¡Deberías verte en el espejo y ver tu cara! —ella dijo, ya más tranquila—. No tiene precio—. Su rostro sorprendido, pensando que ella estaba planeando irse a vivir ahí, era todo un espectáculo para la vista. Pero no podía dejarlo sufrir por más tiempo.
—Lo siento, no es lo que piensas. Estoy en San Francisco en un viaje de negocios. Sólo tengo una pequeña maleta y mi ordenador portátil, así que pensé que Carl podía traerlo todo. ¿Si eso está bien?
Samson exhaló visiblemente—. Me tuviste por un segundo, no vi esa venir. —Parecía relajado ahora.
—¿Carl, podrías traer las cosas de la señorita Sheridan, por favor, y ponerlas en la habitación de invitados?
Delilah le entregó la llave del apartamento a Carl y él dio la vuelta para irse.
—Y Carl, ¿podrías también pasar por el supermercado y conseguir algo de comida para la señorita Sheridan? Creo que mi refrigerador está bastante vacío.
—¿Qué le gustaría, señorita? —preguntó Carl.
—¿Delilah? —dijo Samson.
—Lo que sea que ustedes coman —respondió ella.
Realmente no quería hacer ningún problema. Cuando se trataba de comida, no era muy exigente.
—¿Señor? —Carl parecía un poco perdido.
—Sólo trae un poco de fruta, leche, café, cereales, yogur, pan, lo de siempre —le dio instrucciones—. Y gracias, Carl.
—Buenas noches, señor, buenas noches, señorita.
Un segundo más tarde Carl se había ido. Ella seguía mirando hacia la puerta cuando los brazos de Samson la envolvieron desde atrás, acercándola.
—¿Estabas tratando de asustarme? —Él comenzó a mordisquear su oreja.
—¿Funcionó? —le preguntó ella.
—¿Qué piensas tú?
Sus labios se posaron en el cuello de ella, acariciando suavemente su piel hasta que la piel de gallina comenzó a formársele.
—¿Tienes frío? —le preguntó Samson.
¿Cómo podría estarlo, si sus manos calientes acariciaban su vientre?— Calor.
Y calentándose más, cada segundo.
—Ya me parecía —Samson sonaba sospechosamente presumido.
Dejó una mano alrededor de su cintura y movió la otra hacia arriba, viajando deliberadamente por el centro de su torso a través del valle de sus pechos, hasta que llegó al escote de su blusa.
—¿Qué estabas tratando de hacerme en el teatro? —preguntó Samson, mientras acariciaba con sus dedos a lo largo de la línea donde su blusa terminaba y su piel comenzaba.
Su piel se estremeció cuando sus dedos la tocaron.
—Obtener una reacción de ti —dijo ella.
Samson la apretó más fuerte contra su cuerpo, frotando su pene contra su espalda baja. Tenía una erección en toda regla y no lo escondió.
—¿Este tipo de reacción?
¿Él quería que notara su erección? Ella podía hacerlo mucho mejor que eso.
La mano de Delilah, se movió hacia atrás para agarrar la cadera de Samson mientras frotaba su trasero contra la marcada erección de su pene, provocando un gemido no tan sutil en él. Se sentía demasiado bien para no hacerlo, así que ella lo hizo de nuevo.
—Quería ver si tendrías la misma reacción que cuando pensabas que era una stripper.
***
Delilah se había dado cuenta de que había tenido una erección cuando la había besado la noche anterior. Y a pesar del efecto que ella sabía que tenía sobre él, había aceptado su invitación. Valiente.
—¿Satisfecha?
—Creo que tendrás que hacer un poco más para satisfacerme —dijo Delilah.
Samson aceptó el reto. Su mano estaba en su escote. Poco a poco se deslizó por debajo de su blusa y levemente acarició su pecho. Tomó su firme seno en la mano. Su muy sensible seno.
—¿Es eso un comienzo, Samson?
—¿Mm? —su mano estaba ocupada jugando con su pezón y volviéndolo duro.
—La stripper de anoche…
Sentía que ella vaciló. Su pregunta fue silenciosa, pero él sabía lo que ella quería escuchar.
—No la toqué. Le pedí que se fuera. No había manera que pudiera tocar a otra mujer, después de besarte. No sentí que fuese correcto.
No era del todo cierto, ya que sin duda lo había intentado, pero el resultado fue el mismo. No había tocado a la stripper.
Delilah inclinó la cabeza hacia atrás, y él aprovechó la oportunidad para hundir sus labios en su cuello descubierto. Su cuello tentador. Podía sentir la sangre caliente corriendo por las venas palpitando justo debajo de su piel pálida. Tan deliciosa. Tan confiada.
—Toda la noche después de que te fuiste, me preguntaba si me permitirías besarte y tocarte. O si lucharías conmigo de nuevo.
Ella le dio una respuesta al tomar la mano que se apoyaba en su cintura y poco a poco la empujó hacia abajo. Él no pudo resistir la oportunidad. Con un movimiento rápido le levantó la falda y deslizó su mano por debajo de ella. Dejó que su aroma lo guiara hacia la cálida humedad, que se encontraba entre sus muslos, tocando su bragas húmedas, con la mano.
—¿Es eso lo que quieres?
—Sí —Ella gimió y abrió sus piernas para él.
Sin esfuerzo su mano se deslizó dentro de sus bragas y viajó en los húmedos pliegues de carne que marcaban la entrada a su cuerpo.
—Estás tan mojada —le dijo dejando que la admiración coloreara sus palabras.
—Es tu culpa —Su voz era incluso excita de lo que ella misma.
—Anoche estuve soñando con estar dentro de ti, de sentir tus músculos tensándose alrededor de mí cuando acabaras. No podía pensar en otra cosa. Apenas pude pasar el día.
Había dormido apenas. Más bien, él había estado soñando despierto con ella acerca de las cosas que quería hacerle.
—A mi no me fue mucho mejor después de cómo me hiciste sentir ayer por la noche.
Delilah inclinó su pelvis hacia él, en una invitación silenciosa.
—Dime, ¿te tocaste a ti misma, imaginando que era mi mano?
Sus dedos jugaban con su carne caliente, separando los labios gruesos y esparciendo su crema. Ella dejó escapar otro gemido, pero no le contestó.
—¿Te hiciste acabar, tú misma? —Estaba ansioso por oír su respuesta.
Delilah negó con la cabeza—. No.
—¿Por qué no? —Él lentamente movió un dedo hacia su acogedora abertura. Estaba tan apretada, estaba seguro de que no había sido cogida por un tiempo.
—Quería que tú lo hicieras.
Y él lo haría—. ¿Así? —Utilizó su pulgar para encontrar su clítoris y acariciarlo, mientras que su dedo se deslizaba lentamente hacia atrás y adelante, dentro y fuera.
—Oh Dios, justo así —Y dejó caer su cabeza sobre su pecho.
—Te siento tan bien. Incluso mejor de lo que había imaginado.
—Mm —Su cuerpo se mecía con él, con un ritmo seductor. Su segunda mano llegó a ayudar, permitiéndole extender su carne y exponer su fruto inflamado a sus dedos ansiosos, apretándola ligeramente para enviar más sensaciones que atravesaran su cuerpo. Ella era tan fácil de leer, reaccionando de manera tan directa a cada uno de sus movimientos.
—No voy a parar hasta que acabes aquí mismo —él le susurró al oído—. Quiero sentir tu orgasmo atravesando tu cuerpo, y quiero ser la razón de ello.
La idea de hacerla acabar, lo excitaba más, que con cualquier otra mujer a la que haya satisfecho antes. En este momento él no estaba preocupado por su propio placer, sólo quería experimentar el de ella. Ahora que sabía que él la tendría, podía esperar y disfrutar de la anticipación.
—¿Puedes hacer eso por mí, acabar por mí?
Su pene estaba presionado firmemente contra su espalda, y sabía que todavía estaría allí más tarde. No se vendría abajo, no sintiendo su cuerpo en la posición en que estaba. Con cada movimiento se frotaba contra él, aparentemente ajena a las sensaciones que enviaba a través de su cuerpo.
—Oh Dios —ella gimió sin aliento.
Él masajeó su clítoris, siguiendo los movimientos de su cuerpo, acelerando a medida que su ritmo aceleraba. Ahora dos de sus dedos estaban dentro de ella y se movían rítmicamente adentro y afuera, por lo que ella suspiró más fuerte, mientras que el dedo en su clítoris hinchado, se movía rápido siempre y sin cesar.
Samson se dio cuenta cuando su respiración cambió, su cuerpo se tensó y sus movimientos se convirtieron en ráfagas cortas. Él disfrutó de la forma en que su cuerpo reaccionaba a su tacto. Sus dedos estaban empapados de sus jugos, y el olor hizo que su pene ya duro, anhelara la liberación.
—Eso es, dulzura, justo así.
Ella montó con ganas sus dedos, como un jinete con experiencia. Tenía la piel enrojecida, su pulso se había acelerado, y él casi podía oler la sangre caliente corriendo por sus venas, justo debajo de la piel donde sus labios se aferraban a su cuello, succionando suavemente.
Pero él no la mordería. No. Esto era para ella. Por alguna razón inexplicable, él quería ser el mejor amante que jamás hubiese tenido. Quería darle las gracias por lo que había hecho por él, por la forma en que lo había hecho excitar.
—Sí, acaba por mí.
Sus manos se movían más rápido, haciendo coincidir su ritmo. Podía sentir los estremecimientos pasando por su cuerpo, las olas, y luego los músculos de su interior apretándose alrededor de sus dedos en espasmos cortos, haciendo llover más crema en su mano, mientras se venía. Lentamente calmó su mano para dejarla cabalgar hasta su clímax.
Samson deslizó los dedos hacia fuera y se los llevó a su boca, lamiendo su excitación fuera de ellos, consciente de que ella lo miraba con su aliento entrecortado.
—Mm, estás deliciosa —Nunca había probado algo mejor en su vida. Esta no sería la última noche que se daría un festín de ella.
—¡Oh, Dios mío! —Sonaba su voz excitada mientras sus rodillas colapsaron.
Él la agarró y se fueron los dos hacia el sofá. La volteó en sus brazos para mirar su cara. Se veía enrojecida, su piel brillaba.
—¿Satisfecha ahora? —y se sonrió.
—Eres increíble —Delilah lo miró y acercó su rostro al de ella. Sus labios se acercaron a él y se reunieron en un beso apasionado.
—¿Esto significa que compartirás mi cama esta noche?
—Pensé que ya habíamos aclarado ese punto.
—No recuerdo haber tenido una respuesta definitiva de tu parte. A pesar de que, podría hacer una suposición.
—Tal vez te mostraré mi respuesta.
Llevó su mano a la protuberancia por debajo de sus pantalones, tratando de sentirlo. Él sintió sus dedos lentamente rastrear su duro pene desde la punta hasta la base, y viceversa. Respiró profundamente. Al parecer, el desinterés que tuvo en su propio placer, sería recompensado.
—Entiendo tu idea.
—Permíteme hacerla un poco más clara, así no hay malos entendidos.
Delilah lo tomó de la cremallera de sus pantalones y tiró de ella hacia abajo, lentamente. Su mano se deslizó hacia a adentro con facilidad. Samson sintió la suave piel de su mano empujando a sus calzoncillos a un lado y encontrando su erección. Ella envolvió su mano alrededor de su pene, agarrándolo con fuerza. Una gota de humedad, ya había emanado de la punta. Con el dedo, ella lentamente extendió la humedad sobre la cabeza, masajeándola. Él no recordaba haber sido tocado con esa suavidad.
Sería una amante muy atenta, ahora lo sabía. Sería la medicina justa para él. Una de la que fácilmente podría tener una sobredosis, si no tenía cuidado. El Dr. Drake se había olvidado de decirle cuánto sexo debería haber tenido con ella. ¿No habría querido decir que solamente fuese una sola vez?
—Oh, Dios, mujer, me estás torturando.
Delilah le dio una risa suave—. No creo que tú sepas el significado de la tortura.
Ella movió la mano hacia arriba y abajo por su erección, manteniendo su firme adherencia, como si supiera cómo a él le gustaba. No necesitaba instrucciones.
—Lo sé ahora —Suspiró Samson.
—Llévame a la cama antes de avergonzar a Carl cuando vuelva.
La tomó en sus brazos y subió las escaleras. Esta vez no protestó ser cargada. Le gustaba la sensación de su cuerpo pequeño en sus brazos. Mientras la llevaba a su dormitorio, se dio cuenta que ella miraba hacia los alrededores. La cama con los cuatro pilares, las almohadas en el suelo frente a la enorme chimenea, las pinturas.
Notó con alegría que nada había retenido su atención por mucho tiempo. En vez de eso, sus ojos se trasladaron nuevamente hacia él, dándole otra de sus sonrisas hermosas. Sus posesiones terrenales no parecían influenciarla. Creyó que él podría haberla llevado a una choza miserable, y siempre que hubiese una cama, ella habría sonreído con la misma anticipación.
Samson la bajó hacia la cama, rápidamente le despojó de sus zapatos antes de alcanzar un control remoto en una mesita de noche. Con un solo clic y la chimenea se prendió, encendiéndose un pequeño fuego. Las luces en las dos mesitas de noche estaban encendidas y proporcionaban un suave resplandor a la habitación. Dejó que sus ojos se deslizaran sobre ella, saboreando el momento.
—Hermosa.
Lo decía en serio. Para él, ella era la criatura más hermosa que jamás había tocado. Y ahora ella estaba en su cama. Lista para él.
Momentos más tarde se unió a ella y la tomó en sus brazos fuertes otra vez. Su cuerpo se sentía tan bien.
—Me olvidé de mencionarte: aunque puedo garantizar tu seguridad aquí, no puedo garantizarte que dormirás esta noche. —Él no hizo ningún intento de ocultar el deseo en su voz—. De hecho, te garantizo que no lo harás.
Ni un poco de sueño, no mientras tuviera un poco de energía. Y siendo una criatura de la noche, tenía energía en abundancia.
Las largas pestañas de ella, revolotearon mientras lo miraba—. No hagas promesas que no puedas cumplir.
Samson sabía que estaba bromeando. Sintió que su piel le quemaba cuando sus dedos viajaron a su camisa, donde soltó un botón y dejó que su mano se deslizara hacia adentro para tocarlo. Qué manos tan suaves.
—¿Es un desafío?
Estaba definitivamente dispuesto para ello, más de lo que ella podría entender.
—¿Qué vas a hacer al respecto? —Él sabía lo que ella estaba haciendo al respecto, porque él estaba recibiendo el placer. Y no se quejaba de ello. Ella, había abierto dos botones más de su camisa y ahora generosamente le acariciaba el pecho. Él no iba a detenerla.
—Esto —Él besó su mejilla.
—Y esto —Luego besó su cuello.
—Y esto otro.
Samson le aplastó los labios con los suyos, la invadió como lo había hecho antes, pero esta vez más ferozmente, con más pasión. Nada podía detenerlo ahora. Ella era suya, y lo quería de su propia voluntad. La idea le hizo sentirse poderoso y avivó su pasión por ella aún más.
Delilah le respondió dispuesta, muy dispuesta, dándole su cuerpo de la manera más confiada, de una forma que él nunca había visto a una mujer reaccionar. No lo entendía, pero él lo absorbió. Su cuerpo se amoldó a él, con una facilidad que no podía ni siquiera comenzar a entender. A pesar de que él era un completo desconocido para ella, su cuerpo parecía confiar en él. Podía sentir cómo clamaba por él, cuando ella se retorcía con cada uno de sus toques. Siempre pidiendo más.
Samson interrumpió su apasionado beso y se apartó para mirarla a los ojos. Coincidían con su pasión y deseo. Esta mujer humana tenía fuego, más de lo que había visto en cualquiera de las mujeres vampiro.
—Te deseo —él murmuró, apenas reconociendo su propia voz, tan ronca y oscura.
—Me tienes —¿Lo decía ella en serio? Iba a averiguarlo.
Sus manos se perdían en el pecho, casi sin tocar, sin embargo, haciendo temblar su cuerpo completo con la sensación eléctrica de sus caricias.
Era el momento de desenvolverla. Deshizo el nudo de su blusa tomando solo dos segundos, y la despojó de ella. Delilah no llevaba sujetador esta vez. Se quedó sin aliento ante la visión de sus pechos desnudos. Eran redondos y firmes, y en la cima de ellos, adornados con duros pezones rosados que pedían que los tocara de nuevo. Él respondería a esa llamada en particular en cualquier momento.
Sus manos le apretaron los pechos suavemente, y sus dedos tiraron de sus pezones, enviando escalofríos visibles a través de su cuerpo.
—¡Oh, sí! —susurró ella sin aliento.
Bajó la cabeza, y con sus labios rozaba su sensible piel. Ella arqueó su espalda para acercarse hacia él.
—Tan impaciente —Él tentaba su piel, pero sabía que estaba tan ansioso como ella.
—Por favor.
Sus labios se encontraron con su pezón y poco a poco lo chupó. Mientras su lengua lo recorría, ella se movía bajo su control, quería más. Él se trasladó al otro pecho, lamiendo con su lengua húmeda, amasándola con sus manos, sintiéndola retorcerse. Dulce tortura. Era una venganza por lo que había hecho a su pene antes.
—Sabes para comerte —susurró él.
—Yo pensé que ya habías cenado.
Samson sonrió, y le dijo—: Me faltó el postre.
Porque te voy a devorar a ti en su lugar.
Ella dio una risa suave en aprobación.
Sus pechos recibieron la atención que exigían, mientras él los chupaba más fuerte, llegando a conocer cada centímetro de ellos con sus labios, su lengua y sus manos. Sus ojos ya habían hecho una imagen mental de ellos, grabándolos en su memoria para siempre.
Su perfume lo envolvía. Había estado allí toda la noche, el suave perfume de lavanda en su piel, mezclado con el aroma de su excitación. Él lo había sentido en el teatro y había luchado contra él lo mejor que pudo. Ya no. Estaba dispuesto a tomarlo todo y dejarlo que lo envolviera.
Se desvistieron entre sí, ambos impacientes, no pudiendo esperar más. Finalmente toda su ropa quedó tendida en el suelo y sus cuerpos desnudos se abrazaron. Sus curvas se adaptaban perfectamente a su cuerpo. Hechas a la medida para él.
La mano de Delilah tocó su pene erecto, acariciando la longitud de terciopelo de acero. Él estaba cerca y necesitaba desesperadamente la liberación.
—No creo que pueda esperar más —Él lo había tenido bajo control lo mejor que podía—. Sobre todo, si me tocas así.
—¿Preferirías que no te tocara de esa manera? —Su voz sonaba más inocente de lo que él sabía que ella era, como lo demuestra el hecho de que ella continuaba con sus caricias malvadas.
—No te atrevas a parar. —No fue una amenaza: era una demanda que él sabía que ella estaría dispuesta a darle.
—¿Dónde guardas los condones?
—¿Los condones?
Samson no entendió de inmediato, hasta que se dio cuenta de que ella pensaba que era un ser humano. Los seres humanos utilizan condones. No podía decirle que no tenía necesidad de preocuparse por enfermedades o un embarazo con él, así que ¿qué debía hacer ahora?
—Lo siento, me olvidé por completo. Yo realmente no planeaba en esto… —Era una mentira inocente.
Delilah sonrió—. Y yo que pensé que estabas tratando de seducirme desde el momento en que me metí en el coche.
—Lo estaba, pero pensé que en realidad no tendría éxito.
Por supuesto, él pensó que la llevaría a la cama. Por lo menos sabía que habría intentado todo para tener éxito. ¿Incluso el control de la mente?
—No me parecía que fueses del tipo que se daría por vencido fácilmente.
—No lo soy, pero esto no significa que yo siempre consiga lo que quiero. —En realidad, la mayoría del tiempo conseguía lo que quería. Pero no últimamente.
—Esta noche lo harás. Me he traído un condón.
—¿Eso quiere decir que estabas pensando en llevarme a la cama todo el tiempo? —dijo él bromeando, como si estuviera sorprendido, pero en realidad estaba aliviado que su noche, no sería interrumpida debido a la falta de protección.
—Una chica tiene que intentar.
Él le dio un beso y le dijo—: Entonces, ¿dónde están los condones?
—En mi bolso. Creo que lo dejé en la sala de estar.
—Voy a buscarlo.
Samson se apresuró por las escaleras, agradecido por la breve interrupción. Tenía sed y necesitaba un poco de sangre si quería asegurarse de que ella estuviese a salvo de él, por el resto de la noche. No podía permitirse que su sed de sangre, se interpusiera en el camino de su satisfacción sexual. Corrió a la cocina y bebió un gran vaso de sangre. Mientras cerraba la nevera, se dio cuenta de que en la mañana iba a ver la sangre por allí. No podía dejar que eso sucediera. Rápidamente, le escribió una nota a Carl, la puso en un sobre y la aseguró a la puerta del refrigerador con un imán. Él la vería cuando viniera a dejar la comida.
Samson encontró su bolso, lo tomó, y se lanzó de nuevo, subiendo dos escalones a la vez. Ella lo estaba esperando. Mientras sacaba un condón de su bolso y se lo entregaba a él, no pudo ponérselo lo suficientemente rápido. En lugar de unirse a ella en la cama, la acercó hacia él por los tobillos hasta que sus piernas colgaron por la orilla, y sus nalgas se apoyaron en el borde del colchón donde él estaba parado.
Él la miró mientras le abría las piernas y se colocaba en el centro. Poco a poco, deliberadamente, levantó sus piernas y las apoyó sobre sus hombros. Ella lo estaba esperando, esperando a que hiciera un movimiento. Su pene en la entrada húmeda de su cuerpo la tentaba para aumentar su deseo por él.
Samson aspiró su aroma y luego lentamente empujó hacia adelante, hundiéndose en ella.
Ella gimió en voz alta, uniéndose a la de él.
Sintió sus tensos músculos alrededor de su pene cerrándose sobre él. No, ella no había sido cogida por un tiempo. Iba a hacerle los honores de cogerla a partir de ahora. Se retiró para que sólo la punta de su duro pene se sumergiera en ella.
—¡Más! —ella rogó.
Samson empujó de nuevo dentro de ella, más profundo que antes. Y otra vez. Sus cuerpos chocaron, fuerte y profundo. Su pene tomó su propia voluntad, sumergiéndose en ella y saliéndose, en un ritmo que él sabía que lo pondría al borde. Necesitaba recuperar un poco de control de sí mismo, para disminuir su velocidad, para que durara.
Se recordó de quién era: un ser humano, un vulnerable mortal, con sangre caliente palpitando por sus venas. Delilah se merecía algo mejor que él, cogiéndola como una bestia. Le soltó las piernas y bajó, flotando por encima de ella. Al instante ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y tiró de él más cerca.
Bajó sus labios hacia ella y la besó. Su sabor era como una hermosa flor en un prado lleno de lavanda. Imágenes de una cálida tarde de verano llegaban a su mente. Estaba bailando con ella en un prado de lavanda con el sol brillando sobre él sin quemarlo. Sintió el calor de los rayos en su piel, sin hacerle daño, acariciándolo. ¿Qué estaba pasando? Claramente podía sentir el sol, oler la lavanda y ver la pradera. ¿Estaba alucinando? Parpadeó y la imagen desapareció tan rápidamente como había aparecido.
Su ritmo se volvió más lento, y con más ternura de lo que pensaba que era capaz de hacer, se movió dentro de ella, lenta y deliberadamente, disfrutando de las sensaciones de su unión íntima conjurada en él. La miró a los ojos verdes y sintió que su ternura lo abrumaba.
—Esto es maravilloso.
Él nunca se sintió tan tierno en el sexo y hacían surgir sentimientos más amorosos que cuando era humano. Esta mujer le daba ganas de sentir con su corazón, no sólo con su cuerpo.
Samson buscó su boca otra vez, saboreando su dulce néctar. Fue trasladado inmediatamente de vuelta hacia el sol, donde disfrutó otra vez sus rayos. ¿Qué estaba haciendo con él, dándole estas extrañas visiones? ¿O era su abstinencia de sexo la culpable de las imágenes en su cabeza?
A pesar de que él no sabía lo que estaba pasando, no luchó contra ello, se dejó llevar, hasta que de repente sintió un espasmo muscular alrededor de su pene, apretándolo mientras ella acababa.
—No, todavía no —dijo Delilah, pero ya era demasiado tarde. Entonces él no pudo contenerse más y también acabó como si ella lo ordeñase, hasta que se vació.
—Delilah.
Reconoció que la sonrisa en su rostro era la de una mujer satisfecha. Él se aseguraría de volver a ver esa sonrisa durante toda la noche. Ella tenía los labios todavía húmedos por su último beso. Suavemente le apartó un mechón de pelo de su mejilla y a continuación la besó en el mismo lugar.
Un suspiro de satisfacción, fue su respuesta—. Samson.
Podría haberse quedado sobre ella toda la noche, pero se apartó y se despojó del condón usado. No le gustó separarse de ella y de inmediato tiró de ella hacia sus brazos. Cubriendo su cuerpo con el de ella, le besó la frente con ternura. No podía decir nada más. Por primera vez en su vida, se quedó sin habla.
Delilah levantó su cabeza y lo miró, pero las palabras no brotaron de sus labios. En su lugar, hundió la cabeza en el hueco de su cuello. Él le acarició el cabello con ternura. No había necesidad de palabras. Nunca había sentido la necesidad de abrazar a una mujer de la forma en que lo hacía. Nunca había sentido la necesidad de abrazar a una mujer después de tener sexo, ¿por qué con ella? No tenía ninguna respuesta a su pregunta, y por ahora no la necesitaba.
Samson le puso la mano bajo la barbilla y movió su cara hacia él. Sin decir una palabra, sus labios se encontraron con los de ella, besándola con intenso deseo. Sabía que a ella le dolerían los labios y el resto de su cuerpo, porque él no sería capaz de detenerse. Con tan solo este acto sexual, le había mostrado que necesitaba más de ella. Ni siquiera estaba cerca de ser saciado.
¿Por qué? Tal vez porque estaba tan hambriento de sexo, o tal vez porque su cuerpo se sentía tan bien. Cualquiera que fuese la razón, y no le importaba en este momento, necesitaba más.
Samson podía sentir que conseguía una nueva erección y quiso unir su cuerpo con el suyo.
—¿Podrías por favor, pasarme otro condón? —Le preguntó, mientras le soltaba los labios.
—Sólo traje uno.
—¿Uno? —El pánico instantáneo fue superado por su incredulidad. La miró—. ¿Creíste que uno iba a ser suficiente?
—Bueno, yo no sabía… —Ella se quedó viendo fijamente a su erección, y saber que a ella le gustaba lo que veía, le hizo sentirse orgulloso como un pavo real, lo que aumentaba su erección aún más.
—¡Mujer de poca fe!
Tocó con su dedo la nariz de ella y se echó a reír.
—No voy a ser capaz de pasar las próximas seis horas en la cama contigo sin tocarte. No tengo ese tipo de auto-control, créeme.
—¿Y ahora qué?
—¿Podrías pasarme ese teléfono de la mesita de noche, por favor?
Delilah agarró el teléfono inalámbrico en su lado de la cama y se lo entregó a él.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
Marcó un número—. Poniendo una orden.
Él esperó hasta que la llamada fue contestada.
—Carl. Me olvidé de algo —empezó, y ella pareció darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer y se sonrojó. Sus mejillas rosadas eran la cosa más linda que había visto. Él sonrió tímidamente.
—¿Podrías pasar por la farmacia de turno y comprar una caja de condones para mí, por favor?
Hizo una pausa, sin saber cómo responder a la pregunta que Carl le hacía, y dijo—: No lo sé. Tal vez Delilah lo sepa. ¿De qué tamaño? —le preguntó a ella.
—Extra grande. —Ella se rio en voz alta.
—¿Escuchaste, Carl? Sí, tráeme una docena, y los dejas frente a la puerta de mi habitación cuando entres, eso es todo por esta noche. Y no quiero interrupciones sin importar lo que sea. No me importa si hay un terremoto. No quiero que nadie llame o venga para acá. Díselo a los chicos también. Gracias Carl.
Samson colgó el teléfono, apenas escuchando la respuesta de Carl.
—Extra grande, ¿eh? —Sonrió a ella.
—¿Una docena?
Se encogió de hombros, y le dijo—: Bueno, pensé que siempre se puede conseguir más para mañana por la noche, pero si piensas que una docena no es suficiente para esta noche, yo lo llamaré de regreso.
Hizo un intento a medias de descolgar el auricular de nuevo antes que Delilah lo parara haciéndole cosquillas a los lados y debajo de los brazos. Él se rio y se volvió hacia ella para vengarse. Dio vueltas alrededor de la cama con ella. Mientras el comenzaba a hacerle cosquillas, su risa se hizo más fuerte y más descontrolada.
—No puedo creer que le pidieras a tu chofer que comprara los condones.
—Se le pasará —Tal vez ella pensó que era algo vergonzoso, pero a Carl probablemente ni le importaba si compraba hilo dental o condones.
Se calmó después de reírse tanto, y él la atrajo nuevamente a sus brazos.
—Bésame —ella demandó.
—Va a pasar por lo menos media hora antes que los condones lleguen. No sé si sería seguro besarte en estos momentos. Podría ser muy difícil para mí.
Deliberadamente Delilah miró a su erección—. No creo que se pueda poner más duro.
Él tampoco lo creía. Y como para probar su punto, ella envolvió su mano alrededor de su erección y lo acarició suavemente.
—Creo que he perdido esta discusión —Él sonrió y cedió a su solicitud.
***
Delilah le encantaba la forma en que Samson la besaba: tierno, apasionado, como un hombre en llamas. Sin reservas. Ningún hombre la había besado de esa forma, Samson la hacía sentir como si fuera la única mujer en el mundo. Se estremecía ante el poder que tenía sobre su cuerpo y su mente, y al mismo tiempo, se dejaba caer sin remordimientos.
Le había dado más placer en una hora, que el que había tenido el año pasado entero, y si un hombre podía llevarla a tales alturas, no podía contenerse. Todavía esperaba despertar de un sueño y encontrarse sola en el apartamento, soñando despierta. Era increíble que un hombre tan guapo y deseable como él, le diera tan siquiera la hora ya sea en el día o en la noche. Pero todo parecía demasiado real, por lo que no podría ser un sueño.
—Creo que debemos encontrar algo más que hacer hasta que Carl llegue —le sugirió de repente, su voz tensa.
La decepción la invadió. ¿Por qué no había traído más condones?
—No es que no me guste besarte, pero te puedo decir a lo que eso va a llevar en unos dos minutos. Y no creo que quieras luchar contra mí, cuando yo no me pueda controlar por más tiempo.
—No creo que sería muy buena peleando contra ti.
—Sería divertido si al menos lo intentaras. —Sonaba como algo que en realidad podría ser muy divertido.
—Ah, un hombre que le gusta cazar. Le dio una mirada conocedora.
—Sobre todo cuando la presa se ve tan deliciosa. —Sus ojos le decían cuán deliciosa pensaba que era.
Delilah dejó deslizar un dedo sobre los labios de él.
—Adelante, atrápame si puedes.
Samson juguetonamente cerró su boca, pero ella sacó su dedo.
—No eres lo suficientemente rápido.
Ella dejaría que la atrapara, pero todavía no. Tendría que trabajar un poco primero.
—Dame otra oportunidad.
Su dedo volvió a sus labios, tentándolo con su suave tacto. Ella lo miró fijamente tratando de averiguar cuándo cerraría su boca. Su cara indiferente no daba ninguna indicación. Su lengua llegó a su dedo, lentamente y sensualmente lamiéndolo como si él no tuviera ninguna intención de morderlo. Otro golpecito con su lengua, y de repente su boca se movió hacia adelante, envolviendo su dedo y encerrándolo.
Samson lo mantuvo rehén y lo succionó con suavidad antes de liberarlo.
—Te dejas distraer por mi lengua, esa es tu perdición —le advirtió a ella, parpadeando—. Nunca quites la vista del cazador. Uno nunca sabe cuando puede atacar.
Tiró de ella hacia abajo sobre su pecho—. ¿Qué tal un beso para el cazador victorioso?
—¿Desde cuando la presa besa al depredador?
—¿Nunca oíste hablar de Caperucita Roja?
—Ella no besó el cazador. —Pero ella besaría a Samson. Él la había atrapado. Merecía el premio.
—Pero ella sí besó al lobo. Si yo fuese el lobo, ¿me besarías?
—¿Qué versión de Caperucita Roja leías cuando eras niño?
—¡La versión para adultos, por supuesto!
Él la volteó sobre su espalda tan rápido que apenas estaba consciente de lo que estaba sucediendo. Un segundo más tarde, estaba atrapada debajo de él. No se quejó: en su opinión, era un buen lugar para estar.
—Ya que no me vas a besar por tu propia voluntad, no tengo más remedio que torturarte.
Saltó de la cama y la levantó en sus brazos.
—¿A dónde vamos? ¿Qué tipo de tortura?
—Al cuarto de baño, para algo de tortura en agua. —Le sonrió.
Los ojos de Samson brillaron como los de un pillo que estaba planeando una broma. La tortura de repente sonó como algo que ella tenía que intentar.
Su cuarto de baño no tenía ventanas y era enorme. Además de un tocador de gran tamaño con dos lavabos, había un gran jacuzzi tipo bañera y la cabina de ducha enorme. El retrete estaba separado detrás de una pared.
—Estoy esperando un poco ansiosa a esta tortura en el agua que estás prometiendo.
—¿Me estás diciendo que no te puedo asustar con nada?
—Supongo que no. Pero si tú quieres que yo pretenda…
Ella podría escenificar un poco si eso lo encendía. No es que ella pensara que lo necesitaba. Simplemente ser ella misma con él, parecía encenderlo.
Samson la puso de pie y encendió el agua de la ducha. Una vez que había probado la temperatura, le dio un pequeño empujón hacia el agua.
—Después de usted, mi señora.
Delilah se metió en la ducha y lo sintió detrás de ella. El agua empezó a llover por su torso, y absorbía el calor.
—Cierra los ojos —le ordenó él—. Quiero que uses sólo el sentido del tacto, nada más.
—Mm… —Cerró los ojos, curiosa por lo que él tenía en mente.
Samson tocó sus hombros con sus manos y minuciosamente le bajó los brazos, deteniéndose en el pliegue de los codos antes de conectarse con sus muñecas. La rodeó y estiró sus brazos hacia arriba, y luego la guio hacia la pared, apretándola contra los azulejos de la ducha. Él puso sus manos planas sobre la pared, antes de liberarla.
—No te muevas.
Su orden era dicha con calma y con la confianza de un hombre que estaba acostumbrado a que sus órdenes se cumplieran. Ella obedecería: mientras disfrutara lo que estaba haciendo. Un par de segundos más tarde, ella estaba segura que había que obedecerlo por el tiempo que él quisiese.
Sus manos se volvieron a sus hombros, antes de descender hacia su espalda baja y sobre sus caderas, parando justo antes de su redondo trasero. En lugar de tocárselo, las movió hacia el lado de sus muslos. Llamas calientes le atravesaron con su toque. El hecho de que no podía ver lo que estaba haciendo, sólo intensificaban la sensación.
Delilah le oyó moverse detrás de ella y de repente sintió sus dos manos en su trasero, haciendo movimientos circulares antes de moverlos nuevamente hacia arriba. Ella respiraba con dificultad.
—Más abajo. —Anhelaba sus manos en su trasero otra vez.
—Me temo que yo hago las normas aquí. ¿Estás lista para darme un beso ya, o necesito seguirte torturando por más tiempo?
—Tortúrame más. —La elección fue fácil. Si esto era una tortura, ¿qué pasaría si él decidía bañarla de placer en su lugar?
Sus manos se fueron debajo de sus brazos y lentamente viajaron por los lados de sus caderas, antes de moverse hacia el centro y por la mitad de su trasero. Ella gimió cuando sintió su mano descansar entre sus piernas. Esperando que no se diera cuenta, echó la pelvis hacia atrás para forzar su mano hacia el frente. Él la presionó de regreso contra la pared.
—No, no —dijo Samson.
Segundos después, Delilah sintió algo caliente y resbaladizo sobre su trasero. Su lengua lamía cada centímetro de su trasero. Samson sabía cómo torturar a una mujer. Ella sintió como el líquido caliente surgía de su carne ya húmeda y comenzaba a deslizarse por sus piernas. Finalmente sintió una mano bajo de ella, sondeando sus pliegues húmedos.
Con la otra mano, haló sus caderas hacia él y separó sus piernas. Delilah lo sintió voltearse y, finalmente, su rostro estaba justo debajo de ella, entre sus piernas. Él se había sentado con la espalda contra la pared de azulejos, con las piernas estiradas hacia fuera, delante de él con su cara en su núcleo. Con las dos manos, le agarró el trasero y apretó su cara contra su sexo, dejando que su lengua se deslizara sobre su carne caliente.
—¡Ay Dios! —gritó ella.
La detuvo con firmeza para que no pudiera escapar, mientras que su lengua jugaba con su clítoris. Sus trazos eran magistrales e implacables. Ella sabía que la única manera que él se detendría era cuando ella tuviera su clímax. Y quería acabar… justo en su boca.
Su lengua era experta en encontrar el lugar correcto y en aplicar la presión correcta, para hacerla suspirar en cada trazo. Sus gemidos mezclados con los de ella, diciéndole lo mucho que disfrutaba complacerla. Nunca había conocido a un hombre tan generoso cuando se trataba de su placer.
Sus manos acariciaban su trasero y su lengua la tentaban, en un ritmo que hizo a su cuerpo zumbar. Sintió que su calor corporal quemaba desde el interior, como si fuera un volcán a punto de estallar. La lava fundida en su núcleo hervía hacia la superficie, y en una gran explosión, su cuerpo liberó toda su tensión, disparando oleadas de placer en cada una de sus células.
Delilah se apoyó contra la pared de azulejos, sus piernas temblaban, cuando sintió que él se levantaba y la tomaba en sus brazos.
—¿Qué tal un beso ahora? —le dijo Samson.
Delilah se volvió y abrió los ojos, encontrando su mirada fija en los ojos de él, se dio cuenta que habían cambiado de su color avellana a un oro oscuro.
—Lo que quieras. —Ella lo decía en serio. Ni siquiera tenía que pedirlo.
Sus labios se fusionaron con los de ella, y la sofocó en un beso largo y apasionado. Sus manos la apretaron contra su cuerpo desnudo, y ella podía sentir su pene duro contra su estómago. Se preguntó lo difícil que tenía que ser para él tocarla así, mientras que tenía que esperar que Carl volviera con los condones.
Había algo que podía hacer para aliviar su necesidad. Delilah se apartó de él, y él la miró asombrado.
***
Samson estaba a punto de protestar por la interrupción, cuando sintió su mano agarrando su pene.
—¿Puedo torturarte también?
—Bajo una condición. Continúa besándome.
El nunca había sentido algo así con nadie más. Cuando estaba sumergido en su beso, ella lo transportaba a otro mundo, un mundo de sol y calor. Se estaba haciendo adicto a ella. Las imágenes eran tan vívidas que casi podía sentir el sol sobre su cuerpo y el aroma de las flores en la pradera. Sin embargo, no tenía idea de por qué tenía esas visiones con ella.
Él buscó sus labios de nuevo y fue transportado instantáneamente a la pradera de verano. Ella deslizó su mano hacia arriba y hacia debajo de su pene erecto, tirando más fuerte con cada movimiento. Su mano era suave y cálida, y el agua que goteaba sobre ellas, hacía suave cada movimiento.
Delilah sabía cómo excitarlo. Sólo sentir sus senos apretados contra su pecho, sus labios en los suyos, sus lenguas entrelazándose, lo excitaban más, que lo que cualquier mujer vampiro lo había hecho. El toque de su mano, era algo celestial. La forma en que pasaba su mano sobre su pene y cómo lo apretaba con la correcta presión moviendo su piel hacia arriba y abajo, era como si ella pudiera leer su mente, sabiendo instintivamente lo que quería y lo que lo atraía más y más a su clímax.
—Delilah.
Su mano le apretó de nuevo, ahora más rápido y con más fuerza. En un intento desesperado por mantener el equilibrio, él le hundió las manos en sus caderas y metió uno de sus muslos, entre los de ella. Pero la avalancha de sensaciones que sus caricias enviaban a través de él, era demasiado. Su respiración se aceleró, y su cuerpo se tensó cuando sintió que su semen salía disparado a través de su pene y se esparcía sobre su estómago.
Él se apoyó contra la pared detrás de ella y enterró su cabeza en el hueco de su cuello, tratando de esconder de ella, que sus piernas le temblaban como las de un adolescente que experimentaba su primera relación sexual. Esta mujer humana, llevó a todos sus sanos pensamientos fuera de su cuerpo.
—Creo que esa es toda la tortura que puedo soportar por ahora.
No era eso, lo que había querido decir. Había querido decirle lo que sentía cuando estaba con ella, pero no pudo. Apenas la conocía. Ella pensaría que estaba loco. Y, además, nunca funcionaría: todavía era un vampiro. Ni siquiera debería sentir lo que sentía con ella.
Samson intentó convencerse de que la razón por la que se sentía así, era porque estaba tan hambriento de sexo. Sería sólo hasta esta noche, hasta que hubiese calmado su hambre de sexo. Después de eso, ella no significaría nada para él, estaba seguro. Por cierto no había ninguna buena razón para que él la quisiese por más tiempo que eso. Después de todo, él estaba siguiendo las órdenes del médico. ¿Y quién en su sano juicio puede seguir tomando la medicina, una vez que la enfermedad se curó? ¿Quién, de hecho?