Delilah negó con la cabeza, tratando de contener su irritación por la renuencia de John a cumplir con su petición.
—No, los registros electrónicos no son suficientes. Voy a necesitar los documentos de respaldo para estas operaciones —ella insistió y miró a John que rondaba sobre su escritorio, un gesto que interpretó como una intimidación. No funcionaría en ella, además del hecho que ella odiaba cuando la gente que apenas conocía, se acercara tanto a ella.
El entrenamiento que había recibido acerca de cómo tratar con clientes difíciles, le enseñó a no mostrar sus emociones. Mientras ella miraba, el sudor se acumulaba en la frente de John. Su rostro se mantenía firme, tal y como había practicado a menudo frente al espejo. Ella no tenía necesidad de ver su reflejo, sabía exactamente cómo sus músculos faciales se sentían cuando lo hacía bien.
—No los tenemos aquí. Están en un depósito en Oyster Point.
No era una buena excusa. No cualquier excusa funcionaba con ella.
—¿Dónde está Oyster Point? —ella preguntó.
—Al sur de San Francisco.
—Bueno, eso no debería ser demasiado problema entonces. Tráelos esta tarde.
A pesar de que no estaba familiarizada con San Francisco y sus alrededores, sabía dónde quedaba el sur de San Francisco, ya que había pasado por ahí en el camino desde el aeropuerto. No podía tomar más de veinte minutos llegar a la instalación en Oyster Point.
—Voy a hacer la petición, pero no puedo garantizar que los van a enviar esta tarde. Es un proveedor externo que utilizamos para esto, y no tengo ninguna influencia sobre la rapidez con que trabajan. —Se encogió de hombros.
—Está bien. Sólo tráelos aquí. Si no están aquí esta tarde, los quiero mañana por la mañana a primera hora. Mañana ya es viernes, y la verdad es que no quiero pasar mi fin de semana en la oficina. Supongo que usted tampoco.
Ella le dio otra firme mirada, asegurándose de que su máscara inflexible todavía estaba en su lugar. Si ella tenía que amenazarlo con trabajar el fin de semana, así sería. No quería decir que tuviera la intención de trabajar este fin de semana. Ella tenía la esperanza de hacer algo de turismo el sábado y el domingo. El plan era concluir la auditoría el miércoles de la semana siguiente. Estaba segura de que para entonces ya habría resuelto el misterio oculto en los libros.
Lo que había descubierto hasta ahora era prometedor. Parecía que alguien estaba manipulando las entradas de la depreciación en los libros. Ella confió en su instinto el cual le dijo que había algo sospechoso. Estaba hecho de forma muy metódica, y parecía que había estado sucediendo durante casi un año.
Sólo un año, extraño. Delilah miró las fechas en su pantalla de nuevo, y confirmó el período de tiempo. ¿Por qué los registros del año en curso y el anterior ya estarían en el depósito? La mayoría de las empresas, sólo enviarían al almacén, los registros de más de tres años… No le gustaba como sonaba, ni un poco.
La razón por la que le pidió los documentos originales a John, era porque necesitaba saber quien había iniciado y autorizado las transacciones. Las entradas en la computadora, no lo demostraban. Las entradas de los datos, eran hechas por empleados de bajo nivel y las aprobaciones eran otorgadas generalmente por los empleados de rangos superiores.
Delilah era plenamente consciente de que a pesar de que estaba totalmente en contra de la política de la empresa, muchos empleados compartían las claves de inicios de sesión, cuando se encontraban en una crisis y necesitaban que las cosas se hicieran. Por lo tanto, mientras ella sabía cuál usuario había aprobado la transacción en cuestión, sólo los documentos originales confirmarían quién realmente habría sido. Y quien sea que estuviese iniciando y aprobando estas transacciones, tendría problemas una vez que ella escribiera su informe.
—Me voy a comer dim sum en Chinatown —dijo John de repentinamente—. ¿Quieres acompañarme?
Delilah recordó que la noche anterior no había llegado a disfrutar de su comida china y ahora sentía un antojo por ella. Le dio una sonrisa de agradecimiento.
—En realidad, eso sería genial. Me muero de hambre.
—Vamos pues.
Tomó la chaqueta del perchero junto a la puerta y siguió a John. A pesar de que ella ya había estado en San Francisco durante casi una semana, esta fue la primera vez que John le había pedido que lo acompañara a almorzar. Todos los demás días, siempre le había parecido que tenía prisa a la hora de almuerzo, salía corriendo de la oficina tan pronto como ella salía para su descanso.
Dim sum sería una distracción bienvenida y esperaba que el día pasara más rápido. Ella estaba ansiosa a que llegaran las siete, y su cita con Samson. ¿Qué se pondría? No había traído nada realmente elegante. ¿Tal vez podría pasar por una tienda después del trabajo y comprar algo adecuado?
Caminó por las empinadas calles hacia Chinatown, al lado de John. Él parecía estar muy en forma, aunque no se veía así.
—¿Has probado dim sum antes? —preguntó él.
—Por supuesto. Lo como todo el tiempo en Nueva York. Pero creo que nuestro Chinatown no es tan grande como el de ustedes.
Pensaba que debía mantener una pequeña charla superficial con él.
—Leí en alguna parte que Chinatown de San Francisco era el más grande en los EE.UU. No estoy seguro si es cierto, pero podría ser. —John parecía sorprendentemente hablador—. Por aquí hay un montón de tiendas, y si vas a unas pocas cuadras hacia Stockton, hay algunas tiendas de comidas bastantes decentes. Aquí abajo, hay sobre todo baratijas, recuerdos y toneladas de turistas.
—Sí, me di cuenta. He pasado por aquí al mediodía, y las aceras estaban tan llenas que ni se podía caminar.
Ella miró a la Grant Street, la calle principal de Chinatown. El lugar estaba lleno de turistas y comerciantes.
—Estará aún más lleno este fin de semana. Es el Año Nuevo chino, y habrá un desfile el sábado por la noche. Es posible que quieras verlo. Normalmente voy con los niños. A ellos les encanta. Habrá un dragón y todo tipo de cosas divertidas.
—Tal vez le echaré un vistazo.
Ella siguió a John al restaurante chino de aspecto descuidado. Estaba lleno mayormente por clientes chinos, lo que siempre era una buena señal. La anfitriona les condujo a una mesa. El mantel rojo estaba cubierto con una placa de vidrio que limpió rápidamente.
—¿Para beber? —dijo la mesera a manera cortante casi hasta el punto de ser hostil.
—Té —dijeron ambos al unísono.
—Apuesto a que estás ansiosa de regresar a casa y dormir en tu propia cama.
—Absolutamente —sonrió ella. No. Después de conocer a Samson, ella deseaba poder prolongar su estancia para ver a qué llevarían las cosas. Pero no estaba en las cartas.
—Debe ser duro tener que viajar constantemente por trabajo.
Delilah asintió distraídamente. Nunca había pensado en eso. En realidad, era una bendición estar fuera tanto tiempo. Al menos no tendría que admitir, lo sola que estaba realmente en su pequeño apartamento en Nueva York. Cuando ella estaba en la carretera y hospedándose en hoteles, podía pretender a otros que llevaba una vida interesante. Nadie podría llegar a conocerla lo suficiente como para ver a través de ella y darse cuenta que no tenía nada por qué volver.
No tenía hermanos o hermanas, bueno, de todos modos ya no podría. Su madre había tenido problemas para concebir, y Delilah le había rogado tener un hermanito o hermanita por años cuando aún era una niña. Cuando su madre súbitamente había quedado de nuevo a la edad de casi treinta y cinco años, toda la familia había estado en éxtasis. Poco más de un año después, su mundo se había derrumbado, y su hermanito había muerto. Su madre nunca fue la misma después de eso.
Su padre era casi diez años mayor que su madre y ahora estaba en un hogar para enfermos de Alzheimer. Él ya no la reconocía, y mientras ella se ocupaba de él económicamente, había dejado de verlo. Ella era una extraña para él, y eso le dolía cada vez que lo veía.
Su madre había muerto dos años antes. Fue una bendición que su padre no lo supiera. El Alzheimer ya había reclamado mucho de su consciente para que él supiera que su amada esposa de más de cuarenta años había muerto de cáncer. Los médicos le mantenían al día de su condición, pero no había nada que pudiera hacer. Parecía cómodo, y la casa que ella había elegido para él fue una de las mejores. Ya no quedaba ningún miembro de su familia, que alguna vez fue feliz.
—Delilah, ¿quiere alguno de estos? —John la sacó de sus recuerdos deprimentes.
La camarera les mostró una bandeja con bolas de masa pequeña.
—Sí, claro.
Ella metió una bola de masa en la salsa de soya y se la comió.
—Esto está delicioso. ¿Vienes aquí a menudo?
—Por lo menos una o dos veces por semana. Es muy conveniente para la oficina. Mi esposa odia la comida china, por lo que normalmente recibo mi dosis durante la semana. Ah, lo que me recuerda que mi mujer me preguntó a qué hora estaría de regreso en casa, para la cena de esta noche. Porque iba a cocinar su plato especial.
Delilah notó la rara y curiosa mirada de John.
—Bueno, yo estaba pensando en dejar la oficina a las cinco de la tarde.
Ella probablemente podría comprar alguna ropa en menos de media hora, y después…
—¿A las cinco? ¿Tan temprano? ¿Algún plan? —La pregunta de él fue tan casual, que ella casi no lo escuchó…
Y luego tomar una ducha, afeitarse las piernas, arreglarse las uñas de los pies…
—En realidad, yo voy a ir al teatro.
Tal vez rosa para las uñas de los pies. ¿El color rojo sería muy agresivo?
—Eso suena divertido. ¿Qué irás a ver?
A ella le encantaba el escenario y siempre se emocionó cuando supo que iba a ver una obra de teatro. Pero esta vez la razón de su entusiasmo tenía un nombre diferente.
—No lo sé realmente.
Delilah evitaba sus ojos, por miedo a que reflejaran su entusiasmo por la cita que se acercaba. No le importaba lo que iba a ver, siempre y cuando el hombre sentado a su lado fuera Samson Woodford.
—¿Qué quieres decir, con que no sabes? —John pareció confundido.
—Saldré con un conocido, y olvidé por completo preguntarle qué obra veríamos.
Un conocido. Ella quería que Samson fuese mucho más que eso, por lo menos un conocido con quien pudiera tener sexo. Mucho sexo. Cantidades de buen sexo. Si era tan bueno en la cama como su beso prometía, habría montones de buen sexo.
¿Se estaba poniendo caluroso en el restaurante?
—¿Demasiado picante?
—¿Qué? —Delilah levantó su vista para encontrarse con la mirada inquisitiva de John.
—El dumpling —le contestó John señalando su plato.
—Sí, sí. Creo que le puse demasiada salsa picante.
Probablemente era mejor no pensar más en el sexo, mientras comía con John. O en la oficina durante el resto del día dado el caso, sobre todo porque no había aire acondicionado en el edificio.
***
Samson deseaba poder ver su reflejo en un espejo, pero dado a que los vampiros no podían reflejarse en los espejos, tuvo que conformarse con Carl.
—¿Cómo me veo?
—Apuesto —Carl no era un vampiro de muchas palabras.
Samson jugaba con el cuello de su camisa—. ¿Demasiado? ¿Debería cambiarme a algo menos llamativo?
Llevaba pantalones oscuros y una simple camisa blanca con los dos primeros botones abiertos, sin corbata. Quería verse casual, pero no demasiado. Él jugueteó con el cuello de su camisa nuevamente.
—Si no lo conociera mejor, señor, diría que está nervioso por lo de esta noche.
—¿Me has visto alguna vez nervioso, Carl? —desvió Samson.
—Nunca, señor. Ni una sola vez en los casi dieciocho años que he estado trabajando para usted. Usted es la confianza personificada, lo que hace extraña a esta ocasión, si me permite decirlo.
Buen punto.
—¿Tanto tiempo ha sido?
—Sí, de hecho.
Samson recordó muy bien la oscura noche de octubre, cuando tuvo que tomar la fatídica decisión. ¿Salvar a Carl o dejarlo morir?
—¿Te arrepientes de eso? —preguntó Samson.
En realidad se arrepentía de haber sometido a Carl a la vida como vampiro, pero en aquel entonces, sólo había tenido unos segundos para tomar una decisión. Los atacantes de Carl lo habían dejado herido de muerte. Si no lo hubiera convertido, la vida de Carl se habría terminado.
Carl levantó las cejas—. ¿Lamentar que trabajo para un caballero?
Sacudiendo la cabeza, Samson respondió—: No soy un santo. Ambos lo sabemos.
—Ninguno de nosotros lo somos. Pero usted es un caballero. Creo que su madre, que en paz descanse, estaría orgullosa de usted. Debió haber sido una mujer extraordinaria, habiendo criado a un hijo como usted.
—Te habría agradado —sonrió Samson e hizo una pausa.
—Carl, ¿alguna vez has pensado en hacer algo más? Quiero decir, ¿no deseas iniciar una carrera diferente?
—No hay nada que prefiera hacer más, que trabajar para usted.
—Me alegra oír eso. Sabes, estaría muy perdido sin ti. Mi casa y mi vida serían un desastre si no te tuviera.
—Gracias señor, ¿Nos vamos? —Carl señaló la puerta principal, como siempre, tratando de mantenerlo a la hora prevista.
—¿Estás seguro que me veo bien? —Samson sintió su frente arrugarse.
—Sí, señor. —Carl asintió con la cabeza y le ayudó con su abrigo, antes de abrirle la puerta principal. Había dejado de llover de nuevo, y parecía que iba a estar seco, por unas cuantas horas al menos.
Mientras Samson se acomodaba en el asiento trasero de la limusina, se preguntó cómo debería de actuar. ¿Casual y dulce? ¿Agresivo? ¿Sexy? Maldita sea, no tenía idea de lo que funcionaría para ella. Aparte de su nombre y dónde vivía, no sabía absolutamente nada acerca de ella. Bueno, Oliver también le informó donde trabajaba, pero no tenía idea de lo que realmente hacía. El edificio en el que Oliver la había dejado, albergaba a más de veinte empresas diferentes. Tal vez debería haber instruido a Oliver para investigarla un poco más, de esa forma estaría armado con un poco más, que solo su encanto para afrontar la velada, y meterla en la cama. Su cama.
Sabía que tenía que ser cuidadoso, dado a que había arruinado la noche anterior, actuando como un idiota. Tal vez un enfoque dulce y encantador, funcionaría mejor con ella. Trataría eso primero. Una conversación ligera, mucha risa, nada pesado. Era un buen plan. Podría hacer eso.
El viaje fue corto, demasiado corto para que él pudiera ordenar sus pensamientos. Detuvo a Carl para que no saliera del coche.
—Gracias Carl, la recogeré yo mismo.
Samson entró desde la oscura calle hacia el vestíbulo. Amaba a los meses de invierno, ya que las puestas de sol llegaban temprano, y le daban noches más largas y más oportunidades para estar afuera.
El encargado del lobby lo anunció por teléfono.
Samson esperaba pacientemente, preparándose para una espera de por lo menos diez minutos. Él sabía cómo eran las mujeres. Ciertamente, las mujeres vampiro con las que había salido, lo dejaban siempre esperando, como si fuera una ley no escrita, nunca estar listas a tiempo. Las mujeres humanas sin duda no eran diferentes.
El vestíbulo estaba decorado con un gran mural, y admiró la obra de arte. No había estado ahí por mucho tiempo. Su empresa poseía un par de condominios en el edificio. Los usaban para asociados fuera de la ciudad, pero él nunca había visitado alguno de ellos por sí mismo. Amaury estaba a cargo de lidiar con todos sus bienes inmuebles.
—Samson.
La voz de Delilah lo hizo girar sobre sus talones. Le había tomado menos de dos minutos para bajar. ¿Era realmente ella? Se veía aún más hermosa de lo que recordaba. La noche anterior había estado empapada, pero ahora su largo pelo negro colgaba de su cabeza como la seda. Su rostro era claro, y si usaba algún tipo de maquillaje, no era visible. Sus ojos verdes brillaban. Vestía una falda negra con revuelos y una blusa violeta atada a un lado. Estaba deseoso de desatar ese nudo y desenvolverla.
—Delilah —Tomó su mano hacia su boca, dándole un suave beso—. Gracias por aceptar mi invitación —Su perfume lo atrapó de inmediato y se envolvió a su alrededor como un capullo.
Ella le mostró una sonrisa encantadora—. Me alegro de verte.
—¿Vamos? —preguntó él, ofreciéndole su brazo izquierdo.
Delilah enganchó su mano. Queriendo sentir más de ella, puso su mano derecha sobre sus dedos, presionándolos suavemente hacia abajo. Ella era suave y cálida. Esta noche esos dedos lo tocarían en todos los lugares correctos, al igual que sus manos memorizarían cada centímetro de su cuerpo.
—¿Qué vamos a ver?
Samson no tenía ni idea. Le había pedido a Oliver que le consiguiera las mejores entradas a cualquiera que fuese considerado el mejor espectáculo en la ciudad y había olvidado por completo preguntarle de qué se trataba. Había guardado las entradas en el bolsillo sin siquiera mirarlos.
—Es una sorpresa.
—Me encantan las sorpresas.
Tendría muchas sorpresas con él. Esperaba que todas buenas.
Él la ayudó a subir al coche y se dirigió a su conductor—. Estamos listos, Carl.
A medida que la limusina se alejaba de la acera, Samson abrió el bar en frente de él. Sacó un plato pequeño con sushi y canapés.
—Pensé que probablemente todavía no habías comido.
—Gracias, eso es muy amable de tu parte —Delilah se sonrojó, y el color se veía bien en ella. Tal vez él podría encontrar otras maneras, para que la sangre llegara a sus mejillas.
—¿Champán? —le ofreció mientras abría la botella. Sirvió dos copas y le dio una. Hicieron un brindis y la miró.
—Puede ser que te cause una mejor impresión que la de anoche.
—Ya lo estás haciendo.
Eso fue inesperado. ¿Podría ahora pasar de dulce y encantador, a sexy y ardiente? Una parte de su anatomía sin duda ponía el voto de un «¡sí!», desde ese momento.
¡Tranquilo chico!
Samson se movió en su asiento y señaló los canapés—. ¿De cuál quieres?
Ella estiró la mano hacia un trozo de sushi. Él asintió con la cabeza, tomó la pieza, y la guio hacia su boca.
—Abre —le pidió en voz baja.
Ella obedeció al instante, y suavemente colocó la pequeña pieza de sushi en su boca. Brevemente su dedo rozó sus labios mientras lo hacía, y no fue accidental. Ella se lo comió.
—¿No vas a comer?
—No, tuve una cena de negocios temprano —mintió—, y además, me gusta mucho más alimentarte.
No es que no le hubiera encantado la idea de que ella lo alimentara, pero el sushi no estaba exactamente en su menú. Los vampiros no comen alimentos sólidos. Se dio cuenta del creciente deseo en sus ojos, mientras miraba su boca. Él imaginó esos labios sobre su piel desnuda. ¿Cómo reaccionaría su piel al roce de su boca?
—¿Puedes darme otro? —Su voz era suave, sedosa, tentadora. ¿Acaso ella sabía que se trataba de juegos previos?
Samson colocó un canapé en su boca y provocativamente dejó su dedo en sus labios, hasta que ella le respondió cerrándolos sobre la punta de su dedo. En cámara lenta, retiró su dedo y dejó que se deslizaran sobre sus labios cerrados.
Ya podía sentir su cuerpo respondiendo a ella. Diez segundos más, y le daría otra furiosa erección.
—¿Te gusta mi elección de comida?
No era la elección de los alimentos sobre lo que quería discutir.
—Podría conseguirte cualquier cosa que quisieras.
La pregunta de —¿qué más?— estaba implícita. Preferiblemente una parte de su cuerpo. De preferencia la que actualmente pedía más espacio en sus pantalones.
—No, esto es absolutamente perfecto —Sus ojos le recorrieron su cuerpo, enviando un escalofrío de anticipación a sus entrañas.
—¿Más? —¿Cuánto podría ella resistir antes de colapsar en sus brazos, desnuda, caliente, y exhausta?
—Hoy estoy hambrienta.
Delilah jugaba su juego, y él le gustaba. No había nada tímido en ella. Le mostró lo que quería y no se avergonzaba de ello. Un signo de una mujer fuerte. Estaba ansioso de ver cómo iba a ser en la cama, si es que acaso llegaba alguna vez a una cama, y no le caía encima en algún otro lado. Lo que era una clara posibilidad.
—Creo que tendré que seguirte alimentando. No quiero que nadie empiece un rumor que no alimento a mis invitados. Nadie se va hambriento de nada después de estar conmigo.
Ella reaccionó a sus palabras lamiendo su labio inferior, y parecía que ni siquiera sabía que lo estaba haciendo. Él dirigió su mirada hacia sus pechos involuntariamente, mientras su visión periférica notaba un cambio en ellos, sus pezones se habían endurecido y se presionaban a través de la tela de su blusa. Su pene respondió de la misma manera inclinándose hacia ella.
Cuando le dio el canapé siguiente, ella tomó su mano, y tan pronto como se había tragado la comida, sus labios se abrieron nuevamente. Lenta y deliberadamente, haló uno de sus dedos hacia su boca y lo lamió para limpiarlo. Él contuvo el aliento. Ella lo chupó con suavidad, y sus ojos se clavaron en los suyos.
Ella hizo lo mismo con el dedo siguiente. Samson sintió que su pene se tensionaba hacia ella, pidiendo ser el siguiente en su línea para sentir esos deliciosos labios. Cuando ella lo soltó, él acarició sus labios con el dedo húmedo.
—Delicioso. —Delilah se movió en su silla, cambiando la forma en que cruzaba las piernas, atrayendo sus ojos hacia sus pantorrillas. Él admiraba las suaves curvas de su piel perfecta.
Él no quería nada más que besarla, pero tenía que esperar. Por ahora quería llevar la temperatura del cuerpo al punto de ebullición y disfrutar de la vista de sus pezones endurecidos. Por desgracia, era su propia temperatura corporal la que iba en aumento. Tal vez debería pedir a Carl que encendiera el aire acondicionado.
El trayecto hasta el teatro era demasiado corto, sobre todo porque se estaba divirtiendo mucho. ¿Cómo iba a hacerlo a través de la actuación de dos horas?, no tenía ni idea. Estaba en el estado de ánimo adecuado para regalarle las entradas a cualquier transeúnte que pasara y llevarla de vuelta a su casa inmediatamente. Pero estaba preocupado porque su incontrolable deseo por ella la asustara y la hiciera retroceder. No podía correr el riesgo.
—Señor, estamos aquí —le anunció Carl mientras el coche se detenía.
***
Delilah miró a Samson con atención mientras él la ayudaba a salir del coche como un perfecto caballero, como si los pocos minutos de juego erótico no hubiesen ocurrido. Él era mortalmente sexy, y el toque de los dedos en sus labios, la habían excitado más de lo que quisiera que alguien supiera. Si un simple toque le hizo eso, estaría dirigiéndose al abismo en breve.
Apenas podía creer lo audaz que había sido estando en el coche. Ella no era normalmente el tipo de mujeres que va tras un hombre, pero todas sus inhibiciones se habían ido por la ventana tan pronto como él, le dio la primera pieza de sushi. Potencialmente, toda la situación podría haber sido vergonzosa, sobre todo si él hubiese retirado sus dedos. Pero no lo hizo. Había participado.
En la marquesina del teatro, se dio cuenta de que la obra que había venido a ver era el musical Wicked. Había oído cosas buenas sobre el musical y había querido verlo cuando estaba en Nueva York.
Mientras Samson la guiaba a través de la multitud, puso su mano posesivamente en la parte baja de la espalda. Era un gesto comúnmente aceptado para una cita, pero después de lo que habían compartido en el coche, se sintió más sexual que cualquier otra cosa, y ella no quería cambiar nada al respecto.
Ellos estaban sentados en las filas de en medio de la orquesta con una grandiosa vista del escenario. Su hombro rozó contra el de ella mientras se sentaban uno junto al otro. Le acercó hacia su mano el programa. Sus manos se tocaron cuando ella lo tomó, y sintió una ola de fuego atravesándola hasta su vientre. Nunca había conocido a alguien, que pudiera enviar ese tipo de sensaciones a través de su cuerpo, con un simple toque. Ella no podía mirarlo por el temor a que él viese en su rostro lo excitada que estaba.
—Espero que disfrutes de esto. —Ella sintió el susurro al oído y no estaba segura que se haya referido a la obra. ¿O era la única con una sola idea en la mente? Se volvió hacia él para tratar de leerlo. No, no era la única. El brillo perverso en sus ojos lo confirmaba.
—Creo que lo haré —respondió ella.
Su boca estaba a tan sólo un par de centímetros de la suya. ¿Qué tan fácil sería besarlo?
—Me aseguraré de ello.
El se aseguraría de cumplir su promesa.
Las luces se atenuaron, y poco a poco las voces en la audiencia, cesaron. Todo quedó en silencio, a la espera. Casi podía sentir el cosquilleo de la electricidad entre ellos, cuando ella de pronto sintió su mano sobre la suya. El hombre más sexy que había conocido, estaba tomando su mano en la oscuridad de un teatro. El toque evocaba imágenes de sexo caliente, y ella sintió la temperatura de su cuerpo aumentar como resultado.
Samson le tomo la mano durante todo el primer acto y sólo la soltaba en ocasiones para aplaudir. Ella notó que la miraba de lado varias veces, pero ella no le regresaba la mirada. Le preocupada mucho que sus buenos modales la abandonaran, como ratas que abandonan un barco que se hunde, y lo tomaría allí mismo, en el teatro. No necesitaba o quería ninguna audiencia para lo que quería hacerle.
Cuando se encendieron las luces para el intermedio, él soltó su mano.
—Se está poniendo caluroso aquí. —Ella se abanicó la cara con las manos.
—Muy caluroso. ¿Quieres algo de beber?
Lo que ella necesitaba, era salpicar un poco de agua en su cara antes de que espontáneamente se quemara. O tal vez una ducha de agua fría para apagar las llamas que sentía a través de su vientre.
—Eso sería genial.
Se levantaron y se abrieron paso entre la multitud hacia el bar. Samson estaba justo detrás de ella, con su mano en la cintura guiándola delante de él. Cuando llegó a un congestionamiento en la puerta, ella se detuvo bruscamente, incapaz de ir más lejos. El cuerpo de Samson de repente se amoldó hacia su espalda. Su pecho se sentía fuerte y duro, y su mano, que había descansado en su cintura, ahora se deslizaba alrededor de su estómago para mantenerla cerca de él.
—Creo que estaremos atrapados aquí por un tiempo.
A pesar de su comentario, él parecía despreocupado por la situación. Su mano estaba íntimamente puesta, bajo su estómago, sus dedos sentían los bordes de la ropa interior a través de su falda. Sutilmente, ella presionó su cuerpo hacia él y sintió la silueta rígida de su erección contra su espalda baja. Sus manos sobre el vientre, la mantenían en su lugar de manera que no pudiera rozarlo más. ¿Se había dado cuenta de lo que ella estaba haciendo?
—Delilah, tendremos que ser pacientes.
Ella sintió su cálido aliento en su cuello y sus labios casi rozarle la piel. Sus palabras le dijeron que había notado sus movimientos traviesos y que sabía exactamente lo que estaba haciendo. ¿Por qué no se sentía avergonzada de su comportamiento descarado?
—La paciencia es sobrevalorada, ¿no te parece?
Su réplica provocó una sonrisa en él, pero no la soltó de la íntima posición en la que la tenía atrapada. Por el contrario, se sentía como si la acercase más a él, ¿o estaba su erección creciendo? Sus dedos parecían deslizarse ligeramente más abajo, provocativamente presionando contra la parte superior de su pubis.
—Disculpa. ¿Te estás poniendo demasiado caliente?
Su voz sonaba casi inocente, cuando sus manos eran todo lo contrario.
—Me gusta el calor —le dijo ella.
Ninguno de los otros espectadores podían ver la respuesta a su afirmación, pero Delilah podía sentirla.
***
Samson lentamente frotó su pulgar contra su sexo, la fina tela de su falda apenas proporcionaba alguna barrera. Su nariz sintió el aroma de ella: el dulce aroma de su excitación. Ella lo sorprendió con lo lejos que lo dejó ir, y si no hubieran muchos testigos a su alrededor, él la tomaría ahí mismo, de pie.
Todo lo que se necesitaba era levantar su falda, despojarla de su ropa interior, y ella sería suya para tomarla. Sin siquiera tocarla, sabía que ella ya estaba mojada, lo suficientemente húmeda para que él se deslizara sin resistencia. ¿Qué haría si la apartaba y encontraba un rincón oscuro en algún lugar del teatro? ¿Estaría dispuesta?
Antes de que pudiera formar un plan, el congestionamiento se disolvió, y tuvo que soltarla de su íntimo abrazo. Se movieron hacia el bar.
—¿Qué quieres? —Tenía problemas para hacer que su voz sonara normal. Sólo podía oír la lujuria y el deseo de su cuerpo, que tenía dificultad para controlar.
—Sólo un poco de agua, por favor.
Mientras ordenaba, Delilah se excusó para encontrar el baño de mujeres y lo dejó en el bar. Sus ojos la siguieron. Ella tenía curvas en todos los lugares correctos. ¿Cómo podría una mujer como ella estar sin ataduras? ¿Estaban todos esos tipos humanos allá afuera ciegos? Como fuera, al menos no tendría que luchar contra la competencia. Sería toda suya pronto. Muy pronto.
—Ilusiones. —La voz detrás de él era la que no quería escuchar nunca más. ¿Debería ignorarla e irse?
—Dije… —ella repitió.
Samson se dio la vuelta—. Te oí la primera vez, Ilona.
Su voz tenía un borde afilado como una navaja para afeitar, que siempre empleaba cuando trataba con enemigos. Echó un vistazo a la belleza de alta estatura frente a él. Estaba vestida extravagantemente, su largo cabello rojizo reposado artísticamente sobre sus hombros desnudos. El corsé de su vestido acentuaban sus pechos, y el verde oscuro de su vestido, complementaban el color de su cabello y su piel. Era impresionante, pero no él no se dejó engañar, ya no.
—Un poco tenso, ¿no?
—Nada que te importe —contestó él—. ¿No deberías estar de camino hacia alguna fiesta de disfraces en alguna parte del infierno?
Samson tomó la botella de agua que el camarero le entregó y pagó.
—Definitivamente tenso. ¿Así que es verdad, entonces?
Él le dio una mirada penetrante, negándose a tan siquiera adivinar, a dónde se dirigía ella con su insinuación.
—Vete a jugar tus juegos con alguien más. Ya deberías haberte dado cuenta que no me importa tu compañía.
—Una vez lo hiciste. De hecho, la anhelabas. ¿No te acuerdas?
—Oh —él recordó—. No recuerdo mucho de ese tiempo, dado a que yo estaba temporalmente loco en ese entonces. Así que ¿por qué no sigues adelante? Debe de haber un montón de chicos ricos en la ciudad con los que no te has acostado todavía. ¿O has hecho tu camino acostándote con ellos ya?
—Por lo menos a ellos se les levanta.
Su tono suave desmintió el veneno en sus palabras. Tomó un sorbo de su copa de vino, con indiferencia.
Samson murmuraba entre dientes. ¡Cómo le hubiera gustado romper su pequeño cuello! Casi podía oír el ruido que haría cuando se rompiera.
—Deberías ser cuidadosa con las mentiras que esparces —le advirtió en voz baja—. Las mentiras puede matar a la gente. Incluso a gente como tú.
—No se llaman mentiras si son ciertas. Así que, parece que te desarmé.
¡Maldita Holly! Ella realmente difundía rumores más rápido que nadie que él conociese.
—No te hagas ilusiones. No te sienta. —No quería volver a sentir el toque de Ilona de nuevo. La sola idea le repugnaba. Cómo podría haber disfrutado sus malignas manos sobre él, era un misterio.
—Si vuelves a mí te puedo arreglar —fanfarroneó ella, obviamente, convencida de su poder de seducción.
—No puedes arreglar lo que no está roto.
Verdad. Él había estado así sólo un día atrás, pero ahora, gracias a Delilah, todo estaba funcionando bien.
—Mentiroso.
—No te tocaría ni aunque fueras la última mujer sobre la tierra. Por lo tanto, déjame en paz.
Samson se dio la vuelta y ella agarró su brazo. Él se volteó y le lanzó una mirada venenosa, sacudiendo su brazo lejos de ella.
—Cariño, lo siento por tardarme tanto —la voz de Delilah de repente sonó a su lado.
Él sintió su cálida mano sobre su brazo, instantáneamente relajando sus músculos tensos. Agradecido, se volvió hacia ella.
—Aquí está el agua, dulzura.
De reojo, podía ver a Ilona sorprendida. Ella se quedó congelada observándolos, mientras que él ponía su mano en la espalda de Delilah para alejarse.
—Gracias.
Él mantuvo su voz baja mientras caminaban por la zona del bar.
—Parecía que querías alejarte de ella. —Había una pregunta no formulada en su voz.
—Si, lo quería.
—¿Alguien que conoces?
¿Debería de decírselo? No haría ningún daño.
—Ex-Novia.
—Ah. Ella es hermosa —Delilah le comentó con voz deprimida.
—Sólo en el exterior. —Samson supo lo ella sintió. Las mujeres, ya sean humanas o vampiros, eran predecibles de una manera: siempre se comparaban con otras mujeres. Él tenía que hacer que ella dejase de preocuparse por eso. La llevó a una esquina, la miró fijamente a los ojos.
—Tú eres más hermosa que cualquier mujer que he conocido. Y si no hubiera tanta gente aquí, yo te demostraría lo deseable que creo que eres.
Sus dedos le acariciaron la mejilla con suavidad. La quería besar, pero no ahí, porque sabía que no sería capaz de detenerse una vez que comenzara. En su lugar, tomó su mano hasta su boca y le besó la punta de los dedos. Su piel era cálida y dulce. Le mordió su dedo índice y lo puso entre sus labios, cerrándolos a su alrededor, dejando que su lengua jugara con él.
—Samson… —Su voz no era más que un susurro.
La miró mientras ella ce sus ojos y aspiró profundamente, hasta que soltó de su dedo. Estaba más que satisfecho con el efecto que tenía sobre ella. Ella respondió a cada uno de sus movimientos seductores, y ni siquiera estaba usando el control mental de los vampiros. Así era, ¡él no lo estaba haciendo! Ni siquiera se había dado cuenta. Cada interacción con ella había sido total y absolutamente carente de cualquier control mental de su parte.
Los vampiros utilizaban el control mental para poner pensamientos en la mente de sus víctimas, que les permitía acercarse y alimentarse de ellos, y luego, para borrar sus memorias, para que no tuvieran ningún recuerdo de los acontecimientos.
Puesto que Samson no se alimentaba de seres humanos a menos que fuera una emergencia, rara vez tenía la necesidad de utilizar el control mental. Bebía sangre adquirida a través de un banco de sangre y estaba contento con eso. No era exactamente lo mismo que la sangre caliente y palpitante que viene directamente de las venas de un ser humano, pero era suficiente para satisfacer su hambre y nutrir su cuerpo.
Por supuesto, cuando él había sido un vampiro nuevo, y no había tal cosa como un banco de sangre, había tomado la sangre directamente de los seres humanos. A veces, él había tomado demasiado y por eso había matado accidentalmente a los humanos. Con los años había aprendido a controlarse mejor a sí mismo. Cuando la sangre se hizo disponible en el mercado comercial, se había cambiado a ello.
No había utilizado el control mental desde hace tiempo, y no se le había ocurrido usarlo en Delilah, aunque quería estar absolutamente seguro de tener relaciones sexuales con ella esta noche. Usar el control de la mente le habría asegurado eso.
Pero la respuesta a su toque, le había dado la certeza absoluta de que él no tenía necesidad de utilizar sus habilidades de vampiro en ella.
—Debemos volver a nuestros asientos. No creo que nos queramos perder el segundo acto.
—No, no querríamos perdernos nada. —El tono ronco de su voz, indicó a él, que no estaba hablando de la obra.
Samson sintió que su pantalón se ajustaba instantáneamente. Este no era el momento de tener otra erección, pero por desgracia, no tenía ningún control sobre él. Mejor era esconderse en la oscuridad del teatro.
Él la miró de un lado, mientras observaban el segundo acto en silencio. La deseaba tanto, que era doloroso esperar. En la oscuridad, le tomó la mano y la encontró con voluntad de aceptar su toque. Necesitaba más. Era una tontería sentirse como un niño, buscando a tientas en la oscuridad, pero no pudo evitarlo. Vacilante guio la mano de ella hacia su muslo donde la dejó. ¿La quitaría de ahí?
No podía seguir la acción en el escenario, cuando había un misterio mucho más excitante, al lado de él. Mientras le soltaba la mano, su cuerpo estaba tenso. Era el momento para que ella se sintiera libre de retirar su mano, o dejarla donde estaba, ardiendo a través de la tela de sus pantalones, enviando ondas de choque de calor a través de su cuerpo.
Delilah no hizo nada, su mano no se apartó, pero no se quedó donde la había dejado. En cambio, su mano se movió suavemente a lo largo de su muslo, arriba y abajo, acariciándolo, ahora moviéndose más arriba. Maldita sea, ¡ella lo estaba matando! Su erección luchaba contra sus pantalones, y no tenía manera de acomodar el espacio reducido para sentirse mucho más cómodo.
Su cálida mano subió a la cima de sus muslos. Él estaba a punto de acabar, y entonces, ¿cuándo se va a acabar esta maldita obra? Samson contuvo el aliento hasta que se dio cuenta que ella lo miraba. Ella se rio en silencio. ¿Qué era tan gracioso?
Delilah se apoyó en él, y sintió su boca cerca de su oído mientras le susurraba:
—No debes de jugar con fuego si no puedes soportar el calor.
Por todos los demonios, estaba tocándolo como a un violín, convirtiéndolo en puré con sus manos. Y ella lo sabía muy bien. Siempre había pensado de sí mismo como el depredador, pero ella dio un giro al juego, cambiándolo de su papel habitual. No veía la hora de cambiar los papeles más tarde. Él lo disfrutaría mucho.
—La venganza es una perra.
—¡Shh! —lo reprendió una voz detrás de él.
Samson tomó su mano de nuevo, deteniéndola de acariciarlo más, pero aún así, manteniéndola en su muslo. Él podía manejar eso, solo eso. No había tenido tanta diversión con una mujer desde que había sido un adolescente y humano. Como un vampiro, todo lo relacionado con el sexo, había sido caliente y pesado, sin verdadera diversión y juegos. Bueno, esto era demasiado caliente y pesado, pero al mismo tiempo podía sentir el humor en todo. Se preguntó si ella podía despertar su lado más tranquilo y hacerle sentir despreocupado y relajado de nuevo.
No podía recordar la última vez que había bromeado con una mujer, pero con Delilah, todo parecía tan fácil. Ella no se tomaba las cosas demasiado en serio, hacía casi fácil olvidarse de lo que él era. Lo trataba como un hombre normal. Por supuesto que lo haría. No tenía idea de lo que era. No importaba, no esta noche. Esta noche la llevaría a su cama, y él sería sólo un hombre, un hombre que la deseaba. Olvidaría que era un vampiro.