Ilona echó los hombros hacia atrás y salió de la sala. Había perdido el interés en quedarse para el segundo acto. ¿Podría alguien culparla? No había visto a Samson desde la ruptura. Y verlo después de tanto tiempo en compañía de una humana, la tomó desprevenida incluso a ella, en especial desde que había oído que él estaba sufriendo de disfunción eréctil. Así que ¿qué estaba haciendo con una mujer humana? Como si una simple mortal, pudiese satisfacer a un hombre como Samson. ¡Lo que es un concepto ridículo!
Ilona era amiga de la recepcionista del Dr. Drake y por lo tanto sabía sobre las sesiones de Samson con el psiquiatra. No es que a ella le importara si era capaz de levantársele o no, ciertamente ya no tenía ningún interés en él, sobre todo porque era evidente que nunca se uniría con ella.
Ella pasó junto a una pareja que había llamado a un taxi, y se lo robó casi arrancándole la puerta del pasajero, tratando de abrirla.
—Disculpe, pero —Ilona ignoró la protesta del hombre y le gruñó. Se sintió mejor cuando se acomodó.
Se dejó caer en el asiento trasero y, sin pensarlo, le dio una dirección al conductor del taxi, mientras cerraba la puerta de golpe.
Sólo cuando se terminó de acomodar en el asiento, se dio cuenta de que la dirección que le había dado, no era la suya. Ella suspiró. Tal vez era mejor no ir a casa, teniendo en cuenta el estado de ánimo en el que se encontraba. Su subconsciente parecía saber lo que ella necesitaba de todos modos.
Distracción.
Menos de diez minutos después, ella estaba en la puerta de un apartamento, después de haber tocado el timbre para ir al piso de arriba. Apenas tuvo tiempo para enderezar su vestido, cuando se abrió la puerta.
Amaury le dio una mirada rápida. Como siempre, él se veía sexy como el demonio, que era exactamente lo que ella necesitaba esa noche.
—Mira lo que ha traído el gato —dijo él.
Ella pasó por su lado hacia la sala de estar con espacio abierto.
—No sabía que eras alguien de clichés.
Amaury se encogió de hombros y dejó que la puerta se cerrara.
—Las cosas cambian. Pero veo que tú no.
No. Ella estaba tan hermosa y tan insensible como siempre. Algunas cosas nunca cambian.
La miraba mientras ella se apoyaba contra la barra.
—¿Cómo has estado, Amaury?
Levantando la ceja, no se molestó en contestar a su pregunta.
—¿Qué quieres, Ilona? ¿Rompiste tu vibrador? ¿O por qué otra razón podrías estar aquí?
Ella frunció los labios.
—¿Eres siempre así de frío?
—Sólo contigo, querida, porque así es como te gusta, ¿no?
—¿Y? —Hizo una pausa—. ¿Estás pensando en cumplir?
Amaury miró su reloj de pulsera.
—Tengo una hora para matar. Es una opción.
Él podría estar bien con un poco de sexo. Siempre podía con el sexo.
—Si sólo tienes una hora, será mejor no perder el tiempo charlando como si fuéramos viejos amigos.
Ella separó sus labios, permitiéndole a su lengua salir. Se lamió el labio inferior, y él siguió su mirada, mientras bajaba hacia su ingle.
Amaury sabía lo que ella había visto: un vampiro preparado para la acción entre las sábanas. Siempre estaba listo. Nada más que hablar de sexo podría conseguir despertarlo. Era ambos, un don y una maldición.
No sería la primera vez que se acostara con Ilona y probablemente no la última. Ella tenía un gran cuerpo y le gustaba rudo. Y rudo funcionaba para él. Especialmente con una mujer como ella.
—¿Por qué esta noche?
Él no estaba dispuesto a dejarla salirse con la suya todavía. Mientras más tiempo la retrasara, más caliente se pondría. Y una Ilona caliente prometía una gran cogida.
—¿Qué te importa? Estoy aquí, ¿no?
Se podría decir que ella estaba ocultando algo, haciéndole creer que aquella era una noche cualquiera para ella, pero él percibía su frustración. En el fondo. Algo la había hecho enojar. Es por eso que lo necesitaba: ella necesitaba soltar la tensión. Él sabía exactamente cómo.
Amaury dio varios pasos hacia ella, deteniéndose a centímetros.
—¿Qué llevas puesto debajo de ese vestido?
—Nada.
Justo como se lo había pedido después que tuvieron el primer encuentro sexual. Dejó escapar un gruñido de agradecimiento. Prefería que sus mujeres vinieran preparadas. No tenía sentido perder el tiempo, tratando con la ropa interior molesta. Él nunca usaba ninguna tampoco.
—Dado que ambos sabemos que no te gusta chupar el pene, vamos a pasar al evento principal, ¿de acuerdo?
Amaury no le dio la oportunidad de responder. En su lugar, la cargó sobre su hombro y la llevó hasta el sofá. Ella no mostró ningún rechazo a su forma de tratarla, y él no lo esperaba tampoco. La dejó caer boca abajo sobre los cojines de color crema suave.
Amaury se dejó caer sobre ella después y la sujetó por debajo de él. Apretó su cadera en ella, presionando su erección en su entrepierna.
—Extrañabas mi verga, ¿verdad?
—Arrogante hijo de puta —dijo entre dientes y trató de empujarlo.
Él la agarró por las muñecas dejándola pelear por un tiempo—. Sin embargo, sigues regresando. Supongo que hay algo que quieres de mí. Y ambos sabemos que seguro no es mi encanto, lo que deja sólo a mi verga.
Sabía que todo era un juego para ella, fingiendo que no quería eso. Pero el aroma de su excitación, la había traicionado. Él absorbió su olor, y sabía lo que ella quería.
—¿Qué tan fuerte lo quieres esta vez? —él le decía sin permitirle evitar su mirada.
Tendría que decirle lo que quería, y luego él decidiría si se lo daba o no. Tal vez lo haría, tal vez no. Todo dependía de su estado de ánimo.
Ilona apretó los labios y él no pudo reprimir una sonrisa. Como siempre, ella no estaba dispuesta a pedir. De todas formas no importaba.
—Creo que ya tengo mi respuesta entonces. Tal vez una nalgada en el culo aflojará tu lengua.
Un brillo de interés animó sus ojos.
Tal y como lo había sospechado.
—¡Salvaje! —La voz de Ilona no llevaba la ira suficiente para que lo considerara una protesta. Era más una invitación, en realidad. No es que la necesitara.
Un segundo más tarde, rodó hacia un lado y la volcó sobre su estómago. Tomando sus muñecas con una mano, él uso la otra, para levantar su vestido.
—Vamos a ver si me has mentido, o si realmente no llevas nada debajo. Ya sabes como me puedo poner cuando alguien me miente.
Muchas mentiras desatarían una bestia dentro de él.
Una respiración entrecortada fue la respuesta. Y luego un comentario—. Lo sé.
Provocador.
Amaury supo al instante lo que iba a encontrar por debajo de la seda verde de su vestido de noche. Así que se preparó a sí mismo para entregar su castigo.
Su mano empujó la tela hasta arriba de sus rodillas, sus muslos. Se detuvo por un segundo al llegar a sus nalgas redondas. Mientras le subía la tela sobre su culo y la dejaba arrugada a la altura de la cintura, echó un vistazo. Pálida, cremosa y delicada piel.
Casi desnuda, pero no del todo. Llevaba una tanga calificada como una mentira.
Lentamente una de sus manos se deslizaba sobre su culo. Su dedo se enganchó en la tanga y la estiró. Un momento después, la dejó caer nuevamente sobre su piel. Hizo un sonido de desaprobación con la lengua.
Un suspiro expectante vino de Ilona—. Uy, se me olvidó que la llevaba.
Otra mentira.
Ella lo necesitaba muy fuerte. Y él se lo entregaría. No era conocido por decepcionar a una mujer en la cama. Y además, acababa de llegarle el humor para algo malo.
Su mano se levantó de la suave piel de sus nalgas.
—No más mentiras esta noche. —Su orden fue seguida por la palma conectándose con su nalga derecha de su culo, con un golpe breve pero punzante.
Ella gimió sobre el cojín, mientras él le dio un segundo de respiro antes de darle la próxima nalgada en la otra. La marca de la palma de su mano sólo se mostró por unos instantes y luego desapareció. En una mujer humana se habrían quedado más tiempo, no en la mujer vampiro bajo de él.
Él separó sus piernas con su rodilla. Al no cumplir con la suficiente rapidez, le dio otra nalgada. Izquierda y derecha. Una vez más. Al instante sus muslos se separaron, pero la tanga obstruía la visión clara de su concha. Tenía que quitársela. Después de todo, él era un tipo visual.
—No más tangas. —Él la arrancó, botándola en el suelo.
—Sí —ella susurró, y su voz coloreada con excitación, despertó sus sentidos.
Él bajó la mano y la deslizó entre sus muslos, empapando los dedos con su crema. Ella se sacudió, cuando su mano encontró su clítoris y lo hizo rodar entre sus dedos pulgar e índice.
Pero sólo la dejó disfrutarlo a por un segundo, antes de que su dedo se hundiera en su concha. El movimiento casi la levantó del sofá.
—Lo necesitas mucho —él comentó.
—Sí, muchísimo —decía ella sin aliento.
—Tengo justo lo que necesitas. Una cosa muy grande.
La velocidad de los vampiros era una buena habilidad para cuando querían liberar el pene de forma rápida. Este era el momento cuando definitivamente se volvía muy útil. Su erección sobresalió con orgullo tan pronto como había bajado la cremallera. Ni siquiera se molestó en bajar sus pantalones por completo.
Sabía que era grande, más grande que el promedio de los vampiros. Muchas mujeres no serían capaces de adaptársele de inmediato, pero Ilona había sido cogida suficiente por innumerables hombres, estaba acostumbrada a una ración extra grande de pene. Y él estaba dispuesto a repartir su ración. Pulgada a pulgada dura como el hierro.
Centrándose detrás de ella, agarró sus caderas con ambas manos y se hundió en su calor. Resbalosa, caliente y húmeda, le dio la bienvenida. Él se movió dentro y fuera de ella, tomando sus gemidos por lo que eran: estímulos.
—¡Más fuerte! —ella le gritó en un tono enojado.
—No me des órdenes. —Sacó el pene un poco y luego se la empujó más profundo, luego le siguió con una palmada en el culo. Y otro. Él estaba en el asiento del conductor, y le quedaría muy claro a ella.
—Oh Dios, ¡sí!
Amaury sonrió diabólicamente. Él sabía exactamente lo que ella necesitaba. Y lo que él quería.
—Creo que lo necesitas en tu culo, para que sepas quién está a cargo en mi cama.
Una advertencia que estaba dispuesto a hacer realidad.
Sintió que los músculos de su vagina apretaban. No, él no la dejaría acabar, todavía no. Se la sacó al instante y la mantuvo quieta.
—¡Maldita sea, hijo de puta! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Cógeme ahora! —gritó, sonando como el infierno en un tren fuera de control y arañándolo.
—Ah, te voy a coger a mi manera. —Pero su concha bien gastada, no era suficiente para él.
Él mojó su dedo en su abertura caliente y lo cubrió con su crema. Mientras lo deslizaba hacia fuera, lo corrió hasta la raja de su culo, hasta que encontró a su otro agujero. Ella se quedó completamente inmóvil. Con el dedo rodeó su agujero con bordes arrugados, humedeciéndolo con sus jugos.
En cuestión de segundos ella se relajó, y él sintió que se arqueaba hacia arriba y se empujaba a sí misma contra su dedo, tentándole para entrar. Él no necesitaba ninguna persuasión. Su dedo entró a su estrecha abertura y sus músculos lo aseguraron firmemente.
Soltando su cadera, él buscó por debajo del sofá el envase de lubricante que mantenía ahí para eventos como este y hundió sus dedos en él. Esparciendo una generosa cantidad por encima de su agujero, entró en ella con sus dedos, era casi tan agradable como cogerla.
Pero no del todo.
Desde ya estaba jadeando, gimiendo cada vez que sus dedos entraban y salían. Dos dedos ahora, preparándola para su enorme verga, estirándola.
—Dímelo ahora, o te voy a dejar colgada. Dime lo que quieres.
Un momento de vacilación. Él no esperaba menos. Entonces, ella dijo:
—Yo he venido para que me cogieras por el culo. ¿Estás contento ahora?
¿Feliz? Amaury nunca estaba feliz. ¿Satisfecho? Sí. Satisfecho, podría ser. Y estaría muy satisfecho en pocos minutos.
—Entonces, has venido al lugar correcto.
Liberó a los dedos y puso su pene en su oscuro pasaje, empujando hacia adelante. El anillo apretado, resguardando su entrada, se relajó, y el lubricante le permitió deslizarse hacia adentro, solo una pulgada y luego otra.
Los gemidos de Ilona se convirtieron en un grito—. ¡Sí!
Y luego lo empujó más allá de la entrada, hacia el fondo de ella, sintiendo los ajustados músculos alrededor de él apretarse con tanta seguridad, como si ella lo agarrase con el puño. Amaury sabía que ella no sentía ningún dolor, porque el percibía sólo su placer. Bien. En cualquier caso, no la sacaría. Ahora no. No cuando sus músculos le daban justamente la presión que anhelaba. Sería una corta cogida, pero una muy buena.
La sacó, luego la hundió profundamente. Y una vez más, encontrando el ritmo que lo ponía salvaje y prometía liberarlo.
—Sí, te gusta que te coja así, ¿no? —le pidió rendirse—. Es por eso que sigues regresando, porque nadie te la puede dar así.
—¡Más!
—Tengo más. Mucho más. —Y empujaba más fuerte, llevando su verga más profundo, más rápido. Varios golpes más frenéticamente y sabría que iba a terminar. Su cuerpo estaba demasiado ajustado, demasiado caliente. Era demasiado.
—Tú tienes el culo más apretado que he cogido.
Su mano se deslizó hacia su concha, encontrando su clítoris inmediatamente. Un solo toque, y el cuerpo sobreexcitado de ella, hizo erupción. En el momento en que él sintió su espasmo muscular, perdió el control y se unió a ella en su clímax.
Su semen disparó ráfagas cortas dentro de ella, imitando los espasmos de Ilona. Segundos después, se derrumbó sobre ella.
—Y no se te ocurra tratar de darme órdenes otra vez.
A decir verdad, daba la bienvenida a cualquier excusa para nalguearla, lo cual lo ponía más caliente que el infierno.
—Mientras me des lo que yo quiero…
—No nos engañemos, Ilona. Ninguno de nosotros podrá conseguir lo que quiere.
Ella resopló—: Como si tuvieras alguna idea de lo que quiero.
—No eres tan diferente a mí, aunque no quieras admitirlo. Pero si tú crees que puedes llenar tu corazón vacío con dinero, poder y sexo sin sentido, estás más delirante que yo. No va a calentar tu corazón frío. Puedes preguntarme. Soy un experto en eso.
Sí que lo era. Amaury cerró los ojos ante el dolor que recordaba, y luego se lo tragó inmediatamente. Condenado a sentir las emociones de otras personas, él carecía de sentir amor. Lealtad, amistad, ira, culpa, incluso dolor y lujuria; no tenía ningún problema de sentirlos. ¿Pero el amor? No había lugar en su corazón encogido para eso.
—Estás equivocado. El dinero y el poder me llevarán por un largo camino hacia donde yo quiero estar.
Amaury se apartó de ella y se encogió de hombros—. Si quieres engañarte a ti misma, por mi está bien. No cambia los hechos para nada.
Volvió la cara hacia él—. ¿De verdad crees que me importa un comino lo que pienses?
Él soltó una carcajada—. Por supuesto que no. Lo único que te importa un comino es mi verga. Yo no soy el que está delirando.
Ella intentó abofetearlo, pero él la agarró del brazo sin esfuerzo.
—Parece que alguien necesita otra nalgueada. —Y otra cogida rápida.
Amaury miró su reloj. Podía prescindir de otros veinte minutos antes de que tuviera que hacer algo de trabajo.
***
Cuando el telón cayó por fin, y disminuyeron los aplausos, Samson miró a su magnífica cita.
—¿Estás tratando de causar un disturbio en la audiencia? —él le hizo una broma.
—¿Cómo iba yo a hacer eso? —preguntó inocentemente Delilah, mirándolo a través de sus grandes ojos.
—Mirándome de esa manera, es un comienzo. —Si seguía así la arrastraría detrás de una cortina y la tomaría allí mismo.
Ella negó con la cabeza—. No, mantengamos las cosas claras. Tú comenzaste.
—Tú no me detuviste.
—Sólo soy una mujer débil.
Se rio de buena gana, llamando la atención de varios espectadores en él—. Ah, eres una mujer. Débil, definitivamente no. Apuesto a que puedes poner a cualquier hombre de rodillas.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Soy un ejemplo vivo del poder que tienes sobre los hombres. —Movió la cabeza mucho más cerca de ella.
—¿Vamos a salir de aquí antes de que tú causes algún tipo de disturbio? —Su risa era refrescante.
Se echó a reír y la levantó de su asiento—. ¿Dónde quieres ir?
—¿Qué tal si solo seguimos con tus planes? Tenías algo planeado, ¿no?
Desnudarla en el siguiente rincón oscuro era el plan.
—¿Qué pasa si no te gusta lo que he planeado? —continuó él, disfrutando de tentarla.
—Pruébame.
¿Como que te deguste? En un santiamén.
Samson lamió su labio inferior. Había un mundo de cosas que quería probar, y saborearla era sólo el comienzo.
—Creo que lo haré. No. Borra eso, sé que lo haré.
Con su brazo alrededor de su cintura, la condujo a la escalera. El teatro se había casi vaciado, y fueron los últimos en caminar por la amplia escalera que conducía a una de las salidas laterales.
El sonido que sus tacones altos hacían en las escaleras, resonaban a través del aire.
Estaban solos. Él podía presionarla contra la pared y tomarla allí mismo en la escalera. Sus gemidos resonarían a través del espacio vacío, rebotarían en las paredes, el sonido se amplificaría. Pero todo terminaría muy pronto. No, tenía que distraerse y conseguir llevarla a su casa, donde podría mantenerla durante toda la noche.
—¿Por qué las mujeres se torturan de esa manera y usan tacones tan altos? —Samson estaba seguro de que su voz estaba coloreada con pura lujuria.
—Porque a las mujeres no les gusta ser pequeñas.
El se rio entre dientes.
—Se llama petite. Y a los hombres les gustan las mujeres petite. Saca a relucir el instinto de protección en ellos.
Ella le dio un puñetazo en broma. Sus abdominales eran duros como una roca. Él se echó a reír para ocultar sus verdaderos sentimientos, ¿Ella tenía alguna idea de lo que su toque le había hecho, y lo cerca que estaba de perder el control?
—Si quieres pelear, se puede arreglar. Pero tengo que advertirte, no me doy por vencido fácilmente.
Y contigo, lucharía desnudo.
—Yo tampoco.
—Esto debería hacerla una pelea interesante.
La mirada caliente que él le dio, era para decirle que tan interesante, un poco de lucha desnudos entre ellos, podría ser. Y lo que el ganador obtendría.
—Hagan sus apuestas —le dijo ella.
—Mi dinero está en la chica.
—¿Por qué? —ella le preguntó completamente sorprendida por su elección.
—Sé cuál es la debilidad del hombre. —Le guiñó un ojo.
Salieron a la calle. Las escaleras los había conducido a una salida lateral hacia un pequeño callejón. Samson podía ver la calle principal a poca distancia, delante de ellos.
—Cuidado con los charcos —advirtió y la guio alrededor de un gran charco de agua que había dejado la lluvia del día anterior.
—¿Qué? ¿Quieres decir que no tirarás tu abrigo y me dejarás pasar por encima de él?
Le encantaba la forma en que se relajaba con ella, con sus bromas alegres.
—Saville Row, dulzura. No creo que mi sastre lo vaya a apreciar si se entera.
Samson la volvió hacia él y la trajo hacia sus brazos—. ¿Así que eso es lo que estás buscando, un príncipe azul pasado de moda?
Delilah no tenía idea que tan pasado de moda era realmente, o su edad en este caso.
—No sé lo que estoy buscando.
Su voz temblaba. Su rostro estaba ruborizado, pero él dudaba que tuviera que ver con el calor que había en el teatro. Su sonrisa había desaparecido de su rostro y su mirada chocó con la suya.
—Pruébame. —Lentamente, él bajó su cabeza y se acercó a su boca. Sus labios se separaron, con la promesa de placeres que su cuerpo estaba deseando. Necesitaba ese beso, y lo necesitaba ya.
—¡Ustedes dos, contra la pared! —Una voz masculina amenazante interrumpió el silencio y destruyó el momento. Alguien tendría que pagar por esto.
Con la velocidad del rayo, Samson hizo un gesto con la cabeza con dirección hacia donde se había originado la voz y vio a un matón grande y el orificio de una pistola. Sintió a Delilah estremecerse en sus brazos y la acercó abrazándola con protección. El calor de su cuerpo se filtró en el suyo, y a pesar de la situación de peligro, se permitió disfrutar de su cercanía.
Samson sabía que tenía que actuar con rapidez, y no podía usar sus colmillos o velocidad de vampiro para derrotar al agresor. No permitiría que nada destruyera la velada que había planeado con la mujer en sus brazos. No podía arriesgarse a que ella se asustara o sospechara que había algo extraño en él. Su secreto tenía que ser guardado.
—¿No escucharon lo que dije? ¡Contra la pared! —repitió el matón—. Quiero a la mujer, ¡ahora!
Samson al instante se dio cuenta de que su atacante era un ser humano y por lo tanto fácilmente controlable. Delilah gritó, y Samson agarró la cabeza de ella para proteger su cara contra su pecho.
Tú no apretarás el gatillo.
Él utilizó la única arma de la cual disponía, su control mental.
No dispararás.
—Delilah, por favor, haz lo que digo. Ponte detrás de mí.
Él la empujó detrás de su ancha espalda. Podía sentirla temblando.
—Ay, Dios, no —gimió ella—. Él va a matarte.
Muy poco probable. No era precisamente fácil matar a un vampiro, sobre todo, no con una pistola. Incluso si el delincuente le disparaba y acertaba, su cuerpo expulsaría la bala, y la herida se cerraría rápidamente.
Sólo un par de cosas podrían matar a un vampiro: una estaca de madera en el pecho, la exposición a la luz del sol y algunas lesiones graves en su cuerpo como consecuencia de la pérdida severa de sangre. Si un vampiro quedaba atrapado en una explosión, lo más seguro es que muriera, como lo haría en un incendio. Pero el hombre sólo tenía un arma de fuego que no representaba ningún peligro para Samson.
Sin embargo, tenía que tener cuidado. Delilah estaba con él, y no podía arriesgarse a que saliese lastimada.
—Hey, idiota. Quiero a la mujer. Dámela, y te dejaré vivir. No hay necesidad de que juegues al héroe.
Samson llevó su brazo tras de él para calmarla.
—Cierra los ojos, dulzura, todo estará bien.
Mantuvo su voz tranquila y relajada. No había necesidad de preocuparla más de lo que ya estaba.
No nos dispararás. No nos atacarás.
Sabía que podía derrotarlo en un instante, pero ¿cómo se lo explicaría a ella? ¿Cómo podía explicar sus habilidades sobrehumanas, sin causarle sospechas? Estaba en un aprieto. Podía controlar al matón de no disparar durante bastante tiempo, pero incluso hasta eso podría causar sospechas finalmente.
El hombre lo miró fijamente y de pronto dio un par de pasos hacia adelante. Samson podía ver su rostro claramente, incluyendo la cicatriz en la mejilla y el pequeño tatuaje en su cuello. Muy raro, muy distintivo. Sabiendo que lo reconocería si lo volvía a ver, él pensó en su plan. No había necesidad de matarlo ahora. Era suficiente ahuyentarlo y que sus hombres se encargaran de él más tarde.
—¿Qué quieres? —Samson preguntó con calma.
—¿Eres sordo? La mujer —gruñó el hombre.
—No es una opción —dijo Samson.
—Entonces te voy a matar.
Parecía como si quisiera apretar el gatillo, pero no lo hizo. Samson uso su estado de confusión para arremeter contra él. De una patada con su pierna derecha, golpeó el arma que el matón llevaba en la mano. El hombre lo miró, asombrado y en shock.
¡Corre! ¡Corre y no regreses!
Y como un conejo asustado salió corriendo del callejón. Todo había terminado.
Samson se volteó y cruzó la distancia hacia Delilah con tres grandes pasos.
—Todo está bien —le aseguró mientras la tomaba entre sus brazos—. Se ha ido.
Ella temblaba como una hoja.
—Él no te hizo daño, ¿verdad?
—No. No tuvo la oportunidad.
—¿Cómo aprendiste a patear de esa manera?
La alejó solo un poco y con sus brazos extendidos la miró a la cara.
—¿No te había pedido que cerraras los ojos?
—Me asomé —le dijo ella y enterró su cabeza en su pecho nuevamente—. No debiste haber tomado ese riesgo. Él tenía una pistola.
—La alternativa no era una opción. No pasó nada. Ese era un matón cualquiera.
Delilah negó con la cabeza.
—¿Qué? —le preguntó Samson confundido.
—Lo reconocí. Él era el mismo hombre que me atacó ayer por la noche.
La afirmación lo golpeó como un tren de carga.
—¿Estás segura? —Samson puso la mano bajo su barbilla y le pidió que lo mirara.
—Absolutamente, estoy segura.
Maldita sea, no lo tenía que haber dejado escapar. No podía ser una coincidencia que fuese el mismo tipo. Algo andaba mal. Muy mal.
Sin esfuerzo, levantó a Delilah en sus brazos y la cargó fuera del callejón.
—Yo puedo caminar.
—Permítemelo. —Sentir su cuerpo tan cerca, lo calmaba.
Él vio la limusina de inmediato, mientras salía del callejón. Carl estaba apoyado en el coche, esperando. Cuando Carl los vio acercarse, su mirada se volvió de preocupación, e inmediatamente abrió la puerta del coche.
—¿Sucede algo, señor?
Samson la llevó hacia el coche—. Fuimos atacados. Llévanos a casa Carl, rápidamente, por favor.
Él se deslizó en el asiento a su lado y le tomó su mano, antes que sacara su celular con la otra. El coche ya estaba en marcha cuando la llamada se conectó.
—Ricky, fuimos atacados. —Hizo que su voz sonara lo más tranquila posible para que Delilah no se preocupara aún más.
—¿Quién fue atacado?
—Delilah y yo, fuera del teatro.
Ricky le interrumpió—: ¿Estabas en una cita con la mujer humana?
—¿Podrías escuchar? —le preguntó Samson ya comenzando a molestarse—. Delilah lo reconoció como el mismo hombre que la atacó ayer por la noche. Voy a hacer que Carl mande más tarde, un boceto de él por fax. No debería ser demasiado difícil de encontrarlo. Tiene un tatuaje en el cuello y una cicatriz en la mejilla. Él es probablemente un miembro de alguna pandilla. Haz que los chicos rastreen la ciudad, tan pronto les llegue mi descripción.
Distraídamente, se llevó la mano de Delilah a los labios y le besó los dedos tiernamente. Tenía que sentirla para asegurarse de que ella estuviera bien.
—¿Él era un vampiro? —Ricky quería saber, su voz estaba más tranquila ahora.
—No, definitivamente no.
—¿Un demonio?
—Nada de eso, sólo un delincuente habitual. —Esperaba que Ricky hubiese entendido que esto significaba que el hombre era un ser humano. No podía decirlo exactamente, mientras Delilah estaba sentada junto a él, escuchando su parte de la conversación.
—¿Y lo dejaste escapar? —Sonó la acusación de Ricky en su oído.
—¿Qué crees? No podía arriesgarme a que Delilah saliera herida.
¿Ricky estaba drogado? Sabía muy bien que él no podía haber matado al hombre frente a ella sin exponerse.
—Podrías haber borrado su memoria. ¿Pensaste en eso?
Ricky mantuvo la voz baja para que Delilah no pudiera oírle. Era verdad lo que él decía, pero de alguna manera Samson no tenía el corazón para usar sus poderes sobre ella. Algo lo detuvo. Él no quería tener nada que manchara su relación con ella.
¿Relación?
¿Cómo había entrado en su mente este extraño pensamiento?
—Ya no voy a escuchar más de esto. Haz lo que te dije que hicieras. Y otra cosa: botó su arma en el callejón al lado del teatro. Recupérala y rastréala. Carl te mostrará dónde estábamos.
Él estaba enojado y terminó la llamada.
—¿Qué pasa? —Delilah sonaba preocupada.
Inmediatamente se dio cuenta de que no debía haber sido tan duro por teléfono, sino que debía haber controlado su temperamento. No quería que se preocupara. Suavemente la acercó más, poniendo un brazo sobre sus hombros y tomándola de la mano.
—Nada. Es sólo Ricky. Es un poco terco a veces. Tú no te tienes que preocupar de nada más. Ese hombre no puede hacerte daño.
***
Samson le besó la mano. A Delilah le encantaba sentir sus labios sobre su piel. La calmaba. Ella se acurrucó más cerca de él y esperó que no sospechara que estaba muy necesitada, pero su fuerte cuerpo la hizo sentirse segura, y eso es lo que necesitaba en ese momento.
—¿No deberíamos de ir a la policía?
—La policía no hace nada acerca de estas cosas. Deja que Ricky lo maneje; trabaja en seguridad. Sabe qué hacer.
Su voz era determinante como si estuviera seguro de qué acciones tomar. Un hombre que se hacía cargo.
Ella lo miró. El incidente no lo inmutó en absoluto. Mientras que ella, se había sacudido como un árbol en un huracán, él estaba tranquilo y sereno, casi como si estos sucesos fueran comunes para él.
—Probablemente pienses que estoy loco, pero hasta que este delincuente sea detenido, quiero que te quedes en mi casa.
Ella lo miró sorprendida—. ¿Tu casa?
—Yo sé cómo ha de sonar esta sugerencia, sobre todo después de… ya sabes… pero yo no quiero que estés sola. Alguien está, obviamente, tras de ti, y hasta que sepamos quién y por qué, me sentiría mucho mejor, si estuvieras bajo mi protección.
Delilah se preguntó si él se sentía avergonzado de mencionar los pequeños juegos eróticos que habían jugado. ¿Podría este maldito incidente haber matado su estado de ánimo? Parecía que ahora se sentía obligado a protegerla. Ella hubiera querido estar con él esa noche, pero no bajo su protección. No, ella quería estar atrapada bajo su cuerpo sexy, su cuerpo desnudo.
—¿Quieres protegerme?
—Por supuesto que sí. —Samson le dio una mirada extraña.
—¿Eso es todo?
Estaba segura de que le había mostrado su decepción. Nunca había sido buena en ocultar sus sentimientos. Mientras lo miraba a los ojos, podía detectar un parpadeo en ellos, y luego él sonrió de repente.
Lo negó con la cabeza—. No, eso no es todo. Si sólo quisiera protegerte, te alojaría en el cuarto de invitados.
Ella sintió en su estómago algo que hizo un salto mortal. Una sonrisa se formó en sus labios.
—¿Y no me quedaré en la habitación de invitados? —Ella estaba ansiosa por su respuesta y contuvo el aliento.
—Puedes, si tú insistes —contestó Samson acariciándole la mandíbula con su pulgar, y mirando sus labios fijamente—. Desde luego no quiero obligarte a hacer algo que no quieras hacer, pero tenía la esperanza de que pudiera convencerte de que elegirías mi cama en su lugar.
Su voz era sensual y llena de deseo. Ningún hombre había hablado con ella de esta manera. De repente sus ojos se vieron mucho más oscuros, mientras bajaba la cabeza hacia la suya.
Su cama. ¿Había dicho realmente su cama o estaba alucinando?
—¿Estarás en ella? —Ella se sentía caliente, un calor insoportable al pensar en compartir su cama. Tenía problemas para tragar.
—Sí, mientras tú lo quieras. —Con la mano en su barbilla la acercó a su cara—. La última vez que te besé, te forcé a hacerlo. No quiero que este sea el caso esta noche. Así que te ruego, Delilah, por favor, dame un beso.
Mientras ella rozaba sus labios contra los de él, podía sentirlo inhalando con fuerza. El instante en que sus labios tocaron los suyos, todo a su alrededor parecía desaparecer y derretirse en la distancia. Apenas sentía el movimiento del coche o el cuero de los asientos. Sus brazos la apretaron en un abrazo, y sus labios le dieron toda la atención que quería, mordisqueándola y succionándola mientras le secuestraba un beso. Ella sintió su lengua deslizándose suavemente por sus labios, tan tentadora, que pensaba que nunca invadiría su boca, hasta que finalmente lo hizo, y lo hizo con un movimiento magistral. Su lengua circulaba la suya, exigiendo que jugara con él, que bailara con él.
Su beso envió llamas incandescentes a través de su cuerpo, tan caliente, que pensó que iba a disolverse desde el interior. El fuego quemaba dentro de su vientre, mandando calor y humedad que brotaban de entre sus piernas, mojando sus bragas que estarían completamente empapadas en cuestión de segundos. Ella era un desastre temblando en sus brazos. Se estremeció violentamente en cada asalto apasionado de su lengua a su boca, incapaz de controlar su reacción a él. Esperaba que no se diera cuenta de lo perdida que estaba en sus brazos, total y absolutamente bajo su hechizo. Repentinamente él se alejó.
—¿Estás bien?
La áspera voz de Samson, sonó preocupada pero también sin aliento.
—Por favor, no pares —le rogó y presionó su boca contra la suya.
Él sin perder un segundo, continuó donde lo había dejado.
Su mano se movió hacia su espalda baja, haciéndola girar hacia él, dejando una de sus piernas apoyada sobre sus muslos. Suavemente acarició su firme trasero antes de pasar por el muslo llegando hasta la costura de la falda. Ella sintió cómo acariciaba su piel desnuda, y cómo su mano viajaba nuevamente hacia arriba por debajo de su falda. Arriba, y aún más. Sus dedos llegaron a la costura de su ropa interior, donde titubearon por un segundo, hasta que ella gimió con voz casi inaudible. Como si él estuviera esperando por su señal, deslizó su mano bajo la tela, acarició su piel desnuda y la apretó suavemente.
Delilah sabía que este hombre era virtualmente desconocido para ella, y no era normal que permitiera que él la tocara así cuando apenas lo conocía, pero no podía detenerlo. No quería. Su toque la excitaba y ella no se había sentido tan excitada en mucho tiempo. No podía negar a su cuerpo, el placer que él le estaba prometiendo. A medida que su mano se deslizaba más abajo para buscar el calor y la humedad que salían de entre sus piernas, ella lanzó otro gemido.
Si continuaba por mucho tiempo, habría terminado en el coche. Tenía que enfocarse, tratar de conseguir algún control sobre su cuerpo, pero ¿cómo podría? Sus manos prometían el placer que no había sentido en mucho tiempo, y la respuesta de su cuerpo era automática e incontrolable. Incluso si ella hubiese querido resistirse, no habría encontrado la fuerza. ¿Por qué permitía que la tocara tan íntimamente?
Otro suspiro escapó de su boca, mientras él separaba sus labios de los suyos.
—Ya estamos aquí.
Su voz estaba sin aliento y ella se sentía igual, y sus ojos estaban oscuros, cuando ella los vio, casi como si sus pupilas estuviesen dilatadas por completo. El color avellana había desaparecido.
Ella miró a su alrededor. Carl sostuvo la puerta del coche abierta. Delilah no se había dado cuenta de que habían parado o que alguien había abierto la puerta. Había perdido todos sus sentidos por completo, con solo un beso.